sábado, 10 de agosto de 2013

UNA JERARQUÍA PARA DOS IGLESIAS.- DOMINICOS DE AVRILLÉ EN LE SEL DE LA TERRE.

 


Tomado de Le Sel de la Terre n°59, invierno de 2006-2007.


EN UNA CARTA de fecha 25 de junio de 1976 enviada a Monseñor Lefebvre por parte del Papa, Monseñor Giovanni Benelli emplea por primera vez una expresión que se hizo famosa: “La Iglesia Conciliar”.

“Si ellos (los seminaristas) son de buena voluntad y seriamente preparados para un ministerio presbiterial en la verdadera fidelidad a la Iglesia Conciliar, nos encargaremos de encontrar la mejor solución para ellos.”

De esta Iglesia conciliar hemos hablado frecuentemente en Le Sel de la Terre, pero no es inútil volver a esta cuestión ya que es tan importante.

La cuestión que particularmente queremos abordar aquí es la siguiente: ¿La Iglesia católica y la Iglesia conciliar tienen una misma jerarquía?

ESTADO DE LA CUESTIÓN

Por principio, ¿de dónde partimos? Procuraremos definir las dos Iglesias en cuestión. Lo haremos según las cuatro causas que distingue generalmente la filosofía escolástica.

Una sociedad es un ser moral (en el caso de la Iglesia Católica, no hay solamente unión moral. También hay unión espiritual debido a la participación de bienes sobrenaturales (la fe por ejemplo): es una unión de personas que está unidas por el mismo fin (un mismo bien común) Se puede distinguir:

-La causa material, son las personas que están unidas en la sociedad.  Diremos que en el caso de la Iglesia Católica como en el de la Iglesia conciliar, son los bautizados (con un bautismo válido).

-La causa eficiente es el fundador de la sociedad: Nuestro Señor Jesucristo en el caso de la Iglesia Católica, los papas del concilio, en el caso de la Iglesia conciliar. Después de la ascensión de su fundador, es la autoridad quien continúa haciendo el rol de causa eficiente y mantiene unida a la sociedad. Actualmente, es esa misma jerarquía que cumple el rol de causa eficiente para la Iglesia Católica y la Iglesia conciliar.

-La causa final, es el bien común buscado por los miembros de la sociedad: en el caso de la Iglesia Católica, el bien que se busca es la salvación; en el caso de la Iglesia conciliar el bien que se busca es –más o menos conscientemente- la unidad del género humano (el ecumenismo en sentido amplio) “Lo que define mejor toda la crisis de la Iglesia es verdaderamente este espíritu ecuménico-liberal” (Monseñor Lefebvre conferencia del 4 de abril de 1978).

-La causa formal es la unión de los espíritus y voluntades de los miembros en la búsqueda del bien común. En la Iglesia Católica, hay unión de espíritus en  una misma profesión de fe y una unión de voluntades en la práctica de un mismo culto y en la obediencia a los mismos pastores (por lo tanto a las leyes que ellos establezcan, a saber, el Derecho canónico). En la Iglesia conciliar, se encuentra también una unión de espíritus en la aceptación de una misma enseñanza (el Concilio) y unión de voluntades en la práctica de la nueva liturgia y en la obediencia a las nuevas directivas de la jerarquía posconciliar (como el nuevo derecho canónico). (Esta unión de espíritus y de voluntades es mucho menos estricta en la Iglesia conciliar que en la Iglesia Católica. Basta “aceptar el concilio” y enseguida cada quien puede hacer lo que quiera.)

Podemos definir a la Iglesia católica como la sociedad de bautizados que buscan salvar sus almas profesando la fe católica, practicando el mismo culto católico y obedeciendo a los mismos pastores, sucesores de los Apóstoles.

En cuanto a la Iglesia Conciliar, ella es la sociedad de bautizados que se someten a las directivas del papa y los obispos actuales en su voluntad de promover el ecumenismo conciliar y que, por consecuencia, admiten toda la enseñanza del concilio, practicando la liturgia nueva y sometiéndose al nuevo derecho canónico.

En estas condiciones, ¿es posible que una misma jerarquía pueda dirigir las dos sociedades?

