Hay algunos que
afirman que Francisco no tiene intenciones de abolir el motu proprio Summorum
Pontificum una vez que la FSSPX sea reconocida. Si bien no podemos afirmar
que lo hará, la historia tiene algo que decir al respecto.
Les presentamos
a continuación un artículo sobre la historia de la Comisión Ecclesia Dei y su misión,
escrito por el P. Guy Castelain (FSSPX) en su revista “El Combate de la Fe” de
marzo de 2016. Leyéndolo, comprenderemos que las comunidades Ecclesia Dei
existen en función de la FSSPX, y siguen existiendo por causa de ella, de modo
que si la Fraternidad es “reconocida” por Roma, estas comunidades ya no tendrán
razón de ser.
A este respecto,
el Dr. Peter Chojnowski, reconocido filósofo tomista, escritor y conferencista
que ha sido colaborador muy cercano a la FSSPX, nos dice en su blog:
“En 2001 me dijo un Superior de Distrito
de la FSSPX que acababa de reunirse con Mons. Fellay -quien a su vez acababa de
reunirse con el Cardenal [Castrillón] Hoyos- que… el Cardenal le dijo a Mons.
Fellay que el plan era tener a todos los grupos tradicionales bajo Mons.
Fellay. Cuando el sorprendido Mons. Fellay le preguntó al Cardenal: ‘¿Y qué hay
de la Fraternidad San Pedro?’ el Cardenal dijo ‘¡Ellos estarán bajo usted!’.
Sin embargo, la condición era que todos los cuatro obispos de la FSSPX debían
entrar juntos. Esto fue en tiempos de Juan Pablo II”.
“Que todos los que se
imaginan que hay identidad de vocación entre los institutos Ecclesia Dei y la
FSSPX abran los ojos. La comisión Ecclesia Dei y los institutos unidos a ella
son un gran peligro para la obra fundada por Mons. Marcel Lefebvre. Ellos
tienen por vocación neutralizarla, paralizarla y disolverla”
LA VERDADERA MISIÓN DE LA COMISIÓN ECCLESIA DEI
El 22 de noviembre de
1989, Mons. Lefebvre dijo, en una entrevista con François Brigneau en Radio
Courtoisie: “A pesar de las persecuciones, podemos decir violentas, de parte de
Roma y de la comisión romana (Ecclesia
Dei, ndlr) que está encargada de la recuperación de los tradicionalistas
para someterlos al Concilio […] la situación es más estable, más fuerte, más
dinámica que nunca” (Mes derniers cahiers, première série, n° 1, Pour saluer
Mgr Lefebvre, par François Brigneau, Publication FB, p. 35).
Ya lo dijo justamente
Mons. Lefebvre: La comisión Ecclesia Dei
“está encargada de la recuperación de los tradicionalistas”. Hoy en día, esta
misión no ha cambiado. Esto lo debemos demostrar. Para hacerlo, es necesario
recorrer las grandes etapas que han hecho y hacen la historia de la mencionada
comisión. Cuatro documentos se deben tomar en cuenta: 1) La Carta del 3 de
octubre de 1984; 2) el Motu proprio
del 2 de julio de 1988; 3) el Motu
proprio del 7 de julio de 2007; 4) el Motu
proprio del 2 de julio de 2009. La carta del 28 de octubre de 2013 del
Nuncio a la Fraternidad San Pedro servirá de confirmación de la tesis.
1) La Carta circular Quattuor abhinc annos de la Congregación para el Culto divino
dirigida a las conferencias episcopales el 2 de octubre de 1984.
Este
documento es anterior a la creación de la comisión Ecclesia Dei, pero es
extremadamente importante. En efecto, éste permanecerá como el documento
fundamental que informará el espíritu de la futura comisión que se referirá a
éste.
En
1980, Roma pidió a todos los obispos del mundo hacer un reporte sobre la
aplicación de la reforma litúrgica querida por el papa Paulo VI. Este reporte
debía, entre otras cosas, expresarse sobre “las dificultades encontradas en la
realización de la reforma litúrgica” y “las eventuales resistencias” que se
debían “haber superado”.
Después
de las respuestas enviadas a Roma, parecía que el problema de los sacerdotes y
los fieles apegados al rito tridentino estaba, por así decirlo, arreglado.
