“Hay algo peor que la negación manifiesta, es el complaciente abandono de los principios, es el lento deslizamiento con aires de fidelidad”.
Jacques Piou, citado por Jacques Ploncar d’Assac.
“Meterse dentro de la Iglesia, ¿qué quiere decir eso? Fácil es decirlo, pero ¿de qué Iglesia estamos hablando? Si hablamos de la Iglesia “conciliar”, eso significaría que después de 20 años de lucha por la Iglesia “católica” ahora deberíamos entrar en esta Iglesia conciliar para hacerla supuestamente católica. Esto es totalmente ingenuo. No son los inferiores quienes hacen a los superiores, sino los superiores a sus sujetos”.
Monseñor Lefebvre, Fideliter Nº 70, Julio-agosto 1989.
“Le haré una oferta que no podrá rechazar”.
Vito Corleone (Marlon Brando), en la película “El Padrino”.
El 26 de enero de 2009, el sitio de noticias Zenit reproducía un artículo de l’Osservatore Romano que ponía claramente en su contexto el reciente levantamiento de “excomuniones” de los obispos de la FSSPX por parte de Roma. Dice el artículo citado (resaltamos algunas partes):
“Precisamente, aclara el diario vaticano, la revocación de la excomunión debe entenderse como un gesto que se enmarca en el espíritu del Concilio Vaticano II.
“La reforma del Concilio no se ha aplicado totalmente, pero ya está tan consolidada en la Iglesia católica que no puede entrar en crisis por un gesto magnánimo de misericordia. Inspirado, además, en el nuevo estilo de Iglesia promovido por el Concilio que prefiere la medicina de la misericordia a la de la condena”, explica el subdirector.
“La revocación que ha suscitado tantas alarmas no concluye un caso doloroso como el cisma lefebvriano –aclara el diario–. Con ella, el Papa quita pretextos para infinitas polémicas, afrontando de lleno el auténtico problema: la aceptación plena del magisterio, incluido obviamente el Concilio Vaticano II”.
“Si bien es verdad que la Iglesia católica no nace con el Concilio, es verdad también que la Iglesia, renovada por el Concilio, no es una Iglesia diferente, sino la misma Iglesia de Cristo, fundada sobre los apóstoles, garantizada por el sucesor de Pedro, y por tanto parte viva de la tradición”.
“Con el anuncio del Papa Juan la tradición no desaparece, sino que sigue todavía hoy según las formas propias de una pastoral y de un magisterio actualizados por el último gran Concilio”.
“El diálogo es parte constitutiva de la Iglesia conciliar y Benedicto XVI ha repetido en varias ocasiones, y ahora lo ha vuelto a hacer, que el ecumenismo exige la conversión de todos –también de la Iglesia católica– a Cristo. En una Iglesia convertida, ‘las diversidades dejarán de ser obstáculo que nos separa, sino una riqueza en la multiplicidad de las expresiones de la fe común'”.
“La revocación de la excomunión no significa todavía la plena comunión –añade el diario–. El camino de reconciliación con los tradicionalistas es una opción colegial ya conocida por la Iglesia de Roma y no un gesto repentino e imprevisto de Benedicto XVI”.
Mons. Lefebvre había entendido bien este asunto, fue eso lo que lo llevó a romper toda tratativa con los romanos: “No tenemos la misma manera de concebir la reconciliación. El Cardenal Ratzinger la ve en el sentido de reducirnos, de conducirnos al Vaticano II. Nosotros la vemos como una vuelta de Roma a la Tradición. Y así no hay quien se entienda. Es un diálogo de sordos” (Fideliter Nº 66, septiembre 1988). Ahora ¿alguien es capaz de creer que Francisco está más a la “derecha” del Cardenal Ratzinger, y va en una dirección contraria al Vaticano II?
