Es con espanto que vemos que la verdad, aunque
pública, está siendo ignorada. ¿Pero de qué verdad estamos hablando? De los
hechos más evidentes sobre la crisis actual de la Tradición en general y de la
Fraternidad en particular, y que están al alcance de todos los que quieren
conocerlos. Verdad desconocida, ocultada o simplemente no procurada; en todos
los casos ignorada, por no decir despreciada.
Algunos afirman, como Dom Lourenço Fleichman, que la
resistencia presenta “una argumentación vacía de fundamentos, basada en falsas
informaciones” (cf. “Sobre a Sagração Episcopal”).
Es preciso reiterar lo que ya ha sido dicho y
predicar a tiempo y a destiempo, no nos cansemos de hacerlo, ya que a esto nos exhorta
San Pablo. Es necesario repetir los argumentos y recordar los hechos, no nos
cansemos de repetirlos y recordarlos. Hagamos una vez más el diagnóstico de la
enfermedad que corroe a la Tradición y que amenaza a todos de muerte. Este mal
es el liberalismo católico, pestilencia de los tiempos modernos, contradicción
encarnada en la persona que lo abraza. Todos nosotros, que la mayoría de las
veces nos consideramos inmunes a este contagio universal, somos susceptibles a
ser víctimas de este mal.
Por eso se debe defender la obra, el pensamiento, la
línea intransigentemente católica de Mons. Lefebvre, que no es otra que la de
San Pio X y de todo el Magisterio de la Iglesia desde su fundación, hasta la
apostasía desencadenada por el concilio Vaticano II.
Pero antes entremos en los detalles, aquellos
detalles sin los cuales estamos incapacitados para lograr cualquier diagnóstico
real del desastre del cual somos testigos. Comencemos, pues, por el movimiento
conocido como GREC (Grupo de Reflexión Entre Católicos), y prosigamos hasta el
día de hoy en una brevísima reseña de algunos hechos destacados que nos
aportarán la causa final que los motiva y explica.
En 1995, poco antes de morir, el antiguo embajador
de Francia en el Vaticano, Gilbert Pérol, redactó un artículo de “buenos
oficios” con la intención de promover un acercamiento amistoso entre la
Fraternidad y la Iglesia oficial. A este proyecto le dio seguimiento su esposa,
la Sra. Huguette Pérol, y la primera plataforma de trabajo fue constituida en
1998.
Poco tiempo después, este grupo tomó el nombre ya
referido, GREC, y reunió miembros de la Fraternidad San Pio X y del clero
progresista. Con el pasar de los años, este grupo atrajo la atención del
episcopado francés, al igual que la de Roma. El objetivo del GREC, como lo
explica uno de sus fundadores, el P. Michel Lelong, es “la necesaria
reconciliación entre la Tradición y Roma[i]”.
Objetivo equívoco, pues como dijo Mons. Lefebvre: “Roma ha perdido la fe… Roma
está en la apostasía” (cf. Conferencia a los sacerdotes en Ecône en ocasión del
retiro sacerdotal el 1 de septiembre de 1987).
Pero para el GREC, estas palabras de Mons. Lefebvre
no merecen atención. Son palabras dichas en un “momento de angustia”, como dijo
uno de los defensores de la línea de Mons. Fellay. Los integrantes del GREC
creen ver los acontecimientos desde un punto de vista más elevado, con más
serenidad, buscando así una “imposible reconciliación”, como bien lo dice el P.
Rioult, reconciliación entre dos realidades opuestas: entre la Iglesia
verdadera, la Roma eterna, y la iglesia oficial, la Roma modernista. En
realidad allí está todo el drama que está sucediendo en la Fraternidad, pues
Menzingen no dejó, desde entonces, de procurar esta reconciliación preconizada
por el GREC, haciendo uso de su autoridad para hacer cesar las críticas a la
Santa Sede, o sea, a los modernistas que la ocupan[ii].
Esta fue la razón por la que Mons. Fellay pidió a Mons. Williamson de acabar
con sus “Comentarios Eleison” y también para no haber hecho críticas a la
última reunión ecuménica de Asís.
