"el estado de necesidad está destinado, con el tiempo, a desaparecer"
Algunos optimistas (por no decir ilusos) piensan que con su carta
de 26 de junio, Mons. Müller ha puesto fin a las negociaciones entre
Roma apóstata y la FSSPX, en orden a la regularización canónica de ésta.
Sin embargo, diversos hechos sucedidos después de que se dio a conocer
esa carta, prueban que la cúpula liberal
de la FSSPX sigue aspirando al reconocimiento romano. Entre esas pruebas está
el hecho de que los sitios oficiales de la Fraternidad continúan publicando textos
acuerdistas, como por ejemplo: este artículo de Mons. Schneider, el artículo del P. Citati, la entrevista al
Superior de Distrito de BENELUX y el texto del P.
Knittel al que se refiere la presente entrada. Este sacerdote fue Superior del
Distrito de México y actualmente es Prior-Decano en Francia.
FSSPX NEWS (Traducción del punto 3 hasta el final del texto, hecha por NP a partir del original en francés. Énfasis en negrita agregado por NP)
3. PERSPECTIVAS
Durante los años 70 y 80, las relaciones entre el
Vaticano y la FSSPX son dominadas por una lógica de confrontación. Erigida
canónicamente el 1º de noviembre de 1970 por Mons. Charrière, la obra de Mons. Lefebvre
es privada de este reconocimiento por Mons. Mamie el 6 de mayo de 1975 a causa
de su rechazo a la reforma litúrgica y las novedades conciliares.
Sus sacerdotes y sus fieles sufrirán entonces el
frío rigor del derecho canónico: la ordenación de los seminaristas se juzgó
ilícita y los ordenandos son amenazados de suspensión a divinis, ningún obispo
diocesano confía apostolado a estos sacerdotes reputados irregulares, el
apostolado que estos sacerdotes ejercen a pesar de todo es considerado ilícito,
algunos sacramentos recibidos por los fieles son declarados inválidos por
defecto de jurisdicción por parte de los sacerdotes.
3.1
Una lógica de pacificación
Desde el advenimiento del papa Francisco, las
autoridades de la Iglesia han cambiado de perspectiva. Sin volver al pasado,
las autoridades de la Iglesia reconocen progresivamente la licitud y la validez
del ministerio realizado por los sacerdotes de la FSSPX.
Primero la confesión: “Por una disposición mía
establezco que quienes durante el Año Santo de la Misericordia se acerquen a
los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para celebrar el Sacramento de la
Reconciliación, recibirán válida y lícitamente la absolución de sus
pecados". (Francisco, Carta a Mons. Fisichella, 1º de septiembre de 2015).
Estas disposiciones fueron prorrogadas más allá del año de la Misericordia por
el papa: “Por el bien pastoral de estos fieles, y confiando en la buena
voluntad de sus sacerdotes, para que se pueda recuperar con la ayuda de Dios la
plena comunión con la Iglesia Católica, establezco por decisión personal que
esta facultad se extienda más allá del período jubilar, hasta nueva disposición”.
(Francisco, Carta apostólica Misericordia et misera, 20 de noviembre de 2016,
n° 12).
Después, la ordenación sacerdotal: “Este verano, se
ha confirmado que el Superior general puede ordenar libremente a los sacerdotes
de la Fraternidad sin pedir permiso al obispo del lugar” (Mons. Fellay,
Entrevista a TV Libertés, 29 de enero de 2017).
Finalmente, el matrimonio: “no obstante, que la
situación canónica de la Fraternidad S. Pío X continúa siendo, por ahora, objetivamente
ilegítima; el Santo Padre, a propuesta de la Congregación para la Doctrina de
la Fe y de la Comisión Ecclesia Dei, ha decidido autorizar a los Reverendísimos
Ordinarios a que concedan las licencias para asistir a los matrimonios de
fieles que siguen la actividad pastoral de la Fraternidad” (Comisión Ecclesia
Dei, Carta a los Ordinarios, 27 de marzo de 2017).
A una lógica de confrontación sucede pues una lógica
de apaciguamiento donde la sola apariencia de irregularidad canónica ya no
basta para censurar las ordenaciones realizadas por los obispos de la
Fraternidad o para descalificar el ministerio realizado por sus sacerdotes.