El camino de la “reconciliación” hacia la “plena comunión” de la FSSPX es largo debido a que a partir de aquel año 2009 se inició una necesaria “depuración” de la congregación, requisito este creemos sine qua non para acceder a la ansiada “normalización”. No fue menor como todos saben el problema suscitado por “perdonar” a un “negacionista” como Mons. Williamson: esa jugada astutamente preparada mediáticamente fue un golpe de efecto destinado al lobby judío que creemos fue realizado por el sector más ultra-progresista vaticano a fin de enemistar o quitar el apoyo a Benedicto ante el poderoso conglomerado judío de los mass media. Presentando una figura refractaria como Mons. Williamson, estaba claro que la entrada de la FSSPX a la Roma conciliar era imposible. De ese modo el ala más progresista de la revolución pudo preparar el camino para el advenimiento de su mejor hombre, Jorge Mario Bergoglio. Pero Francisco no tiene una idea diferente respecto de enmarcar el reconocimiento a la FSSPX dentro del espíritu del Vaticano II, que tan bien representa, sino que difiere de su antecesor en sus tiempos y en sus métodos. También difiere en que Ratzinger a pesar de todo tuvo la audacia de tener un gesto favorable –con toda la confusión de liberalismo que sabemos- hacia la Misa tradicional, mientras que Francisco por ese lado es irreductible: se trata del primer Papa que jamás celebró la Misa tradicional, es por lo tanto el producto más acabado de la monstruosa doctrina modernista, además de ser un político experto en conseguir lo que se propone. Por eso si “el camino de reconciliación con los tradicionalistas es una opción colegial ya conocida por la Iglesia de Roma y no un gesto repentino e imprevisto de Benedicto XVI”, como cita el artículo, tampoco será un gesto “imprevisible” el reconocimiento de Francisco a la FSSPX, sino parte del entramado de construcción de la nueva religión mundial. De allí los pasos que viene dando Francisco aceleradamente, y el “gesto” que tendrá en octubre de este año hacia los luteranos, ¿quizás al mismo tiempo que “reconozca” a la católica FSSPX? “En una Iglesia convertida, ‘las diversidades dejarán de ser obstáculo que nos separa, sino una riqueza en la multiplicidad de las expresiones de la fe común'”. Si la entrevista conflictiva a Mons. Williamson fue la expresión de una diversidad inadmisible –pues todo lo que no aprueban los “hermanos mayores” debe rechazarse-, en cambio la reciente entrevista a Mons. Fellay por parte del astuto periodista judío Tim Sebastian, fue todo lo contrario: una prueba de que ya no hay obstáculos –ya no está ese “obstáculo”- para que la FSSPX sea aceptada por “los hermanos mayores”, y por lo tanto por Roma. Esa contra-entrevista, si puede llamarse así, respecto de la de Mons. Williamson, fue tan importante para consolidar a Francisco como aquella de entonces lo fue para hacer tambalear a Benedicto. Aquella motivó la expulsión de Mons. Williamson. Esta de ahora produjo –exactamente un mes después de publicada- la reunión entre Francisco y Mons. Fellay. Es el preludio que prepara el lugar que ha de tener la FSSPX en la iglesia conciliar. Equivale al “levantamiento de las excomuniones”, esta vez por parte del lobby judío.