En
realidad, el problema de la misa antigua subsistía completamente. La Roma
modernista dándose cuenta que no podía asfixiar el movimiento en favor de la
antigua misa, decidió tratar de tomar el control:
“El
soberano pontífice, deseando dar satisfacción a estos grupos” concedió la
celebración de la misa tridentina “pero observando las siguientes normas”,
siendo la primera: “Que quede muy claro que estos sacerdotes y estos fieles no
tienen nada que ver con aquellos que ponen en duda la legitimidad y la rectitud
doctrinal del Misal Romano promulgado por el papa Paulo VI en 1970, y que su
posición sea sin ninguna ambigüedad y públicamente reconocida”.
Por
lo tanto quedó bien establecido que un sacerdote no podía beneficiarse de la
misa antigua más que a condición de abandonar el combate contra la misa de
Paulo VI, y que esta posición fuera pública y conocida de todos.
Por
otra parte, esta concesión debía “ser utilizada sin perjuicio de la observancia
de la reforma litúrgica en la vida de las comunidades eclesiales”. Quedaba
claro también que esta concesión no podía tener la pretensión de suplantar la
misa de Paulo VI y que ésta debía conservar todos sus derechos de “primacía”
litúrgica.
Hay
que sacar varias conclusiones de este indulto: 1) Su publicación hizo creer al
mundo entero que la misa de San Pio V estaba prohibida, siendo que no lo estaba
ni podía estarlo (el documento del 7 de julio de 2007 de Benedicto XVI lo
confesó); 2) hizo creer, en consecuencia, que era necesario un permiso especial
para celebrar la misa antigua; 3) lejos de ser liberada, la misa antigua
estaba, en razón de las condiciones a cumplir para beneficiarse de ella,
instrumentalizada para lograr la aceptación de la nueva misa de Paulo VI.
Este
indulto fue entonces una “trampa doctrinal”. Así, aquellos que pretendieron
gozar de la misa de San Pio V “legalmente” hicieron, en realidad, una profesión
“legal” de aceptar oficialmente la nueva misa que ellos habían rechazado hasta
ese momento. En consecuencia, este Motu proprio, lejos de ser una
victoria para los sostenedores de la liturgia antigua, fue en realidad una
victoria de la Roma modernista en favor de la reforma litúrgica conciliar.
Estaba claro entonces que la FSSPX no podía de ninguna manera valerse de tal
indulto. Los sacerdotes de esta Fraternidad no debieron pedir nunca el permiso
de celebrar su misa en una iglesia o un santuario con base a este indulto. Las
condiciones impuestas les prohibieron, de todas maneras, la obtención de esta
facultad, pues su posición respecto a la nueva misa no les permitió cumplir con
los requisitos.
2) La Carta apostólica Ecclesia
Dei del 2 de julio de 1988, en forma de motu proprio del papa Juan
Pablo II.
Ecclesia Dei
son las dos primeras palabras de un texto publicado por Roma el día siguiente
de la pretendida excomunión de Mons. Lefebvre. En efecto, el 30 de junio de
1988, el obispo procedió a lo que llamó “la operación supervivencia de la
Tradición” consagrando cuatro obispos a los cuales no les dio jurisdicción.
Éstos, apoyados en los principios del Derecho canónico de la Iglesia, debían
asegurar una suplencia (prevista por la ley eclesiástica en varias materias) en
el seno de la crisis conciliar por la predicación de la fe, la administración
del sacramento de la confirmación y del sacramento del orden.
La
excomunión, si bien existente en el papel, estaba en realidad desprovista de
fundamento. Mons. Lefebvre, antes de consagrar, estudió e hizo estudiar el
antiguo Derecho canónico para asegurarse que actuaba según el Espíritu de la Iglesia
contenido en este axioma: Suprema lex, salus animarum. Una tesis del P.
Murray tuvo incluso, en 1995, la audacia de probar que, según el nuevo derecho
de Juan Pablo II, ¡la excomunión no estaba fundada!
La excomunión del 1º de
julio de 1988
El
1º de julio de 1988, el decreto Dominus Marcellus Lefebvre excomulgaba
injustamente, tanto desde el punto de vista del Derecho canónico de 1917 como
del nuevo de 1983, al obispo consagrante y los cuatro obispos consagrados.
