La traducción de esta escandalosa entrevista fue publicada
originalmente en France Fidele, sitio oficial de la Resistencia en Francia.
Apenas publicada, La Porte Latine, sitio oficial de la Neo-Fraternidad en
Francia, la publicó sin mencionar de dónde la tomó. El sitio francés Tradinews
hizo la aclaración pertinente:
Y poco después, la entrevista fue suprimida de La
Porte Latine. Todavía puede verse en caché aquí.
La deshonestidad de la Neo-FSSPX ha quedado nuevamente en evidencia.
A continuación la entrevista.
Comentario de France Fidele: ¿Quién habla ? ¿Un
modernista lamentándose porque no se han abierto las puertas de manera
suficiente? ¿Un decepcionado de la Tradición ?... No, ¡es el Primer
Asistente de la FSSPX!
El primer asistente del Superior General de la FSSPX da la vuelta al mundo visitando las diversas casas de la obra de Mons. Marcel Lefebvre. Podemos calificarlo de fino conocedor de la Fraternidad. Es así que el P. Pfluger dispone de una información extensa y no duda en abordar cuestiones desagradables. Esto es lo que hizo en la presente entrevista otorgada a la DGW sobre la actual crisis de autoridad en el seno de la Fraternidad.
1.
Padre, parecería que los celosos protagonistas de la «Resistencia»
se hubieran convertido en la referencia respecto a la vida de Monseñor
Lefebvre. Según ellos, el fundador de la Fraternidad era un fanático limitado,
poco distendido y poco diplomático. ¿Se trata de una falsificación de la
historia?
No
es una cuestión de referencia. Al contrario, la susodicha Resistencia, que
mejor habría que calificar de “seudo-resistencia”, se ha dividido sobre esta
interpretación. Los más encarnizados de entre ellos, declaran abiertamente que
Mons. Lefebvre se habría equivocado porque no excluyó fundamentalmente todo
contacto con la Santa Sede y una regularización de la posición de la
Fraternidad. Es habitual buscar el legitimar la situación presente por la
historia y las enseñanzas de esta última. Así, se está tentado a representar
los acontecimientos pasados y los personajes bajo un enfoque favorable a las
tesis actuales. La “Resistencia” hace todo lo que puede para instrumentalizar a
Monseñor Lefebvre en favor de sus ideas. Sin embargo, este último era demasiado
católico, demasiado partidario de la Iglesia universal para entrar en el juego
de este sectarismo. Su pensamiento y su acción eran grandes, del tamaño del
mundo, es decir católico. Padre del Concilio, firmó en 1988, dos años
después del escándalo de Asís, un acuerdo que denunció por la única razón que
estaba convencido de que Roma no respetaría los acuerdos (retraso al 15 de agosto
para las consagraciones episcopales). En lo que concierne a la
seudo-resistencia, no se trata solamente de falsificación de la historia. Esas
personas elaboran, a partir de cuestiones de orden práctico, de inteligencia,
de diplomacia, una cuestión de fe de su propia creencia.
2.
¿Es posible que las injurias, las calumnias proferidas contra la dirección de
la Fraternidad estos últimos tiempos, puedan ser imputadas a una noción
unilateral de pecado por parte del hombre moderno, que no considera como una
actitud pecaminosa considerarse superior a todos y a cada uno y ser su propia
referencia?
Bien
dicho, pero creo que el asunto es más simple. Estas personas practican más
bien, con gran celo, una religión que no comprenden. Se imaginan que hay pecado
allí donde frecuentemente no lo hay (esto se encuentra entre los moralistas,
los jansenistas). Es curioso que las personas, que se consideran como los más
fieles católicos romanos, no temen a nada tanto como a Roma. Y no tienen más
que un enemigo: ¡Mons. Fellay! Como lo dijimos, se trata de un rechazo extremo
de la realidad. En el fondo, ellos alimentan una noción protestante de la fe.
Su fe y su obediencia están sometidas a criterios subjetivos y personales. Eso no es católico.
3. La «Resistencia» no hace esto en zona germano parlante. Pero ¿no hay entre nosotros algo mucho más peligroso, una especie de “Resistencia-blanda” sin rebelión abierta, sino con un confort de estilo “Biedermeier alemán”, marcado por el aislamiento social y eclesial?
