Es por petición del Padre de Cacqueray que estoy entre ustedes en esta
sesión y aprovecho para abordar una cuestión que nos concierne a todos y que,
creo, nos ha hecho sufrir un poco a todos. Una situación que no puede perdurar
y de la cual hay que hacer todo para salir. Pues es una situación que no es
buena, simplemente. Una situación donde vemos la sospecha, donde se han formado
campos también, acusaciones caricaturescas y mutuas. Es una constante. Yo no
voy a tratar de acusar aquí uno u otro. Yo así veo la situación. Y me parece
que para salir de ella, no es suficiente decir: “tal está equivocado, tal tiene
razón”. Creo que verdaderamente debemos tratar de salir de otra manera.
Por una parte, viendo de donde viene el problema, después, viendo lo que
sucede, cuáles son las consecuencias de esta situación.
Creo que hay varios elementos que han contribuido a este estado de
cosas. Una vez más, hay que salir de ella. Es mi gran preocupación desde hace
un buen tiempo, incluso si, desgraciadamente, hubo desatinos y las cosas has
estado un poco exacerbadas estos últimos meses.
Yo creo que, en el fondo, hay una cuestión, una cuestión difícil, porque
es difícil de resolver: es la percepción que tenemos de lo que yo llamo la
Iglesia actual, es decir, de lo que tenemos ante nosotros, lo que llamamos Roma,
lo que llamamos la Iglesia oficial, Roma, la jerarquía.
Iglesia católica e iglesia conciliar
Hasta aquí, siguiendo a Monseñor Lefebvre, la posición de la Fraternidad
ha sido el de describir un doble elemento. Frente a esta Roma que tenemos
delante de nosotros, que llamamos Iglesia católica para simplificar, Monseñor
Lefebvre, en su famosa Declaración de 1974 habla de la Roma Eterna y de una
Roma modernista.
Enseguida aparecieron otras expresiones, pero al final se distingue
siempre la misma cosa. Por un lado hablamos de Iglesia católica, la verdadera,
la Iglesia católica romana, la del Credo. Por otro, la iglesia conciliar. Por
una parte, la Iglesia católica de la cual formamos parte y a la cual queremos
pertenecer a cualquier precio. Y por otro, la Roma modernista de la cual nos
apartamos con horror: nosotros no tenemos nada que ver con ella y no queremos
tener nada que ver con ella.
Y
sin embargo Moseñor Fellay intentó someter la Fraternidad a Roma mediante la
declaración que redactó y entregó al Vaticano en octubre de 2012… Y sin embargo
se sigue reuniendo secretamente en el Vaticano con los que dirigen la comisión
Ecclesia Dei…
El problema viene de hacer el discernimiento entre las dos, en lo
concreto. ¿Por qué? Porque, en lo concreto, es como si estas dos tuvieran el
mismo objeto. Como si hubiera la verdadera Iglesia y una substitución de
iglesia. Y es esta substitución de Iglesia que aparece más fuertemente, al
punto que tenemos un problema para discernir dónde está la verdadera. ¿Dónde
está la verdadera Iglesia? ¿Dónde está la Iglesia? Una cuestión que uno se
plantea, con razón, cuando vemos lo que pasa.
Hay expresiones de Monseñor Lefebvre acerca de la Iglesia, llamémosla
conciliar, muy fuertes y que no datan de los años posteriores a las
Consagraciones, en 1989 o después.
En Yo acuso al Concilio (pág. 9): “Se han tomado por la
Iglesia viva y maestra de la verdad, con libertad de imponer dogmas nuevos a clero
y fieles: el progreso, la evolución, la mutación unidos a una obediencia ciega
e incondicional. Han dado la espalda a la verdadera Iglesia de siempre, dándole
nuevas instituciones, nuevo sacerdocio, nuevo culto, nueva enseñanza en
permanente búsqueda, y eso siempre en nombre del Concilio”.
En un texto de 1976 : « La Iglesia que afirma tales errores
es al mismo tiempo cismática y herética. Esta iglesia conciliar no es, por
tanto, católica. En la medida en que el papa, los obispos, los sacerdotes o los
fieles se adhieran a esta nueva iglesia, así se separan de la Iglesia católica.
La Iglesia actual no es solamente en eso la verdadera Iglesia que continúa
la Iglesia de ayer, la Iglesia de todos los tiempos…”
Esta cita es inexacta. El texto es: “La Iglesia actual no es la
verdadera Iglesia más que en la medida que continúa y se une con la Iglesia
de ayer y de siempre”. Este texto está en línea en La Porte Latine. Data
del 29 de julio de 1976. Si tomamos la cita exacta, vemos que la conclusión
(« Por lo tanto, es la misma realidad, tomada sea bajo el aspecto de que
ya no sea la Iglesia, sea bajo el aspecto de ser la Iglesia que continúa”) es ilegítima.
Observación
hecha por los Dominicos de Avrillé aquí.
Por lo tanto ustedes tienen la misma realidad que es calificada por
Monseñor Lefebvre de iglesia conciliar, diciendo que los que pertenecen a ella
no pertenecen a la Iglesia Católica y luego continúa con la siguiente frase: “La Iglesia actual no es solamente en eso la
verdadera Iglesia que continúa la Iglesia de ayer”. Por lo tanto, es la misma
realidad, tomada sea bajo el aspecto de que ya no sea la Iglesia, sea bajo el
aspecto de ser la Iglesia que continúa.
