I
Nosotros prometemos ser siempre fieles a la Iglesia Católica
y al Pontífice romano, su Pastor supremo, Vicario de Cristo, sucesor de Pedro y
jefe del Cuerpo de los obispos.
II
Nosotros declaramos aceptar las enseñanzas del Magisterio de
la Iglesia en materia de fe y de moral, dándole a cada afirmación doctrinal el
grado de adhesión requerido, según la doctrina contenida en el n° 25 de la
Constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II (1)
III En particular :
1 Nosotros declaramos aceptar la doctrina sobre el Pontífice
romano y sobre el Colegio de los obispos, con su jefe, el Papa, enseñada por la
Constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, capítulo 3 (De
constitutione hierarchica Ecclesiæ et in specie de episcopatu), explicada e
interpretada por la Nota explicativa prævia de este mismo capítulo.
2 Nosotros reconocemos la autoridad del Magisterio solamente
al cual está confiada la tarea de interpretar auténticamente la Palabra de Dios
escrita o transmitida (2) en la fidelidad a la Tradición, recordando que “El
Espíritu Santo no ha sido prometido a los sucesores de Pedro para que ellos den
a conocer, bajo su revelación, una nueva doctrina, sino para que con su
asistencia ellos guarden santamente y expresen fielmente la revelación
transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la fe” (3)
3 La Tradición es la transmisión viva de la Revelación « usque
ad nos » (4) y la Iglesia en su doctrina, en su vida y en su culto, perpetúa y
transmite a todas las generaciones lo que ella es y todo lo que ella cree. La
Tradición progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo (5), no
como una novedad contraria (6) sino por una mejor comprensión del depositum
fidei (7).
4 La completa Tradición de la fe católica debe ser
el criterio y la guía para la comprensión de las enseñanzas del Concilio
Vaticano II, el cual a su vez, ilumina –es decir profundiza y explica
ulteriormente- ciertos aspectos de la vida y de la doctrina de la Iglesia,
implícitamente presentes en ella, y aún no formulados conceptualmente (8).
5
Las afirmaciones del Concilio Vaticano II y del Magisterio Pontifical posterior
relativos a la relación entre la Iglesia católica y las confesiones cristianas
no-católicas, así como el deber social de religión y al derecho a la libertad
religiosa, cuya formulación es difícilmente conciliable con las afirmaciones
doctrinales precedentes del Magisterio, deben ser comprendidos a la luz de la
Tradición entera e ininterrumpida, de manera coherente con las verdades
enseñadas precedentemente por el Magisterio de la Iglesia, sin aceptar ninguna
interpretación de estas afirmaciones que pueda llevar a exponer la doctrina
católica en oposición o en ruptura con la Tradición y con este Magisterio.
6 Es por eso que es legítimo promover por una legítima
discusión el estudio y la explicación teológica de las expresiones y de las
formulaciones del Concilio Vaticano II y del Magisterio que le siguió, en el
caso donde ellas no parezcan conciliables con el Magisterio anterior de la
Iglesia (9).
7 Nosotros declaramos reconocer la validez del sacrificio de
la Misa y de los Sacramentos celebrados con la intención de hacer lo que hace
la Iglesia según los ritos indicados en las ediciones típicas del Misal romano
y de los Rituales de los Sacramentos legítimamente promulgados por los papas
Paulo VI y Juan Pablo II.
8 Siguiendo los criterios enunciados aquí arriba (III,5),
así como el canon 21 del Código, nosotros prometemos respetar la disciplina
común de la Iglesia y las leyes eclesiásticas, especialmente aquellas que están
contenidas en el Código de derecho canónico promulgado por el papa Juan Pablo
II (1983) y en el código de derecho canónico de las Iglesias orientales
promulgado por el mismo Pontífice (1990), quedando a salvo la disciplina que se
le conceda a la Fraternidad Sacerdotal San Pio X por una ley particular.
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Notas:-
(1) Cf. también la nueva fórmula de la Profesión de fe y del Juramento de fidelidad para asumir un cargo ejercido a nombre de la Iglesia,1989 ; cf. CIC cann 749 ; 750, 1et 2 ; 752 ; CCEO cann. 597 ; 598, 1 et 2 ; 599.
(2) Cf. Pio XII, encíclica Humani Generis.
(3) Vaticano I, Constitución dogmatica, Pastor aeternus, Dz. 3070.
(4) Concilio de Trento, Dz. 1501 : « Toda la verdad saludable y toda regla moral (Mat. XVI, 15) están contenidas en los libros escritos y en las tradiciones no escritas que, recibidas por los Apóstoles de la boca del mismo Cristo o transmitidas como de mano en mano por los Apóstoles por inspiración del Espíritu Santo, llegaron hasta nosotros.»
(5) Cf. Concilio Vaticano II, Constitución dogmatica Dei Verbum, 8 et 9, Denz.4209-4210.
(6) Vaticano I, Constitución dogmatica Dei Filius, Dz. 3020 : «Tambien se debe siempre retener el sentido de los dogmas sagrados que la Santa Madre Iglesia ha determinado de una vez por todas, y jamás desviarse de ellos bajo el pretexto y en nombre de una inteligencia superior de estos dogmas. Creciendo y multiplicándose abundantemente, en cada uno como en todos, en todos los hombres pero también en toda la Iglesia, durante el curso de las edades y los siglos, la inteligencia, la ciencia y la sabiduría; pero solamente en el rango que les conviene, es decir, en la unidad del dogma, de sentido y de manera de ver (San Vicente de Lérins, Commonitorium 28) »
(7) Vaticano I, Constitución dogmatica Dei Filius, Dz. 3011 ; Juramento antimodernista, nº 4 ; Pio XII, Carta encíclica Humani Generis, Dz 3886 ; Concilio Vaticano II, Constitución dogmatica Dei Verbum, 10, Dz. 4213.
(8) Como por ejemplo la enseñanza de la sacramentalidad del episcopado en Lumen Gentium, nº 21.
(9) Se encuentra un paralelo en la historia con el Decreto de los Armenios del Concilio de Florencia, donde la entrega de los instrumentos estaba indicada como materia del sacramento del Orden. Sin embargo, los teólogos discutieron legítimamente, incluso después de este decreto, sobre la exactitud de tal afirmación, y finalmente el tema fue resuelto de otra manera por el Papa Pío XII.
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Esperamos con impaciencia las explicaciones de
la Casa general que aparecerán en el próximo “Cor Unum”, prometido por el Padre
Thouvenot en su carta circular del 7 de marzo de 2013.
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