Fuente: Syllabus (extracto)
Knittel y Buenanueva
Las ilusiones no viven si no se las alimenta y se las cultiva perseverantemente. Es por eso que otro sacerdote de la Neo-Fraternidad ha salido recientemente a darnos buenas noticias (ver acá). Pues, nos dice, si en el pasado prevaleció entre Roma y la FSSPX una “lógica de la confrontación”, haciendo que sacerdotes y fieles sufrieran entonces “el frío rigor del derecho canónico”, o como dice un lamentable vals:
“Pero tu alma, desdeñosa y fría,
no sabía de amores para mi dolor”
no sabía de amores para mi dolor”
y la Fraternidad adolorida estaba como sin poder aguantar más ese rechazo,
“Y ahora arrastro la cadena
del recuerdo triste
del pasado hermoso,
al vivir dichoso
en los dorados brazos
de aquella ilusión”;
del recuerdo triste
del pasado hermoso,
al vivir dichoso
en los dorados brazos
de aquella ilusión”;
luego sucedió algo inesperado. Algo que vino a alimentar nuevamente la dichosa ilusión. ¿Qué pasó? Entonces llegó a la silla petrina Jorge Mario Bergoglio, más conocido por Francisco. Y ¿qué tiene eso de bueno? Dice el P. Knittel que “Desde el advenimiento del papa Francisco, las autoridades de la Iglesia han cambiado de perspectiva. Sin volver al pasado, las autoridades de la Iglesia reconocen progresivamente la licitud y la validez del ministerio realizado por los sacerdotes de la FSSPX. (…) A una lógica de confrontación sucede pues una lógica de apaciguamiento”. ¡Albricias!
Gracias a esta “lógica de la pacificación” (lo que Bergoglio viene a llamar “Cultura del encuentro”) el “estado de necesidad”, que según nos dicen ya había empezado a retroceder con el papa “restaurador” Benedicto XVI, ahora continúa achicándose. Parafraseando a Mons. Fellay cuando habló de la libertad religiosa, podríamos decir que “el estado de necesidad es muy, muy limitado”. Y, como afirma el P. Knittel con su nueva lógica apaciguadora, “Lógicamente, el estado de necesidad está destinado, con el tiempo, a desaparecer”. Claro, no porque venga Nuestro Señor y limpie y barra la podredumbre de la Iglesia, sino porque de a poco la FSSPX se empezó a integrar a la estructura oficial de la Iglesia, ocupada por modernistas. ¿Es que acaso esos modernistas van a hacerse a un lado, van a salir para dejar su lugar a la “restauradora” FSSPX? Por supuesto que no, quiero decir…de eso no se habla en la FSSPX. Eso sería regresar a una “lógica de la confrontación” que ahora en Roma no se estila. La nueva lógica es de pacificación.
Claro, no importa que antes la Fraternidad explicara muchas veces -como han hecho el P. Amozurrutia o el P. Trejo, por ejemplo, por mencionar sólo los de habla hispana- el “estado de necesidad” en la Iglesia diciendo que se debe a una situación de catástrofe, un terremoto como el que destruyó la ciudad de México, o un gran incendio que todo lo devora a su paso, a la cual catástrofe las autoridades no sólo no implementan ningún medio de rescate, ni reparación ante la devastación, no hacen nada por combatir el fuego, sino que, peor aún, son estas mismas autoridades las que han provocado y continúan extendiendo la catástrofe, la destrucción, el incendio… En fin, Francisco continúa con la obra de demolición a toda marcha, los incendios crecen, y la Fraternidad dice que “el estado necesidad” disminuye. ¿Por qué? Porque a ella le reconocen oficialmente sus “matafuegos” y sus “ambulancias”…mientras los que ocupan los puestos de autoridad continúan destruyendo todo, presentando una nueva religión y una nueva moral, las del Nuevo Orden Mundial del Anticristo. Claro: estas medidas administrativas (que otorgarán el sello IRAM a los matafuegos y ambulancias y el permiso de circulación de sus rescatistas) aparecerán como bondadosas a la opinión pública, permitiendo circular libremente a los enfermeros y rescatistas -siempre y cuando respeten determinados sectores restringidos para circular por entre los heridos…-, esto mientras esas mismas autoridades continúan destruyendo y quemando, y sin permitir que los rescatistas osen levantar la voz para denunciar a los responsables de la catástrofe que no se acaba. Por cierto, los rescatistas llevan a cabo actualmente su labor sin inconvenientes. Entonces ¿por qué quieren el “sello IRAM” de los autores del incendio y la demolición? Se nos dirá que sin ese sello no los dejan entrar a todas partes, pues se requiere la autorización legal. Pero detrás de la concesión del “sello IRAM” hay una voluntad de quien lo otorga de restringir el área de los rescatistas. ¿Hace falta decir por qué? Porque quienes otorgan los sellos de aprobación oficial son quienes llevan a cabo el plan de destrucción y demolición sistemático, por lo cual el permitir una gran labor y el cuestionamiento de los rescatistas conspiraría contra su propia obra de destrucción. ¿Cómo entra eso en su lógica, don Knittel?