Recordemos, aunque sea brevemente, otros hechos:
·
Respuesta
del 14 de abril de 2012, por Mons. Fellay, a los otros tres obispos de la
Fraternidad, en la cual dice a sus hermanos en el episcopado que les “falta
realismo y espíritu sobrenatural”;
·
Declaración
doctrinal del 15 de abril de 2012. Esta declaración levantó una reacción tal,
que Mons. Fellay se vio obligado a retirarla. Pero no se retractó de ella hasta
el día de hoy. La Fraternidad no estaba, y no está todavía, “madura” para
aceptarla.
·
El
11 de mayo de 2012, Mons. Fellay dio una entrevista al canal de televisión
americano CNS (Catholic News Service), en la cual minimiza la gravedad del
documento conciliar “Dignitatis Humanae”.
·
En
julio de 2012 se reunió el Capítulo General de la Fraternidad sin la presencia de
Mons. Williamson, a quien se le prohibió asistir. El resultado de este capítulo
fue el abandono de la decisión del Capitulo General anterior (2006), que
establecía que no se llevaría a cabo ningún acuerdo práctico con Roma antes de
un “acuerdo doctrinal” previo. En otras palabras, antes de la conversión de
Roma.
·
Poco
después fue notificada la expulsión de Mons. Williamson de la Fraternidad,
expulsión que es considerada nula; y Mons. Williamson invita a Mons. Fellay a
renunciar a su cargo con el fin de que no se destruya la obra de Mons.
Lefebvre.
·
El
13 de junio de 2012, Mons. Tissier de Mallerais se manifestó en una entrevista
al periódico “Rivarol”, contra la política del acuerdo sin citar la persona de
Mons. Fellay. Nótese que Mons. Tissier fue transferido de Ecône a un priorato
en los Estados Unidos. Los seminaristas perdieron así el contacto con uno de
los más antiguos colaboradores de Mons. Lefebvre.
En los siguientes meses, diversas declaraciones,
públicas y privadas, expresaron y reforzaron la política pragmática de la
Fraternidad con relación a Roma. “Reconocimiento unilateral” es la fórmula apta
para obtener la aceptación de los miembros de la Fraternidad. Pero esta fue la
misma solución aceptada por Dom Gérard (Barroux-Francia) en 1988, así como por
campos en el 2002. Un reconocimiento canónico es suficiente, sea o no
unilateral, para crear una dependencia en relación a las autoridades modernistas
y de esta manera permitirles que aniquilen toda la Tradición. No son los
inferiores quienes hacen a los superiores, sino los superiores quienes hacen a
los inferiores, como observaba Mons. Lefebvre. Es una simple cuestión de
sentido común. Pero el sentido común está desapareciendo de la superficie de la
tierra.
Conviene mencionar igualmente los procesos inicuos
de los cuales fueron víctimas los Padres Pinaud y Salenave, procesos descritos
y comentados por el P. François Pivert en su libro “¿Qué derecho para la
Tradición católica?”
Las comunidades religiosas que no aprobaron la
política de Menzingen ya habían sido objeto de diversas medidas de presión y
humillación. La lista es larga. Recordemos el aplazamiento de la ordenación de
los diáconos dominicos y capuchinos en 2012. Los benedictinos de Bellaigue
también fueron amenazados de tener la ordenación de sus candidatos retrasada.
Ahora bien, esto se explica si consideramos que los superiores de estas tres
casas religiosas habían estado en Menzingen para manifestarle a Mons. Fellay su
desacuerdo.
Sin embargo, aquellos que apoyan a Mons. Fellay
dicen que esas son aguas pasadas: que el Capítulo General de 2012 dio una
solución satisfactoria a la cuestión; lo que es falso. Tanto el P. Pfluger,
primer asistente de Mons. Fellay, como el P. Nely, segundo asistente, retomaron
el asunto, tanto en conversaciones privadas como en retiros, incluso en
entrevistas públicas.
De ninguna manera se puede decir que todo lo que era
problemático está sanado en la Fraternidad. Si esto fuera verdad, Mons.
Williamson tendría que ser rehabilitado, honrado y escuchado, pues fue su
iniciativa la de redactar la carta al Consejo General, firmada también por
Mons. Tissier y Mons. De Galarreta, la que salvó a la Fraternidad en 2012 de un
acuerdo con Roma. Tres obispos contra los acuerdos era demasiado para Roma.
Mejor era esperar por tiempos más propicios.
