MÁS VOLTERETAS, MÁS CONTORSIONES Y MÁS IDAS Y VENIDAS DE MONS. FELLAY
Por una parte,
mantenemos que tenemos el derecho al título de católico, lo que se nos niega
por esta entidad que tenemos frente a nosotros. Por otra parte, está claro que
no queremos mendigarlo a los modernistas, no tiene sentido.
Y sin embargo
Moseñor Fellay mendigaba “un gesto” de Benedicto hacia la FSSPX cuando se
anunció la dimisión de éste. (Ver aquí)
Ellos niegan la mitad
de los dogmas, no es a ellos a quien les pediremos cualquier cosa.
¿Sólo la “mitad
de los dogmas”? Y aunque negaran un solo dogma, es más exacto decir: “son
herejes”, pero Mons. fellay evita usar la palabra "hereje", seguramente porque no es muy ambigua ni es muy diplomática, que digamos.
Es verdaderamente una
situación complicada.
Es ante esta situación
que el capítulo del 2006 se encontró. Podemos afirmar, basándonos en sus
declaraciones (por ejemplo, lo que dijo a los obispos), que Monseñor estaba
confiado que pronto habría un papa, un buen papa, que tendría la fe (creo que
alguna vez hablo que tardaría 5-6 años o 10 años); para él, esta crisis de la
Iglesia era algo que no debía durar mucho tiempo. Y una vez que este papa
estaría allí, nosotros, los obispos, podríamos depositar en sus manos nuestro
episcopado. Evidentemente, esto supone un verdadero papa, un papa católico en
el sentido completo del término, esto supone que las cosas han reentrado en
orden.
25 años después, vemos
que las cosas no han sucedido así, simplemente. Pero sin embargo, esta
perspectiva reposa en las promesas de Nuestro Señor: “Las puertas del infierno
no prevalecerán” contra la Iglesia. El tiempo de crisis, el tiempo de una
ocupación por una entidad extranjera, no puede durar demasiado tiempo, si no,
las puertas del infierno habrán prevalecido.
¿Y cuántos
años es “demasiado tiempo”? Más ambigüedad e imprecisión.
Por lo tanto, esperamos
que las cosas regresen al orden y, en este momento, podremos entrar en una
situación ordinaria, es decir, en el orden, con Roma. Es lo que entendemos por
“no al acuerdo práctico sin acuerdo doctrinal”. Acuerdo doctrinal, eso no
quiere decir que se firme un papel, eso quiere decir mucho más que eso, eso
quiere decir que estamos de acuerdo doctrinalmente. Eso quiere decir acuerdo
doctrinal. Que las cosas han regresado al orden.
Y en ese momento,
evidentemente, podemos, serenamente, sin temor, tener una relación normal con
las autoridades. Porque cuando decimos Roma, designamos a la autoridad.
Bien en esto.
Es el paso adelante.
Es la famosa cuestión:
¿Podemos ponernos bajo una autoridad que nos es contraria?
Pero ahora
vuelve atrás al plantear una pregunta absurda. Es el paso atrás.
Razonablemente, la
primera cosa que viene a la cabeza cuando nos planteamos esta pregunta, es:
evidentemente no. ¿Por qué? Porque no podemos ponernos bajo una autoridad que
quiere hacernos perder la Fe, que nos ordena cosas que son literalmente pecados
mortales. Por lo tanto, de una manera razonable, se emitió el principio: esperemos
a que las cosas estén de nuevo en orden en la Iglesia y, en ese momento,
sucederá.
Nuevo paso
adelante.
El capítulo de 2006 no
expresa directamente el principio de esa manera. En el capítulo se dijo: en las
raras relaciones que tendremos con Roma, el único objetivo será la doctrina y
no buscaremos un imposible acuerdo práctico. No está muy lejos de la frase que
escribí en un Cor unum posterior: “No
al acuerdo práctico sin acuerdo doctrinal”.
El fondo sigue siendo
el mismo: ¿Por qué estamos en tal situación frente a esta realidad?
Porque queremos permanecer católicos. Es lo que recibimos de Monseñor Lefebvre.
Monseñor se defendió, peleó por eso. Él conservó este depósito, que no es
solamente el depósito de la Fe, el cual ahora posee la Fraternidad, que es el
conjunto del tesoro católico. Nosotros lo recibimos y queremos conservarlo.
Lo que es
extraordinario es el ver que el simple hecho de querer guardar este depósito, Tradidi quod et accepi, puso a Monseñor
Lefebvre y a nosotros en dificultades con lo que nosotros llamamos la Iglesia.