Excomunión
nula y sin efecto, excomunión fantasma, excomunión de papel haciendo el papel
de espantapájaros para causar temor a la pobre gente que había reencontrado la
esperanza en la Iglesia gracias al Atanasio del siglo XX.
El Motu proprio Ecclesia Dei del 2 de julio
El espantapájaros iba a
cumplir su papel eficaz para precipitar a la gente buena, los formalistas y los
temerosos en los “brazos abiertos” de la Roma conciliar: la amenaza de cisma y
por lo tanto el temor de la pérdida eterna de su alma. Todo iba entonces para
apartarlos eficazmente de la Fraternidad de Mons. Lefebvre y llevarlos para
siempre hacia la Iglesia conciliar.
Es así que Juan Pablo II
decretó la institución de una comisión para aquellos “que desean permanecer
unidos al sucesor de Pedro en la Iglesia católica, conservando sus tradiciones
espirituales y litúrgicas”.
Por lo tanto se trataba
absolutamente de una comisión de recuperación de los fieles y sacerdotes que
habían frecuentado la FSSPX.
Los efectos no se hicieron
esperar: clérigos, más formalistas que canonistas, creyeron ser su deber el
abandonar la Fraternidad de Mons. Lefebvre para fundar la Fraternidad San Pedro
con el fin de estar “en la legalidad”. Legalidad conciliar, no hace falta
decirlo.
Ellos fueron acogidos por
una comisión que llevaba un nombre compuesto de las tres palabras del principio
de la carta que era el origen de esta comisión: Ecclesia Dei afflicta.
Es decir : La Iglesia de Dios está afligida… ¿Afligida por qué? Por el
pretendido cisma de Mons. Lefebvre, cisma que nadie nunca pudo probar ni
demostrar, y que muchos especialistas han desmentido.
Fue, para estos
sacerdotes, aceptar someterse a una comisión conciliar y, de este hecho, ir
contra el espíritu de la ley: “Aquel que, por conservar la letra de la ley, va
contra el espíritu de la ley, ha pecado contra la ley” (Regula juris 88).
Por formalismo, cometió una especie de “pecado jurídico”: un pecado contra la
ley bajo pretexto de estar en regla con ella.
Disociarse de la FSSPX
No pretendo hacer aquí un
análisis completo de este Motu proprio
de 1988. Todos los párrafos merecen, no solamente un comentario, sino una
severa crítica, tanto la presentación que hacen de los hechos es contraria a la
realidad.
Yo quisiera simplemente
llamar la atención sobre el llamado que hace Juan Pablo II a disociarse de la
FSSPX en este documento: “En las presentes circunstancias, deseo sobre todo
dirigir una llamada a la vez solemne y ferviente, paterna y fraterna, a todos
los que hasta ahora han estado vinculados de diversos modos con las actividades
del arzobispo Lefebvre, para que cumplan el grave deber de permanecer unidos al
Vicario de Cristo en la unidad de la Iglesia católica y dejen de sostener de
cualquier forma que sea esa reprobable forma de actuar. Todos deben saber que
la adhesión formal al cisma constituye una grave ofensa a Dios y lleva consigo
la excomunión debidamente establecida por la ley de la Iglesia” (§ 5, c).
Como se explicó
anteriormente, en compensación por esta separación “se constituye una Comisión,
con la tarea de colaborar con los obispos, con los dicasterios de la Curia
Romana y con los ambientes interesados, para facilitar la plena comunión
eclesial de los sacerdotes, seminaristas, comunidades, religiosos o religiosas,
que hasta ahora estaban ligados de distintas formas a la Fraternidad fundada
por el arzobispo Lefebvre y que deseen permanecer unidos al Sucesor de Pedro en
la Iglesia católica, conservando sus tradiciones espirituales y litúrgicas” (§6,
a).
La misión de la comisión Ecclesia Dei es por lo tanto muy clara:
combatir la obra de salud espiritual del obispo fundador de la FSSPX. Entonces
él tenía razón de decir que la comisión Ecclesia
Dei estaba “encargada de la recuperación de los tradicionalistas”.