Para Mons. Lefebvre, este momento oportuno sería la
conversión de Roma y la plena aceptación de las doctrinas contenidas en los
documentos pontificios Quanta Cura, Syllabus, Pascendi, Quas Primas,
etc. Pero para Mons. Fellay, los tiempos propicios ya llegaron, lo que trajo
consigo la disminución del espíritu de combate por parte de la Fraternidad, o
sea, la alineación (“ralliement” en francés) que culminó con su declaración del
15 de abril de 2012 y que continúa, incluso sin la firma de un acuerdo.
La conclusión de todo esto es algo espantoso y
trágico. Estos hechos son públicos, en su mayoría. ¿Por qué no hay una mayor
reacción a la política de Mons. Fellay? Al parecer es porque el liberalismo y
la apostasía ya hacen su obra dentro de la propia Tradición. Mons. Fellay,
ayudado por muchos padres, creó un estado de desorientación tal que muchos
fieles ya no son capaces de discernir nada de lo que está aconteciendo con la
obra de Mons. Lefebvre.
Es por eso que afirmamos que la verdad sobre estos
acontecimientos permanece oculta aunque sea pública. Sería esta la ocasión de
citar la famosa frase de Chesterton que dice: “el mundo moderno está dirigido por una fuerza oculta que se llama
publicidad”. Lo que importa, como diría un amigo nuestro, no son los
hechos, sino la versión de los hechos. Ahora bien, la versión triunfante es que
Mons. Williamson y Mons. Faure son desobedientes y que los superiores de la
Fraternidad son los verdaderos discípulos de Mons. Lefebvre. Esto es falso,
como lo demostramos. Aquí está el núcleo del problema.
“Esta es vuestra hora y el poder de las
tinieblas” (Luc. XXII,
53). Tal vez la Resistencia tenga que sobrevivir como los apóstoles y los
discípulos dispersos durante el tiempo de la Pasión. Es útil recordar una
reflexión del gran pensador brasileño, Gustavo Corção: “No creo en ninguna obra de los tiempos actuales que reúna un gran
número de personas”. Tal vez la Resistencia sea el pusillux grex, al cual Nuestro Señor exhortó a no temer, porque fue
del agrado del Padre darles el reino. Que la protección de la Santísima Virgen
nos conserve fieles hasta el fin: “Ut
Fidelis inveniatur”.
P. Tomás de Aquino
1º de abril de 2015
[ii] Ibidem, p. 50.
PORTUGUÉS:
A Verdade Ocultada, ou a recusa de ver
É com espanto que vemos a verdade, ainda que pública,
ser ignorada. Mas de que verdade estamos falando? De fatos os mais evidentes
sobre a crise atual da Tradição em geral e da Fraternidade em particular, e que
estão ao alcance de todos os que os querem conhecer. Verdade desconhecida,
ocultada ou simplesmente não procurada; em todos os casos ignorada, para não
dizer desprezada.
Alguns afirmam, como Dom Lourenço Fleichman, que a Resistência
apresenta uma “argumentação vazia de fundamentos, baseada em falsas informações”
(cf. “Sobre a Sagração Episcopal”).
Se for preciso reiterar o que já foi dito e pregar a
tempo e a contratempo, não nos cansemos de fazê-lo, já que a isto nos exorta
São Paulo. Se for preciso reproduzir os argumentos e relembrar os fatos, não
nos cansemos de repeti-los e relembrá-los. Façamos mais uma vez o diagnóstico
da doença que corrói a Tradição e ameaça a todos de morte. Este mal é o
Liberalismo católico, pestilência dos tempos modernos, contradição encarnada na
pessoa dos que o abraçam. Todos nós, que o mais das vezes nos consideramos imunes
a este contágio universal, somos susceptíveis de ser vítimas deste mal.
E por isso é mister defender a obra, o pensamento, a
linha intransigentemente católica de Dom Lefebvre, que não é outra senão a de
São Pio X e a de todo o Magistério da Igreja desde sua fundação até a apostasia
desencadeada pelo Concílio Vaticano II.
Mas entremos antes nos detalhes, os detalhes sem os
quais somos incapazes de lograr qualquer diagnóstico real do desastre de que
somos testemunhas. Comecemos, pois, pelo movimento conhecido como GREC (Grupo
para Reflexão Entre Católicos), e prossigamos até o dia de hoje numa brevíssima
resenha de alguns fatos marcantes que nos apontarão a causa final que os motiva
e explica.
