Aunque las tratativas entre la Fraternidad
y el Vaticano parecen bloqueadas actualmente, es un hecho que los acuerdistas continúan
adelante en su intento por someter la Tradición a la Roma apóstata, como lo
prueba, entre otras cosas, el que la Fraternidad siga publicando artículos en pro del acuerdo, como el que es objeto de la presente entrada.
El autor es el P. Paul Robinson, profesor
en el seminario australiano de la FSSPX. Hace poco tiempo, este sacerdote
escribió otro artículo abiertamente
acuerdista. Ambos textos han sido aprobados y difundidos en todo el mundo por
la FSSPX.
En este artículo, el P. Robinson
plantea que un reconocimiento de la FSSPX “tal como es” favorece la conversión
de Roma a la Tradición, pero toda la argumentación del P. Robinson descansa
sobre esta premisa falsa: Roma puede
reconocer a la FSSPX “tal como es”.
Para evitar la extensión excesiva de esta
entrada, no vamos a comentar todos y cada uno de los errores expresados por el
P. Robinson.
LA FSSPX Y LA CONVERSIÓN DE ROMA A LA TRADICIÓN
En
este artículo, el P. Paul Robinson considera si el reconocimiento canónico de
la FSSPX “como es” favorecería o dificultaría la restauración de la Tradición.
INTRODUCCIÓN
En la conclusión del
Capítulo General de la FSSPX del 2006, los miembros del capítulo emitieron una
declaración, como es costumbre. Entre otras cosas, la declaración afirmó lo siguiente:
“Los contactos que la FSSPX mantiene de tiempo en
tiempo con las autoridades romanas tienen por único
objetivo ayudarlas a recuperar la Tradición de la que la Iglesia no
puede renegar sin perder su identidad, y no la búsqueda de una ventaja
para sí misma, o el llegar a un imposible “acuerdo” puramente práctico”
Esta declaración indica
claramente un doble propósito en las negociaciones de la FSSPX con Roma: la
restauración de la Tradición y el beneficio de la FSSPX. También indica que el propósito
remoto o final de la restauración de la Tradición precede al propósito próximo
de beneficiar a la FSSPX.
Sin embargo, desde el 2006
ha habido mucho debate acerca de los medios adecuados por los que la FSSPX debe
ayudar a la restauración de la Tradición en Roma. El foco principal de la
discusión ha estado en si la restauración debe tener lugar primero en el nivel
práctico o primero en el nivel doctrinal. Específicamente, ¿es mejor para la
FSSPX aceptar un reconocimiento canónico “tal cual es”, o es mejor rechazar tal
reconocimiento como un medio para presionar a Roma para que adopte la doctrina
tradicional? [Es falso el dilema: 1° porque es imposible un
reconocimiento canónico “tal cual es”. Más abajo se prueba este aserto. 2° porque el rechazo del
reconocimiento por parte de la Roma liberal y modernista no tiene como fin
primordial el presionar a Roma, sino preservar la propia fe. Sí, porque pase lo que pase con Roma, cada
uno debe procurar la salvación de su alma ante todo. Por eso Mons. Lefebvre
dijo, en su último libro, “Itinerario Espiritual”, de 1990, las
siguientes palabras (sistemáticamente omitidas y desechadas, sin embargo, por
los acuerdistas): “Los sacerdotes que quieren permanecer
católicos, tienen el estricto deber de separarse de la iglesia conciliar, hasta
que ella redescubra la Tradición de la Iglesia y la Fe católica”]
¿Un reconocimiento
canónico “tal cual es” favorece o dificulta la restauración de la Tradición que
busca la FSSPX?
Este artículo se propone
considerar dos posiciones diferentes sobre esta cuestión, una de las cuales es
contra el reconocimiento canónico “tal cual es” y otra que es a favor del
reconocimiento canónico “tal cual es”. El propósito del artículo, así como del
artículo de la "Unidad de Fe con el Papa
Francisco", no es resolver cuándo y en qué circunstancias es prudente que el
Superior General de la SSPX acepte un reconocimiento canónico "tal cual
es"; su propósito es defender la posición pública de la Casa General de
que ser aceptados "tal cual somos" es el criterio esencial para
aceptar un reconocimiento canónico. Para esto, este artículo entiende el
reconocimiento “tal cual es” en el mismo sentido de la Casa General, y
especialmente como una frase que incluye libertad para la FSSPX de profesar
abiertamente sus posturas doctrinales, mantener sus prácticas litúrgicas, y
conservar sus propiedades y lugares de culto. [Ménzingen,
entonces, entiende el reconocimiento “tal cual es” como aquél que permitiría a
la FSSPX estas tres cosas:
- libertad para la FSSPX de profesar abiertamente sus posturas doctrinales;
- mantener sus prácticas litúrgicas;
- conservar sus propiedades y lugares de culto.