De 1984 a 1988: mismo combate
Otro punto extremadamente
importante: el Motu proprio del 2 de julio de 1988 precisa en el punto 6 c: “se
habrá de respetar en todas partes, la sensibilidad de todos aquellos que se
sienten unidos a la tradición litúrgica latina, por medio de una amplia y
generosa aplicación de las normas emanadas hace algún tiempo por la Sede
Apostólica, para el uso del Misal Romano según la edición típica de 1962”.
Este párrafo envía a la
nota 9 de pie de página, la cual hace referencia al documento del 3 de octubre
de 1984: Cf. Congregación para el Culto Divino, Carta Quattuor abhinc annos, 3 de octubre de 1984: AAS 76,
1984, 1.088-1.089. Está claro entonces que la comisión Ecclesia Dei continuaba en su línea original: sólo estarán en la
legalidad si ya no combaten la misa de Paulo VI, si no causan perjuicio a la
reforma litúrgica conciliar y si su posición es conocida públicamente por todo
el mundo.
Así que la comisión Ecclesia Dei tenía como finalidad:
1) Marginalizar la obra de
Mons. Lefebvre y volverla inaccesible; 2) alejar de ella a los sacerdotes y los
fieles; 3) hacer aceptar la nueva misa a todos los recalcitrantes; 4) ya no
permitir a nadie la exclusividad de la antigua misa; 5) y finalmente, hacer
cesar el combate de la Tradición. Ecclesia
Dei se convirtió en el refugio de los católicos que “prefieren la antigua
misa” por gusto personal, pero que han cesado el buen combate que consiste en
rechazar la nueva misa por motivos de fe y conservar la antigua por la misma
razón.
Por o contra la FSSPX
Desde entonces se planteó
la cuestión de una “opción Ecclesia Dei”
que, finalmente, se tradujo en un dilema “por o contra Mons. Lefebvre” o “por o
contra la FSSPX”. De manera más general, aparece ahora un falso problema: “en
la Iglesia con Ecclesia Dei, o fuera
de la Iglesia con la FSSPX”. Todavía más simple: católico o excomulgado. Allí
había un falso dilema en conciencia y, al parecer, un dilema en materia grave,
que comprometía lógicamente la salvación de los que elegían con conocimiento de
causa. No se trataba, en realidad, más que de un escrúpulo de conciencia
inventado por los hombres de Iglesia conciliares para llevar a buen puerto su
revolución litúrgica y hacer desaparecer para siempre la obra de Mons.
Lefebvre.
3) La Carta apostólica Summorum pontificum del 7 de julio de 2007 en forma de Motu proprio de Benedicto XVI.
Este documento es el que
condujo a muchos católicos a creer que la misa de San Pio V había sido
“liberada”. Merece un comentario integral. Sin embargo es necesario, en este
artículo, limitarse a lo que sigue.
Después de aplicar
falsamente a la nueva misa de Paulo VI todo lo que pudiera decirse con toda
verdad del rito de San Pío V, el papa recuerda que: “En algunas regiones, sin
embargo, no pocos fieles adhirieron y siguen adhiriéndose con mucho amor y
afecto a las anteriores formas litúrgicas, que habían impregnado su cultura y
su espíritu de manera tan profunda, que el Sumo Pontífice Juan Pablo II, movido
por la preocupación pastoral respecto a estos fieles, en el año 1984, con el indulto
especial «Quattuor abhinc annos»,
emitido por la Congregación para el Culto Divino, concedió la facultad de usar
el Misal Romano editado por el beato Juan XXIII en el año 1962; más tarde, en
el año 1988, con la Carta Apostólica «Ecclesia
Dei», dada en forma de Motu Proprio, Juan Pablo II exhortó a los obispos a
utilizar amplia y generosamente esta facultad en favor de todos los fieles que
lo solicitasen”. La línea de pensamiento es clara: la Roma conciliar siempre
está en la vía trazada por el documento del 3 de octubre de 1984.
Vienen enseguida doce
artículos, de los cuales el primero finaliza en estos términos: “Por eso es
lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal
Romano promulgado por el beato Juan XXIII en 1962, que nunca se ha abrogado, como
forma extraordinaria de la liturgia de la Iglesia. Las condiciones para el uso
de este misal establecidas en los documentos anteriores «Quattuor abhinc annis» y «Ecclesia
Dei», se sustituirán como se establece a continuación”. Siguen 11 artículos
que enuncian las nuevas condiciones para beneficiarse de la antigua misa.
