Por ello, venerables hermanos, no es de maravillar que los modernistas ataquen con extremada malevolencia y rencor a los varones católicos que luchan valerosamente por la Iglesia. No hay ningún género de injuria con que no los hieran; y a cada paso les acusan de ignorancia y de terquedad. Cuando temen la erudición y fuerza de sus adversarios, procuran quitarles la eficacia oponiéndoles la conjuración del silencio. Manera de proceder contra los católicos tanto más odiosa cuanto que, al propio tiempo, levantan sin ninguna moderación, con perpetuas alabanzas, a todos cuantos con ellos consienten; los libros de éstos, llenos por todas partes de novedades, recíbenlos con gran admiración y aplauso; cuanto con mayor audacia destruye uno lo antiguo, rehúsa la tradición y el magisterio eclesiástico, tanto más sabio lo van pregonando. (San Pio X, Pascendi)
Desde
tiempos del último Papa Santo, los liberales y modernistas han emprendido un
despiadado ataque contra los integristas,
los verdaderos católicos. Por ejemplo, el ultramodernista P. Brugerette
(1863-1943) en su libro El Sacerdote
francés y la sociedad contemporánea, se expresa así de los integristas:
Espíritus gruñones, [injustos] intérpretes, sin autoridad y sin mandato, de las enseñanzas de la Iglesia, […] raza farisaica de buscadores de herejía. Unos combaten a plena luz, de manera bastante frecuente, por la maledicencia y la calumnia, a los católicos a los cuales ponen la etiqueta de liberales.
Pero
ya desde agosto de 1911, la revista de los jesuitas polacos de Austria-Hungría
denunciaba:
…un grupo de celadores que toman como un deber husmear por todas partes, con una rara falta de consideración, el peligro del modernismo y de lanzar, bajo la cubierta de la ortodoxia, sospechas contra los sabios y contra las organizaciones católicas como favorecedoras del modernismo.
Dos
años más tarde, el 6 de septiembre de 1913, la revista de los jesuitas
italianos, la Civilitá cattolica,
atacó los “católicos llamados integrales” acusándolos de difamar a los
católicos alemanes, y el 20 de septiembre reincidió al declarar:
…”altamente peligrosa es la actitud de algunos que, por nuevas denominaciones, se dejan ir a las odiosas exageraciones y confusiones” y que “parecen querer tomarse como los representantes de la Santa Sede”.
El
P. Rutten, dominico Belga pronunció un sermón en la iglesia de San Agustín en
París el 26 de enero de 1913, dijo:
En cuanto a los hurgadores de textos, en cuanto a los descubridores de herejías, en cuanto a los inquisidores sin mandato, en cuanto a los bulldogs de la ortodoxia, quiero pedirles, hermanos, no les hagan el honor de responderles, sino envíenlos educadamente de paseo”.
En
Francia, fue la revista de los jesuitas Études
que, en su n° 5 de enero de 1914, dio la señal de la gran ofensiva
anti-integrista titulada: Críticas
negativas y tareas necesarias” que atacaba abiertamente “un puñado de publicistas sin mandato
reprochándoles sus ataques apasionados
y sus denuncias:
Estos publicistas a quienes carecen tanto de competencia como de gusto y mesura, ¿tienen el monopolio de la ortodoxia? ¿Piensan que la verdad necesita ser defendida por sus ejecuciones sumarias, y para permanecer fieles, embalsamarla en un ataúd del cual tienen la custodia?
El
dúo Mignon-Birot denunciaba un “poder
irresponsable, anónimo y oculto” que utiliza “la prensa y la delación”, que obran “la división realizada por la maledicencia, por la calumnia, por un
olvido total de las reglas elementales de la caridad cristiana respecto a los
católicos meritorios así como respecto a la autoridad episcopal”. Y
agregaban (con toda la caridad cristiana, por supuesto): Es de notoriedad pública que la mayoría de estos condotieros de la
pluma, bajo la autoridad de Mons. Benigni [i],
eran gente poco recomendable […] se trata de laicos desequilibrados, sacerdotes que tuvieron dificultades con sus
superiores, o religiosos agitados que servían a pasiones mezquinas de partido…
¿No
son estos ataques escandalosamente similares a estos más recientes?
-Vea por ejemplo la caricatura de la
Tradición que se hace llamar la “Resistencia”: se trata de un espíritu no
católico, cuasi sectario, lo que nosotros no queremos, un movimiento que
permanece replegado en sí mismo, con gente que piensan que ellos son los únicos
buenos, los únicos justos sobre la tierra: esto no es católico.
Mons. Fellay, entrevista a Présent.
-La “Resistencia” hace todo lo que
puede para instrumentalizar a Monseñor Lefebvre en favor de sus ideas. Sin
embargo, este último era demasiado católico, demasiado partidario de la Iglesia
universal para entrar en el juego de este sectarismo.
P. Pfluger, entrevista a Der Gerade Weg.
-Estas personas practican más bien,
con gran celo, una religión que no comprenden. Se imaginan que hay pecado allí
donde frecuentemente no lo hay (esto se encuentra entre los moralistas, los
jansenistas). P. Pfluger, ibídem.
-Monseñor
Williamson es un “provocador de primera
clase”, que “siempre tiene ideas
extrañas”, “exagera”, es
“una granada de mano”, “uranio”, “no estudia documentos”, con “la
enfermedad de Parkinson”, “no es
un estudioso”, etc. (ver aquí -ojo,
son tres páginas) En este mismo artículo, Monseñor Fellay afirma que Tenemos
un llamado para los extremistas, a los cuales ni siquiera queremos.
-Los padres de Avrillé no son fieles
a estos principios, pues ellos denigran la autoridad del sucesor de Mons.
Lefebvre y meten la sospecha sobre los actos de su gobierno, para crear una
dialéctica entre los miembros de la Fraternidad y sus superiores, oponiendo
incluso a los sacerdotes entre ellos. […] No es la Casa General la que
está traicionando este combate de la fe, son los que se hacen llamar
“resistentes” los que la debilitan por sus maniobras subversivas.
P. Bouchacourt, Comunicado sobre los Dominicos de Avrillé.
Hoy
como ayer, los modernistas y liberales trabajan del mismo modo.
Nihil
novum sub sole.
Las
citas de los modernistas fueron tomadas de la obra de Christian Lagrave La Táctica modernista, de San Pio X a Pio
XI, infiltración y contraataque. Publicada en Le Sel de la Terre n° 89,
pág. 36 y sigs.
[i]
Mons. Umberto Benigni, fudador de Sodalitium Pianum o La Sapinière, que contaba
con todo el apoyo de San Pio X.