Javier Navascués, el 29.01.21 a las 8:30 AM
Antonio
Peña es
doctor en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona y
lleva años estudiando en profundidad todo lo concerniente a las agendas
2030 y 2045, temas de los que ha impartido varias conferencias y que
ponen los pelos de punta al conocer los planes que, en su opinión, los poderes
mundialistas tienen diseñados para someter a la humanidad e implantar un
siniestro nuevo orden mundial que nada tendrá que ver con la realidad que hemos
conocido hasta ahora.
¿Qué
son realmente las agendas 2030 y 2045?
Las
Agendas 2030 y Avatar 2045 son proyectos que pretenden transformar a gran
escala la naturaleza y la humanidad, fusionándolas. La transformación de la
humanidad es política, económica, social, cultural, religiosa e incluso física
llevada a nivel genómico, lo que hace del transhumanismo el eje de la Agenda.
¿Cuáles
son sus orígenes?
Hay
que distinguir entre el plano intelectual o ideológico y el de acción y
gestión. En ámbito de la acción y gestión me centraré en los orígenes más
próximos: la reorganización del mundo tras la segunda guerra mundial.
La
guerra fría no fue más que la disputa entre los Estados Unidos (USA) y la Unión
Soviética (URSS) por dirigir el mundo lo que llevaba adjunto controlarlo
directa e indirectamente, de tal manera que se formasen círculos en diverso
grado de sumisión. Cada uno de estos dos contendientes tenía un modelo de
organizar el sometimiento y gobernación del mundo.
En
la década de 1980 esta dualidad entre USA-URSS se rompe. Primero, porque entra
China en el “juego” y, después, porque la balanza se inclina a favor de la
primera por el hundimiento de la URSS, lo que sorprende a China en pleno
proceso de reformas económicas. El modelo USA parecía triunfar e imponerse. Los
partidos y organizaciones socialistas tuvieron que adaptarse a la nueva
situación. La respuesta del cosmos socialista fue denunciar que ese modelo
triunfante no era la panacea de paz, desarrollo y bienestar del mundo.
Sostenían que los problemas continuaban y se incrementaban: ricos y pobres, las
guerras, la contaminación… Por lo tanto el mundo debía ir a una confluencia.
Uno
de los primeros que lanzó públicamente la idea de confluencia fue Gorbachov con
su “casa común”. La década de 1990 no fue más que un tiempo de “impasse” en el
cual estas tres potencias se estaban poniendo de acuerdo sobre cómo gobernar y
administrar el mundo en el nuevo siglo. Y este fue el acuerdo: tender hacia un
mismo sistema económico, un mismo sistema político, un mismo sistema social y
cultural, una única religión mundial.
¿Y
en el plano intelectual o ideológico?
Gran
parte del pensamiento originario lo podemos encontrar en las órbitas de la
Escuela de Frankfurt. De aquí surge la Teoría Critica. Es decir, el conflicto
debe continuar bajo nuevas formas (ricos-pobres, padres-hijos,
hombres-mujeres…) como medio de construir un único sistema mundial.
Desde
el campo liberal y partiendo de las ideas de la escuela de Chicago y el centro
de pensamiento del Instituto Tecnológico de Massachussetts, se dio forma al
Consenso de Washington para establecer un conjunto de “formulas” comunes que
llevasen a equiparar a todas las naciones-estados y que las encaminase por la
misma senda de construcción de un único sistema mundial mediante dos
ejecuciones de métodos de disolución de las naciones y fusión de los Estados.
¿Cómo
se fue expresando este pacto o consenso?
En
aquellas décadas de 1980 y 1990 los estados de democracia liberal eran los que
más auspiciaban el globalismo vendiéndolo como difusión de la libertad, la
democracia y el libre mercado. Pero fíjese en quiénes acogieron y aplicaron el
Consenso de Washington hasta entrado el nuevo siglo, las organizaciones
mundiales más intervencionistas: el Fondo Monetario Internacional, el Banco
Mundial o la Organización Mundial del Comercio. Por su parte las potencias más
destacadas marcaban la agenda de aplicación en las Cumbres del G7/G8 o en el
Club Bilderberg, mientras que la ONU –con sus organizaciones- se convertía en
el brazo gerente que expedía las ordenes que los gobiernos tenían que aplicar a
nivel regional y local. Por su parte, los partidos de derecha defendían estas
reuniones de organismos internacionales y magnates.