Les doy estos textos para mostrarles la dificultad en la cual nos
encontramos para discernir esta doble realidad. Creo que todo el mundo está de
acuerdo entre nosotros para aceptar que cuando se dice “iglesia conciliar” no
hablamos solamente de una idea sino de una realidad. El problema se sitúa al
momento de que se trata de calificar la naturaleza de esta realidad. Por lo
tanto, respecto a la existencia de esta realidad, está bien. Pero en cuanto a
la naturaleza de esta realidad, es más complicado.
Hemos aventurado ciertas imágenes. Les confieso que aquella que me gusta
más, es la imagen del cáncer o del virus. La ventaja de la imagen del virus es
que tenemos un elemento exterior que entra en el cuerpo, que utiliza las
funciones del organismo para producir otra cosa que lo que se debería encontrar
en el cuerpo. Esto es lo que sucedió. Llamémosles enemigos incluso si ellos
estaban dentro de la Iglesia, digamos asimismo que ciertos infiltrados, venidos
del exterior, lograron apoderarse de un cierto número de organismos de la
Iglesia para hacerlos producir, a través de lo que debería ser la vida normal
de la Iglesia, elementos que no pertenecen a la Iglesia. Un poco como un tumor
o esos virus que producen células que no son del cuerpo sino que son de fuera.
Cuando se tiene un tumor canceroso y este tumor está suficientemente
aislado, se toma el bisturí, se saca y queda arreglado. Cuando el cáncer está
generalizado, los médicos bajan los brazos, ellos ya no saben qué hacer.
Podríamos calificar la situación actual de cáncer generalizado. Una vez más, son
imágenes para tratar de aproximar una realidad. ¿Cómo describir esta realidad?
Sería como una especie de secuestro de la Iglesia, como una sustitución.
¿Y el papa? Se habla de un papa y de dos iglesias, Sí, porque en ciertos
comportamientos, la fe nos dice que él es la cabeza de lo que, de manera
general, reconocemos como la Iglesia católica. Por lo tanto lo tomamos
verdaderamente por el papa. Pero después, él dice cosas que no pertenecen a la
Iglesia católica sino precisamente a lo que se ella misma ha nombrado iglesia
conciliar. Una realidad peligrosa parece ir ganando. Sin embargo, también
constatamos, vemos que esta realidad de la Iglesia continúa, pero en un modo
disminuido, a producir frutos (si podemos decirlo así), es decir, a salvar las
almas. Es innegable que en la Iglesia hay almas que se salvan por los medios
normales de la Iglesia que no han sido suprimidos totalmente pero que son, en
parte, o incluso en gran parte, paralizados.
El apostolado, los sacerdotes ya no hacen gran cosa; las confesiones ya
no hay muchas, pero vemos, sin embargo, que todavía encontramos católicos.
Vemos que la Iglesia no ha desaparecido totalmente. La substitución por lo
tanto no es total. Yo pienso que de hecho hay que tomar la palabra Iglesia por
lo que es, es decir, una analogía. Cuando decimos iglesia conciliar, no
utilizamos la palabra Iglesia en exacta y estrictamente el mismo sentido que
cuando decimos Iglesia católica. Yo pienso que una parte de la explicación está
allí. La analogía, es secundum quid idem, in se diversa.
Evidentemente, una trata de sustituir a la otra, de hacerse pasar por la
otra. Esta cuestión no es fácil. Yo no quiero extenderme más sobre esta
cuestión sino detenerme más en la consecuencia. ¿Por qué? Porque creo que es
allí que se funda un poco el estado actual de esta incomodidad que sentimos
entre nosotros. La consecuencia es: ¿Cuál va a ser nuestra relación con esta
realidad que tenemos ante nosotros, con la Iglesia?
La Fraternidad frente a la Iglesia conciliar.
Es evidente que si vemos ante nosotros a la iglesia moderna, conciliar,
¿qué relación quieren tener? Monseñor, en uno de sus textos dijo: nullam
partem. ¿Qué quieren tener como relación con aquellos que son
verdaderamente modernistas? Las únicas relaciones que se pueden tener
eventualmente, es la de tratar de convertirlos, incluso si sabemos que ellos no
son los más fáciles de convertir. Es muy simple: Si el cura del pueblo los
invita a concelebrar, ¿qué relación se puede tener con él? Ustedes pueden tener
una relación de ir a tomar un té con él eventualmente, pero no de participar en
su ceremonia.
Por lo tanto, frente a la iglesia conciliar, las relaciones están
reducidas casi a nada, solo a la condenación. Pero a eso no lo podemos llamar
relación. La condenamos como peligrosa, cismática, herética. Si, por el
contrario, sostenemos que todavía está la verdadera Iglesia en alguna parte,
evidentemente allí hay una relación. El problema es: ¿Cuál es el terminus ad
quem de nuestra relación? ¿Es una o la otra? ¡Eso cambia todo! Y yo creo
que ese es el fondo del problema: Con la iglesia modernista no tenemos nada que
ver, mientras que con la Iglesia católica es normal mantener una relación.
Por
medio de este confuso discurso Monseñor va estructurando un sofisma: con la
iglesia conciliar no se debe tener relaciones pero sí con la Iglesia Católica
(premisa ciertamente verdadera). Ahora bien, la Iglesia Católica y la iglesia
conciliar tienen una misma cabeza: el Papa (premisa probablemente verdadera).
Luego, se puede hacer un acuerdo práctico con el Papa (conclusión falsa).
Continúa.