- libertad para la FSSPX de profesar abiertamente sus posturas doctrinales;
- mantener sus prácticas litúrgicas;
- conservar sus propiedades y lugares de culto.
Pues a esto
respondemos, reiterando lo que antes hemos dicho en este blog (más reciente y sintéticamente
acá), que un tal
reconocimiento es absolutamente imposible, impracticable, inconcebible.
Es necesario
dejar claro que estamos ante un mero slogan
de los acuerdistas.
Veamos:
1° En cuanto
a propiedades y lugares de culto: ¿es posible que la FSSPX al ser
regularizada, conserve el derecho de dominio sobre sus bienes inmuebles? Se puede
conceder esto, aunque en este punto están implicadas ciertas cuestiones
canónicas no fáciles sobre las que no nos podemos extender aquí. Nos
limitaremos a indicar que, en la estructura oficial, los entes titulares de los
bienes eclesiásticos son las personas jurídicas como sujetos inmediatos, los
Ordinarios como mediatos, y el Romano Pontífice como titular supremo. La
titularidad del patrimonio, es, entonces, compleja, múltiple y concurrente (ver
acá).
2° En cuanto
a lo litúrgico: al ser reconocida, ¿podría la FSSPX mantener sus
prácticas litúrgicas? Sí podría, como pueden las congregaciones Ecclesia Dei.
3° Y,
finalmente, en cuanto a lo doctrinal, que es lo esencial, ¿podría
la FSSPX profesar abiertamente sus posturas doctrinales? No. Esto es imposible:
a) Porque la
Fraternidad pasaría a regirse por el código liberal de 1983, producto del Vaticano
II, con exclusión del código de 1917, obra de San Pío X en la mayor parte. Actualmente,
la Fraternidad utiliza como base el código de 1917 y rechaza todos los cánones
del nuevo código de 1983 que juzga nocivos o inútiles. Algunas citas: “¿Por qué, en mi opinión, nos es imposible
aceptar en bloque el derecho canónico tal como fue editado? Porque está
precisamente en la línea de las reformas de Vaticano II” (Mons. Lefebvre, conferencia en Ecône, 15-3-83). El código de 1983 “es muy grave porque va mucho más lejos [en
la promoción de los errores] que el
propio concilio” (Mons. Lefebvre, conferencia de 29-10-84 en Stuttgart,
Alemania). «La Fraternidad de San Pío X
manifiesta su profundo desacuerdo con la letra y el espíritu de este nuevo
Código, que engloba las opiniones conciliares sobre la Iglesia y el mundo»
(“Breviario sobre la FSSPX”, Seminario de la Santa Cruz, Australia, en el que
el P. Robinson es profesor, 1998). El mismo Mons. Fellay ha reconocido que el código
nuevo es “expresión de las novedades
conciliares”.
b) Porque la
Fraternidad quedaría sometida a autoridades que son liberales y modernistas, y
nadie en su sano juicio puede pretender que los sacerdotes de la FSSPX, estando
sometidos a un papa liberal y modernista, se van a atrever a combatir los
dichos y hechos liberales y modernistas de su superior, el papa. Ya en el año
2012, tres de los cuatro obispos de la FSSPX alertaban a Ménzingen
sobre una “disminución en la confesión de
la fe” a causa de las tratativas con Roma. Si esa disminución no ha hecho
sino agravarse desde entonces, como es evidente para todo el que tenga ojos
para ver; ¿qué queda para cuando la FSSPX esté sometida a la Jerarquía oficial?
Cita más extensa de la carta de Mons.
Tissier, Mons. de Galarreta y Mons. Williamson al Consejo General de 7-4-12: ..."un acuerdo incluso puramente
práctico haría necesaria y progresivamente callar, por parte de la Fraternidad,
toda crítica del concilio o de la nueva misa. Dejando de atacar estas victorias
que son las más importantes de la Revolución, la pobre Fraternidad cesaría
necesariamente de oponerse a la apostasía universal de nuestra lamentable época
y se enterraría a ella misma. En última instancia, ¿quién nos garantizará el
permanecer tal como somos protegiéndonos de la curia romana y de los obispos?
¿El Papa Benedicto XVI? Por más que se niegue, este deslizamiento es
inevitable. ¿No se ven ya en la Fraternidad los síntomas de esta disminución en
la confesión de la Fe? Hoy en día, desgraciadamente, es lo contrario que sería
“anormal”. Justo antes de las Consagraciones de 1988 cuando numerosas personas
valientes insistían ante Monseñor Lefebvre para que hiciera un acuerdo práctico
con Roma ya que abriría un gran campo de apostolado, él dijo su pensamiento a
los cuatro consagrandos: Un gran campo de apostolado puede ser, pero en la
ambigüedad y siguiendo dos direcciones opuestas a la vez, lo que habría
terminado pudriéndonos” ¿Cómo obedecer y continuar predicando toda la verdad?
