Declaración
de los Obispos – I
Tenemos
un tercer Obispo de la Resistencia ahora,
Cómo y por qué, una Declaración menciona.
Cómo y por qué, una Declaración menciona.
El
19 de Marzo, hace poco más de un mes, Dom Tomás de Aquino fue pacíficamente
consagrado obispo para beneficio de las almas que desean en todo el mundo
mantener la verdadera fe católica. Así como cuando Monseñor Faure fue
consagrado justo un año antes, la ceremonia fue bellamente organizada por los
monjes del Monasterio de la Santa Cruz en las montañas detrás de Río de
Janeiro, en la Catedral-almacén de acero del Monasterio, hermosamente decorada
para la ocasión como el año pasado. El tiempo estuvo seco y cálido sin ser
demasiado cálido. San José hizo que todo se desarrollara sin problemas. Le
debemos un gran agradecimiento.
Asistió
un poco más de gente que el año pasado, aunque la mayoría eran de lugares
cercanos dentro de Brasil. No hubo periodistas presentes y el evento fue apenas
mencionado incluso en las fuentes de noticias católicas Tradicionales. ¿Hubo
una conspiración de silencio? ¿Se corrió la voz de no prestarle atención? No
importa. Lo que sí importa es lo que Dios parece estar sugiriendo, a saber, que
la supervivencia de la fe no requiere en este momento de publicidad o de darse
a conocer, sino que quizá convendría deslizarse hacia las sombras, desde las
cuales la Iglesia puede bajar suavemente a las catacumbas a la espera de su
resurrección luego de que la tormenta en el mundo, la cual promete ser
humanamente terrible, se haya llevado a cabo.
En
cualquier caso tenemos ahora otro obispo, firmemente en la línea de Monseñor
Lefebvre, y en el lado Oeste del Atlántico. Tal como Monseñor Faure, él conoció
bien a Monseñor y fue un confidente suyo. Monseñor Tomás de Aquino nunca
trabajó con Monseñor Lefebvre directamente dentro de la FSPX, pero debido a que
él no era miembro de la Fraternidad, Monseñor pudo haberse sentido más libre
para compartir sus pensamientos e ideas con él. Ciertamente él le dio al joven
monje consejos invaluables en más de u na ocasión, los cuales Monseñor Tomás
nunca ha olvidado. Los Católicos creyentes no están equivocados – ha habido
pocas excepciones a la reacción abrumadoramente positiva por el regalo de Dios
de otro verdadero pastor de almas.
Al
momento de la consagración, los dos obispos consagrantes hicieron una
Declaración que no ha tenido todavía mucha publicidad. Ésta expone en
profundidad el fundamento de la consagración, mostrando cómo este evento,
aparentemente extraño, no es realmente extraño en absoluto, sino muy natural
dadas las circunstancias. He aquí la primera parte de la Declaración. La
segunda parte tendrá que seguir en el “Comentario Eleison” de la semana
próxima.
Nuestro
Señor Jesucristo, habiéndonos advertido que en su segunda venida la fe habrá
casi desaparecido de la faz de la tierra (Luc. XVIII, 8); se deduce que a
partir del triunfo de su Iglesia en la Edad Media, ella sólo podía conocer un
gran declive hasta el fin del mundo. Tres agitaciones en particular han marcado
este declive: la del protestantismo que rechazó a la Iglesia en el siglo XVI;
la del liberalismo que ha rechazado a Jesucristo en el siglo XVIII; y la del
comunismo que ha rechazado a Dios completamente en el siglo XX. Sin embargo, lo
peor de todo fue cuando esta Revolución por etapas logró finalmente penetrar en
el interior de la Iglesia gracias al Concilio Vaticano II (1962–1965).
Queriendo acercar la Iglesia al mundo moderno que tanto se había alejado de
ella, el Papa Paulo VI supo hacer adoptar por los Padres del Concilio “los
valores de dos siglos de cultura liberal” (Cardenal Ratzinger).
Lo
que los Padres adoptaron fue el triple ideal de Revolución Francesa, en
particular: la libertad, la igualdad y la fraternidad Revolucionarias bajo la
forma respectivamente de la libertad religiosa,
que realzando la dignidad humana, implica la elevación del hombre por encima de
Dios; de la colegialidad, que promoviendo la
democracia nivela y subvierte toda autoridad en la Iglesia; y del ecumenismo,
que al alabar a las falsas religiones, implica la negación de la divinidad de
Nuestro Señor Jesucristo. Y en el medio siglo transcurrido desde el fin del
Vaticano II, las consecuencias mortales para la Iglesia de esta adopción de los
“valores” Revolucionarios se han hecho cada vez más evidentes, culminando en
los gravísimos escándalos casi cotidianos que manchan el pontificado del Papa
reinante.
Kyrie
eleison.