OBJECIONES

-Primera objeción: No es posible que una misma jerarquía dirija dos Iglesias. ¿Se  Imaginan que un mismo patriarca pueda dirigir los coptos católicos y los  coptos ortodoxos? Por lo tanto es impensable imaginarse una jerarquía común a la Iglesia Católica y a la Iglesia Conciliar.

-Segunda objeción: De hecho, no hay una jerarquía sino dos. Por un lado están los obispos conciliares que dirigen a la Iglesia conciliar y del otro los obispos de la Tradición que dirigen la Tradición, es decir, la Iglesia Católica.

-Tercera objeción: ¿Qué no ven que la jerarquía de la Iglesia Conciliar es una seudo-jerarquía? El papa no es papa porque no es católico; en cuanto a los obispos, no son obispos porque el rito de las consagraciones episcopales no es válido.


ARGUMENTO DE  AUTORIDAD

Nosotros no somos los primeros en afirmar que las dos Iglesias tienen la misma jerarquía. Se encuentra esta afirmación con la mayoría de los que han abordado la cuestión antes que nosotros:

“Que haya en el presente dos Iglesias, con un solo y mismo papa Paulo VI a la cabeza de una y de otra, nosotros no lo decimos por nada, nosotros no lo inventamos, nosotros constatamos que es así”.

Gustave Corçaõ en la revista Itineraires de noviembre de 1974, luego el padre Bruckberger en “L’Aurore” del 18 de marzo de 1976 lo han remarcado públicamente: la crisis religiosa no es como en el siglo XVI de tener para una sola Iglesia dos o tres papas simultáneamente; ahora es de tener un solo papa para dos Iglesias, la Católica y la posconciliar […]

El mundo moderno nos presenta un espectáculo opuesto al del gran cisma de occidente: dos Iglesias con un solo Papa.

El texto más interesante es el del padre Julio Meinvielle. Data de 1970: es el primer texto que conocemos sobre esta materia. El sacerdote argentino escribió –y es la conclusión de su libro magistral “De la Cábala al progresismo”:

“Un mismo Papa presidiría ambas Iglesias, que aparente y exteriormente no sería sino una. El Papa, con sus actitudes ambiguas daría pie para mantener el equívoco. Porque, por una parte, profesando una doctrina intachable, sería la cabeza de la Iglesia de las Promesas. Por otra parte, produciendo hechos equívocos y aún reprobables, aparecería como alentando la subversión y manteniendo la Iglesia gnóstica de la Publicidad.

La eclesiología no ha estudiado suficientemente la posibilidad de una hipótesis como la que aquí proponemos. Pero si se piensa bien, la Promesa de asistencia de la Iglesia se reduce a una asistencia que impida al error introducirse en la Cátedra Romana y en la misma Iglesia, y además que la Iglesia no desaparezca ni sea destruida por sus enemigos.


REFLEXION TEOLÓGICA

Nuestro Señor ha prometido que las puertas del infierno –los poderes infernales- no prevalecerán jamás contra su Iglesia. Por lo tanto ella es indefectible: ella debe continuar hasta el fin de los tiempos a proponer a las almas de buena voluntad los medios de salvación, a saber: la sana doctrina, sacramentos válidos, el santo Sacrificio de la Misa, una auténtica vida espiritual. Todo esto supone que la jerarquía católica durará hasta el fin del mundo y podrá- al menos para los que verdaderamente lo desean, cumplir con su rol que consiste en conducir las almas al cielo.

Más aún, Nuestro Señor también ha anunciado que su segunda venida sería precedida de una “tribulación tal que no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, y no habrá otra.” (Mt. 24,21) Esta tribulación será acompañada de un descenso de la fe al punto que Nuestro Señor se pregunta si encontraría todavía fe sobre la tierra en el momento de su segunda Venida (Lc. 18.8) Esta apostasía está predicha por san Pablo (II Tes. 3,4) y Santo Tomás de Aquino explica comentando este versículo, que los pueblos cristianos se emanciparán de la fe de la Iglesia Romana. Esto parece indicar bien que una buena parte de la jerarquía será infiel a su misión.

