VOZ DE FÁTIMA, VOZ DE DIOS Nº 62
16 de junio de 2018
“Vox túrturis audita est in terra nostra”
(Cant. II, 12)
Consagraciones
I
Al
acercarse el trigésimo aniversario de las consagraciones de 1988, es necesario
recordar las razones de esta decisión heroica de Mons. Lefebvre y Mons. Antonio
de Castro Mayer.
Durante
varios años, Mons. Lefebvre esperó un cambio de parte de las autoridades
romanas. Él no sólo seguía atentamente lo que pasaba en Roma, también preparaba
sacerdotes, religiosos y fieles para una eventual consagración.
En
1987 él anunció su decisión, y habría realizado estas consagraciones ese mismo
año si no fuese por las propuestas conciliadoras de Roma en las
que no confiaba mucho, pero aún así él aceptó hacer otro intento.
"Fui
demasiado lejos", tuvo que constatar. No pudiendo cooperar con autoridades
imbuidas de liberalismo, Mons. Lefebvre retiró su firma del protocolo de
acuerdo que había firmado y tomó sobre sí la responsabilidad de las
consagraciones de 1988. En esa misma ocasión, le advirtió a Dom Gérard
Calvet sobre el peligro de hacer cualquier acuerdo con Roma mientras ésta
estuviera ocupada por hombres que no profesan la integridad de la fe católica.
Mons.
Gérard Calvet no siguió el consejo de Don Lefebvre, como tampoco lo hizo Campos, doce años más
tarde.
Nuestro
deber, y el deber de todo sacerdote que quiere permanecer católico, consiste en
mantenerse distante de esta Iglesia conciliar hasta que las autoridades retornen a la doctrina católica de la que se alejaron desde el
Concilio Vaticano II, y de las reformas inspiradas por este mismo Concilio,
sobre todo la reforma litúrgica y la del Código de Derecho Canónico.
Para
resumir todo este drama, no hay otra palabra sino liberalismo. Volveremos sobre ésto, si Dios quiere.
+
Tomás de Aquino OSB