En
la otra orilla, en contra -aparentemente- del globalismo, se situaba toda la
izquierda socialista, comunista y anarquista que movilizaban a sus hordas cada
vez que en alguna ciudad tenían lugar las reuniones de estos organismos
internacionales. Además, desde la orilla izquierdista se constituyeron
organizaciones y foros internacionales paralelos a los citados OMC, BM, FMI…
por ejemplo: Foro Sao Paulo, Foro Económico Mundial (Foro Davos), Grupo Puebla,
Foro Social Mundial, América Business Forum…
Los
años finales del siglo XX y primeros del siglo XXI fueron el período del
resurgir de Rusia al tiempo que China finalizó sus reformas económicas. De
nuevo los tres grandes estaban en escena, luego era necesario ir a un nuevo pacto
internacional. Estamos en 2001-2008.
Era
necesario cancelar el Consenso de Washington y levantar un nuevo acuerdo
internacional. Las élites tiránicas que estaban –y están- detrás de este
entramado, no podían hacerlo por las bravas. Debían fabricar una situación que
justificase el cambio. Un “terremoto”. Y qué casualidad, entre 2006 y 2008 se
incuba la crisis que estalla ese mismo año y se extendería hasta entrada la
segunda década del siglo XXI. Y qué casualidad el 15 de noviembre de 2008 el
G20 se reunió en Washington.
¿En
qué consistió el nuevo pacto?
El
nuevo acuerdo consistió en que: por un lado, China consolidaría su capitalismo
de Estado (modelo de mercado donde el Estado desempeña un papel predominante
-directamente o mediante- empresas públicas y privadas) y se le permitiría una
acción preponderante en los mercados internacionales.
Por
otro lado, los estados de economía y democracia liberal introducirían las
modificaciones necesarias para acercar sus economías hacia el capitalismo de
Estado. Al mismo tiempo alterarían sus sistemas políticos para ir debilitando
(primero) y restringiendo (seguidamente) las libertades clásicas, tanto las
políticas como las personales. El objetivo es que los sistemas mundiales
tiendan a la confluencia y se parezcan cada vez más al régimen político chino.
Para que esta reforma fuese aceptada por los estados y pueblos occidentales se
debía reiterar que la culpa de la crisis iniciada en 2008 era de las políticas
liberales llevadas hasta ese momento por los estados occidentales. El resultado
fue la proliferación de gobiernos de izquierdas como manos ejecutoras de las
reformas.
Esto
es, en resumen, confluencia económica y política con China como espejo. Y este
es el punto en el que estamos. No es de extrañar que, ahora, tanto las derechas
como las izquierdas políticas y sociológicas defiendan el globalismo.
¿Pero
usted plantea que la transformación es mucho mayor y más profunda que una
conjunción mundial en un único sistema político y económico?
Sí.
La transformación no es ya sólo global, es Total: incluye no sólo los sistemas
económicos y políticos y culturales sino también los religiosos, y la
naturaleza y al propio ser humano.
Aquí
entra la acción cultural desde las escuelas y los medios de comunicación. Por
ejemplo la difusión del postecologismo, que propone que todo debe ser integrado
en una conciencia global, Pachamama. Ya ha entrando en las conciencias
occidentales que el ser humano es una simple pieza de este entramado Pachamama.
Y para hacer efectiva la integración del ser humano en la Totalidad es
necesario transformar al ser humano, hacerlo “evolucionar”.
Aquí
entran los biólogos y genetistas diciendo que es necesario introducir cambios
genéticos que mejoren la especie humana. Cambio que sean irreversibles y se
transmitan a las siguientes generaciones. Es decir, el surgimiento de una nueva
especie resultante de una evolución diseñada y controlada.
¿En
qué consiste esta transformación del ser humano y cuál es el objetivo último?
Consiste
en transformar a gran escala la humanidad y la naturaleza fusionándolas,
tomando como eje la tecnología NBIC (fusión de la ingeniería genética, la
nanotecnología y cognotecnología). Es a esto a lo que se llama “convergencia
tecnológica”: unir las tecnologías de la información y comunicación con la
inteligencia artificial, con las tecnologías cognitivas y de transferencia
mental, con la nanotecnología, con la biotecnología e la ingeniería genética y
la farmacología.