Por todo esto que es muy bien sabido, podemos preguntarnos si las autoridades de la FSSPX son personas esquizofrénicas, o presas de ilusiones, o simplemente traidores que por motivos inconfesables se han vendido a sus enemigos. La última carta interna que se dio a conocer, firmada por el Padre Franz Schmidberger, participa de alguna de estas categorías, y los comentarios favorables suscitados en muchos escribas y lectores de ciertos blogs de tendencia conservadora o semi-tradicionales, nos hacen dar cuenta de la gravedad de la confusión y el pensamiento disociado que es capaz de separar completamente, como afirma Schmidberger, al Papa de la persona de Bergoglio, como si se tratase de un Dr. Jekyll y Mr. Hyde capaces de separarse como la noche y el día, sorbiendo una pócima de laboratorio. Evidentemente uno separa al sacerdote de la persona concreta que ejerce el sacerdocio y sabe que con las condiciones requeridas una Misa es válida, aunque el oficiante sea un pecador. Pero la analogía sería del todo incorrecta en el caso que nos ocupa, porque el valor del sacramento está dado por el mismo Dios, mientras que el valor de una decisión prudencial de un Papa no está desligada en absoluto de su persona. El liberal es un hombre de dos caras, dividido, como decía Mons. Lefebvre, que quiere complacer a todos. Pero no quiere complacer a todos en la verdad, pues la verdad separa y contradice y repele al error. La falsa unidad buscada por Francisco necesariamente debe incluir e incluirá a todos aquellos que no sean intransigentes en la verdad. Quien busca ser parte de esa falsa unidad ya está demostrando que ha puesto la verdad en segundo lugar. El P. Schmidberger lo demuestra muy bien en su escrito. Repasemos algunas de sus afirmaciones:
“Monseñor Lefebvre fundó la FSSPX en medio de estos tiempos confusos para la Iglesia. Ella está llamada a dar una nueva generación de sacerdotes para la Iglesia, para preservar el verdadero Sacrificio de la Misa y proclamar la realeza de Jesucristo en toda la sociedad, aún frente a los papas liberales y prelados que han traicionado la fe. Así que necesariamente tuvo que venir un conflicto: en 1975 la Fraternidad fue enviada al exilio”.
Afirma el P. Schmidberger que “necesariamente tuvo que venir un conflicto”. ¿Y esto por qué? Por una cuestión doctrinal, concerniente a la proclamación de la Realeza de Cristo y el verdadero Sacrificio de la Misa. Si el conflicto fue a causa de la doctrina, sólo una doctrina común a la FSSPX y Roma puede solucionarlo. Pero ¿Roma proclama el Reinado social de Cristo y defiende la Misa tradicional? No, todo lo contrario. Entonces, necesariamente tiene que haber un conflicto que mantenga a la Fraternidad en el “exilio”. Pero la solución que se busca ahora pasa por otro lado: que Roma, que tiene una doctrina (modernista), respete a la Fraternidad, que tiene otra doctrina (católica). ¿El conflicto necesario se acaba? Se acaba en la medida en que una de las partes afloje en su doctrina. Y ¿quién vemos que día a día se fortalece en su doctrina y afloja en la suya? Roma es cada vez más modernista –¡por eso han buscado un papa como Francisco!- y la Fraternidad es cada vez menos antiliberal y antimodernista -¡por eso ha expulsado a muchos de sus miembros antiliberales y han contratado una empresa de branding para publicitarse como una marca o producto comercial!.
“En los medios de comunicación y en todas partes nos dicen cismáticos o renegados o separados de la Iglesia, nos desharíamos de esto”.
Además de la cobardía manifiesta en esta afirmación (¿hace falta recordar que los Apóstoles salían gozosos de las sinagogas donde eran rechazados o incluso flagelados por proclamar sin tapujos la doctrina de Cristo?) este deseo viene siendo expresado por Mons. Fellay desde hace años y en ese caso sirvió de excusa para las tratativas que llevaron al levantamiento de las excomuniones, que no produjeron el esperado levantamiento de los epítetos denigratorios que tanto le preocupan. Sin embargo, estamos seguros que, si bien gracias a la entrevista de Mons. Fellay con Tim Sebastian habrá una muestra de complacencia hacia la Neo-FSSPX, a la vez el trato será despreciativo, como el del citado periodista, pues nadie quiere a los traidores.
“El acto oficial de reconocimiento de la Fraternidad desencadenaría una saludable agitación dentro de la Iglesia. Los buenos serían alentados, los malos sufrirían una derrota”
De esto se desprende que Francisco se infringiría a sí mismo una derrota al reconocer a la FSSPX. ¿O lo coloca Schmidberger en el bando de los “buenos”? Si es bueno, ¿puede ser bueno alguien que tiene una doctrina modernista condenada por la Iglesia? Caso contrario, ¿consideran que Francisco es tan tonto como para tomar una medida que ponga en cuestión lo que él piensa y hace? Nuevamente, digamos que al igual que Benedicto, Francisco ve en esta reconciliación una forma de atraer con zalamerías a la FSSPX hacia el lugar donde él quiere que esté, para allí controlarla mejor.
