El Papa ha recibido hoy [20-feb] en audiencia a los participantes en la Plenaria
de la Congregación para la Educación Católica, a los que ha pedido que apoyen
una alianza mundial en el terreno educativo a favor de una humanidad más
fraterna. Además ha asegurado que «una propiedad de la educación es la de ser
un movimiento ecológico».
Según el Pontífice, «hoy más que nunca, es necesario unir los
esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas
maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir
el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna».
Y además, según él, «una propiedad de la educación es la de ser
un movimiento ecológico», es decir, «a educación que
tiene en el centro a la persona en su realidad integral tiene como finalidad
llevarla al conocimiento de sí misma, de la casa común en la que vive, y sobre
todo al descubrimiento de la fraternidad como relación que produce la
composición multicultural de la humanidad, fuente de enriquecimiento
mutuo».
Discurso completo del Papa Francisco
Señores Cardenales,
Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
Queridos hermanos y hermanas:
Agradezco al cardenal Versaldi las amables palabras de presentación y os
saludo cordialmente a todos. Vuestra reunión en Asamblea Plenaria os ha
brindado estos días la oportunidad, de releer el denso trabajo realizado en los
últimos tres años y de delinear los esfuerzos futuros con corazón abierto y con
esperanza. El campo de competencia del Dicasterio os compromete a calaros
en el fascinante mundo de la educación, que nunca es una acción repetitiva,
sino el arte del crecimiento, de la maduración, y por esta razón nunca igual a
sí mismo.
La educación es una realidad dinámica, es un movimiento que saca a la
luz a las personas. Se trata de un tipo de movimiento peculiar, con
características que lo convierten en un dinamismo de crecimiento, orientado al
pleno desarrollo de la persona en su dimensión individual y social. Me gustaría
detenerme en algunos de sus rasgos típicos.
Una propiedad de la educación es la de ser un movimiento
ecológico. Es una de sus fuerzas motrices hacia el objetivo formativo
completo. La educación que tiene en el centro a la persona en su realidad
integral tiene como finalidad llevarla al conocimiento de sí misma, de la casa
común en la que vive, y sobre todo al descubrimiento de la fraternidad como
relación que produce la composición multicultural de la humanidad, fuente de
enriquecimiento mutuo.
Este movimiento educativo, como escribí en la Encíclica Laudato
sí, contribuye a la recuperación de «los distintos niveles de equilibrio
ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con
todos los seres vivos, el espiritual con Dios». Esto requiere, por supuesto,
educadores «capaces de replantear los itinerarios pedagógicos de una
ética ecológica, de manera que ayuden efectivamente a crecer en la solidaridad,
la responsabilidad y el cuidado basado en la compasión» (n. 210).
En cuanto al método, la educación es un movimiento inclusivo.
Una inclusión que va hacia todos los excluidos: por la pobreza, por la
vulnerabilidad debida a guerras, hambrunas y desastres naturales, por la
selectividad social, por las dificultades familiares y existenciales. Una
inclusión que se concretiza en acciones educativas a favor de los refugiados,
de las víctimas de la trata de seres humanos, de los migrantes, sin
distinción alguna de sexo, religión o etnia. La inclusión no es un
invento moderno, sino una parte integral del mensaje salvífico cristiano. Hoy
es necesario acelerar este movimiento inclusivo de la educación
para poner coto a la cultura del descarte, cuyo origen es el rechazo de
la fraternidad como elemento constitutivo de la humanidad.
Otra característica de la educación es la de ser un movimiento
pacificador, portador de paz. Es armonioso –hablaré luego, pero están
conectados- un movimiento pacificador, portador de paz. Lo testimonian los
mismos jóvenes, que con su compromiso y su sed de verdad » nos recuerdan
constantemente que la esperanza no es una utopía y la paz es un bien siempre
posible.» (Discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la
Santa Sede, 9 de enero de 2020). El movimiento educativo, constructor de
paz es una fuerza que hay que alimentar contra la «egolatría» que genera la no
paz, las rupturas entre generaciones, entre pueblos, entre culturas, entre
poblaciones ricas y pobres, entre masculino y femenino, entre economía y ética,
entre humanidad y medio ambiente (cf. CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Pacto
Educativo Mundial. Instrumentum laboris, 2020). Estas
fracturas y contraposiciones, que enferman las relaciones, esconden un miedo a
la diversidad y a la diferencia. Por eso, la educación está llamada con su
fuerza pacificadora a formar personas capaces de comprender que la diversidad
no obstaculiza la unidad, sino que es indispensable para la riqueza de la
propia identidad y de la de todos.