Esto
supone la destrucción del ser humano y la fabricación de un nuevo ser que ya no
es humano.
Efectivamente,
es transhumanismo o más propiamente posthumanismo y sus símbolos los estamos
viendo cada vez más a menudoen muchas compañías y proyectos de todo tipo: el H+
(el transhumano), el HH++ y el H∞ del poshumanismo.
¿Y
técnicamente es posible?
La
técnica utilizada es la CRISPR, mediante la cual se puede modificar, eliminar,
cortar o replicar ADN. De hecho esto se consiguió en la década de 1990. El
resultado fueron los seres modificados genéticamente. Se les llamaba
transgénicos. Y se puede hacer lo mismo con óvulos, espermatozoides e incluso
embriones.
Desde
el Instituto Tecnológico de Masachusets Eric Drexler -uno de los ideólogos del
transhumanismo- desarrolló nano ensambladores moleculares que podían unirse a
la molécula de ARN, el resultado fue el ARN mensajero, ¿le suena?
Me
suena a la llamada vacuna covid, que es de ARNm.
Efectivamente.
Y actualmente la nanotecnología molecular permite utilizar ensambladores
sintéticos, nanosensores sintéticos que se autorepliquen como en un enjambre.
¿La
función de estos ensambladores sintéticos se limita a dar ordenes transformando
al ser humano a nivel genético o hay algo más?
No
sólo pueden dar ordenes, también recibir información y dar nuevas ordenes.
Incluso se les podría enviar un virus. Esto se puede hacer con las tecnologías
RFID (Radio Frequency Identification) y NFC (Near Field Communication).
Estos
nanosensores pueden ser sencillos implantes que integran toda la información
genética y personal del individuo y puedan dar ordenes a nivel molecular.
Mediante el implante se puede interactuar con todo tipo de dispositivos.
Algunas
de las empresas que están implicadas en esta “convergencia tecnológica” son:
Google que está llevando a cabo el proyecto Cálicopara desarrollar químicos
(fármacos) o mecanismos nanotécnicos que inyectados actúen como mensajeros.
Vamos inyectables de ARN-mensajero. De hecho, como muy bien dice usted, la
llamada vacuna COVID es un inyectable de ARN-mensajero.
Incluso
hay compañías que trabajan en el desarrollo de cromosomas artificiales
injertados en la célula. Aquí destaca el Future of Humanity Institute de Nick
Bostrom, otro de los ideólogos del transhumanismo.
Otra
de las principales compañías que están trabajando en este mundillo es el
Battelle Memorial Institute, que invierte en diversas áreas conectadas como
ecología y medioambiente (trasnformación del clima, vamos los famosos
chemtrails), las energías renovables e investigan en nanotecnología genómica y
biología cibernética así como en biodefensa y enfermedades infecciosas (como el
llamado COVID).
El
implante -desarrollado por empresas como Biohax o DSruptive- es una cápsula
hecha de borosilicato, de 16 mm de largo y 2 mm de ancho. Incluso TMB
(Transportes Metropolitanos de Barcelona) está considerando esta tecnología
para implantar la T-Mobilidad.
También
ya está disponible el interfaz neuronal cerebro-ordenador: las ondas neuronales
son procesadas e interpretadas por el ordenador. Es decir, se puede decodificar
el pensamiento y almacenarlo en un ordenador. Algunas de las empresas punteras
en estos implantes son Neuralink y NeuroLife o la antes citada Battelle.
Google
con Facebook (Mark Zuckerberg, transhumanista) y Paypal (Elon Musk,
transhumanista) son los principales inversores de Vicarious, una compañía que
se centra en el desarrollo de nanosensores aplicados al cortex cerebral,
Las
compañías que se dedican a estos desarrollos también plantean crear una “nube
útil” -lo llaman- de nanosensores en los individuos. Estos nanosensores podrían
conectarse a una red y, por medio de comandos software, transmitir
instrucciones mediante ondas, ¿transmitidas por antenas 5G? Es una casualidad
que nos encierren a todos, nos quieran poner un inyectable de ARN-mensajero y
que entre tanto florezcan antenas G5 como flores en el mes de mayo. Y digo yo
que las casualidades no existen.
