"Esto os he dicho para que no os escandalicéis. Os expulsarán de
las sinagogas y viene la hora en que cualquiera que os mate pensará que sirve
a Dios. Y os harán esto porque no conocieron al Padre ni a Mí”.
“Esto harán con vosotros porque
no conocieron al Padre ni a mí”. Como si Cristo nos dijera: Basta para vuestro consuelo el saber que
padecéis esto por mí y por mi Padre. Nunca olviden estas palabras, sobre todo
los que de ustedes fueron expulsados de la FSSPX por oponerse al impío y
criminal intento de hacer un acuerdo traidor con Roma modernista. “Os expulsarán porque no conocieron al
Padre ni a mí”. Bendita expulsión, entonces, y benditas todas las
persecuciones que haya que padecer por defender la fe, pues gracias a ellas iremos al
Cielo. Es la ley de la Cruz.
CRISTO ANUNCIA QUE VAMOS A SUFRIR
¿En qué lugar de los
Evangelios Cristo nos promete una felicidad
estable y plena en esta vida? Al contrario, dice, en el sermón de las Bienaventuranzas:
Bienaventurados los que sufren acá porque serán felices allá. ¿Dónde dice que vamos
a estar libres de tribulaciones? Al
contrario, dice, unos versículos más adelante del pasaje evangélico de este
domingo (Jn 16, 33): “En el mundo tendréis tribulación”. La felicidad que Cristo promete no es para
esta vida, sino para el Cielo y es el Cielo. Y a sus enemigos les sucede lo
contrario que a sus amigos: “En verdad,
en verdad os digo: vosotros lloraréis y
gemiréis, mientras el mundo se regocijará”
(Jn 16, 20). Se engañan miserablemente, entonces, todos los malos católicos
y demás mundanos que viven como si la felicidad pudiera alcanzarse en esta
vida.
VAMOS A SUFRIR, Y MUCHO, PERO CRISTO NOS DA SU PAZ
“La paz os
dejo, mi paz os doy; no os la doy
como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn 14, 27). No debemos aspirar en esta vida a una felicidad que Dios no nos quiere dar, sino a la paz que Dios sí nos quiere dar. La Paz de Cristo es interior; la del mundo es exterior,
superficial, frágil, inestable, aparente. “Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en Mí. En el mundo tendréis
tribulación; pero ánimo, yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).
Y ASÍ, EL SUFRIMIENTO ESTARÁ ACOMPAÑADO
DE SU PAZ Y MEZCLADO CON GOZO, Y ÉSTE TRIUNFARÁ AL FINAL
“Lloraréis y gemiréis y el mundo
se alegrará. Estaréis tristes pero vuestra tristeza se tornará en gozo” (Jn 16, 20). Vuestra tristeza (pasajera) se convertirá en gozo (eterno). Después de la noche viene el día. Luego de las
tinieblas de esta vida, amanecerá para nosotros el sol de Cristo que nos
iluminará para siempre. Por eso Santa teresa del Niño Jesús, “la santa más
grande de nuestro tiempo” (San Pío X), cuando moría, dijo: “No muero, entro en la vida”; porque -verdaderamente- la vida
presente, comparada con la vida futura, es como una muerte.
De la “Carta a los Amigos de la
Cruz”, de san Luis María Grignión de Montfort:
LA IGNORADA GRANDEZA DE LA CRUZ:
Nada hay tan necesario, tan útil, tan dulce y tan glorioso
como el padecer algo por Jesucristo.
LA NECESIDAD DE LA CRUZ: Es necesario que nuestros pecados sean castigados en este mundo o en el
otro. Si Dios los castiga acá, será un castigo amoroso; será la misericordia la
que castigará y no la rigurosa justicia; será castigo ligero y de poca
duración, acompañado de dulzuras y de méritos y seguido de recompensas en el
tiempo y en la eternidad. Mas si el castigo indispensable a los pecados que
hemos cometido queda reservado para el otro mundo, será la justicia inexorable
de Dios, que todo lo lleva a sangre y fuego, la que ejecutará la condena. Castigo
espantoso, indecible, inconcebible, sin compasión, sin piedad, sin mitigación,
sin méritos, sin límites, sin fin. No, no tendrá fin; ese pecado mortal que en
un instante cometisteis, será castigado por toda una eternidad, mientras Dios
sea Dios, con los demonios en los infiernos, sin que ese Dios de las venganzas
se apiade de vuestros espantosos tormentos, de vuestros sollozos y de vuestras
lágrimas, aunque fueran capaces de quebrar los peñascos. ¡Tantas las deudas
contraídas! ¡Cuántos pecados cometidos, para cuya expiación, aún después de una
contrición amarga y una confesión sincera, habremos de padecer siglos enteros
de purgatorio, por no haber hecho penitencia en este mundo! Es una necesidad,
es una cosa indispensable, no hay otro medio de entrar en el reino de los
cielos, si no es por multitud de tribulaciones y de cruces. Quien no gime en
este mundo cual peregrino y extranjero, no podrá alegrarse en el otro como
ciudadano del cielo.
LA CRUZ ES SIGNO DEL AMOR DE DIOS: Si de tiempo en tiempo no os envía el Señor alguna cruz, es porque ya
no se cuida de vosotros, es que ya se ha enojado con vosotros, es que ya no os
considera sino como extraños, ajenos a su casa y protección, o como hijos
bastardos que, no mereciendo tener parte en la herencia de su padre, tampoco
merecen sus cuidados y protección.
EL MUNDO NO COMPRENDE EL MISTERIO DE LA CRUZ: Amigos de la cruz, discípulos de un Dios
crucificado, el misterio de la cruz es un misterio ignorado por los gentiles,
repudiado por los judíos, menospreciado por los herejes y por los malos
católicos; pero es el gran misterio que debéis aprender. El que de vosotros mejor
sepa llevar su cruz, aun cuando sea un analfabeto, será el más sabio de todos. Oíd
al gran San Pablo, que al bajar del tercer cielo, no sabe ni quiere saber otra
cosa que a Jesucristo crucificado.
DISTINTOS MODOS DE CARGAR LA CRUZ:
Elígete una cruz de las tres del Calvario;
elige con cuidado, ya que es necesario
padecer como santo
o como penitente
o como réprobo
que sufre eternamente.
Eso significa que si no queréis sufrir con alegría,
como Jesucristo; o con paciencia,
como el buen ladrón, tendréis que
sufrir a pesar vuestro como el mal
ladrón; beberéis el cáliz amargo sin consolación alguna de la gracia, y
llevando todo el peso de la cruz sin la poderosa ayuda de Jesucristo. Más aún,
tendréis que llevar el peso fatal que añadirá el demonio a vuestra cruz, por la
impaciencia a la que os arrastrará; y así, tras haber sido unos desgraciados
sobre la tierra, como el mal ladrón, iréis a reuniros con él en las llamas del
infierno.
Después de N. Señor, el
alma que más ha sufrido en toda la historia, es la Sma. Virgen María; recurramos
a Ella mediante el Santo Rosario, que empieza en la Cruz y termina en la Cruz,
para que ella nos enseñe a llevarla, nos enseñe a sufrir por Amor a Cristo.