3.2
La intervención de los obispos
Deseosa de ver a los obispos diocesanos asociarse a
esta iniciativa, la Comisión Ecclesia Dei decidió “autorizar a los Reverendísimos
Ordinarios a que concedan las licencias para asistir a los matrimonios de
fieles que siguen la actividad pastoral de la Fraternidad” (ibíd.).
Se contemplan dos opciones:
“Siempre que sea posible, el Obispo delegará a un
sacerdote de la Diócesis para asistir a los matrimonios (o bien, a un sacerdote
de otra circunscripción eclesiástica con las debidas licencias) recibiendo el
consentimiento de los cónyuges durante la celebración del matrimonio que en la
liturgia del Vetus Ordo se realiza al inicio de la Santa Misa. Ésta la celebra,
después, un sacerdote de la Fraternidad”.
“Allí donde ello no sea posible o no haya sacerdotes
de la Diócesis que puedan recibir el consentimiento de las partes, el Ordinario
puede conceder directamente las facultades necesarias a un sacerdote de la
Fraternidad que celebrará también la Santa Misa, advirtiéndole de la obligación
de hacer llegar cuanto antes a la Curia diocesana la documentación del
matrimonio celebrado”. (Ibíd.).
El papel atribuido a los obispos diocesanos en la
celebración de los matrimonios de los fieles de la Fraternidad podría suscitar
sorpresa, incluso inquietud. Tanto más cuando las disposiciones del papa
Francisco tocantes a la confesión no hacen ninguna alusión a ello. ¿Cómo no ver
en esto un mal presagio para las obras de la Tradición mientras se les ofrece
la eventualidad de una prelatura personal?
En realidad, Nuestro Señor Jesucristo fundó su
Iglesia sobre los Apóstoles y los obispos que les sucedieron. Es a ellos a
quienes el Salvador les confió la misión de enseñar, santificar y gobernar (Mt
28, 19). También el apostolado realizado por los sacerdotes ajenos a la
diócesis requiere, por lo general, el acuerdo del obispo diocesano.
Por su dimensión social, el matrimonio está más
directamente ordenado al bien común de la Iglesia que un sacramento de carácter
individual como la penitencia. Por lo tanto su celebración interesa en primer
lugar a quien está encargado del bien común en la diócesis.
Las recientes medidas concernientes a los
sacramentos administrados por los obispos y sacerdotes de la FSSPX tienen un
carácter temporal. Si las obras de la Tradición deben ser integradas en una
estructura de carácter episcopal, es de su prelado que éstas recibirán entonces
el poder de escuchar las confesiones y de asistir a los matrimonios.
3.3
¿El final de la crisis en la Iglesia?
A raíz del Concilio, la adopción de la reforma
litúrgica y la adhesión a las novedades conciliares sirvieron como criterio de
catolicidad. A falta de cumplimento, los fieles estaban condenados a la
relegación sociológica y los sacerdotes eran objeto de censuras canónicas. Para
responder al estado de necesidad creado, un apostolado de suplencia fue
establecido por los sacerdotes en beneficio de los fieles.
Este estado de necesidad comenzó a retroceder con el
motu proprio del 7 de julio de 2007 donde Benedicto XVI reconoció que la Misa
tradicional jamás fue abrogada. Las decisiones del papa Francisco relativas al
apostolado de los sacerdotes de la FSSPX acentúan este movimiento. Lógicamente,
el estado de necesidad está destinado, con el tiempo, a desaparecer.
Sin embargo, la crisis imperante en la Iglesia está
lejos de terminarse. La cuestión de la autoridad de los documentos conciliares
no ha sido resuelta. La responsabilidad del concilio Vaticano II en la
aceleración de la crisis queda todavía por evaluar. La reforma de la reforma
litúrgica no está aún en perspectiva. Y la reciente autorización de admitir a
los divorciados “vueltos a casar” a la comunión sólo aumenta la confusión.
Afirmar que el estado de necesidad tiende a
desaparecer no significa que la crisis en la Iglesia ha terminado. La
transmisión de la fe sigue siendo problemática, la liturgia mutilada, la
confesión abandonada, la comunión mancillada, la contracepción practicada, la
predicación desazonada, el sacerdocio y la vida religiosa anémicos.
A este respecto, los sacerdotes de la FSSPX -cuyo apostolado
ya está reconocido- tienen un discurso y una pericia que podría revelarse
precioso para renovar el espíritu cristiano en toda la Iglesia.
P. François KNITTEL