El "Cor Unum" es el boletín interno de la FSSPX. El foro Résistance Catholique, de Francia, ha publicado el último "Cor Unum", en el cual Mons. Fellay reafirma su voluntad acuerdista y hace gala de una impresionante falta de realismo.
FUENTE (comentarios en rojo agregados por NP)
Cor Unum - junio de 2017
Palabras del Superior General
Estimados miembros de la Fraternidad Sacerdotal San
Pio X:
Se han presentado algunos problemas en nuestra
querida Fraternidad estos últimos meses. Algunos miembros creyeron que debían tomar
posición públicamente para expresar sus puntos de vista, utilizando para ello el
púlpito o sus boletines. En esto ellos actuaron despreciando las reglas
elementales de toda sociedad organizada, así como a nuestros estatutos y
reglas internas, que requieren que las relaciones con Roma estén reservadas al
Superior general. Esta es una disposición de nuestro venerado fundador. Todo
artículo sobre este tema debe entonces recibir el aval del Superior General,
después de haber sido presentado al juicio del Superior de Distrito. [Censura férrea y, en este caso, injusta]
En consecuencia, reprobamos estas
iniciativas intempestivas, las más graves de las cuales debieron ser sancionadas.
¿Es necesario recordar que el Capítulo general de 2006 previó entre los motivos
de expulsión de la Fraternidad la rebelión y la difusión pública de un
desacuerdo con la autoridad? Que esta advertencia sea tomada en serio. [Mons. Fellay omite que ese mismo capítulo declaró el pincipio que debía regir las conversiones con Roma: "no al acuerdo mientras Roma no regrese a la Tradición"]
Como siempre, estos cofrades se imaginan defender a
la Tradición. Pero de hecho, el medio que ellos utilizan la debilitan, al atacar
gravemente la unidad de nuestra Fraternidad, sembrando cizaña y provocando la
confusión entre los miembros y los fieles. [1° Mons. Fellay identifica indebida y pretenciosamente a la FSSPX con la Tradición. 2° Exactamente lo mismo le dijeron muchas veces a Mons. Lefebvre] Además, ellos pretenden dictar a la
autoridad cuál debe ser su conducta. Cualquiera sea la buena intención, o la
calidad de los argumentos, no puede utilizar un medio malo e ilícito sin
causar un daño al bien común. [Lo mismo le dijeron muchas veces a Mons. Lefebvre]
De nuevo aprovechamos esta ocasión para recordar la
naturaleza de nuestras relaciones con Roma, pues es de esto de lo que se trata.
1. La Iglesia vive una de las crisis más terribles
de su historia, tanto por la intensidad como por la amplitud de los errores
difundidos en todos los niveles de la jerarquía y del universo católico. Esta
crisis interna comenzó mucho antes del concilio Vaticano II [luego, el concilio no es tan malo como parece. Es más una consecuencia que una causa] se remonta al
menos al pontificado de León XIII y fue denunciada fuertemente por san Pío X bajo
el nombre de modernismo. Esta crisis experimentó un desarrollo repentino en el
último Concilio que introdujo cierto número de principios nuevos y de actitudes
“pastorales” en un objetivo de apertura al mundo. [¿Así que no era malo el objetivo del Vaticano II?] Éste pudo difundir su
espíritu a través de textos indulgentes que estaban imbuídos [de él]. Si hoy se
escuchan voces que deploran una falsa recepción de dicho Concilio, hablando de
un para-concilio, de un concilio de los medios, es necesario constatar que la
puerta abierta a estos errores, calificados de falsas interpretaciones, se
encuentran en los textos y el mismo ambiente del Concilio. Es difícil definir
exactamente “el espíritu del concilio”,
sin embargo es en su nombre que la Iglesia ha sido herida gravemente a planta pedís usque ad verticem capitis…
2. Frente a esta terrible realidad, Monseñor
Lefebvre reaccionó, recurriendo a los medios que debían ser utilizados para salir de
