SEL DE LA TERRE, n° 85, Verano de 2013
¿Existe una iglesia conciliar?
POR MONS. BERNARD TISSIER DE MALLERAIS
¿Se deben concebir dos iglesias materialmente
distintas: la católica y la conciliar?
De lo que
precede, conviene sacar dos conclusiones concernientes a las relaciones entre
las dos iglesias.
Por principio,
la iglesia conciliar no está materialmente separada de la Iglesia católica.
Ella no existe independientemente de la Iglesia Católica. Hay una distinción,
ciertamente, entre ellas, distinción formal, sin separación formal absoluta. La
jerarquía de la iglesia conciliar coincide casi exactamente con la jerarquía de
la Iglesia católica, los miembros de la iglesia conciliar son todos miembros al
menos materialmente de la Iglesia católica. Igualmente podríamos decir (con un
grano de sal) que el liberalismo es una herejía católica, en el sentido que
esta nace en el seno de la Iglesia católica y que ella solo existe y se
desarrolla a expensas de la Iglesia católica, igualmente podríamos decir que la
iglesia conciliar nace de la corrupción de la Iglesia católica y que ella no
puede vivir más que de esta corrupción, como un parásito que vive a expensas
del organismo que parasita, chupando la sustancia de su huésped para construir
su propia sustancia. Hay una especie de transferencia de sustancia, me
atrevería a decir, de una a la otra, en un sentido evidentemente metafórico y
no filosófico. Para convertirse en conciliar, no hace falta separarse de la
Iglesia Católica, solo hay que dejarse corromper por el veneno conciliar y
dejar que le absorba su sustancia el parásito conciliar. Es suficiente
practicar la misa de la nueva religión y adherirse, formal o materialmente, al
ecumenismo liberal que es su forma.
Por otra parte,
la iglesia conciliar no coincide necesariamente con la Iglesia católica, ni en
sus jefes ni en sus miembros. Los jefes de una no son siempre los jefes de la
otra. Los miembros de la primera pueden, por la herejía, dejar de ser miembros
de la segunda, pero eso no es necesario. La Iglesia católica es la única verdadera Iglesia, la única Iglesia
fundada por Nuestro Señor Jesucristo. Pero esto no impide a la iglesia
conciliar ser una realidad social: no solamente un partido, sino una falsa
iglesia, manejada por una secta de dirigentes, una secta cuyo sistema o
ideología es la forma de esta iglesia conciliar, la cual maniobra para el logro de sus fines,
con sus relevos y con sus ejecutantes, y que agrupa una gran parte de la
jerarquía y de los fieles católicos más o menos conscientes y que consienten el
desvío diametral que ella opera. Es en este sentido que el padre Calmel habló
de “la iglesia de los piratas”, esta metáfora dice todo.
¡Esta iglesia conciliar es una iglesia cismática!
En 1971, cinco años antes de “la iglesia
conciliar” de Monseñor Benelli, el Padre Calmel denunció, en la revista Itineraires, la “nueva iglesia que el
Vaticano II ha tratado de dar a conocer”, “la nueva iglesia pos-vaticanesca” y
explicaba:
La falsa iglesia que vemos entre nosotros desde el
curioso concilio Vaticano II, se aleja sensiblemente, año con año, de la
Iglesia fundada por Jesucristo. La falsa iglesia posconciliar se separa cada
vez mas de la Santa Iglesia que salva las almas desde hace veinte siglos. La
seudo-iglesia en construcción se separa cada vez más de la Iglesia verdadera,
la única Iglesia de Cristo, por las innovaciones más extrañas, tanto en la
constitución jerárquica como en la enseñanza de la moral. (21)
Las expresiones
« falsa iglesia », « seudo-iglesia », son muy fuertes. Y el
verbo “contra-dividirse” [Nota del blog: el verbo contrediviser se ha traducido como separar] indica una mutación
formal de una parte de la Iglesia, parte que se arranca de ella para ir a
divagar formalmente fuera de ella. El Padre Calmel era verdaderamente un
profeta. Fue solamente cinco años y medio más tarde, después de haber recibido
la famosa carta de Monseñor Benelli y haber sido castigado por Paulo VI con una
suspensión a divinis, que Monseñor
Lefebvre afirmó con más fuerza a sus amigos, la existencia de esta “iglesia
conciliar”, calificándola de “cismática”:
¡Nada más claro! De ahora en adelante, es a la
iglesia conciliar a quien hay que obedecer y ser fiel, ya no a la Iglesia católica.