De cierta manera, no puede ser la Iglesia la que condena de esta manera, pero
ella aparece como siendo la Iglesia. Es el misterio de la pasión de la Iglesia.
Nosotros nos
encontramos plenamente en lo que dijo Nuestra Señora de la Salette, hablando de
Roma que perdería la Fe, hablando de un eclipse de la Iglesia. Es una expresión
que es muy fuerte. Cuando hay un eclipse, el objeto permanece, allí está pero
no lo vemos. Cuando hay un eclipse, de sol o de luna, el cuerpo celeste está
realmente allí, pero ya no podemos verlo, hay un obstáculo que hace que no
podamos verlo. Es un poco lo que nosotros vivimos, un eclipse no total,
evidentemente, sino en gran parte. Es esto lo que crea la dificultad, en lo
concreto, de abordar esta distinción entre la verdadera y la falsa Iglesia.
¿Qué relación podemos
tener con la verdadera Iglesia que está enferma hasta este punto? Esta es toda
la cuestión que se nos plantea. Otra vez, creo que el principio que nos guía es
el de la supervivencia, el de querer permanecer católicos. Por lo tanto no
podemos realizar un acto que pondría esta existencia en peligro.
Esta es nuestra manera
de abordar el problema. Nosotros reflexionamos con prudencia, con la fe, y nos
parece que las cosas van así. No olvidemos que la Iglesia es un misterio, hay
algo que nos sobrepasa, incluso dentro de lo que pasa. Nosotros no tenemos
todas las soluciones. Por lo tanto, por un lado, conservamos nuestro apego a la
verdadera Iglesia, y por otro, no tenemos nada que ver con ese sustituto de
iglesia que se encuentra ante nosotros.
Pienso que la cuestión
de preguntarse: “¿En qué momento podemos decir que ahora podemos avanzar hacia
un reconocimiento canónico?” esta cuestión depende del siguiente examen: la
situación y los elementos que entrarían en la hipótesis de un “acuerdo” ¿son
tales que garanticen justamente nuestra existencia? Este es el juicio de fondo.
Un astuto paso atrás: ¿lo esencial es que se garantice la existencia de la FSSPX? No:
lo esencial es que la FSSPX siga combatiendo el liberalismo y el modernismo.
En 2012, estuve un poco
demasiado optimista. Esto no quiere decir que yo había llegado hasta la
conclusión de que había que hacer un acuerdo. La prueba, es que no llegó.
No llegó
porque Roma elevó las exigencias. Esa fue la causa de que el Vaticano rechazara
la traidora Declaración Doctrinal de Mons. Fellay.
Pero yo me dije que,
tal vez, había una cierta esperanza de que pudiera llegar. Manifiestamente la
realidad estaba allí para mostrarnos que no, que no era el momento.
El problema
no es de oportunidad, de momento. El “cuándo” es algo accidental. Lo
esencial es el “qué”, la doctrina, la fe.
Los elementos que
estaban a favor (de tal acuerdo) eran que Roma parecía haber bajado la barra de
nivel del concilio o, si ustedes quieren, en cuanto a la obligación del
concilio. Yo digo parecía. ¿Por qué?
Porque ellos hablaban de una discusión legítima sobre los puntos difíciles. Si
podemos discutir los puntos difíciles del concilio, eso quiere decir que el
concilio es discutible. Si es discutible, quiere decir que está al nivel de la
opinión, ya no está al nivel de la obligación. Pero esta frase no estaba lo
suficientemente clara y tomo mucho tiempo para aclararse. Llegamos al mes de
junio donde estaba ya muy claro: “ustedes deben aceptar el concilio”. La frase
del papa fue: “Ustedes deben aceptar que el concilio forma parte integrante de
la Tradición”. En ese momento estuvo claro, fue evidente que si aceptábamos
eso, desnaturalizábamos la Fraternidad, la demolíamos, perdíamos el tesoro que
está en nuestras manos. No teníamos el derecho de hacerlo.
También se
destruye la FSSPX aceptando que el concilio “es discutible”. Nadie tiene
derecho a defender un concilio malo y nefasto, y nadie tiene derecho a llamar
“discutibles” a las envenenadas enseñanzas del concilio que están demoliendo a
la Iglesia. El concilio no es "bueno" ni es "discutible". El concilio es malo y punto. Es patente acá el liberalismo de Mons. Fellay.
Asimismo por la misa,
el hecho de obligarnos a aceptar que la nueva misa es lícita, lo que quiere
decir buena, es contrario a toda nuestra experiencia, todos nuestros análisis y
nuestra percepción de la realidad. No, nosotros no diremos que la nueva misa es
lícita o legítima, porque no es verdad.