ella. Él pudo formar sacerdotes rechazando las nuevas orientaciones, fiel al
conjunto de verdades y a todo lo que fue transmitido por nuestra Madre la Santa
Iglesia;
3. ¡Esto fue lo que nos salvó! Es más, fue esta
firmeza lo que nos permitió desarrollarnos y manifestar al mundo y a la Iglesia
que el apego a la Tradición no es una nostalgia del pasado; sino, al contrario,
una prodigiosa manifestación de la acción de la gracia hoy en día;
4. Evidentemente, esta manera de obrar nos pone en
oposición con el espíritu general que reina en la Iglesia. Las sanciones
romanas así como la voluntad de las autoridades de imponernos las reformas
posconciliares, nos obligaron a vivir en una cierta autarquía. Este es el sentido de la operación supervivencia de la Tradición… [1° Mons. Fellay revela, en este párrafo, un defecto grave de comprensión de la razón de ser de la lucha de los tradicionalistas: aun sin sanciones y sin imposiciones de la Roma apóstata, los católicos tenemos el deber de desobedecer a la Jerarquía liberal y modernista a fin de conservar la fe, pues salus animarun suprema lex (la salvación de las almas es la ley suprema). 2° Monseñor Fellay emplea mal el término "autarcie" (autarquía), que significa autosuficiencia en lo económico. La palabra correcta aquí es "autonomía"]
5. Sin embargo Mons. Lefebvre nunca quiso separarse
de la Iglesia. [1° Cita de Mons. Lefebvre: "Es un deber estricto, para todo sacerdote que quiera permanecer católico, el separarse de esta iglesia conciliar, en tanto que ella no regrese a la Tradición del Magisterio de la Iglesia y de la fe católica” ("Itinerario Espiritual", 1990). 2° Mons. Fellay no tiene en cuenta la necesaria distinción entre Iglesia Católica e "iglesia conciliar"] Es con mucha precaución que, en el sermón de las consagraciones
y en otros escritos, manifestó nuestro apego a la Iglesia rechazando todo
espíritu cismático. Tanto en sus negociaciones antes de las consagraciones como
sus declaraciones después de éstas muestran que, para él, no hubo alternativa:
el papa sigue siendo el papa, los obispos, obispos, con sus prerrogativas,
incluso si profieren errores, si no herejías. Es por eso que él siempre exigió
que los nombráramos en el Canon de la misa. [Porque les es desfavorable, Mons. Fellay y demás acuerdistas siempre omiten la distinción entre Iglesia Católica e "iglesia conciliar"]
Allí tocamos el quid del problema que nos afecta a
todos, pues está en juego nuestro futuro e incluso nuestra existencia. ¿Cómo,
concretamente, sostener el principio de obediencia hacia la Iglesia cuando en
el mismo nombre de la obediencia debemos rechazar los errores que la demuelen?
Una línea de conducta fue definida, en particular en
los Capítulos de 2006 y 2012. [La verdad es que capítulo del 2012 contradijo y violó la disposición del capítulo del 2006] Ésta emana de un conjunto de principios y
aplicaciones prácticas. Los principios no cambian, sino las circunstancias en
las cuales deben ser aplicados se modifican y necesitan ajustes o precisiones,
lo que se hizo en 2012 o el año pasado en Anzère.
El principio fundamental que seguimos desde el
principio es el de la fidelidad a la Iglesia y a su enseñanza perenne. Pues la
Iglesia no puede cambiar ni la fe ni los mandamientos de Dios. Las
modificaciones accidentales, las nuevas disposiciones que aplica prudentemente
a través de los siglos, deben corresponder a este principio primero: “nihil
novi nisi quod traditum es”.
Es por eso que gritamos alto y fuerte que nosotros permanecemos católicos,
incluso si no seguimos las reformas de los cincuenta años pasados, y que
rechazamos seguir a las autoridades eclesiásticas en cuanto quieran
imponérnoslas. Por nada del mundo queremos alejarnos de esta línea de conducta.