Según se desprende de lo que dice el Padre Knittel, el hecho de que se reconozcan oficialmente los extintores y las ambulancias (la FSSPX) significaría una voluntad de las autoridades modernistas de acabar con los incendios y destrucciones varias. Y en la medida en que se vieran circular públicamente a los rescatistas y ambulancias, los autores de las demoliciones y los incendios se convencerían de su error y dejarían de demoler, destruir e incendiar. Es decir que la “lógica de la pacificación” reemplazaría a la “lógica de la confrontación”, lógica esta última por la cual habría que combatir a los hacedores de incendios y demoliciones. ¿Ah, todo eso gracias a los modernistas, todo eso venido de las manos del demoledor Francisco? Sí: he allí ninguna lógica, o, mejor dicho, una lógica del engaño y la estupidez. Esta es una versión de Caperucita roja montada por la productora “Ecclesia Dei”.
El estado de necesidad está dado por el modernismo profesado, enseñado, impuesto, difundido por Roma. Si no se quitan las causas no se quitarán los efectos. El estado de necesidad no depende de que la Fraternidad goce de un reconocimiento y tenga una prelatura otorgadas por los modernistas. El estado de necesidad depende de si Roma abandona o no el modernismo, que es de por sí contrario, opuesto, enemigo, destructor de la fe católica. La única lógica posible del catolicismo con el modernismo es la lógica del combate.
El Padre Gleize recuerda en un artículo de hace unos cuantos años:
“En una carta ‒fechada el 8 de julio de 1987‒ que dirigió a Monseñor Lefebvre, el Cardenal Ratzinger escribió: Una voluntad permanente de destrucción de la Tradición es una voluntad suicida que autoriza, por su mismo hecho, a los verdaderos y fieles católicos a tomar todas las iniciativas necesarias para la supervivencia y salvación de las almas".
Una voluntad permanente de destrucción, ¿autoriza a hacer arreglos que nos pongan bajo la autoridad de los que muestran una “voluntad permanente de destrucción”? Según la “lógica del apaciguamiento” de Fellay, Knittel y cía., sí. Porque regularizar los matafuegos y ambulancias de la Fraternidad significaría una “voluntad de no tanta destrucción”, o quizás una “voluntad de reconstrucción” o “aceptación de la Tradición”. Lástima que los hechos cotidianos prueban lo contrario, y según vemos los modernistas encabezados por el destructor Francisco lo único que hacen es promover la apostasía y la consolidación de una nueva falsa religión mundial. Tradición ha sido siempre una mala palabra para Bergoglio. ¿Acaso alguna vez la menciona? Lo único que probaría la licencia legal de matafuegos y ambulancias es el deseo de Roma de tener unos rescatistas y bomberos bajo su control, bajo su supervisión, y por lo tanto, controlados. Reducidos. De allí la “lógica de apaciguamiento”.
Es claro el Padre Gleize en ese artículo (las negritas nos corresponden):
“En la actualidad todo depende aún de este estado de necesidad. Si se admite que ya no existe, entonces es necesario cesar con una resistencia que no tiene más razón de ser, es necesario firmar acuerdos con Roma y “volver a entrar” en la comunión de la Iglesia: es lo que hicieron los sacerdotes de Campos y los del Instituto del Buen Pastor. Pero si los ojos se mantienen abiertos, se advierte que el estado de necesidad sigue existiendo, y es por eso que es necesario seguir con la resistencia. Así como en junio de 1988 Monseñor Lefebvre habría consumado una “Operación suicidio” renunciando consagrar a los cuatro Obispos, así también cerrar hoy acuerdos con Roma ‒en circunstancias que no cambiaron, puesto que los mismos errores infectan a las autoridades romanas‒ sería un suicidio. Y es lo que afirma el Superior General de la Fraternidad San Pío X, Monseñor Fellay.”
