domingo, 26 de mayo de 2024
jueves, 23 de mayo de 2024
RUSIA Y LA FSSPX "POLÍTICAMENTE CORRECTA"
Sacerdote bendiciendo a soldados rusos en la guerra de Ucrania (fuente)
Al finalizar de leer un reciente artículo de la Neo-FSSPX en relación a Rusia (https://fsspx.news/es/news/rusia-la-guerra-santa-del-patriarca-cirilo-44806), lo primero que nos viene a la mente es aquella escena donde N. S. Jesucristo es abofeteado por un sicario del sanedrín, a lo cual Cristo le responde: “Si he hablado mal, dime en qué. Si no, ¿por qué me golpeas?”. Pensamos esto porque el artículo de marras, políticamente correcto (íbamos a decir cobarde, pero, ¿acaso no decimos eso al decir que es “políticamente correcto”?) se contenta con ser desdeñoso, pero sin ir al análisis propio de aquello que le molesta. No sabemos bien qué y por qué le molesta la actitud de Rusia. O si el artículo se hizo para quedar bien con alguien. Como fuere, la corrección política es una hábil concesión en aras de la mera supervivencia de un statu quo, como diría Gómez Dávila, no es más que un aggiornamento que pervierte
Pero atención, que no salimos a escribir en defensa del cisma cristiano ruso, sino en defensa de los fueros de la verdad, porque no somos de los que piensan como pensaba el “descamisado” Juan Domingo Perón, cuando decía: “Al enemigo, ni justicia”. Al fin y al cabo, ¿sabe acaso la Neo-FSSPX de hoy quién es realmente su enemigo? Mucho lo dudamos cuando la vemos tan tímida y hasta cortejante del papa Francisco, mientras éste destruye lo que queda de la Iglesia…Y lo dudamos cuando una y otra vez se permite ignorar lo que de bueno ocurre hoy en Rusia, para alinearse con –otra vez lo decimos- la corrección política: tanto en materia “pandémica” como en la guerra que se desarrolla en Ucrania.
Sin pretender ser exhaustivos sobre un tema, el de Rusia, muy complejo –y al que ya le hemos dedicado dos libros y un blog- dejamos algunas observaciones que a vuelapluma se nos ocurren. Vayamos primero al “artículo” mencionado. Nos informa al comienzo de su contenido:
“Un documento, respaldado por el Patriarca Cirilo, describe la operación especial de Rusia contra Ucrania como una "guerra santa". Este título ha provocado reacciones por doquier. ¿Pero cuál es el texto que presenta de esta manera el conflicto que se desarrolla dentro de los límites de Europa? ¿Y cuál es su origen?”
El primer texto destacado es el siguiente, sin dudas llamativo, extremadamente provocativo, diríamos, para un mundo que pretende afirmarse en su secularización y mismo en una Iglesia romana que, una y otra vez, insiste en que no puede haber guerras justas, ¡mucho menos santas!:
“Desde un punto de vista espiritual y moral, la operación militar especial es una guerra santa, en la que Rusia y su pueblo, defendiendo el espacio espiritual unificado de la Santa Rusia, cumplen la misión de ser 'Aquel que detiene' [cf. 2 Tes. 2, 6-7.NDT], protegiendo al mundo del embate del globalismo y de la victoria de Occidente que se ha hundido en el satanismo".
La declaración coincide, mutatis mutandis, con unas palabras dichas por Mons. Viganò (alguien que no goza del aprecio de la Neo-FSSPX, por cierto), hace ya bastante tiempo, y que destacáramos en un artículo de nuestra autoría:
“La providencia ha establecido quizás que es Moscú, la Tercera Roma, la que hoy asume ante el mundo el papel de κατέχον [katejon] (2 Tes 2, 6-7), de obstáculo escatológico al Anticristo. Si los errores del comunismo fueron difundidos por la Unión Soviética y terminaron imponiéndose incluso dentro de la Iglesia, Rusia y Ucrania hoy pueden jugar un papel histórico en la restauración de la Civilización Cristiana”.