¿Podríamos
llegar a estar todos conectados formando un único organismo?
Esta
es la intención. Un gran cerebro cuántico dirigiría todo el operativo tanto
individualmente como de cualquier grupo social, incluso la naturaleza. Este
ordenador global integraría y controlaría el ecosistema o Pachamama- natural y
artificial en el que nos desenvolveríamos. Nosotros sólo seremos una pieza al
servicio de la Pachamama.
De
hecho ya existe algo de esta red de superordenadores. Por ejemplo Watson Health
de IBM ya tiene en funcionamiento superordenadores como Sumit y Sierra que,
curiosamente, dicen que están implicados en la investigación COVID. Asimismo
tenemos a Fujitsucon su superordenador Fugaku, a Lenovo con Marenostrum, Dell
con HPC5 y a los chinos con Tianhe-2.
Si
consiguiesen implantar a la mayoría de la población y montar esta red de superordenadores
estaríamos ante la globalización y control total…
¿A
caso no estamos recorriendo este camino de globalización y control total? Y la
mayoría de la gente lo está aceptando sin rechistar. Aceptan que les quiten sus
derechos y libertades más básicas y no protestan. Y se nos dice a la cara que
ya siempre vamos a tener que convivir así y todo porque hay un “bicho”. Es
decir, no vamos a recuperar nunca nuestros derechos y libertades. Y esto es a
nivel mundial.
¿La
gente se dejará implantar el chip?
Hay
una cosa que la gente teme por encima de cualquier otra (ya sea guerra,
hambre…), es la enfermedad que es sinónimo de muerte. La enfermedad, la muerte,
causa terror.
Si
te dicen que hay una epidemia incontrolable que mata a millones de personas y
que nadie está a salvo, ¿qué harías por tener protección, seguridad y salvarte?
Si
te dicen que para conseguir protección, seguridad y salvarte te han de
restringir tus libertades más básicas (reunión, asociación, circulación,
expresión, publicación, información…), ¿aceptarías?
Si
te dicen que con una vacuna o un implante vas a conseguir protección, seguridad
y salvarte, ¿cuántos saldrían corriendo a vacunarse o a implantarse?
¿Y
si hablamos de una enfermedad?, por ejemplo de un supuesto virus, supuestamente
fabricado en un laboratorio asiático y –de alguna forma- “soltado” y “esparcido”.
¿Y
si ante ese supuesto bicho saliesen las farmacéuticas a plantear una vacuna de
ARN-m?
¿Y
si al mismo tiempo los gobiernos machacasen a la población (con todos los
medios de comunicación) sobre lo bueno que es ese inyectable de ARN-m?
¿La
gente accedería a inyectarse y/o implantarse?
Qué
casualidades. Y digo yo que las casualidades no existen.
Pero
siempre habrá quien se niegue a ser vacunado o implantado…
Y
si te dicen que si no estás vacunado o implantado no puedes viajar, comprar,
vender, comerciar, trabajar, poner gasolina, utilizar el transporte público,
llevar a tus hijos al colegio, tener una cuenta corriente, un seguro, una
hipoteca…
De
hecho ya están diciendo que van a hacer cartillas COVID y solo los que tengan
su cartilla al día podrán tener ciertos privilegios, por ejemplo viajar.
También se ha planteado hacer listados de gente no vacunada. Porque, a ver si
nos enteramos, lo que hasta hace apenas dos años eran derechos y libertades
ahora son privilegios de los cuales la elite política y económica dispone a
discreción.
Si
tu quieres tener privilegios similares debes someterte, vacunarte, implantarte
el chip… vamos, ser buen ciudadano. Tener puntos, como en China. Es decir, no
criticar al gobierno ni sus planes ni oponerte por cualquier medio, sino
someterte. Los que no actúen así serán considerados malos ciudadanos,
vigilados, seguidos, monitorizados, espiados por las agencias gubernativas
(como lo está sufriendo este medio y sus articulistas y colaboradores). Ese
“mal ciudadano” será vigilado y perseguido incluso por sus vecinos y familiares
(cosa que ya está sucediendo). Estos resistentes van a ser considerados un
cáncer para la democracia, para la seguridad y la salud del “rebaño” por lo que
serán detenidos, recluidos en centros de aislamiento y, finalmente, -por qué
no- desaparecidos.