En el tiempo que precede a la Venida de Nuestro Señor, el sol y la luna no iluminarán más (Mt 18,8), lo que, en el sentido simbólico, significa que la Iglesia y la sociedad cristiana perderán su influencia.


RESPUESTAS A LAS OBJECIONES.

Podemos ahora responder a las objeciones contra la posibilidad de una única jerarquía para las dos “Iglesias”.

-El error de la primera objeción es el de imaginar a la iglesia conciliar como una sociedad que impone formalmente el cisma o la herejía, tal como una iglesia ortodoxa o una comunión protestante. Si yo me adhiero a la iglesia anglicana, por ejemplo, soy formalmente cismático, es decir, hereje y ya no formo parte de la Iglesia católica.
Pero yo puedo ser conciliar –es decir, para simplificar, ecumenista- conservando la fe católica. Sin duda que pongo mi fe, y la de otros, en peligro. Pero no abjuro de ella enseguida.

Es por eso que los miembros de la jerarquía, desde el momento en que no llevan sus errores al punto de renegar de la fe católica, siguen siendo miembros de la jerarquía católica, incluso cuando son conciliares.
Lo que concedemos al objetante, es que los obispos de la Tradición no forman parte de la iglesia conciliar.

-Contrariamente a lo que declara la segunda objeción, los obispos conciliares y los obispos de la Tradición no constituyen dos jerarquías. Monseñor Lefebvre, al consagrar los obispos el 30 de junio de 1988, protestó contra la idea de establecer otra jerarquía.  No hay más que una jerarquía, teniendo en su cabeza al papa y bajo él a todos los obispos católicos (comprendidos los de la Tradición).

Cuando un sacerdote de la Tradición celebra la santa Misa, nombra en el canon a los miembros de la jerarquía: el papa y el obispo del lugar.

Lo que da una apariencia de verdad a la objeción, es que el papa y los obispos actuales, muy frecuentemente, actúan como representantes de la iglesia conciliar: en esta cualidad –cuando promueven los nuevos sacramentos, el nuevo catecismo etc.- los buenos católicos, con razón, no los obedecen.

-En cuanto a la tercera objeción, esta reposa en afirmaciones gratuitas, como lo hemos explicado muchas veces en esta revista. Nadie ha aportado jamás la prueba decisiva de que el papa no sea papa, ni que los obispos actuales sean consagrados con un rito inválido. Hay que tenerlos –a falta de prueba en contrario- por representantes de la jerarquía, resistiéndoles cuando utilicen su posición para imponer los errores conciliares.

ANEXO SOBRE LA IGLESIA CONCILIAR

Monseñor Lefebvre

Un tiempo después de haber recibido la carta de Monseñor Benelli, el 29 de julio, Monseñor Lefebvre comentó también esta expresión de “iglesia conciliar”:

¡Nada más claro! De ahora en adelante, es a la iglesia conciliar a quien hay que obedecer y ser fiel, ya no a la Iglesia católica. Ese es precisamente todo nuestro problema. Nosotros estamos suspendidos a divinis por la iglesia conciliar, y para la iglesia conciliar, de la cual nosotros no queremos formar parte.
Esta iglesia conciliar es una iglesia cismática, porque ella rompe con la Iglesia católica de siempre. Tiene sus nuevos dogmas, su nuevo sacerdocio, sus nuevas instituciones, su nuevo culto ya condenado por la Iglesia en repetidos documentos oficiales y definitivos.
Es por eso que los fundadores de la iglesia conciliar insisten tanto sobre la obediencia hoy en día, haciendo abstracción de la Iglesia de ayer, como si ella ya no existiera.
(…)La iglesia que afirma semejantes errores, es a la vez cismática y herética. Esta iglesia conciliar no es, por lo tanto, católica. En la medida en que el papa, los obispos, sacerdotes o fieles se adhieran a esta nueva iglesia, ellos se separan de la Iglesia católica. La iglesia de hoy no es la verdadera Iglesia más que en la medida que ella continúe  en unidad con la Iglesia de ayer y de siempre. La norma de la fe católica es la Tradición.