Mons. Carlo-Maria Viganò, Carta del 6 de marzo de 2022.”
https://agendafatima.blogspot.com/2022/03/fatima-rusia-y-el-katejon.html
Remitimos al lector al artículo de referencia, para apreciar mejor ese punto de vista. Pero anticipamos que no hablamos de una “guerra santa” ni de una “Santa Rusia”. Aunque nos parece entender muy bien el sentido de usar esas expresiones en el caso de los rusos. Francamente no nos hace erizar la piel ni nos motiva a exasperarnos para al fin ponernos fatuamente irónicos, como el artículo de “FSSPX Actualidad”. Más bien preferimos analizar un poco la cuestión, porque quizás Dios esté “escribiendo derecho sobre líneas torcidas”, mientras algunos se sulfuran estultamente.
Pero continuemos con el artículo que criticamos:
“La versión francesa, publicada por el sitio web Christianity.com, ofrece una esclarecedora exégesis de este texto. Se explica que los autores se hacen eco de las palabras de San Pablo (2 Tes. 2, 7), quien escribe: “Porque el misterio de la iniquidad ya está en acción; entretanto aquel que por ahora lo detiene, manténgase firme, hasta que sea quitado el impedimento". En la exégesis ortodoxa, la interpretación de “el que lo detiene” es triple.
"La primera, de San Juan Crisóstomo, asimila 'el que lo detiene' al Imperio romano. Este imperio es visto como una fuerza de contención que, por su poder, impide que el mal se propague, frenando así las acciones de Satanás. La segunda atribuye este papel a la gracia del Espíritu Santo, mientras que la tercera asocia esta función a la difusión universal del Evangelio".
El comentarista continúa señalando que el Patriarca Cirilo “se basa en la primera interpretación en algunas de sus declaraciones públicas”. Aquí se produce “una reinterpretación de la identidad de “el que lo detiene”: ya no se trata del Imperio, sino de Rusia y su pueblo que, al llevar a cabo su “operación militar especial”, avalan el papel de 'el que lo detiene'".
Veamos la cuestión. Si –como se ha conjeturado- el Imperio Romano era el “katejon”, y ese Imperio ya no existe, y dado que el Anticristo aún no ha aparecido, por lo cual el “katejon” sigue existiendo, ¿por qué Dios no podría servirse de otro Imperio que, cambiando todo lo que haya que cambiar, haga sus veces? Pongamos un ejemplo de la soberana libertad con que actúa Dios, cosa que por lo demás puede observarse en el Antiguo Testamento innúmeras veces, usando a los paganos para ayudar al pueblo judío: cuando la Compañía de Jesús, fundada entre otras cosas por San Ignacio para ser la “mano derecha” del Papado, y por lo tanto de la Romanidad, fue perseguida, expulsada, hasta ser anulada de Europa occidental y sus territorios americanos por los gobiernos masones, que habían llegado hasta torcerle el brazo al Sumo Pontífice, los jesuitas sobrevivieron porque hubo un país en todo el mundo que los acogió y protegió benévolamente, y ese país no era católico: ese país era Rusia.
Ciertamente, una característica arraigada del país más vasto del mundo, es que Rusia nunca ha renegado de un exacerbado misticismo redentor, de un impertérrito orgullo patriótico y de un afán de grandeza, que al presente se erige notablemente puesto que no quiere verse reducida a ser desguazada y convertida en una nación avasallada por un globalismo unipolar anglosajón aplastante, homogeneizante y anticristiano. O, para decirlo en dos palabras: liberal y sodomita.
Muy bien lo decía el notable historiador Alberto Falcionelli:
“El tema de la religión considerado según el ángulo de la fraternidad universal, tal como lo entrega a los rusos su mesianismo originario, nos hace penetrar en el corazón de la historia de esta enigmática nación. Es el tema que canta sin cesar en el alma del pueblo eslavo que, por considerarlo como la razón misma de su vida espiritual, nunca ha sabido ni querido separarlo de sus preocupaciones más cotidianas. Y no por otra razón el sentido religioso forma el telón de fondo de toda la historia de Rusia”.
Concedido esto, se nos puede argüir que de todos modos la religiosidad rusa está desviada a raíz del cisma, y por lo tanto no puede esperarse ya cosa buena proveniente de allí. Concedemos lo primero, desde ya. Pero sería muy curioso –por no decir hilarante- escuchar que una congregación religiosa que supo ser contrarrevolucionaria, para con el paso del tiempo llegar a pensar y decir que podía esperarse cosas favorables a la Tradición venidas de los ultramodernistas romanos, ahora cierre los ojos a una realidad a todas luces auspiciosa, para quien tenga ojos y sepa ver. ¿No viene más bien la podredumbre moral, doctrinal, espiritual, del Occidente apóstata, más que del Este que sobrevivió heroicamente al comunismo?