Ciertamente
es un problema. Nosotros tenemos todo: nuestro priorato, nuestra escuela
elemental, nuestra comunidad, nuestro obispo. ¿Qué más podríamos desear? Los
creyentes frecuentemente son también culturalmente conservadores que no desean,
sobre todo, ningún cambio. Es por eso que nosotros no somos tan misioneros como
podríamos serlo, porque no deseamos darle la bienvenida a otros portadores de
ideas y de experiencias nuevas, pues el incremento de una comunidad equivale
siempre a un cambio. Con todas las experiencias traumáticas vividas desde
hace 50 años, toda novedad es considerada como sospechosa. Es por eso que se
atrincheran en una actitud de rechazo.
Sin
embargo, yo no establecería una relación entre este fenómeno y el de la
“Resistencia”. Se trata de un problema general que nos toca a todos. Esto
explica ciertamente el escepticismo que inspiran los esfuerzos desplegados en
vista de una regularización de la Fraternidad, pero el problema es más extenso.
Se trata fundamentalmente de un desafío de orden pastoral. Ciertamente hay
excepciones donde surgen nuevas comunidades, nuevos grupos como en África, en
el Este (Polonia), Filipinas sobretodo, en América del Norte, en las jóvenes
comunidades religiosas. Pero a escala mundial, se observa y se extiende en los
antiguos medios tradicionalistas bien establecidos, una especie de malestar
general. Es un sentimiento de profundo cansancio, de decepción también, de
“ras-le-bol”, dirían los franceses (en español, ¡basta ya!, hastío, cansancio),
y que en Alemania se dice «die Nase voll». Este malestar toca a los
individuos, pero también a las familias, las colectividades, las comunidades,
el apostolado. Pero como lo dijimos, también hay excepciones.
Hace
poco el Padre Udressy declaró al Consejo general que, desde hace algunos años
un gran celo y un verdadero entusiasmo se desarrolla en la KJB (organización de
juventud católica). En los primeros tiempos del movimiento tradicionalista, el
entusiasmo era general, omnipresente. Las conversiones y vocaciones eran
abundantes, las fundaciones y los
centros de misa se extendieron en el mundo entero. El punto culminante de este
entusiasmo fue durante el acontecimiento de las consagraciones de los obispos
en 1988. Incluso el arzobispo tenía la firme convicción en ese entonces, de que
la crisis pasaría rápidamente, que la Iglesia pronto reencontraría la
Tradición. Pero la crisis dura, haciéndose cada vez más grave. Algunos soñaban
con un crecimiento exponencial en los años 80: pero entretanto las vocaciones
se secaban y no permitían llenar las salidas y estabilizar las
comunidades. En dos palabras: la
realidad no es tan simple como la mayoría había imaginado; o como lo dijo hace
poco el Superior General: “hemos idealizado nuestra situación”.
4.
La dirección de la Fraternidad ¿traicionó en el 2012 su misión, la fe católica y
el capítulo general de 2006?
¿Usted
me lo pregunta? Como sabe, unos dicen que les traicionamos porque no hicimos el
acuerdo inmediatamente con el Vaticano, los otros porque nosotros estamos en conversaciones con la Santa Sede. Por ambos lados, están completamente persuadidos de que
tienen razón. Este solo hecho demuestra que no traicionamos nada ni a nadie,
sino que, en estos tiempos difíciles, hemos fijado nuestro camino. A esto se agrega,
insisto, que las declaraciones de un capítulo general no son textos dogmáticos.
Tampoco un sermón del Superior General ni esta entrevista. No se trata de
decisiones infalibles; respondemos a ciertas situaciones o circunstancias
particulares. Si se tratara de artículos de fe, haríamos siempre la misma
declaración. Ninguno de nosotros, entre los superiores, se imaginó en el 2006
que la Santa Sede retiraría el decreto de excomuniones de 1988 y que por un
Motu proprio, el Papa declararía que la “Misa antigua” jamás fue abrogada, que
ella tenía su lugar en el seno de la Iglesia. En 2006, la actitud de Roma
respecto a nosotros era agresiva, apodíctica: ¡O nos siguen o están fuera! Desde
entonces, algo se puso en marcha. Durante el último encuentro con el cardenal Müller
y la Congregación para la Doctrina de la Fe, se hizo evidente que la Santa Sede
se enfrenta a enormes dificultades.