A
pesar de todo somos muchos millones de personas en el planeta para que esta
élite pueda llegar a controlar a todos…
Por
eso es necesario reducir la población mundial. Llevamos muchas décadas con la
cantinela neomalthusiana de que somos muchos y que hay que reducir la
población. Aquí entran los ideólogos eugenésicos. Y se comienza eliminando a
las personas consideradas imperfectas y a las no queridas, y aquellos que no
quieren vivir: (eutanasia, eugenesia, aborto, deficientes mentales, síndromes
de Down…) y se continúa favoreciendo la eliminación de pobres, negros, indúes,
hispanos, asiáticos… Ahí tenemos a organizaciones –incluso con representantes
en la ONU- como Planned Parennhood o Population Research Institut.
Y
qué decir de los planes de vacunación de la OMS. Por ilustrar brevemente la
cuestión: la vacuna contra el tétanos de la década de 1990 y 2000 aplicada en
países africanos (como Kenia), América del Sur, India, llevaron a la
esterilización millones de personas porque la vacuna generaba una respuesta
inmune que atacaba a la ganotropina (hormonas responsables de la ovulación y
necesarias para la concepción y desarrollo del embarazo).
Es
decir que en el año 2030 se daría el cumplimiento de todo este Nuevo Orden
Mundial…
Los
filósofos transhumanistas consideran que el sujeto moderno no es sostenible por
más tiempo, está exterminando el planeta. Dicen que esto puede suceder sobre
2030. Para esta fecha se llegaría a una “singularidad” por la cual se producirá
a una situación en la que los avances tecnológicos serán más rápidos que la
capacidad de adaptación de la sociedad y hará inevitable la reconstrucción
–volver a construir- al ser humano y a la sociedad. Es decir, sería una
“ventana de overton”. Aquí tenemos la Agenda 2030 y Avatar 2045.
De
hecho ya en la década de 1980 Fereidoun M. Esfandiary -autor del manifiesto
transhumanista- tomó el nombre de FM-2030, como fecha en la que deberían
alcanzarse los objetivos transhumanistas. Qué casualidad que cuarenta años
después del manifiesto de Fereidoun las elites globalistas formalicen una
agenda que se llame precisamente 2030. Y digo yo que las casualidades no
existen.
Para
2045 el Nuevo Orden Mundial estaría completado: un mundo donde una pequeña
élite goza de todo tipo de bienes físicos y materiales. Élite que vive a costa
de una reducida población que es mantenida permanentemente en el umbral de la
pobreza. Población que es sostenida con una “paguita” estatal. Población
controlada y monitorizada permanentemente y con implantes mediante los cuales
reciben información y ordenes. Población con cambios genéticos producidos por
inyectables ARN-m que les reducen la capacidad de protesta y agitación. Y si
aún con todo quieres resistir, ten en cuenta que perderás la paguita, tu
familia se morirá de hambre y desaparecerás.
Vamos,
el final del camino es hacer realidad el Mundo Feliz de Huxley que, por cierto,
era promotor del transhumanismo.
¿Quién
está detrás de todo esto? ¿Por qué no puede ser que un pequeño grupo de transhumanistas
esté detrás del Nuevo Orden Mundial?
Efectivamente.
El transhumanismo es sólo un medio –ente otros- para implantar el Nuevo Orden
Mundial. Le soy claro y directo. En mi opinión, en la cabeza, dirigiéndolo
todo, está la Sinagoga de Satanás. Un grupo muy reducido de personas que son
satanistas. Para explicar esto es necesario utilizar la teología.
Dios
creó al ser humano y desde el “minuto uno” Satanás hizo la guerra a Dios a
través del ser humano. Siempre ha pretendido destruir al ser humano. La caída
en pecado de Adán y Eva fue una forma de deteriorar esta creación de Dios. Pero
Satanás no se conforma con esto. Él es el mono de Dios, el imitador que no
puede crear nada. Luego sólo puede utilizar las cosas y seres de la Creación
para transformarlas a su imagen y semejanza. Esto es lo que está detrás de los
cambios genéticos que se pretenden realizar en el ser humano utilizando la
tecnología transgénica que hemos descrito. De hecho el posthumanismo es el
constructo de una nueva especie no humana y, por lo tanto, desviada de la
Creación de Dios.