El Padre Osvaldo Lira decía, en relación a España: “La única convicción de tipo mesiánico que puede considerarse aceptable para un pueblo no elegido de antemano por lo que es, es la de hacerse elegir por lo que haga. Tal es, si bien se mira, el caso del pueblo español. Porque su mesianismo puede verlo todo aquel que sepa ver”. De igual modo y en lo que hace, Rusia parece dejar la puerta abierta para la influencia decisiva que esperamos: su conversión a raíz de la consagración -pendiente- pedida por la Virgen el 13 de junio de 1929. Hay muchas señales que así lo permiten conjeturar (nos hemos ocupado en detalle en nuestro blog Agenda Fátima, al cual remitimos). Y el mismo sacerdote chileno decía que “El alma rusa alimenta en lo más entrañado de su ser una especie de creencia instintiva de hallarse predestinado para cierta misión trascendental por el mismo Dios”.
“Una visión teológica de la historia –explica el Padre Calderón- nos obliga a reconocer que, así como los griegos fueron llamados por Dios a pensar, los romanos tuvieron la vocación divina del imperio”. ¿Acaso no podemos pensar en Rusia –un “imperio natural”- y su vocación divina, a partir de la predilección mostrada por la Santísima Virgen, y la solemne solicitud de su consagración, en los esplendores de una teofanía trinitaria manifestada? Cuando intentamos descorrer el velo que oculta a Occidente el alma de la nación rusa, y revisamos su papel en la historia contemporánea, entrevemos esa designación de alcance universal. Diversos y destacados autores son contestes en este pensamiento, y la actualidad que vivimos nos lleva a coincidir con tales conclusiones.
En 1817, un renombrado profeta de Francia, el Padre Souffrand (1755-1828), de la diócesis de Nantes, decía: “Los Rusos vendrán a abrevar sus caballos al Rhin, pero no lo atravesarán. Rusia se convertirá y ayudará a Francia a dar la paz y la tranquilidad al mundo entero”.
La Beata Ana María Taigi (1769-1837), que siempre apareció acertada en sus profecías y que llevó una vida milagrosa, anunció que “los Rusos se convertirán, así como Inglaterra y China”.
Y el benedictino Dom Prosper Guéranger afirmó: “La Rusia Católica es el fin del Islam y el triunfo final de la Cruz en el Bósforo sin ningún peligro para Europa; es el Imperio cristiano de Oriente elevado con un brillo y un poder que nunca tuvo; es Asia evangelizada, no sólo por unos pocos sacerdotes pobres y aislados, sino con el concurso de una autoridad más fuerte que la de Carlomagno. Es, en fin, la gran familia eslava reconciliada en la unidad de fe y de las aspiraciones de su propia grandeza. Esta transformación será el mayor acontecimiento del siglo que la verá cumplir, y cambiará la faz del mundo”.
Por su parte Monseñor Cristiani escribía en 1959: “Por su paciencia, por su fidelidad, por su apego a las viejas tradiciones nacionales, Rusia no sólo resiste a los ataques del Demonio, sino que se prepara, tal vez, por gracia de la Virgen María, la Panagia, Toda-Santa, a una resurrección que asombrará al universo. En todo caso, en un conflicto que abarcara al universo todo, no es seguro que avanzara con los enemigos de Dios y de su Cristo, ¡que obedeciera a la voz de orden de Satán!”.
Pero sigamos un momento con el artículo que nos ocupa:
“El Congreso se reunió en el Kremlin. Putin pronunció su discurso por videoconferencia, con su rostro proyectado entre dos grandes íconos sagrados: Cristo Salvador y la Madre de Dios, sobre un bosque de cúpulas doradas. Antes del discurso presidencial, Cirilo entonó el himno al Rey Celestial, con Putin ya colocado entre las imágenes sagradas.
Además, en los libros de oraciones distribuidos a los soldados, se compara a Putin con el “Archiestratega”, el arcángel Miguel que dirige los ejércitos celestiales en la guerra apocalíptica contra el Maligno, identificado este último con Ucrania “nazificada” y esclavizada a Occidente”.