Claro, si se admite que hay menos “estado de necesidad”, habrá de parte de la Fraternidad “menos resistencia”. Y la misma Fraternidad condenará la “Resistencia”. Que es lo que hace. Por eso esa mención de que “es lo que afirma Mons. Fellay” ha quedado completamente en el pasado (el artículo es del 2008). Lo que hoy afirma Mons. Fellay es que “lo importante es que Francisco quiere dejarnos vivir y sobrevivir”. Eso, desde luego, continuando el “estado de necesidad”, es decir, la profesión de fe modernista de los romanos conciliares.
Y concluía el Padre Gleize:
“El estado de necesidad permanece más que nunca... y si la persistencia de esta crisis nos parece larga, recordemos las palabras del Santo Evangelio: En vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. ¿Acaso la santa perseverancia no implica precisamente una cierta extensión de tiempo?
(R. P. Jean-Michel Gleize, "El estado de Necesidad". Tomado de la Revista Iesus Christus Nº 117, mayo/junio de 2008)
¿Doble lenguaje, de parte de la Fraternidad? Sí, doble lenguaje.
Uno que sirve a la “lógica de la confrontación” para demostrar que aún no se abandonó del todo el combate (lo cual en muchos caso es cierto), y otro que corresponde a la nueva “lógica del apaciguamiento”, que es la que sostiene Menzingen en relación Roma, y trata de imponer en sus filas. Para eso se sirve de los dóciles Knittels, Robinsons y otros acuerdistas.
El hecho de la aceptación de esta “lógica del apaciguamiento” muestra hasta qué grado se ha corrompido la FSSPX, adoptando los principios de la iglesia conciliar. Veámoslo en este otro ejemplo, precisamente de la iglesia conciliar.
Desde esta conciencia dolida deberíamos relativizar todas las otras grietas que tenemos como pueblo y que, en buena medida, son parte de nuestra convivencia. Somos distintos y no tenemos por qué pensar todos igual. Esa realidad, bien mirada, más que minar la posibilidad del diálogo, la negociación y el consenso, es la condición de posibilidad y un buen punto de partida para sentarnos a la mesa.
Sí. Creo que, pasadas las elecciones de octubre, deberíamos honrar el diálogo y sentarnos a acordar un camino común”.
El obispo democrático-conciliar (véase acá algo más sobre este personaje) no se priva de repetir como un “mantra” las palabras que siempre debe repetir todo obispo que quiera ser estupendamente conciliar y democrático: diálogo, negociación, consenso. Hay que honrar el “diálogo”. Sentarse a la mesa. El único enemigo es “la pobreza” (claro que no TODOS son pobres, porque los obispos son muy bien pagados por el Estado o gobierno de turno, al cual siempre rinden pleitesía). Pero además, como si fuera poco, el obispillo deja para el final su mejor y más importante idea (¡atenti!), que define bien esto de que estamos hablando. Dice (y lo marcamos con negritas):
“Ojalá que un día, pasadas las elecciones (las legislativas y las otras), sigamos caminando con normalidad, sin la sensación de haber librado una batalla entre el bien y el mal.”
¡Eh! ¡Qué se creen! ¿Librar batallas entre el bien y el mal? Eso es para las épocas remotas, para los libros antiguos, para las películas de acción, eso está démodé. En tiempos democráticos ya no se libran batallas entre el bien y el mal. Se trata de dialogar, y buscar consensos. Porque de lo que se trata es de seguir una “lógica de apaciguamiento”. Hay que negociar. ¿Capisce? Esa es la “Buenanueva” que ha venido a poner de relieve con todo su oropel demagógico Francisco, y por eso tiene “buenas relaciones” (sic) con Mons. Fellay. Y por eso Knittel y Buenanueva no están tan lejos uno del otro. Quizás un día los dos se crucen en Roma, bergoglianamente apaciguados. ¿Por qué no?
Y quizás Mons. Fellay pueda también decir: “Sigo pensando que los fraternitarios tenemos la prelatura prendida con alfileres. Pero cada vez son más los alfileres que le dan una relativa firmeza”.
Fray Llaneza