Esquematizando
el asunto podríamos decir que debajo de la Sinagoga de Satanás se combinan dos
niveles. En mi opinión, una élite –tanto oculta como visible- de secta discreta
(osea, secreta) compuesta de ciertas familias, ciertos intrigantes magnates y
autodenominados filántropos que ocupan los más altos grados y que son los
interventores que llevan las ordenes de la Sinagoga a nivel regional y local.
En este último nivel tendríamos a los gobiernos, financieros, organizaciones
económicas y políticas que ejecutan -a nivel regional y local- las ordenes
recibidas pero no a capricho y voluntad sino coordinadamente. Para ello se
reúnen unas veces secreta o discretamente y otras abiertamente en clubs, grupos
y círculos de trabajo.
Así
es, y el ejemplo lo estamos viendo con la Plandemia, cómo se aplican
coordinadamente las mismas medidas en todas partes del mundo. Por lo tanto el
alcance es mundial ¿Habrá resistencia? ¿Cómo podemos resistir a todo esto?
Actualmente
hay núcleos de resistencia que utilizan los resortes que la ley todavía
contempla para sortear el totalitarismo que estamos empezando a vivir.
También
hay personas que individualmente, en su día a día, hacen pequeños gestos de
protesta: llevar una simple camiseta con rótulo contra la Plandemia, conversar
con los compañeros de trabajo, hablar con el dependiente de una tienda, montar
un canal en redes sociales para opinión e información…
Asimismo
hay grupos “por la verdad” que utilizan medios de comunicación alternativos
para informar a la población.
A
todo esto hay que añadir manifestaciones pacíficas –pero pequeñas- en algunos
países como España o Italia. Mientras que en el norte de Europa -como los
Países Bajos (Rotterdam, Amsterdam, Den Bosch, Geleen)- las manifestaciones
llegan a ser violentas pero son pequeñas y controlables.
Todos
estos núcleos de resistencia, vistos a nivel general, no son más que pequeñas
piedras en el zapato globalista. No tengamos la menor duda que si hay más
resistencia de la esperada o la velocidad de desarrollo del Plan no es el
adecuado, la élite del NOM podría considerar necesario soltar o provocar una
hecatombe. Esto llevaría a la necesidad de que surja un pequeño núcleo
colectivo de decisión mundial que releve a la ONU. Pero bien pudiera ser
unipersonal, manteniendo a la ONU. Sea colectivo o unipersonal la
característica esencial es que tendrá la suficiente autoritas y potestas como
para imponer sus decisiones en cualquier lugar del mundo. Es más, ante esa
terrible hecatombe las gentes suplicarán y estarán dispuestas a someterse a
cualquier costo, a ser reducidas a servidumbre a cambio de paz, seguridad y
salud.
Por
lo tanto la resistencia va a ser muy difícil, de hecho ya lo está siendo. En la
fase en la que estamos podemos resistirnos a las medidas impuestas en el grado
que nos sea posible, como el ante dicho: escurriéndonos por los “resquicios” de
las leyes sin entrar en el delito, hacer pequeños gestos de protesta,
adherirnos a grupos “por la verdad”, participar en las manifestaciones
pacíficas que estos grupos convocan…
La
última opción es emigrar. Podemos emigrar a algún sitio donde todavía no se
hayan puesto en marcha las medidas coercitivas que aquí sufrimos, y más duras
que vamos a sufrir. Pero esto es difícil y llegará a ser casi imposible. De
hecho sea en avión o barco, tren o autocar, ya algunas compañías están
anunciando que quien no cumpla con determinadas condiciones no puede ni podrá
viajar. Podemos escoger el trasporte privado pero si estamos en situación de
encierro domiciliario, local o regional -tal como lo estamos sufriendo- salir a
la carretera es un delito. Quien se arriesgue en la carretera no sólo cometerá
delito, es que topará con controles policiales que pudieran llegar a ser
incluso militares. Indudablemente debo decir claro que no recomiendo a nadie
cometer delito.
Por
último, junto a todo esto, y para los cristianos; tenemos la oración que no
puede faltar jamás, menos en estos momentos y en los que van a venir.