Desde luego, se exagera pomposamente en la comparación de Putin con San Miguel Arcángel, pero es una manera que suelen hacer valer, en tiempos de guerra, y para azuzar los ánimos combatientes, los países que pretenden valerse de su fe para el duro combate que tienen enfrente, en este caso contra prácticamente la mitad del mundo. No obstante lo cual, valga destacar como detalle de interés, que Putin fue bautizado en el día de la fiesta de San Miguel Arcángel, y que su nombre de bautismo es Miguel. Y por si fuera poco nació el 7 de octubre, es decir el día de Ntra. Sra. del Rosario. Por si alguien quiere otro dato más: el día de la bandera rusa es el 22 de agosto, o sea, el día del Corazón Inmaculado de María.
Otra cita interesante del artículo, nos parece la siguiente:
“La asimilación “de los valores espirituales y morales de la civilización rusa” es el aspecto más importante "en la educación de las futuras generaciones de los ciudadanos de Rusia". Por eso es necesario “purificar los programas de instrucción y educación de concepciones ideológicas, principalmente occidentales, ajenas al pueblo ruso y destructivas para la sociedad rusa”.
¿Hará falta mencionar que entre esas ideologías que llegaron a Rusia desde Occidente se encuentran tanto el liberalismo como el comunismo, por conducto de la masonería y diversas sectas esotéricas?
Y el siguiente párrafo del documento ruso, sin dudas es verdaderamente contrarrevolucionario, anti-igualitario y anti-globalista:
“A nivel individual: "los suburbios deberían convertirse en el principal tipo de vivienda en el país, el 80% de la población rusa (o más de 30 millones de familias rusas) debería vivir en su propia casa individual en su propio terreno".
Estímulo de las familias y de la propiedad privada para las mismas, ¡distributismo! Muy lejos del comunismo alienante y del programa de la Agenda 2030, donde “no tendrás nada y serás feliz”.
Después de esto, ¡ay! in cauda venenum. Sentencia y cierra el “artículo” el anónimo escriba de la Neo-FSSPX:
“Una visión idílica, para un país actualmente en guerra… ¿santa?”
Cerramos nosotros pensando que si la Neo-FSSPX está siendo arrastrada en su deriva hacia la autodemolición, si se está hundiendo irremisiblemente como el Titanic, no es sino porque dejó de ser una “congregación actualmente en guerra”.
Acaso su idilio con el papa Francisco, ¿es santo?
F.M.
miércoles, 22 de mayo de 2024
ARZ. VIGANÒ: SERMÓN DEL DOMINGO DE PENTECOSTÉS
HOSTEM REPELLAS LONGIUS
[Ahuyenta lejos al enemigo]
Homilía en el Domingo de Pentecostés
19 de mayo de 2024
¡Te imploramos! Espíritu pacificador,
, desciende de nuevo,
Sé propicio para tus seguidores,
Auspicioso para los que te ignoran;
Desciende y recrea; reanima
Los corazones apagados por la duda;
Y que sea divino para los vencidos
Recompensa al vencedor.
[Alessandro Manzoni, Pentecostés, vv. 89-96]
La devoción popular celebra este día solemne con el nombre de “Pascua de las Rosas”, en memoria de la antigua costumbre de simbolizar la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y sobre María Santísima con una cascada de pétalos de rosas. Es tan parecida a la Pascua, que en la vigilia de Pentecostés se administraba solemnemente el Santo Bautismo a quienes no habían podido ser regenerados durante la Vigilia del Sábado Santo, y así como la Pascua judía era figura de la Pascua cristiana, de la misma manera el Pentecostés judío -en el que se celebraba la promulgación de los Diez Mandamientos siete semanas después de la huida de Egipto- era figura del nuevo Pentecostés, esta vez extendido a todos los pueblos.
En la Pascua el κόσμος se inclina ante la Majestad de Cristo Rey y Pontífice, per quem omnia facta sunt; en Pentecostés la creación rinde homenaje al Espíritu Creador, al Creator Spiritus que con su poder renueva la faz de la Tierra. En la Pascua se cumplen las promesas mesiánica de la Ley Antigua; en Pentecostés son las promesas del Mesías mismo que se hacen realidad en su Cuerpo Místico, la Santa Iglesia, la Madre de los Santos –como la llama Manzoni en el célebre himno sagrado.