Otras citas de Monseñor Lefebvre:

De este concilio nació una nueva iglesia reformada que el mismo Monseñor Benelli llama la iglesia conciliar.
Es muy fácil pensar que cualquiera que se oponga al concilio, su nuevo evangelio, será considerado como fuera de la comunión de la Iglesia. Podemos preguntarles ¿de qué Iglesia? Ellos responden: de la iglesia conciliar. (Yo acuso al concilio, pág. 7)

Este concilio representa, tanto a los ojos de las autoridades romanas como a los nuestros, una nueva iglesia que ellos llaman “la iglesia conciliar”. (…)
Todos lo que cooperan en la aplicación de esta alteración, aceptan y se adhieren a esta nueva iglesia conciliar, como la designó Monseñor Benelli en la carta que me envió  de parte del Santo Padre, el pasado 25 de junio (1976), entran en el cisma. (Un Obispo habla, pág. 97 y 98).

La nueva misa, como la nueva iglesia conciliar, está e ruptura profunda con la Tradición y el magisterio de la Iglesia. Es una concepción más protestante que católica que explica todo lo que está indebidamente exaltado y todo lo que ha sido disminuido (…) La reforma litúrgica de estilo protestante es uno de los más grandes errores de la iglesia conciliar y uno de los mas ruinosos de la fe y de la gracia. (Carta abierta al papa, suplemento n° 37 de Fideliter, enero-febrero de 1984, pág.10)

Los católicos que se asombran del lenguaje nuevo utilizado por la iglesia conciliar, tienen la ventaja de saber que éste no es nuevo, que Lamennais, Fuchs, Loisy lo emplearon desde hace un siglo, y que ellos mismos no hicieron más que reunir todos los errores que corrieron en el curso de los siglos. (Carta abierta a los católicos perplejos, cap. 16).

El cardenal Ratzinger se esfuerza una vez más en dogmatizar el Vaticano II. Nos enfrentamos a personas que no tienen ninguna noción de la Verdad. Estaremos cada vez más forzados a actuar considerando esta nueva iglesia conciliar como ya no católica. (Carta de Monseñor Lefebvre a Jean Madiran, el 29 de enero de 1986).

Louis Veuillot dijo: “Dos poderes viven y están en guerra en el mundo: La Revelación y la Revolución”. Hemos escogido conservar la revelación mientras la iglesia conciliar escogió la Revolución. La razón de nuestros veinte años de combate está en esta elección (Conferencia en Ecône en septiembre de 1986, Fideliter 55 pág. 18).

Como es éste espíritu de diálogo liberal que es inculcado desde el concilio a los sacerdotes y misioneros, comprendemos por qué la iglesia conciliar ha perdido completamente su celo misionero, el espíritu mismo de la Iglesia (Le han destronado, pág. 104).

(…) Esperando que ustedes puedan realizar mi deseo de una revista que destruya los errores del concilio y de la iglesia conciliar profesados cada vez más abiertamente por el papa y la curia romana, sacando a la luz la doctrina católica. Ahora nos enfrentamos con los asesinos de la fe católica, sin ninguna vergüenza. (Carta de Monseñor Lefebvre al padre prior de Avrillé, 7 de enero de 1991).

Terminemos con un extracto del sermón de Monseñor Lefebvre el 30 de junio de 1988, durante la consagración de los cuatro obispos:

Pienso que vuestros aplausos de hace unos momentos eran una manifestación espiritual que traducían vuestra alegría por tener al fin obispos y sacerdotes católicos que salven vuestras almas, que den a vuestras almas la vida de Nuestro Señor Jesucristo, mediante la doctrina, los sacramentos, la fe y el Santo Sacrificio de la Misa. La vida de Nuestro Señor, de la que tenéis necesidad para ir al Cielo, está desapareciendo por todas partes en esta iglesia conciliar. Sigue unos caminos que no son los caminos católicos. Sencillamente conducen a la apostasía. (…)
Si estoy en el error, si enseño errores, está claro que se me debe traer de nuevo a la verdad, de acuerdo con los que me envían este protocolo para ser firmado reconociendo yo mis errores. Como si me dijesen: si reconoce sus errores, le ayudamos para que vuelva a la verdad. ¿Qué verdad es ésta, según ellos, sino la verdad del Vaticano II, la verdad de esta Iglesia conciliar? Por tanto es cierto que para el Vaticano la única verdad que existe hoy es la verdad conciliar, el espíritu del Concilio, el espíritu de Asís. Esa es la verdad de hoy. Y eso no lo queremos por nada del mundo.