“Tal vez sólo el papa Francisco sea capaz de dar este paso, por imprevisibilidad e improvisación”.
Si el Papa es imprevisible, ¿por qué el día de mañana no podría decidir “imprevisiblemente” aplastar a la FSSPX? ¿Habrá que someterse a la “imprevisibilidad” de un hombre?
Lo de la “improvisación” de Bergoglio no se sostiene: improvisa dentro de un plan perfectamente trazado. Como don Corleone, no deja ningún detalle librado al azar. Francisco no es imprevisible en cuanto al rumbo que le está dando a su pontificado, por el contrario, no hay nadie que haya sido tan claro en demostrar su afán destructivo de todo lo que es católico.
“Los medios de comunicación tal vez lo perdonarán por haber dado este paso, pero nunca se lo hubieran perdonado a Benedicto”.
¿Y por qué Francisco va a dar un paso contrario a los intereses del mundo, cuando vemos que constantemente toma medidas y realiza gestos que favorecen la herejía y la erección de un Nuevo Orden Mundial? ¿La respuesta está en la “imprevisibilidad”? ¿Entonces Francisco es un loco que no sabe lo que hace y hoy va para un lado y un momento después para el otro? ¿Entonces eso es garantía suficiente para confiar en él? De todos modos sabemos que Bergoglio tiene una conducta coherente con lo que siempre ha sido en su vida. El acercamiento a la FSSPX se implica en el ecumenismo integrador de la dialéctica hegeliana de amalgamar lo que es distinto y hasta “opuesto” para que surja –previa desintegración- la nueva religión del Nuevo Orden Mundial. Por otra parte, otra enseñanza que Bergoglio aprendió de don Corleone es esta: “Mantén cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos".
“En su autoritario, por no decir estilo tiránico de gobierno, él sería capaz de implementar esta medida incluso para la Resistencia”.
Más allá de la incoherencia de Schmidberger, en su ataque a la Resistencia, pues sabemos que la Resistencia se aleja cada vez más de los demoledores modernistas que hay en Roma, si Francisco es un tirano, ¿entonces habría que confiar en un tirano sólo por su palabra o porque firme un papel?
“No guardaremos silencio, sino que señalaremos los errores por su nombre. Antes como después de la normalización”.
Hace tiempo que los responsables de la FSSPX guardan silencio o hablan tímidamente y como pidiendo disculpas. Por otra parte dice Schmidberger que “señalaremos los errores por su nombre”, pero señalar los errores sin señalar a quienes los cometen, defienden y propagan es lo mismo que nada, es quedarse en lo abstracto. Es fácil hablar mal del “Concilio” así en general, sin mencionar a sus fautores. Pero los errores del concilio no se esparcieron solos, sino que fueron vehiculizados por los herejes y traidores liberales que los inocularon en la Iglesia. San Juan Bautista señaló el pecado por su nombre pero también se lo dijo a quien lo estaba cometiendo, a Herodes: “Tú no puedes hacer lo que haces”. ¿Hará lo mismo Mons. Fellay, diciéndole a la cara a Francisco que él no puede defender los errores que defiende? Si no pudo plantarse en su propia casa ante un periodista insolente, ¿creen que se levantará contra un tirano (Schmidberger dixit) como Francisco?
“Queremos regresar del “exilio” en el cual estamos actualmente”.
San Atanasio: “He sabido que no sólo os entristece mi exilio, sino sobre todo el hecho de que los otros, es decir los arrianos, se han apoderado de los templos por la violencia y entre tanto vosotros habéis sido expulsados de esos lugares. Ellos, entonces, poseen los templos. Vosotros, en cambio, la tradición de la Fe apostólica. Ellos, consolidados en esos lugares, están en realidad al margen de la verdadera Fe, en cambio vosotros, que estáis excluidos de los templos, permanecéis dentro de esa Fe. Confrontemos pues qué cosa sea más importante, el templo o la Fe, y resultará evidente desde luego, que es más importante la verdadera Fe”.
“El peligro de contagio es grande; pero podemos y debemos escapar de éste con la gracia de Dios”.
