P. PATRCIK DUVERGER
FUENTE (Extracto. Comentarios de NP en color rojo)
Al término de su primer año en Benelux, el Superior de distrito, P. Patrick Duverger, responde a las preguntas de Para que Él Reine, la revista trimestral del distrito.
En Benelux, la FSSPX es etiquetada como rebelde a la Iglesia e incluso cismática. ¿Qué dice usted de esto?
Estas
etiquetas no expresan la realidad; son calumnias. La Fraternidad profesa y se
adhiere de espíritu y corazón a la única Iglesia del Verbo encarnado, Nuestro
Señor Jesucristo -la Iglesia católica romana- fundada sobre Pedro y los
apóstoles. Esta Iglesia, encarnada también en el tiempo y en el espacio, existe
hoy, bajo la autoridad del Papa Francisco, Vicario de Jesucristo, con los
obispos bajo su autoridad. (¿Nada más que decir sobre la actual Jerarquía de traidores modernistas, demoledores de la fe?) La Fraternidad insiste en vivir en la unidad romana
fuera de la cual no hay salvación, y rechaza categóricamente todo lo que podría
separarla de ella. (¿El P. Duverger quiere decir, con estas palabras, que en su actual estado canónicamente irregular, la FSSPX existe fuera de la Iglesia? Está más que claro que los que se separan de la Iglesia son los liberales y modernistas. Por eso la Fraternidad no necesita ningún reconocimiento. Al revés: el reconocimiento concedido por esas autoridades heterodoxas y la consiguiente sujeción a ellas, es algo que separa de la Iglesia) La Fraternidad, siguiendo a su venerable fundador, valora el
“sentire cum Ecclesia” -juzgar al unísono de la Iglesia- de manera real en cada
uno de sus miembros. (¿El sentire cum Eclessia obliga a juzgar las cosas como las juzga la Jeraquía oficial, que es liberal y modernista?)
Dice usted “al unísono de la
Iglesia. ¿Quiere precisar?
La
FSSPX reconoce y se adhiere al Magisterio de la Iglesia, entendido como la
legítima autoridad de la Iglesia docente -el Papa y los obispos, divinamente
establecida para conservar y transmitir fielmente a los hombres de hoy la fe,
la moral, el culto y la disciplina católicas, tal como la Iglesia los ha
sostenido siempre y en todas partes.
Sin embargo, ustedes cuestionan
desde hace años la enseñanza y la práctica de los soberanos pontífices
En
efecto, tantas enseñanzas y prácticas son objetivamente cuestionables, por ser
extrañamente disonantes e incluso contrarias a la Tradición de la Iglesia. (Entonces diga "condenables", y no sólo "cuestionables") De
hecho, la FSSPX no se adhiere al “aggiornamento” -puesta al día- querido en el
concilio Vaticano II y también en sus reformas posconciliares, causas de una
profesión de fe ambigua, de una enseñanza deficiente, de una liturgia equívoca
y desacralizante, de una disciplina dudosa.
¿La Fraternidad verá un día su
derecho restablecido y reconocido? (In cauda venenum. En esta entrevista el veneno está sobre todo en la cola. Atentos.)