Otras citas:

No fue Monseñor Lefebvre el único en utilizar esta expresión. El Padre Calmel, en 1971, hablaba de la falsa iglesia posconciliar.

La falsa iglesia que vemos entre nosotros desde el curioso concilio Vaticano II, se aleja sensiblemente, año con año, de la Iglesia fundada por Jesucristo. La falsa iglesia posconciliar se divide cada vez mas de la Santa Iglesia que salva las almas desde hace veinte siglos. La seudo-iglesia en construcción se divide cada vez más de la Iglesia verdadera, la única Iglesia de Cristo, por las innovaciones más extrañas, tanto en la constitución jerárquica como en la enseñanza de la moral.

Bajo expresiones análogas, encontramos la misma noción en Gustave Corçaõ, en 1974 y 1978:

Este desorden que reina en el cristianismo, se amplifica día con día, y nos deja en una situación única en la historia después de la santa natividad de Nuestro Señor: ¡nosotros ya no sabemos dónde está nuestra Iglesia! Por los signos visibles, tenemos una idea de pesadilla: el mundo modernos nos presenta un espectáculo opuesto al del gran Cisma de Occidente: dos Iglesias con un solo papa.
Mi convicción firme y tenaz, tantas veces sostenida aquí y en todas partes, es que entre la religión católica profesada hace algunos años en todo el mundo católico y esta religión impuesta abiertamente al siglo como “nueva”, “progresista”, “evolutiva”, existe una diferencia de especie o diferencia por alteridad. Tenemos actualmente dos iglesias, gobernadas y servidas por una misma jerarquía: la Iglesia católica de siempre y la otra.

(…)

Note bien, estimado lector, que cuando le doy a esta “otra” el nombre de iglesia posconciliar, no es de ninguna manera para insinuar en los espíritus la idea infeliz de que después del concilio la Iglesia de Jesucristo se transformó al punto de quedar irreconocible, ni que los fieles de buena doctrina católica deban someterse por pura disciplina a esta nueva forma visible de la Iglesia, en la cual la mayoría de sus predicaciones y nuevas enseñanzas son radicalmente extranjeras y algunas veces opuestas a la doctrina católica. No. La Iglesia Católica, Apostólica y Romana continúa existiendo en el mundo después del concilio sometida a duras pruebas, pero siempre fiel en la conservación del depósito sagrado.

Si el lector me pide algunas diferencias esenciales que separan a estas dos religiones, respondo: una diferencia de espíritu, una diferencia de doctrina, una diferencia de culto y una diferencia de moral. ¿Cómo llegué a forjarme una convicción tan espantosa? Pues bien, como todos los católicos que la comparten conmigo: por años de sufrimiento y de reflexión. Confrontamos primero los nuevos textos, las nuevas alocuciones, las nuevas publicaciones pastorales con la doctrina enseñada hasta… antier. Comenzando por los textos salidos de los escalones más altos, cuyo examen doloroso nos fuerza a concluir que ellos están inspirados por otro espíritu y enraizados en otra doctrina.

En 1976, en el Supplement-Voltigeur de la revista Itineraires, Jean Madiran escribió:

¿FUERA DE QUÉ IGLESIA?

En su discurso al consistorio del 24 de mayo (1976), donde Monseñor Lefebvre es nombrado muchas veces, Paulo VI (…) lo acusa de “ponerse fuera de la Iglesia”.

Pero ¿fuera de cuál Iglesia? Hay dos. Y Paulo VI no ha renunciado a ser el papa de estas dos Iglesias simultáneamente. En estas condiciones, “fuera de la Iglesia” resulta equívoco y no zanja nada.
Que haya en la actualidad dos Iglesias con un solo y mismo Paulo VI a la cabeza de una y de la otra, no lo inventamos, constatamos que es así.