El
movimiento de la Tradición ya no es de una cantidad desdeñable, tampoco las
excentricidades del papa y las canonizaciones en masa por aquí y por allá. Hace
seis años, el Superior General no estaba autorizado a celebrar en Lourdes
durante la gran peregrinación. Este año, el ordinario nos dio la bienvenida y
nuestros tres obispos celebraron la misa en la basílica de los peregrinos. Debemos
tener esto bajo los ojos: un cardenal prefecto se opone a otro; los cardenales
de la Santa Iglesia critican abiertamente al Papa, el cual pone en debate las
cuestiones de moral. Incluso a nuestro respecto, la política no tiene
unanimidad: el Papa declara claramente que somos católicos, un ordinario
decreta que somos cismáticos… “La unidad” es esa; “Roma” ya no es un bloque,
nadie sabe en qué terminará la reforma de la curia.
5.
¿Comprende usted a la gente que, en nuestro medio, ya no se sienten cómodos porque
en muchos lugares “pastores de priorato vanidosos” propagan un clima poco
tolerante de legalismo y de moralismo? ¿Hay entre la tolerancia indiferente y
el liberalismo total, una tolerancia y una liberalidad católicas que debemos
practicar?
A
veces estos «pastores vanidosos» son el aguijón en la carne, que por
otro lado, se preocupan que la atmósfera permanezca abierta, atractiva y
misionera. El silencio del cementerio es en efecto particularmente peligroso.
Puede tener su lado bueno cuando las cosas no evolucionan armoniosamente y las
vigas crujen. Yo conozco naturalmente este tipo de preocupación, que tenemos la
mira demasiada estrecha, demasiado petrificada; ya hemos hablado de eso.
Otra
vez, la Fraternidad nació de la resistencia al desmoronamiento de la vida
religiosa después del concilio. Y este hecho dio nacimiento a una mentalidad
que se niega a vivir de nuevo tal cataclismo. Yo lo comprendo. Así que es mejor
mantener todo como está y adoptar una actitud crítica respecto a la novedad. A
principios de los años 70, mantener el “entre las mujeres” era de cierta manera
la marca de la resistencia a la novedad. La traducción por “Frau” en lugar de
“Weib” se convirtió en una cuestión de fe porque se veía allí un ataque contra
el dogma de la Virginidad de María (esta distinción no tiene un paralelo en idioma español. Nota del blog). Naturalmente que nuestra época es diferente, el humo se ha
disipado y no podemos estancarnos. Pero también hay que convencer, crear un
clima de confianza, alentar.
Concedo
sin embargo que la brecha entre lo que consideramos como apropiado y lo
cotidiano se amplía, y este hecho no siempre es signo del derrumbamiento del
mundo, sino que tal vez, de parte nuestra, un rechazo de la realidad. La
tolerancia y la liberalidad siempre han sido caracteres de la Iglesia mundial:
grande, antigua y siempre joven. En la medida en que la Iglesia cae en la
corriente, lo que evidentemente hace desde el Concilio y sus reformas,
desaparece también esta amplia separación y no quedan más que pequeños grupos
dotados frecuentemente de un espíritu estrecho. Son precisamente los jóvenes
que deberían comprometerse en favor de una liberalidad católica, he aquí lo que
es importante. Antes se hablaba de la “liberalidad bávara”, fundada en el
dominio del Estado, pero también en el de la Iglesia sobre dos principios: 1°
Es el uso entre nosotros; 2° “Vive y deja vivir”.
6.
¿No hay frutos espirituales fuera de la FSSPX? Si los hay, ¿con cuáles
grupos o comunidades del rito antiguo ve usted una posibilidad de cooperación?