Em 1995, pouco antes de falecer, um antigo embaixador
da França no Vaticano, Gilbert Pérol, redigiu um artigo de “bons ofícios” com o
intento de promover uma aproximação amistosa entre a Fraternidade e a Igreja
oficial. A este projeto deu sequência sua esposa, a Sra. Huguette Pérol, e, então,
constituiu-se em 1998 uma primeira plataforma de trabalho.
Pouco tempo depois este grupo tomou o nome já
referido, GREC, e reuniu membros da Fraternidade São Pio X e do clero
progressista. Com o passar dos anos este grupo atraiu a atenção do episcopado francês,
não menos que a de Roma. O objetivo do GREC, como explica um de seus
fundadores, o Pe. Michel Lelong, “é a necessária reconciliação entre a Tradição
e Roma”[1].
Objetivo equívoco, pois como diz Dom Lefebvre: “Roma perdeu a fé... Roma está na
apostasia” (cf. “Conferência aos padres em Ecône por ocasião do retiro
sacerdotal”, em 1º de setembro de 1987). Mas para o GREC estas palavras de Dom
Lefebvre não merecem atenção. São palavras ditas num “momento de angústia”,
como diz um dos defensores da linha de Dom Fellay. Os integrantes do GREC creem
ver os acontecimentos de um ponto de vista mais elevado, com mais serenidade,
almejando assim uma “impossível reconciliação”, como diz muito bem o Pe.
Rioult, reconciliação entre duas realidades opostas: entre a Igreja verdadeira,
a Roma eterna, e a Igreja oficial, a Roma modernista. Na verdade aí está todo o
drama por que está passando a Fraternidade, pois Menzingen não cessou, desde
então, de procurar a reconciliação preconizada pelo GREC, fazendo uso de sua
autoridade para fazer cessar as críticas à Santa Sé, ou seja, aos modernistas
que a ocupam[2].
Está aí a razão de Dom Fellay ter pedido a Dom Williamson que encerrasse seus
“Comentários Eleison” e não fizesse críticas duras à última reunião ecumênica
de Assis.
Lembremo-nos, ainda que sumariamente, de outros fatos:
·
Resposta
de 14 de abril de 2012 de Dom Fellay aos três outros bispos da Fraternidade, na
qual diz a seus irmãos de episcopado que lhes “falta realismo e espírito
sobrenatural”;
·
Declaração
doutrinal de 15 de abril de 2012. Esta declaração levantou tal reação, que Dom
Fellay se viu impelido a retirá-la. Mas dela não se retratou até o dia de hoje.
A Fraternidade não estava e ainda não está
“madura” para aceitá-la.
·
Em
11 de maio de 2012, Dom Fellay dá uma entrevista ao canal de televisão
americano CNS (Catholic News Service), na qual minimiza a gravidade do
documento conciliar “Dignitatis Humanae”.
·
Em
julho de 2012 se reúne o Capítulo Geral da Fraternidade sem a presença de Dom
Williamson, proibido de comparecer a ele. O resultado deste capítulo foi o
abandono da decisão do Capítulo Geral anterior (2006) que estabelecia que não
se levaria a cabo nenhum acordo prático com Roma antes de um prévio “acordo
doutrinal”. Em outros termos, antes da conversão de Roma.
·
Pouco
depois é notificada a expulsão de Dom Williamson da Fraternidade, expulsão que
este considera nula; e Dom Williamson convida Dom Fellay a renunciar o seu
cargo a fim de que não se destrua a obra de Dom Lefebvre.
·
Em
13 de junho de 2012 Dom Tissier de Mallerais se manifesta em entrevista ao jornal
“Rivarol” contra a política de acordo, sem, no entanto, citar a pessoa de Dom
Fellay. Note-se que Dom Tissier foi transferido de Ecône para um priorado nos
Estados Unidos. Os seminaristas perderam assim contato com o mais antigo
colaborador de Dom Lefebvre.