Los Apóstoles están encerrados en el Cenáculo propter metum Judæorum (Jn 20, 19): todavía no habían recibido el Espíritu Santo y sus temores humanos se disiparían diez días después de la Ascensión del Señor, con el descenso del Espíritu Santo. Hoy esa latitud se repite a la inversa, con una Jerarquía que culpablemente ignora, culpablemente calla y oculta y frustra la obra santificadora del Paráclito después de Su descenso, y después de que dos mil años de Cristiandad han mostrado Su divino poder en ganar almas para Dios y edificar la Santa Iglesia.
No debemos subestimar la gravedad de esta inacción: es deliberada, conscientemente orientada para dañar, porque los mercenarios son conscientes de que, para demoler la sociedad civil y la Iglesia, es necesario impedir en lo posible que la Gracia se extienda, que actúe a través de los Sacramentos, que se detenga la diestra de la Justicia de Dios a través de la Santa Misa. Quieren asegurarse de que se frustre el Sacrificio de Cristo, para que, secando los torrentes de la Gracia, las almas se resequen y mueran de sed al atravesar el desierto de un mundo hostil. Lo suyo -igual que hemos visto hacer a los médicos durante la farsa de la pandemia- no es impericia o incapacidad: es, por el contrario, voluntad de hacer el mal, de servir al Enemigo, de complacer al poder del Nuevo Orden Mundial en la vil y abyecta ilusión de tener un lugar en la corte del Anticristo. Miserables traidores, para quienes la única razón de vivir es consumirse en esta sórdida libido serviendi.
Esta obra subversiva -porque lo es en todos los aspectos, ante Dios, la Iglesia y las almas- tiene como objetivo la usurpación del Señorío de Nuestro Señor Jesucristo, para que en su lugar se siente en el lugar santo el hijo de la perdición, el Anticristo, en una grotesca falsificación de la autoridad civil y religiosa. No podemos creer que un Sucesor de los Apóstoles pueda negar y contradecir el mandato recibido de Cristo y servir a Su enemigo, sin comprender que al hacerlo se vuelve cómplice del plan satánico de la Revolución. No, queridos fieles: después de décadas de disolución sistemática de la Iglesia -y de más de dos siglos de disolución social- ningún Pastor de buena fe puede pensar todavía que las innovaciones introducidas por el Vaticano II no tienen nada que ver con el estado desastroso en el que se encuentra el cuerpo eclesial. Para quienes aún defienden la indefendible supuesta “ortodoxia” del Concilio y de su liturgia, frente a la masacre de almas de los últimos sesenta años, son perfectamente adecuadas las palabras del gran Bossuet: Dieu se rit des hommes qui déplorent les effects dont ils chérissent les causes [Dios se ríe de los hombres que deploran los efectos y aprueban las causas].
La inacción de la Iglesia -es decir, su eclipsamiento por parte de la secta conciliar y sinodal, su cooperación activa en el proyecto sinárquico de la masonería- es exactamente lo contrario de la atenta inquietud de los Apóstoles, que aún desarmados espiritualmente esperaban las armas celestiales de su Señor y habrían estado dispuestos a empuñarlas y a combatir a costa de sus vidas, como sucedió entonces.
Tristes erant Apostoli: los corazones de los Apóstoles estaban agobiados por la reciente Ascensión del Señor y la ansiosa espera del Espíritu Consolador se basaba más en la esperanza que en la certidumbre humana. Sola, Nuestra Señora custodiaba inquebrantable la certeza de la Fe y ciertamente consoló a los Apóstoles recordándoles las palabras del divino Hijo.
El corazón de los mercenarios no es temeroso: más bien está enloquecido por la hostilidad hacia Aquél que ya ha vencido, para servir y complacer a quien sabe que ya ha perdido irremediablemente. Y es igualmente una locura creer que, en presencia de una traición tan escandalosa como inaudita por parte de la Jerarquía, ese mismo Espíritu Santo no pueda desplegar su omnipotencia por vías extraordinarias, suscitando profetas de las piedras.