La Fraternidad, obra de la Iglesia, tiene el derecho de ser reconocida, tal cual es, según su vocación y carisma propios, por un justo estatuto canónico. La Fraternidad expresa éste legítimo deseo. (1° Cambio de enfoque: del deber al derecho. Hasta más o menos el 2012, la Fraternidad fundó su accionar en el deber de combatir contra el liberalismo y el modernismo que destruyen la Iglesia. El bien común de la Iglesia exige ese combate. Desde el año 2012, importa menos ese deber sagrado que el derecho de la congregación a ser reconocida como parte de la Iglesia. El bien particular de la FSSPX ocupa el lugar del bien común de la Iglesia en las mentes de los acuerdistas. Recordemos una vez más esta frase de Mons. Lefebvre, escrita a pocos meses de su muerte, en el libro Itinerario Espiritual: "Todo sacerdote que quiere permanecer católico tiene el estricto deber de separarse de esta iglesia conciliar." 2° Esta inversión de las prioridades causa también que, para los acuerdistas, lo canónico importe más que lo teológico) Evidentemente, tal reconocimiento no podría poner bajo el celemín la imperiosa necesidad de continuar el buen combate de la fe, denunciando los errores e incluso las herejías extendidas por todas partas partes, y dando a las almas de buena voluntad los medios para restaurar todo en Cristo, nuestro Señor y nuestro Rey. (He aquí de nuevo esa reiterada idea loca de los acuerdistas: la FSSPX podrá seguir siendo antiliberal y antimodernista cuando, regularizada canónicamente, esté bajo las órdenes de los liberales y modernistas. La Fraternidad será capaz, entonces, de combatir al demoledor Francisco y de obedecerle) La Fraternidad tiene la convicción de que este reconocimiento, reparando una larga injusticia, (la larga injusticia que primero debe ser reparada, es la usurpación de la autoridad en la Iglesia por una secta de liberales y modernistas) aportaría a la Iglesia una gracia de renovación, tan urgente hoy en día (portentosa falta de realismo del P. Duverger, en el mejor de los casos). Nuestro señor Jesucristo proveerá allí según su Sabiduría que nos sobrepasa. Es el Jefe de su Iglesia. (¿Estuvimos equivocados desde 1988? ¿Fue la falta de fe lo que hizo que nos mantuviéramos separados de la iglesia conciliar todos estos años? ¿Hemos olvidado, por décadas, que Cristo es el Jefe de la Iglesia? ¿Esta frase de nuestros fundador debe ahora ser condenada?: "Todo sacerdote que quiere permanecer católico tiene el estricto deber de separarse de esta iglesia conciliar." ¿Nada ha cambiado en la FSSPX?)
La Fraternidad, obra de la Iglesia, tiene el derecho de ser reconocida, tal cual es, según su vocación y carisma propios, por un justo estatuto canónico. La Fraternidad expresa éste legítimo deseo. (1° Cambio de enfoque: del deber al derecho. Hasta más o menos el 2012, la Fraternidad fundó su accionar en el deber de combatir contra el liberalismo y el modernismo que destruyen la Iglesia. El bien común de la Iglesia exige ese combate. Desde el año 2012, importa menos ese deber sagrado que el derecho de la congregación a ser reconocida como parte de la Iglesia. El bien particular de la FSSPX ocupa el lugar del bien común de la Iglesia en las mentes de los acuerdistas. Recordemos una vez más esta frase de Mons. Lefebvre, escrita a pocos meses de su muerte, en el libro Itinerario Espiritual: "Todo sacerdote que quiere permanecer católico tiene el estricto deber de separarse de esta iglesia conciliar." 2° Esta inversión de las prioridades causa también que, para los acuerdistas, lo canónico importe más que lo teológico) Evidentemente, tal reconocimiento no podría poner bajo el celemín la imperiosa necesidad de continuar el buen combate de la fe, denunciando los errores e incluso las herejías extendidas por todas partas partes, y dando a las almas de buena voluntad los medios para restaurar todo en Cristo, nuestro Señor y nuestro Rey. (He aquí de nuevo esa reiterada idea loca de los acuerdistas: la FSSPX podrá seguir siendo antiliberal y antimodernista cuando, regularizada canónicamente, esté bajo las órdenes de los liberales y modernistas. La Fraternidad será capaz, entonces, de combatir al demoledor Francisco y de obedecerle) La Fraternidad tiene la convicción de que este reconocimiento, reparando una larga injusticia, (la larga injusticia que primero debe ser reparada, es la usurpación de la autoridad en la Iglesia por una secta de liberales y modernistas) aportaría a la Iglesia una gracia de renovación, tan urgente hoy en día (portentosa falta de realismo del P. Duverger, en el mejor de los casos). Nuestro señor Jesucristo proveerá allí según su Sabiduría que nos sobrepasa. Es el Jefe de su Iglesia. (¿Estuvimos equivocados desde 1988? ¿Fue la falta de fe lo que hizo que nos mantuviéramos separados de la iglesia conciliar todos estos años? ¿Hemos olvidado, por décadas, que Cristo es el Jefe de la Iglesia? ¿Esta frase de nuestros fundador debe ahora ser condenada?: "Todo sacerdote que quiere permanecer católico tiene el estricto deber de separarse de esta iglesia conciliar." ¿Nada ha cambiado en la FSSPX?)