Esto puede dar la impresión de una cierta
contradicción: nosotros afirmamos nuestra sumisión a la autoridad legítima y
rechazamos cuasi sistemáticamente seguirla. Sin embargo, con la ayuda del
tiempo y siendo la naturaleza humana lo que es , algunos entre nosotros adoptan
actitudes erróneas, sea por exageración, sea por simplismo, sea también por
pereza intelectual. Si queremos permanecer en la Verdad, debemos también
respetar la Realidad y verificar que nuestras afirmaciones del momento correspondan
realmente a los hechos tal cual se desarrollan ante nuestros ojos. [El realismo a lo Mons. Fellay consiste en suponer que si uno se coloca voluntariamente bajo la autoridad de liberales y modernistas, podrá seguir siendo antiliberal y antimodernista. Dicho de otro modo: que es posible seguir combatiendo si uno se somete a su enemigo]
Es imperativo que la justificación de nuestra línea
de conducta respete estrictamente todos los principios católicos. No podemos
emanciparnos de ellos. Por ejemplo, son estimaciones falsas y muy peligrosas
afirmar: “Nosotros no necesitamos la
delegación para los matrimonios”; “la jurisdicción de suplencia para las
confesiones nos basta…” “La aceptación de una delegación para los matrimonios
significa la aceptación de las novedades del Concilio”, etc. Temo que
algunos terminen por “dogmatizar” una
actuación prudencial. No es porque nos debatimos en una crisis interminable que
debemos rechazar a priori todo avance en favor de la Tradición, liberarnos de
todas las reglas, aunque sea establecida en el concilio de Trento, o hacer poco
caso del poder de las llaves dado al sucesor de Pedro. Nunca hemos rechazado
por principio reconocer los actos del papa cuando son legítimos. [Falacia del "hombre de paja"]
Mucho bien, mucho trabajo para traer a sacerdotes
o fieles a la Tradición se impide, así, por razonamientos cerebrales [!] y abstractos
que no corresponden a la realidad. Yo me pregunto cómo algunos consideran la “conversión de Roma”, el retorno de la
Iglesia a su Tradición, cuando evitan cuidadosamente toda acción, todo contacto
con la Iglesia oficial, [de nuevo las exageraciones del "hombre de paja"] sin hablar del movimiento Ecclesia Dei. [Mons. Fellay no comprende que ese movimiento fue creado contra el tradicionalismo y, en particular, contra la FSSPX] Ya San Francisco de Sales comprendió que no se
atrapan las moscas con vinagre…
Es un error de fondo que consiste en pensar que ya
no hay nada bueno que esperar de la Iglesia oficial, pura y simplemente
identificada con la Iglesia modernista o conciliar. [Nueva falacia del "hombre de paja". Lo que dice la Resistencia es que "el papa y los obispos actuales, muy frecuentemente, actúan como representantes de la iglesia conciliar" (cita del atículo Una Jerarquía para dos Iglesias, por los Dominicos de Avrille)] Mientras que recibimos todo
de la Iglesia aún hoy. Todos los medios de santificación, todo lo que aportamos
a los fieles, lo tenemos de esta Iglesia con su jerarquía, su papa, sus
obispos, una Iglesia bien real y concreta, la que tenemos bajo los ojos. Querer
absolutamente identificarla con la Iglesia conciliar conduce inevitablemente a
un rechazo estéril de toda iniciativa, incluso buena, bajo el falso pretexto
que esto corrompería nuestra obra. ¡Es como querer convertir a los pecadores
evitándolos! [Mos. Fellay incurre en el extremo opuesto, al aspirar a ponerse bajo el poder de los liberales y modernistas]
Es necesario mantener el principio según el cual
nosotros recibimos de la jerarquía católica, en particular del papa, pero
también de los obispos, los medios de santificación. El axioma Ecclesia supplet no vale más que en caso
de falla de las autoridades por diversas razones, siendo la principal el salus animarum, la transmisión de la fe
íntegra, la comunicación de la gracia por los sacramentos ciertamente válidos.
Incluso en el caso en que nos encontremos fuera del ejercicio normal de la
autoridad, es necesario sin embargo conservar cuidadosamente el principio de la
intención del legislador. No somos libres de hacer lo que queramos en el
régimen de la suplencia de jurisdicción por la Iglesia, y temo que le hemos
tomado gusto a esta falsa apariencia de libertad. [Medias verdades. ¿Conserva algún valor esta cita de Mons. Lefebvre, siempre suprimida por los acuerdistas?: "Es un deber estricto, para todo sacerdote que quiera permanecer católico, el separarse de esta iglesia conciliar, en tanto que ella no regrese a la Tradición del Magisterio de la Iglesia y de la fe católica”
Desconfiamos de la Iglesia oficial por las
gravísimas carencias, por las reformas desastrosas para las almas, y con razón.
Pero llegar a declarar que “todo es malo”
es forzosamente exagerado y falso. [¿Quién declaró eso? Más "hombres de paja". Cualquier seminarista del primer año de filosofía tiene claro que no puede existir, en concreto, algo en lo que "todo es malo"] Aún más cuando hoy existe, aunque
imperfecto, un movimiento de resistencia al desastre conciliar.
Ya hace algunos años que asistimos a una lenta
evolución en los medios conservadores. Existe hoy una real toma de conciencia
de la gravedad de los errores extendidos, un cuestionamiento de ciertas
reformas del Concilio. En liturgia como en teología, existe un deseo real de un
retorno a mucha más seriedad. El hecho que la línea dominante sigue fuertemente
progresista y hace todo lo posible por neutralizar los esfuerzos conservadores,
ya no autoriza las afirmaciones demasiado universales como: “todo está corrompido”, “todos ellos son
modernistas”, etc. [¿Quién lo dice? Más y más falacias del "hombre de paja"].