"Extra
ecclesiam nulla salus", vale para la Una sancta, la santa Iglesia, ¡cuyo tamaño sobrepasa al de la
FSSPX! Pero su pregunta es muy importante y desgraciadamente muy actual. Tal
vez algunos pensarán que el movimiento tradicionalista es la Iglesia; que fuera
de nosotros la verdadera fe no existe y tampoco hay frutos espirituales. Esta
sería una tentación que en nada es conforme a la naturaleza de la Iglesia, y ni
siquiera puede ser justificada por la crisis o los escándalos que se producen
en la Iglesia. Ella resulta del hecho que, tanto en la liturgia y
particularmente en el arte religioso, así como en la doctrina y la
espiritualidad (usos, devociones, prácticas religiosas), estamos tentados de
confundir la verdadera dimensión de la Tradición con las tradiciones, es decir,
con la manera en que se comportaron en el curso de los dos últimos siglos en
materia de Iglesia y de religión. Viajes a bajo costo, mundialismo y
multi-culturalismo, así como los elementos de apertura y de ampliación de
horizontes. Las tradiciones pueden ser muy diferentes, preciosas y fundadas,
sin salir de la ley natural. Lo que es costumbre aquí, es impensable en otro
lado o a la inversa.
Regresé
de India hace algunas semanas y pienso inmediatamente en el
«Dhoti», el hábito tradicional del hombre y en el “Sari” para la
mujer: en términos simples, los hombres llevan falda y las mujeres el pantalón.
En Tokio, tuve que decir la misa dominical sin zapatos, y en las islas Fidji,
fui recibido con “Cava”, bebida tradicional infecta que además te destruye el
hígado. Estamos tentados de estigmatizar de “modernista”, “liberal”, “masónico”
todo lo que no es conforme a la rutina de los siglos 19 y 20. Una tradición así de erróneamente concebida, no es atrayente, no puede convencer, tampoco podemos
edificar la Iglesia según la imagen que tenemos de los años 50 o según los
argumentos puestos en valor en los años 70. Es necesario un vasto trabajo de
formación e información, de inteligencia y de espíritu de discernimiento. Los
clichés y argumentos fáciles no son constructivos. Se trata, al contrario, de
descubrir el vasto tesoro de la Tradición y de la cristiandad. Pienso
frecuentemente que si no lo logramos en el curso de los próximos años, nos será
muy difícil transmitir la Tradición de manera convincente.
Solo
la Iglesia es universal y perfecta; ella no se enriquece del exterior, ni de
otras religiones. Pero las comunidades eclesiales tienen necesidad de la
Iglesia frecuentemente.
El
movimiento de la Tradición ¿es un miembro de la Iglesia y necesita de la
Iglesia general o de otros elementos de la Iglesia, o se declara simplemente
“la Iglesia”? Esa es la cuestión. Si solo es una parte de la Iglesia, aunque de
las más importantes, no posee todo el tesoro de la Iglesia y de la Tradición y
no puede dispensarse de tomar contacto con otras comunidades ni puede
apropiarse de otros elementos que no posee. Sería demasiado simplista calificar
de estéril, herético o conciliar todo lo que no es conforme a nuestros puntos
de vista. Siendo así, existen diversos grados de orden teológico en las
decisiones y definiciones de la Iglesia. Una herejía, un error condenado por la
Iglesia, un error según nuestro juicio y una opinión de orden teológico ¡He ahí
las diferencias! Según el antiguo principio Lex
orandi est lex credendi (se cree según la manera de orar), podemos afirmar -lo que confirman las estadísticas- que la catolicidad permanecerá de manera
durable solamente donde la liturgia y la predicación concuerden, sólo donde
haya frutos espirituales y la posibilidad de renovación de la Iglesia. Cuando
el profeta Elías, abatido, deseaba morir porque, durante varios años luchó en
vano contra el paganismo y la infidelidad del pueblo y pensaba que era el único
verdadero creyente, Dios debió enseñarle que todavía quedaban 7000 que no se
habían arrodillado ante Baal (III Reyes 19, 18). “No extingáis el Espíritu” dijo el apóstol San Pablo. Conocemos la
famosa palabra de Cristo: “Quien no está conmigo está contra mi” (Mar. 9,
38-40) Pero también significa, "quien no está en contra de ustedes, está con ustedes".
Nosotros
formamos parte de un poderoso movimiento de renovación a la Tradición, de ahí
su vigor. Nosotros somos un elemento importante para el salvamento de la
liturgia romana que, de hecho, es la obra de Monseñor Lefebvre, elemento
indispensable. Nosotros estamos orgullosos de ello. ¡Esto es especial, es una
elección! Esto no significa que los demás valgan menos o que no produzcan
frutos espirituales y el que piense eso, cuide de no caer. Podemos tener la
impresión algunas veces, que el movimiento de renovación fracasa porque
desgraciadamente no está unido. Los otros no cooperan con nosotros porque a sus
ojos, estamos “en el exterior” y nuestra resistencia no quiere cooperar con
ellos porque ellos están “en el interior”. La división jamás ha sido obra de
Cristo.