Se podría creer que todo
había cambiado, que la antigua misa era definitivamente libre, pues las
facultades acordadas parecían verdaderamente más “amplias”. En verdad no es
así, pues el artículo 11 del documento afirma sin rodeos: “La Pontificia
Comisión «Ecclesia Dei», erigida por
Juan Pablo II en 1988, sigue ejerciendo su misión”. Y remite a la nota 5 que
dice: “Cf. JUAN PABLO II, Lett. ap. en forma de Motu proprio Ecclesia Dei, 2 julio 1988, 6: AAS 80
(1988), 1498”. ¿Cuál es esta misión? La que se encuentra fijada en el documento
de 1988 ya citado: alejar a los fieles de la obra de Mons. Lefebvre y, en
referencia al documento del 3 de octubre de 1984, no conceder el rito
Tridentino más que a los que no cuestionan la nueva misa, sin perjuicio de la
reforma litúrgica y cuya posición es públicamente conocida.
El artículo 12 prevé que “La
misma Comisión, además de las facultades de las que ya goza, ejercerá la
autoridad de la Santa Sede vigilando sobre la observancia y aplicación de estas
disposiciones”. Y de hecho, los artículos 7 y 8 remiten a la mencionada
comisión en caso de litigio en las peticiones de celebrar el antiguo rito.
La línea es por lo tanto
siempre la misma y el Motu proprio de 2007 no hace más que ampliar materialmente
la facultad de utilizar el rito antiguo.
Pues, formalmente, su uso
es siempre condicionado por los mismos principios y el mismo espíritu: los
formulados en el documento del 2 de julio de 1988 que se refieren al documento
del 3 de octubre de 1984. A pesar de las apariencias, la misa antigua no fue
liberada, sigue estando cautiva de la reforma conciliar y finalizada por una
renuncia: cesar el combate de la Fe en lo que concierne a la misa de Paulo VI y
aceptar en principio la reforma litúrgica conciliar. El artículo de Wikipedia
al respecto no se equivoca: “Las disposiciones presentadas en esta carta siguen
la lógica de los textos anteriores Quattuor abhinc annos y Ecclesia
Dei”.
4) La Carta apostólica Ecclesiae unitatem del 2 de julio de 2009 en forma de
motu proprio de Benedicto XVI.
En este documento, el
sucesor de Juan Pablo II recuerda el párrafo 6 a del documento del 2 de julio
de 1988 que quiere “facilitar la plena comunión eclesial de los sacerdotes,
seminaristas, comunidades, religiosos o religiosas, que hasta ahora estaban
ligados de distintas formas a la Fraternidad fundada por el arzobispo Lefebvre
y que deseen permanecer unidos al sucesor de Pedro en la Iglesia católica,
conservando sus tradiciones espirituales y litúrgicas” (n° 2). Haciendo esto,
el papa quiso “ampliar y actualizar… la indicación general contenida en el motu
proprio Ecclesia Dei” (n° 3).
Es útil subrayar aquí dos
puntos significativos:
1. La comisión conserva su
nombre de origen y por lo tanto conserva como texto fundante el Motu proprio
del 2 de julio de 1988, con todo lo que comporta, especialmente su referencia
al indulto del 3 de octubre de 1984. Ella continúa entonces con su misión original:
apartar a los católicos de la obra de Mons. Lefebvre;
2. El párrafo 2 remite
explícitamente al documento de origen: Juan Pablo II, motu proprio Ecclesia Dei, 2 de julio de 1988, n°
6: AAS 80 [1988] 1498. Así que este
nuevo documento permanece en la línea de 1984 y 1988. Es siempre la misma
guerra contra la Tradición.