Pasa lo mismo con los movimientos Ecclesia Dei, comprendida la Fraternidad
San Pedro, donde encontramos un cierto número de Nicodemos, convencidos que el
análisis de Mons. Lefebvre sobre
el Vaticano II es el bueno. [Nicodemos porque saben lo que les espera si osan hablar abiertamente. ¿Y aun así Mons. Fellay quiere someter la FSSPX a Roma apóstata?]
Esto
no significa que todas las condiciones previas y necesarias de un
reconocimiento canónico estén ya reunidas. Sin embargo, los progresos en esta
dirección son innegables. He aquí por ejemplo lo que me escribió Mons. Pozzo en
el mes de marzo de 2017:
“Yo subrayé [ante
el papa Francisco] que la FSSPX desea
ardientemente conservar la identidad espiritual, teológica, disciplinaria y
pastoral querida por Mons. Lefebvre, es decir, la posibilidad de continuar la
experiencia y la vida de la Tradición católica anterior a las reformas que
siguieron al Concilio Vaticano II. El papa no emitió ninguna reserva a este
respecto. Asimismo, en lo que concierne a los dos puntos discutidos (la
posibilidad de consagrar obispos auxiliares entre los miembros del clero de la
Prelatura así como el reconocimiento del estado clerical a partir de la tonsura
y del compromiso al celibato desde el subdiaconado), Su Santidad declaró no tener ninguna objeción”.
En
conclusión, nosotros pensamos que es justo afirmar que asistimos
progresivamente a una mejora en las condiciones que Roma nos impone, que esto
se inscribe en un movimiento más general de reacción a una situación
objetivamente más grave en la Iglesia en su conjunto. Pero que tanto del lado
de Roma como de nuestro lado, esta situación todavía no es satisfactoria para
concluirse. Después de un corto período de optimismo exagerado por parte de
Mons. Pozzo, que empujaba adelantando incluso como probable la fecha de
reconocimiento el 13 de mayo de este año, escuchamos a su vez al papa Francisco
y al cardenal Müller anunciar que las cosas todavía tomarían tiempo. “Caminar, caminar, luego veremos”
manifestó la voluntad papal no apresurarse. Igualmente el cardenal Müller: “Es necesario tiempo, (…) es necesaria una conversión de corazón más
profunda”.
En
la fase actual, nosotros necesitamos saber si las autoridades romanas van a confirmar
la “relativización” del Concilio a pesar de la presión de los progresistas, y
ver si el papa está dispuesto a concretar en las leyes, sean particulares, sean
universales, lo que nos reportó Mons. Pozzo. [Increíble: el supuesto líder de los tradicionalistas aspira, para consumar el acuerdo, a que el concilio Vaticano II, que es la peor calamidad y la mayor trampa satánica en la historia de la Iglesia, ¡sea sólo "relativizado"!]
En
cuanto a nosotros, no vemos otra opción más que continuar tratando con mucha
prudencia [!] con las autoridades romanas que, por el momento, han mostrado
benevolencia. Tenemos mucho que ganar, tanto la Tradición como la Iglesia
entera. [¿Y nada que perder? ¿No es ya la FSSPX casi tan inofensiva ante la "iglesia conciliar" como la FSSP o el IBP] El tiempo trabaja para nosotros, y nosotros discernimos cada día de
manera evidente la mano de la divina Providencia. ["El tiempo trabaja para nosotros": impresiona la falta de realismo de Mons. Fellay, si se tiene en cuenta la acelerada decadencia y la grave crisis en que se encuentra la FSSPX desde el intento de acuerdo del 2012]
Miremos
la historia de la Fraternidad sub specie
aeternitatis. Y entonces la protección serena y todopoderosa del Dios de la
paz, de la cual ha gozado hasta ahora, debe serenar los espíritus turbados por
la situación catastrófica de la Iglesia. [Argumentos similares le daban a Mons. Lefebvre, a fin de frenar su santa reacción, y eso que la Iglesia tiene promesas de indefectibilidad e invencibilidad que la FSSPX no tiene]
Que
Nuestra Señora, su Corazón Inmaculado, se digne conceder a todos los miembros
de la Fraternidad la paz en los corazones bajo su bondadosa protección. [Y que, para que sea posible esa pacificación, a Mons. Fellay le conceda abrir los ojos, pues es la ceguera de su empecinamiento en lograr la "regularización" de la FSSPX por parte de los liberales y modernistas, lo que tiene sumida a la congregación en la peor crisis de su historia]
En
la fiesta de la Santísima Trinidad, 11 de junio de 2017.