Algunos episcopados que se declaran en comunión con el papa, y que el papa no rechaza su comunión, han salido objetivamente de la comunión católica (…) Sí, pero prevaricadores, desertores, impostores, Paulo Vi sigue siendo su cabeza sin desaprobarlos ni corregirlos, los conserva en su comunión, él preside esta iglesia también (…).
Si el concilio ha sido interpretado constantemente como lo ha sido, es con el consentimiento activo o pasivo de los obispos en comunión con el papa. Así se constituyó una iglesia conciliar, diferente de la Iglesia Católica. (…)
Hay dos Iglesias bajo Paulo VI. No ver que son dos, o no ver que son completamente diferentes una de la otra, o no ver que Paulo VI hasta ahora preside una y otra, es la ceguera, y en ciertos casos puede ser una ceguera invencible. Pero habiéndolo visto y no decirlo sería la complicidad de su silencio y una anomalía monstruosa.
Gustave Corçaõ en la revista Itineraires de noviembre de 1974, luego el Padre Bruckberger en L’Aurore  del 18 de marzo de 1976, lo expresaron públicamente: La crisis religiosa ya no es como en el siglo XVI, cuando se tuvo una sola Iglesia y dos o tres papas simultáneamente: Hoy es tener un solo papa para dos Iglesias, la católica y la posconciliar (…)

El Padre Meinvielle, en 1970, hablaba de la Iglesia de la publicidad para designar lo que llamamos la iglesia conciliar: pero él describe muy bien la situación actual, de una misma jerarquía gobernando dos Iglesias:

No hace falta mucha sagacidad para ver que desde hace cinco siglos el mundo se está conformando a la tradición cabalística-El mundo del Anticristo se adelanta velozmente. Todo concurre a la unificación totalitaria del hijo de la perdición. De aquí también el éxito del progresismo. El cristianismo se seculariza o se ateíza.
Cómo se hayan de cumplir, en esta edad cabalística, las promesas de asistencia del Divino Espíritu a la Iglesia y cómo se haya de verificar el portae in feri non prevalebunt, las puertas del infierno no han de prevalecer, no cabe en la mente humana. Pero así como la Iglesia comenzó siendo una semilla pequeñísima (1), y se hizo árbol y árbol frondoso, así puede reducirse en su frondosidad y tener una realidad mucha más modesta. Sabemos que el m ysterium iniquitatis ya está obrando (2); pero no sabemos los límites de su poder. Sin embargo, no hay dificultad en admitir que la Iglesia de la publicidad pueda ser ganada por el enemigo y convertirse de Iglesia Católica en Iglesia gnóstica. Puede haber dos Iglesias, la una la de la publicidad, Iglesia magnificada en la propaganda, con obispos, sacerdotes y teólogos publicitados, y aun con un Pontífice de actitudes ambiguas; y otra, Iglesia del silencio, con un Papa fiel a Jesucristo en su enseñanza y con algunos sacerdotes, obispos y fieles que le sean adictos, esparcidos como "pusillus grex" por toda la tierra. Esta segunda sería la Iglesia de las promesas, y no aquella primera, que pudiera defeccionar. Un mismo Papa presidiría ambas Iglesias, que aparente y exteriormente no sería sino una. El Papa, con sus actitudes ambiguas, daría pie para mantener el equívoco. Porque, por una parte, profesando una doctrina intachable sería cabeza de la Iglesia de las Promesas. Por otra parte., produciendo hechos equívocos y aun reprobables, aparecería corno alentando la subversión y manteniendo la Iglesia gnóstica de la Publicidad.
La eclesiología no ha estudiado suficientemente la posibilidad de una hipótesis como la que aquí proponernos. Pero si se piensa. bien, la Promesa de Asistencia dé la Iglesia se reduce a una Asistencia que impida al error introducirse en la Cátedra Romana y en la misma Iglesia, y además que la Iglesia no desaparezca ni sea destruida por sus enemigos.

(1) Mi., 13, 32.

(2) 2 Tes., 2, 7