Por otro lado, en este
documento, Benedicto XVI toma una decisión de grandes consecuencias. Quiere “reformar
la estructura de la Comisión Ecclesia Dei,
uniéndola de manera estrecha a la Congregación para la doctrina de la fe”. He
aquí el objeto de la carta: unir la comisión Ecclesia Dei a la Congregación para la doctrina de la Fe. El
objetivo de esta maniobra se indica en el n° 5: “Precisamente porque los
problemas que se deben tratar actualmente con la Fraternidad son de naturaleza
esencialmente doctrinal, he decidido —a los veintiún años del motu proprio Ecclesia Dei y de acuerdo con lo que me
había reservado hacer (cf. motu proprio Summorum Pontificum, art. 11)— reformar
la estructura de la Comisión Ecclesia Dei,
uniéndola de manera estrecha a la Congregación para la doctrina de la fe”. Con
el pretexto de centrar las discusiones sobre el plano doctrinal (lo que es
justo), Benedicto XVI toma una medida que obligará a la FSSPX a tener por
interlocutor, ya no a la Congregación para la doctrina de la Fe, ¡sino a una
comisión que fue fundada para hacerla desaparecer! ¿Cuál es esta comisión? Ecclesia Dei.
A partir de aquí, la FSSPX
será obligada a dialogar con su enemigo jurado desde el 2 de julio de 1988: la
comisión Ecclesia Dei. Y esta comisión,
hay que recordarlo, reposa, como sobre su piedra fundamental, en la excomunión
de Mons. Marcel Lefebvre.
5) La bendición del papa Francisco con ocasión de
los 25 años de la fundación de la Fraternidad San Pedro.
Los hechos vienen a
demostrar que la comisión Ecclesia Dei
y el Vaticano II siguen llevando a cabo el mismo combate. En su carta del 28 de
octubre de 2013, el Nuncio apostólico de París, Luigi Ventura, aseguró a los
miembros de la Fraternidad San Pedro que “el papa Francisco se une a la acción
de gracias de sus miembros por la obra cumplida en el curso de un cuarto de
siglo al servicio de la comunión eclesial cum Petro et sub Petro”. ¿De qué obra eclesial se trata? La que ha
consistido, como lo indica el Motu proprio del 2 de julio de 1988, en apartar a
los fieles de la FSSPX para llevarlos a la Iglesia conciliar. El papa, por otra
parte, hace referencia a los acontecimientos que le dieron nacimiento, es
decir, las consagraciones de 1988 y la excomunión de Mons. Lefebvre: “Es en un
momento de gran prueba para la Iglesia, que nació la Fraternidad San Pedro”.
Enseguida
Francisco los alienta “a continuar su misión de reconciliación entre todos los
fieles, sea cual fuere su sensibilidad”. No se puede tratar, lógicamente, más que
de reconciliación con la Iglesia conciliar y el nuevo rito. He aquí la prueba:
“Que celebrando los Misterios sagrados según la forma extraordinaria del rito
romano (Misa de San Pio V) y las orientaciones de la Constitución sobre la
Liturgia Sacrosanctum Concilium (surgido del Vaticano II), así como
transmitiendo la fe apostólica tal cual es presentada en el Catecismo de la
Iglesia católica (conciliar), contribuyan, en la fidelidad a la Tradición viva
de la Iglesia, a una mejor comprensión y aplicación del concilio Vaticano II”.
Conclusión
Mons. Lefebvre tenía toda
la razón al afirmar que la comisión romana (Ecclesia
Dei) está encargada de la recuperación de los tradicionalistas para
someterlos al Concilio.
La misión de la comisión Ecclesia Dei, desde el 2 de julio de
1988, es entonces reconciliar a los sacerdotes y fieles apegados a la obra de
Mons. Lefebvre con la Iglesia conciliar.
Con este objetivo, ella
continúa su misión todavía ahora: la “recuperación” de los sacerdotes y fieles
de la FSSPX y de sus comunidades amigas para hacer cesar el combate de la Fe.
Que todos los que se
imaginan que hay identidad de vocación entre los institutos Ecclesia Dei y la FSSPX abran los ojos.
La comisión Ecclesia Dei y los
institutos unidos a ella son un gran peligro para la obra fundada por Mons.
Marcel Lefebvre. Ellos tienen por vocación neutralizarla, paralizarla y
disolverla.
Esto está inscrito
claramente en los textos fundadores de esta comisión. Contra factum, non fit
argumentum. Contra los hechos, no
hay nada que replicar.
P. Guy Castelain+