Ese es precisamente todo nuestro problema. Nosotros estamos suspendidos a
divinis por la iglesia conciliar, y para la iglesia conciliar, de la cual
nosotros no queremos formar parte. Esta iglesia conciliar es una iglesia
cismática, porque ella rompe con la Iglesia católica de siempre. Tiene sus
nuevos dogmas (22), su nuevo sacerdocio (23), sus nuevas instituciones (24), su nuevo culto (25) ya condenado por la Iglesia en repetidos
documentos oficiales y definitivos. Es por eso que los fundadores de la iglesia
conciliar insisten tanto sobre la obediencia hoy en día, haciendo abstracción
de la Iglesia de ayer, como si ella ya no existiera.(…) La iglesia que afirma semejantes errores, es
a la vez cismática y herética. Esta iglesia conciliar no es, por lo tanto, católica.
En la medida en que el papa, los obispos, sacerdotes o fieles se adhieran a
esta nueva iglesia, ellos se separan de la Iglesia católica. La iglesia de hoy
no es la verdadera Iglesia más que en la medida que ella continúe en unidad con la Iglesia de ayer y de
siempre. La norma de la fe católica es la Tradición. (26)
Frente a la iglesia conciliar, ¿qué será de la
Iglesia católica?
Monseñor
Lefebvre parece admitir la transmutación de la Iglesia católica en la iglesia
conciliar. ¿Qué será de la Iglesia Católica?
Monseñor
Lefebvre responde que en la medida que,
según el grado con el cual los jefes y los bautizados se adhieran al nuevo tipo
de iglesia, ellos constituyen una iglesia nueva, caracterizada por sus
finalidades terrestres, humanistas, naturalistas, socialistas, ecuménicos y
mundialistas, de tal suerte que esta nueva iglesia se concibe a sí misma como
más vasta y más universal que la Iglesia católica. Hay que añadir la distinción
entre la adhesión exclusiva de los jefes sectarios a sus fines profanadores por
una parte, y la búsqueda de un compromiso entre sus fines y el fin católico por
la otra parte, un compromiso que expresa bien el texto conciliar de Lumen Gentium (§ 1):”La Iglesia está en Cristo en una especie de sacramento,
es decir, a la vez el signo y el medio de la unión íntima con Dios y de la unidad
de todo el género humano”. Esta ambivalencia complica singularmente el
problema de la distinción de las dos iglesias. El texto de Monseñor Lefebvre
debe ser entendido con esta precisión: es en
la medida que los conciliares se adhieren exclusivamente a los fines profanadores mencionados, que ellos salen
de la Iglesia católica. Y de esta medida, nosotros no somos jueces. A pesar de
su estilo polémico, con estas precisiones, el texto de Monseñor Lefebvre es
irreprochable. Es con la misma precisión que su última frase debe ser
comprendida:
“La iglesia actual no es la verdadera Iglesia más
que en la medida que ella continúe y se integre exclusivamente con la Iglesia
de ayer y de siempre”. Una iglesia que ansíe a la vez un fin terrestre y
mundialista y el fin sobrenatural de la salvación eterna de las almas, esta
iglesia ya no es católica, es la iglesia conciliar en su estatus viral atenuado
y vulgar. (27)
Y junto a esta
iglesia conciliar vulgar, ¿qué queda de la Iglesia católica? Respondemos que,
incluso reducida a un número modesto la parte sana de sus fieles y tal vez a un
solo obispo fiel, como podría ser, según el Padre Emmanuel, la Iglesia del fin
de los tiempos, la Iglesia católica sigue siendo la Iglesia católica.
Continúa...