Pero usando
de lenguaje doble y recurriendo a inaceptables reservas mentales, dijo en
su Declaración Doctrinal que la Misa Nueva fue “legítimamente promulgada”, lo
cual fue entendido por todo el mundo como un simple reconocimiento de la
legitimidad de la Misa Nueva.
Y entonces, una vez que
estos elementos estaban reunidos, nos mostró que la Roma que teníamos ante
nosotros nos quería obligar a avalar el concilio y la nueva misa. Eso no podía
suceder, es todo.
En el texto que redacté
en esa época, quise evitar la palabra “legítima”, haciendo énfasis en la
promulgación. Que se comprenda bien; ¿por qué me atreví a actuar así? Porque
Roma había dado como definición de la palabra legítima: “lo que es conforme al
derecho”. Dicho de otro modo, “legítimamente promulgado” quería decir
simplemente “ellos siguieron las reglas de la promulgación”.
Según eso,
Mons. Fellay puede afirmar que la ley de aborto o la ley de matrimonio
sodomítico fueron “legítimamente promulgadas”. Esto no es más que un lenguaje
doble, totalmente indigno de un Obispo católico e increíble en el sucesor de Mons. Lefebvre.
En francés, la palabra
legítimo es muy rica en otro sentido. En francés, cuando se habla de legítimo,
se incluye un elemento de bondad. En este caso, yo no estoy de acuerdo en decir
que ella haya sido legítimamente promulgada. Que quede claro para todos: la
nueva misa no ha sido legítimamente promulgada, en este sentido. Durante su
primera promulgación, ellos no respetaron el derecho, pero enseguida ellos lo
corrigieron (en las discusiones doctrinales, es l ’Institutio generalis
Missale Romanum de 2003 el que fue
objeto de discusión con los expertos de la Congregación para la Doctrina de la
fe). Esto podía confundir.
No "podía": confunde y escandaliza de hecho.
En cuanto a la famosa
hermenéutica de la continuidad, siempre hemos dicho que es inaceptable. ¿Qué se
entiende por hermenéutica de la continuidad? Recuerden las palabras de Monseñor
que dijo: “Cuando Roma venga hacia
nosotros, yo les preguntaré ¿están de acuerdo en firmar Quanta cura, el
Syllabus, Pascendi? En nuestras discusiones con Roma, se puede decir esto
es lo que nosotros hicimos, en particular con la libertad religiosa. Y la
respuesta que nos dieron fue la siguiente: “Pero evidentemente todo católico
está obligado a aceptar Pascendi y Quanta
cura”. La diferencia es que nosotros decimos: “Estos textos son opuestos a
la libertad religiosa y la condena”, mientras que Roma dice: “No, es diferente,
está uno junto a otro, es un complemento, pero la libertad religiosa no suprime
nada de la doctrina de la tolerancia, el principio de tolerancia sigue siendo
válido”.
Esto muestra, si
podemos decirlo, que el problema es mucho más refinado de lo que podíamos imaginar.
¿Refinado?
Son herejes y gente que razona violando el principio de contradicción.
¿Refinado?
Si ustedes quieren, es
el principio de la no contradicción que salta.
¿Si ustedes
quieren? ¿No es evidente?
En cierto momento,
frente a nuestros sacerdotes que mostraban que había contradicción, o cuando
estaban acorralados ellos decían: “Ayúdenos
a mostrar que no es contradictorio, ayúdenos a superar la contradicción”.
Nosotros pusimos la
enseñanza tradicional ante ellos, pero ellos están tan atrapados en su
perspectiva modernista que el principio de no contradicción es lesionado; se
hace verdaderamente difícil discutir. Además, las discusiones acabaron mal, si
podemos decirlo así, porque nosotros nos hicimos tratar de protestantes y
nosotros los tratamos de modernistas. Así terminó.
¿Y qué
quería? Pero ellos si son los herejes modernistas y no nosotros, Monseñor.
Que sorpresa, después
de estas discusiones, escuchar por parte de Roma que las discusiones habían
tenido éxito, que las discusiones habían ido bien. Pues sí, cada parte pudo
exponer claramente su posición.
Ninguna
sorpresa: para los liberales lo que importa es “dialogar y ejercer el derecho a
opinar”. La verdad no importa.
Me parece que ese no
era el objetivo perseguido por estas discusiones. Pero es así como ellos
cayeron en sus pies, por decirlo así. Pues de hecho, nosotros habíamos
terminado con una constatación de no acuerdo y de oposición.
(seguirá)
(seguirá)