Otro elemento típico de la educación es el de ser un movimiento
de equipo. Nunca es la acción de una sola persona o institución. La
Declaración conciliar Gravissimum educationis afirma que
la escuela «constituye como un centro de cuya laboriosidad y de cuyos
beneficios deben participar a un tiempo las familias, los maestros, las
diversas asociaciones que promueven la vida cultural, cívica y religiosa, la
sociedad civil y toda la comunidad humana » (n. 5). Por su parte, la
Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae, que este año
celebra el trigésimo aniversario de su promulgación, afirma que «la Universidad
Católica persigue sus propios objetivos también mediante el esfuerzo por formar
una comunidad auténticamente humana, animada por el espíritu de Cristo» (n.
21). Pero toda universidad está llamada a ser una «comunidad de estudio, de
investigación y de formación» (Constitución Apostólica Veritatis
gaudium art. 11 § 1).
Este movimiento de equipo ha estado en crisis desde hace tiempo
por varias razones. Por eso, sentí la necesidad de promover el próximo 14 de
mayo el día del pacto educativo global confiando la organización
a la Congregación para la Educación Católica. Es un llamamiento a todos
aquellos que tienen responsabilidades políticas, administrativas, religiosas y
educativas para reconstruir el «pueblo de la educación». El objetivo de estar
juntos no es desarrollar programas, sino encontrar el paso común para
reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión
por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del
diálogo constructivo y de la mutua comprensión. El pacto educativo no debe ser
un simple ordenamiento, no debe ser un “recocido” de los positivismos que hemos
recibido de una educación ilustrada. Debe ser revolucionario.
Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una alianza
educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar
fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones
por una humanidad más fraterna. “Para lograr estos objetivos se necesita
valentía: «La valentía de colocar a la persona en el centro […]. La valentía de
invertir las mejores energías […] La valentía de formar personas
disponibles que se pongan al servicio de la comunidad» (Mensaje para
el lanzamiento del Pacto Educativo, 12 de septiembre de 2019). La valentía
de pagar bien a los educadores.
También veo en la constitución de un pacto educativo global la
facilitación del crecimiento de una alianza interdisciplinaria y
transdisciplinaria, que la reciente Constitución Apostólica Veritatis
gaudium indicaba para los estudios eclesiásticos, como «el principio
vital e intelectual de la unidad del saber en la diversidad y en el respeto de
sus expresiones múltiples, conexas y convergentes” […] también en relación con
el panorama actual fragmentado y no pocas veces desintegrado, de los estudios universitarios
y con el pluralismo ambiguo, conflictivo o relativista de las convicciones y de
las opciones culturales» (Proemio, 4 c).
En este amplio horizonte de formación os deseo que continuéis con
provecho en la realización del programa para los próximos años, en particular
en la elaboración de un Directorio, en la constitución de un Observatorio
Mundial, así como en la cualificación y actualización de los estudios
eclesiásticos y en una mayor solicitud por la pastoral universitaria como
instrumento de la nueva evangelización. Todos estos son esfuerzos que pueden
contribuir eficazmente a consolidar el pacto, en el sentido que nos enseña la
Palabra de Dios: «El pacto entre Dios y los hombres, el pacto entre las
generaciones, el pacto entre los pueblos y las culturas, el pacto ―en la
escuela― entre los maestros y los alumnos, el pacto entre el hombre, los
animales, las plantas e incluso las realidades inanimadas que hacen que nuestra
casa común sea hermosa y variopinta. ¡Todo está relacionado con todo, todo está
creado para ser un icono vivo de Dios que es Trinidad de Amor!» (Discurso a
la Comunidad Académica del Instituto Universitario Sofía de Loppiano, 14 de
noviembre de 2019).
Queridos hermanos y hermanas, os doy las gracias por el trabajo que
hacéis con dedicación cada día. Invoco sobre vosotros los dones del Espíritu
Santo para que os dé fortaleza en vuestro delicado ministerio en favor de la
educación. Y os pido, por favor, que recéis por mí. Gracias.