Tomado de Biblia y Tradición.
Traducción de Alejandro Villarreal.
El Obispo Guérard des Lauriers [24] solía decir que “el
citar a Juan Pablo II en el Te Igitur de la Santa Misa es cometer, objetiva e
inevitablemente, el doble crimen del sacrilegio y el cisma capital.” [Nota
de B&T: Te Igitur es parte de la primer oración del canon de la Misa: “Te
igitur clementissime Pater”.] Por el contrario, la expresión Una Cum en
el Canon de la Misa no significa que uno afirme que se está ‘en comunión’ con
las opiniones erróneas del papa, sino por el contrario, que uno desea orar por
la Iglesia “y por” el papa, su cabeza visible. Con el fin de estar seguros
de esta interpretación, reportaremos la rúbrica del misal para la ocasión en
que un obispo celebra la Misa. En este caso, el obispo debe rezar por la
Iglesia “Una cum… me indigno famulo tuo” lo cual no significa que él
rece ‘en comunión conmigo, tu indigno servidor’ (¡lo cual no tiene
sentido!), sino que el reza ‘y por mí, tu indigno servidor.’ Debemos
entonces considerar que aquellos quienes niegan el pronunciar el nombre del
papa durante el canon de la Misa piensan que la Iglesia ha perdido su cabeza
visible, ¡esta actitud es cismática!
Muchos sedevacantistas sostienen que la Nueva Misa y los
Nuevos Sacramentos siempre son inválidos. Ellos consideran que todos los sacerdotes ordenados por
el nuevo rito, después de 1969, no son sacerdotes. Sobre este tema, permítanme
citar al Arzobispo Lefebvre:
“Ahora, es fácil demostrar que la Nueva Misa
manifiesta una inexplicable aproximación con la teología y liturgia de los
Protestantes. Los siguientes dogmas fundamentales del Santo Sacrificio de La
Misa no están claramente representados e incluso son contradictorios… ¿Uno debe
ir tan lejos como para concluir que estas Misas son inválidas? En tanto que las
condiciones esenciales para su validez estén presentes: materia, forma,
intención y validez en la ordenación del sacerdote, no veo cómo alguien pueda
afirmar esto. Las oraciones del Ofertorio, el Canon y la Comunión del
sacerdote, las cuales rodean las palabras de la Consagración, son necesarias,
no para la validez del Sacrificio y el Sacramento, sino para su integridad. Es
claro, sin embargo, que pocas y cada vez menos Misas son válidas en estos días
al mismo tiempo que la fe de los sacerdotes es destruida y ellos no poseen más
la intención de hacer lo que la Iglesia hace, una intención que la Iglesia no
puede cambiar. La formación actual de aquellos quienes son llamados
seminaristas no los prepara para celebrar una Misa válida.” [25]
En este punto, me gustaría ofrecer un diagnóstico de
la actitud sedevacantista.
“Los sedevacantistas están verdaderamente obsesionados
con la cuestión del papado. Uno bien podría preguntarse si en muchos de ellos
es debido a algún trauma sicológico. Es entendible su veneración ancestral por
el papa y que parece desencadenar en ellos un verdadero pánico ante la idea de
contrastar su querida imagen idealizada del papa con papas tales como Pablo VI
y Juan Pablo II. El Sedevacantismo parece ser más un problema sicológico que
uno teológico… Sólo ahora vemos con nitidez los efectos que esta corriente
teológica produce en los católicos apasionados. Ellos ahora se han convertido
en su propio papa. Ellos juzgan a sus propios sacerdotes. Muchos de ellos ya no
recurren al sacramento de la Confesión, muchos de ellos ya no escuchan las
enseñanzas infalibles de la Iglesia. Generalmente ellos traen la ruina moral
sobre sus propias familias.” [26]
Tal imagen estimada e idealizada del papado los está
llevando a actuar en la práctica como si la Iglesia sólo tuviese un fundamento
divino. Por el contrario, la Iglesia, como fundamento de Jesucristo, es tanto
divina como humana. Es divina en
su origen, en su fundador y cabeza invisible… pero es humana en sus miembros,
en particular en su cabeza visible, el papa. Siendo divina, la Iglesia es la
esposa inmaculada e intachable de Cristo… pero, en su origen humano, la Iglesia
está compuesta por hombres quienes, como usted o yo, somos pecadores. Entonces,
no deberíamos sorprendernos si el papa actual puede traicionar a su maestro,
como lo hizo San Pedro. Junto al Sedevacantismo, vemos revivir algunos de los
viejos errores de John Wycliffe y John Hus, quienes pretendieron que los
pecadores ya no fueran miembros de la Iglesia. Permítanme citar algunas de sus
proposiciones, condenadas por el Concilio de Constanza (1414-1418):
“Si el papa es reconocido como un malvado, y
consecuentemente un miembro del mal, el no tendría el poder sobre los fieles,
no sería sustentado por nadie, a menos que lo haga el César.” [27]
Y:
“Si el papa es malvado y especialmente descubierto
como Judas, el Apóstol, es diabólico… y él no será la cabeza de la santa
Iglesia militante, ya que no será miembro de ésta.” [28]
No importa la forma en que ellos traten de justificar su
posición, tenemos que aceptar que la tesis sedevacantista no está sustentada en
hechos objetivos, sino en subjetivismo. El criterio objetivo requerido por
la teología católica para reconocer quien es verdadero papa, corresponde al
reconocimiento de aquel quien fue electo por Cardenales, Obispos y por toda la
Iglesia. En la mente sedevacantista, tal criterio ya no puede ser objetivo,
sino que, necesariamente se apelará a una fuente fundamentalmente subjetiva e
incluso se hará un esfuerzo por hacerla parecer objetiva. Debido a que la
actitud del Sedevacantismo no está basada en los principios seguros y objetivos
de la teología católica, no debemos sorprendernos al atestiguar algunas
asombrosas retractaciones y cambios de parecer. Permítanme ofrecerles un
ejemplo de entre muchos: allá en los años ochenta, el Padre Olivier de
Blignières, en ese entonces un ferviente promotor de la tesis sedevacantista de
Fr. Guérard des Lauriers y habiendo fundado en Francia una comunidad religiosa.
Entonces, como consecuencia del Motu Proprio del Papa Juan Pablo II de 1988 Ecclesia
Dei Afflicta, el mismo Padre de Blignières cambió su posición y se puso
bajo la comisión Ecclesia Dei. Su comunidad, llamada la Fraternidad de San
Vicente Ferrer, fue inmediatamente reconocida por las autoridades Romanas y le
concedieron el status de Derecho Pontificio. En el campo doctrinal, allá en los
años ochentas, Fr. de Blignières pensaba que la Libertad Religiosa era
herética, ahora escribe libros para justificar la Libertad religiosa según el
Vaticano II.