Este es el poder creador y regenerador del Espíritu Santo Paráclito: Él sopla donde quiere (Jn 3, 8). Y como enseña nuestro Señor a Nicodemo, donde Él quiere no significa donde le place, no implica arbitrariedad, sino al contrario la coincidencia del acto divino con la voluntad divina. El Espíritu Santo sopla donde quiere: quiere descender para santificar y bendecir con su Gracia el Sacrificio del altar: veni, et benedic hoc sacrificium tuo sancto nomini præparatum; quiere descender sobre los renacidos en el agua del Bautismo, sobre los milites Christi en la Confirmación, sobre los Ministros del Altísimo en la Ordenación sagrada, sobre los esposos en el Matrimonio, sobre los enfermos y moribundos en la Extremaunción. Sopla también en las pequeñas comunidades que resisten al espíritu del mundo, espíritu de mentira que no viene de Dios; sopla en las iglesias donde se conserva la llama de la Fe; en el florecimiento de las Vocaciones seculares y religiosas tradicionales.
Al “Dios de las sorpresas” de Jorge Mario Bergoglio, la verdadera Iglesia y los verdaderos Pastores oponen el semper idem de la eternidad divina. Porque la novedad de la Revelación cristiana no es una meta inalcanzable perseguida por el llamado progreso, sujeta también a las modas y al paso del tiempo; es más bien un acontecimiento histórico que constituye la distinción entre el antes y el después, precisamente entre lo viejo y lo nuevo; entre las tinieblas y la luz. Revelación que es Nuestro Señor Jesucristo, Verbo Eterno del Padre, y que el Paráclito sella con Sus Dones, como Amor divino que procede del Padre y del Hijo; el mismo Espíritu que habló a través de los Profetas y que continúa hablándonos en las palabras eternas de la Santa Iglesia, la voz de Cristo que las ovejas reconocen.
El mundo se burla y rechaza la paz que sólo Nuestro Señor puede dar. Pax Christi in Regno Christi: todo aquél que quiere hacer reinar a Satanás no puede entender ni querer la paz de Cristo, de modo que hay Caos Antichristi en Regno Antichristi. La paz viene sólo de Cristo, y sin Cristo no puede haber paz. No puede haber paz en el mundo hundido en la apostasía y en el culto a Satanás a causa de la traición de la autoridad civil corrupta y servil al poder; no puede haber paz en una Iglesia cuya Jerarquía no es menos apóstata, corrupta en la Moral y en la Fe y subordinada a ese mismo poder.
Pero si en un mundo que crucifica diariamente a su Señor no puede haber paz ni prosperidad, hay sin embargo un pequeño santuario en el que esta paz es posible, en el que el Señor se digna elegir su morada, en el cual los ángeles aman detenerse: es nuestra alma. Un santuario precioso que por voluntad de Dios nadie tiene el poder de violar, ni siquiera los demonios y sus sirvientes, embriagados por el delirio de la inteligencia artificial. El estado del alma en Gracia de Dios la hace crecer en santidad, y cuanto más confiadamente se abandona a la voluntad del Señor más rápidamente se produce este crecimiento espiritual. Ése es el cenáculo en el que muchas veces nos refugiamos, pidiendo al Consolador que nos dé fuerzas y nos sostenga en los momentos de prueba. Y la familia, la “Iglesia doméstica”, es un refugio similar, donde no entran los horrores del mundo corrupto, y que se salvará cuando pase el Ángel exterminador.
Si la Santísima Trinidad habita en nuestra alma, no nos faltará la paz interior en los momentos más difíciles, porque sabremos que es precisamente en esas situaciones que el Señor acude en nuestro auxilio como un Cireneo divino. No dejaremos de profesar plenamente la fe católica, incluso cuando tengamos que responder, como si hubiéramos cometido un delito. Cuando les lleven ante las sinagogas, los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo disculparse ni de qué decir; porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir (Lc 12, 11-12). Este es el significado de la palabra Paráclito: abogado, consejero y defensor de los acusados, a quienes el diablo –διάβολος, el acusador- calumnia con sus falsos argumentos. Por eso en el Veni Creator pedimos al Paráclito Hostem repellas longius, ahuyenta al enemigo; por eso añadimos a esa invocación la petición de paz, pacemque dones protinus.
Invoquemos, pues, queridos hermanos, al divino Consolador, dulcis hospes animæ, para que en el santuario de nuestro corazón, en nuestras familias y comunidades, reine Cristo, Príncipe de la Paz; de tal modo que donde reina el Hijo, reinen también el Padre y el Espíritu Santo, restaurando el orden divino quebrantado por el pecado. Amén, amén.
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
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