7.
La FSSPX, como «familia espiritual» sufre graves problemas. ¿Cómo
debemos comportarnos respecto a los que siembran división, tanto los laicos
engañados como los sacerdotes desobedientes? Los “normales” ¿no son tan
responsables de la situación actual pues –lo que no podemos reprocharle a los
“oponentes”- ellos frecuentemente tienen menos celo y están menos interesados
por el combate de la fe?
Rechazo
la afirmación de que estaremos confrontados a graves dificultades. No es tan
simple. Ciertamente que las dificultades existen, pero la gracia también
produce maravillas. Y yo pienso en la propagación de la fe, la fidelidad en las
pequeñas cosas, las numerosas bellas familias católicas, las almas preocupadas
por su santificación.
En
algunos días, iré a África para visitar nuestras misiones en cinco países. En
Kenia, la Fraternidad ha fundado una nueva comunidad de hermanas misioneras y
las vocaciones llegan del mundo entero en número superior a nuestras
posibilidades de acogimiento.
Yo no creo que las dificultades sean
imputables a algunas salidas. Nosotros formamos un movimiento salido del
rechazo de las reformas instauradas luego del Vaticano II. Nosotros
representábamos el bote salvavidas para muchos católicos verdaderamente
piadosos que, en los años 70 y 80, no se reconocieron en su Iglesia y que, por
esta razón, están apegados a lo que tienen. Pero es necesario explicarles ahora que nosotros ya no vivimos en esa
época, que la situación ha seguido su evolución y que, por este hecho, nosotros
debemos reposicionarnos continuamente. Los creyentes se dan cuenta también
que la crisis de la Iglesia no se ha resuelto, que incluso empeora. Resulta
entonces una contradicción interna entre la experiencia y las preocupaciones de
unos, por una parte, y las expectativas
de otros, por otra parte, fuera de la realidad. Esta contradicción, no lo
niego, nos incita a actuar. Nosotros escapamos del naufragio después del
concilio pero precisamente por eso, estamos confrontados a nuevas dificultades
en razón de la particularidad de nuestra situación.
Las
preguntas que usted planteó en la presente entrevista, claramente han tocado
verdaderos problemas y esto no es malo pues frecuentemente no percibimos más
que el peligro del modernismo religioso, pero Escila está cerca de Caribdis. En
cierta medida, los problemas a los cuales nos enfrentamos son simplemente
imputables a la crisis de la Iglesia y a
nuestra situación específica, pero también al comportamiento erróneo de los
hombres.
En
estas circunstancias, debemos convencer, argumentar, ser ganadores. Yo deseo
que se refute más claramente a estos portavoces evocados más arriba, que se
muestran como celosos defensores de una religión, que no conocen ninguna medida
y combate una Iglesia que los sobrepasa. Este mal espíritu no nos molesta
realmente. Estas personas no son creyentes celosos sino fanáticos devotos;
ellos deben darse cuenta que no representan a los creyentes, solo se
representan a ellos mismos. Es a esta tarea que están invitados todos los
creyentes y particularmente la juventud.
Las
tempestades continúan rugiendo, las discusiones y querellas que marcaron el sínodo
de los obispos en Roma respecto a la familia son escandalosas, ¡mientras que el
Superior General de la Fraternidad predica la virtud de la esperanza en
Lourdes! No a las teorías de conspiración, no al apocalipsis, sino que Spem contra spem (Rom 4, 18), esperanza contra toda esperanza.
Esto es lo católico.
En
el apogeo de la revolución de mayo de 1968, tres años después del concilio,
Mons. Lefebvre dirigió a los miembros de la comunidad de la cual era Superior
General, un artículo que sería bueno releer ahora titulado: “¿Por qué somos optimistas? Y él da
verdaderas razones: la fe católica que hemos recibido de la Iglesia y una nueva
juventud que se entusiasma por una vida cristiana.
Entrevista
realizada por, M. Schäppi,
redactor en jefe de DGW a finales de otoño de 2014.