¿Escapar del peligro yendo hacia él y poniéndose bajo su mando e influencia? Jamás escuchamos tan grande tontería. La presunción de estos hombres de la Neo-Fraternidad es increíble. Véase lo que decían los Santos y grandes hombres de la Iglesia:
“Uno de los medios de conservar la fe, una de las primeras marcas de unidad, es la huida de los herejes” (Dom Guéranger)
“Huid de los herejes, ellos son los sucesores del diablo que logró seducir a la primera mujer” (San Ignacio de Antioquía)
“¡Huid de todos los herejes!” (San Irineo)
“¡Huid del veneno de los herejes!” (San Antonio del desierto)
“¡No te sientes con los herejes!” (San Efrén).
“Hablar impropiamente es el origen de las herejías. Por eso, con los herejes no debemos tener ni siquiera en común el lenguaje, para no favorecer sus errores” (San Jerónimo)
“Huye del hombre hereje, después de haberle corregido una y dos veces, sabiendo que quien es de esta ralea, está pervertido y es delincuente. Se condena por su propia conciencia” (Carta de San Pablo a Tito. 3, 9-11).
“El Apóstol ordena esta intransigencia a todas las generaciones: siempre habrá que anatemizar a aquellos que tienen una doctrina contraria a la recibida” (San Vicente de Lerins)
"Desde luego que se requiere una sólida protección por una estructura eclesial apropiada. Esto parece estar garantizado por la Prelatura Personal".
Estos dos artículos de Non Possumus dejan bien claro que la Prelatura Personal lejos de garantizar una protección, será más bien el ataúd para la FSSPX:
El P. Schmidberger, Mons. Fellay y demás liberales de la Neo-FSSPX hablan una y otra vez de que quieren ser “normalizados”. Si un hombre normal dijera que quiere entrar al manicomio para ser “normalizado”, yo empezaría entonces ciertamente a dudar de la normalidad de ese hombre que parece normal, pero dice que los normales son los que están en el manicomio. Schmidberger no sólo se declara anormal, sino que para él todos los que están en la Fraternidad son anormales, y en cambio Francisco, Kasper, Muller y el resto de los conciliares son los normales. Pero, ¿qué es la anormalidad? Según el diccionario RAE, en su primera acepción, algo anormal es algo que “accidentalmente se halla fuera de su natural estado o de las condiciones que le son inherentes”. Una familia para ser normal no sólo necesita de un padre, una madre y los hijos, sino que el padre cumpla su rol de padre, la madre su función de madre, y los hijos se comporten como hijos. El natural estado de la Iglesia (la normalidad) es enseñar y transmitir lo que Cristo enseñó y los Apóstoles transmitieron, sin cambiar nada, fielmente. ¿Este estado de normalidad se encuentra en la iglesia conciliar del revolucionario concilio Vaticano II o en la Tradición? Pensamos que Schmidbeger se refiere a tal acepción de la palabra “anormalidad”, y no a la tercera que trae el diccionario, a saber: “Persona cuyo desarrollo físico o intelectual es inferior al que corresponde a su edad”. ¿O es que Schmidberger cree que de acuerdo a su edad a la gran Fraternidad San Pío X le corresponde tener un desarrollo físico superior, y por eso piensa que es anormal?
Leíamos ayer nomás en un artículo de Juan Manuel de Prada, la referencia a la lucidez chestertoniana cuando definía al mundo moderno invadido por las virtudes cristianas que se han vuelto locas. Así pensamos que en los que se dejaron seducir por el Vaticano II, como aquellos que ahora se dejar seducir por la posibilidad de una “normalización”, la obediencia se aisló de la verdad y entonces pasó a ser una “obediencia loca”. Aquello mismo por lo que había venido la caída original, la desobediencia, había sido disfrazada por la astucia diabólica de “obediencia”. En este caso, suplantando la autoridad de Dios, por la de los hombres que habían inventado su “verdad”.
Como dijera Chesterton; “Un hombre que tiene fe ha de estar preparado, no sólo a ser un mártir, sino a ser un loco”. E incluso a ser llamado a veces “anormal”.