Nos meses seguintes, declarações diversas, públicas e
privadas, expressaram e reforçaram a política pragmática da Fraternidade com
relação a Roma. “Reconhecimento unilateral” é a fórmula apta a obter a
aceitação dos membros da Fraternidade. Mas esta é a mesma solução aceita por
Dom Gérard (Barroux – França) em 1988, assim como por Campos em 2002. Um
reconhecimento canônico tem sido suficiente, seja ele unilateral ou não, para
criar uma dependência em relação às autoridades modernistas e assim lhes permitir
que aniquilem toda a Tradição. Não são os inferiores os que fazem os superiores,
mas os superiores os que fazem os inferiores, como observava Dom Lefebvre. É
uma simples questão de bom senso. Mas o bom senso está desaparecendo da
superfície da terra.
Convém lembrar igualmente os processos iníquos de que
foram vítimas o Pe. Pinaud e o Pe. Salanave, processos descritos e comentados
pelo Pe. François Pivert no livro Quel
droit pour la Tradition catholique?.
As comunidades religiosas que não aprovavam a política
de Menzingen já haviam sido objeto de medidas diversas de pressão e de vexação.
A lista é longa. Recordemos o adiamento da ordenação dos diáconos dominicanos e
capuchinhos em 2012. Os beneditinos de Bellaigue também foram ameaçados de ter
a ordenação de seus candidatos delongada. Ora, isso se explica se consideramos
que os superiores destas três casas religiosas haviam estado em Menzingen para
manifestar a Dom Fellay seu desacordo.
No entanto, aqueles que apoiam Dom Fellay dizem que
isso são águas passadas: o Capítulo Geral de 2012 deu uma solução satisfatória
à questão; o que é falso. Tanto o Pe. Pflüger, primeiro assistente de Dom
Fellay, como o Pe. Alain Nely, segundo assistente, retomaram o assunto, seja em
conversas privadas, seja em retiros, seja ainda em entrevistas públicas.
Não se pode de modo algum dizer que tudo quanto era
problemático está sanado na Fraternidade. Se isto fosse verdade, Dom Williamson
teria de ser reabilitado, honrado e escutado, pois que foi sua iniciativa de redigir
a carta ao Conselho Geral, assinada também por Dom Tissier e por Dom de
Galarreta, que salvou a Fraternidade em 2012 de um acordo com Roma. Três bispos
contra os acordos era demais para Roma. Era melhor esperar tempos mais propícios.
Para Dom Lefebvre este momento oportuno se expressaria
pela conversão de Roma e pela aceitação das doutrinas contidas nos documentos
pontifícios Quanta Cura, Syllabus, Pascendi, Quas Primas,
etc. Mas para Dom Fellay os tempos propícios já chegaram e trazem consigo a
diminuição do espírito de combate da parte da Fraternidade, ou seja, o
alinhamento (“ralliement”, em francês) que culminou em sua declaração de 15 de
abril de 2012 e que continua mesmo sem a assinatura de um acordo.
A conclusão de tudo isso é algo espantoso e trágico.
Estes fatos são públicos, em sua maioria. Por que não há uma maior reação à
política de Dom Fellay? Ao que parece, porque o liberalismo e a apostasia já
fazem sua obra dentro da própria Tradição. Dom Fellay, ajudado por muitos
padres, criou um estado de desorientação tal, que muitos fiéis já não são capazes
de discernir mais nada do que está acontecendo com a obra de Dom Lefebvre.
É por isso que afirmamos que a verdade a respeito destes
acontecimentos permanece oculta ainda que seja pública. Seria a ocasião de
citar uma famosa frase de Chesterton: “o mundo moderno é dirigido por uma força
oculta que se chama publicidade”. O que importa, como diria um amigo nosso, não
são os fatos, mas a versão dos fatos. Ora, a versão triunfante é que Dom
Williamson e Dom Faure são desobedientes e que os superiores da Fraternidade
são os verdadeiros discípulos de Dom Lefebvre. Isto é falso, como o
demonstramos. Aí está o centro do drama.
“Agora
é vossa hora e o poder das trevas” (Luc. XXII, 53). Talvez a Resistência tenha de sobreviver como os
apóstolos e os discípulos dispersos durante o tempo da Paixão. É útil rememorar
uma reflexão do grande pensador brasileiro Gustavo Corção: “Não creio em
nenhuma obra nos tempos atuais que reúna um grande número de pessoas”. Talvez a
Resistência permaneça o pusillus grex a
que Nosso Senhor exortou a não temer porque foi do agrado do Pai dar-lhes o
reino. Que a proteção da Santíssima Virgem possa guardar-nos fiéis até o fim: “Ut Fidelis inveniatur”.
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