¿Cómo hacer un acuerdo sin que la Fraternidad se pudriera en la
contradicción?"
c) Porque la
FSSPX se vería obligada a hacer concesiones inaceptables en la declaración doctrinal que tendría que
firmar al aceptar el reconocimiento canónico o como requisito para el otorgamiento
de éste, declaración cuya preparación ha sido reconocida muchas veces desde
Roma y desde Ménzingen, y que tiene, como precedente inmediato, la inaceptable declaración doctrinal
redactada y entregada al Vaticano por Mons. Fellay el año 2012.
En consecuencia: dado que es imposible que
Roma reconozca a la FSSPX “tal cual es”, la premisa esencial de la
argumentación del P. Robinson queda destruida, y con ella, las conclusiones de
su artículo.]
Antes de ahondar en los
detalles, deben hacerse dos notas preliminares. La primera es que la FSSPX ha estado procurando, desde que sus contactos con Roma fueron
establecidos de nuevo en el 2000, la restauración de la Tradición, tanto al
nivel práctico como doctrinal. Monseñor Fellay pidió las discusiones
doctrinales con Roma y también pidió que dos precondiciones prácticas fueran
concedidas antes de que comenzaras las discusiones. Las condiciones fueron la
libertad para la Misa tradicional y la rescisión del decreto de excomunión de
los obispos de la FSSPX. La Declaración citada arriba, mencionaba, cómo el
cumplimiento de esas condiciones “beneficiaría grandemente a la Iglesia al restablecer,
por lo menos en parte, sus derechos a su propia Tradición”.
Las precondiciones fueron
más o menos cumplidas y las discusiones doctrinales tuvieron lugar. El éxito al
nivel práctico, sin embargo, no se comparó con el éxito a nivel doctrinal. Los
jerarcas romanos implicados en las discusiones no estuvieron de acuerdo con la
posición expresada por la FSSPX: la posición de que el Vaticano II es, en tres
aspectos (libertad religiosa, ecumenismo y colegialidad), una ruptura con la
enseñanza constante de la Iglesia. A pesar
de esta falta de acuerdo, Roma quiso seguir adelante por el lado práctico,
presentando el plan para una prelatura personal para la FSSPX, un plan que fue
propuesto por primera vez en el 2011.
Desde entonces, se han tomado otros pasos prácticos
hacia la restauración de la Tradición. [Mejor dicho,
para la regularización de la Fraternidad, que no es lo mismo] Se les
concedió a los sacerdotes de la FSSPX la jurisdicción ordinaria para las
confesiones y un marco para obtener la autorización para celebrar matrimonios
con la debida forma canónica.
Sería bueno recordar, para aquellos que se niegan a
admitir que nada es diferente en las relaciones actuales FSSPX-Roma con las del
pasado, [¿quién dice eso? Lo que decimos en la
Resistencia, es lo contrario: que Roma no ha cambiado en nada que pueda decirse
esencial, pues sigue siendo liberal y modernista, pero que la FSSPX sí ha
cambiado respecto su posición ante Roma, como lo prueba este mismo artículo
acuerdista, entre otras muchísimas e innegables evidencias] que Roma no
concedió nada a la FSSPX durante el largo periodo desde 1975 al 2007. Desde
entonces, sin embargo, Roma se ha movido de la línea que mantenía y empezó a
moverse hacia la línea que mantenía la FSSPX, la línea del “reconocimiento
canónico tal como es”. [Doblemente falso: 1° unos
cuantos regalos griegos de Roma a la
FSSPX no significan que Roma se haya hecho menos liberal y menos modernista. Es
más bien la FSSPX la que se ha movido hacia Roma, es la Fraternidad la que se
ha desviado hacia el liberalismo. 2° la idea del “reconocimiento canónico tal
como es” fue abandonada por la FSSPX en el mismo instante en que Mons. Lefebvre
retiró su firma del protocolo de acuerdo de 1988. La idea quedo sepultada, como
lo prueba, entre otros muchos documentos, la declaración del capítulo del 2006,
pero fue exhumada y resucitada por Ménzingen desde más o menos el 2012] El
hecho de que las concesiones de Roma han sido casi exclusivamente en el nivel
práctico es lo que inició el debate en términos de doctrinal vs práctico. Que
ese debate, entonces, no oscurezca la realidad obvia de que esas concesiones
introdujeron una nueva situación. La pregunta ya no es “¿qué debemos hacer
cuando Roma se nos oponga?” sino “¿qué debemos hacer cuando Roma nos
favorezca?” Sólo en tal contexto nuestra primera pregunta puede ser planteada,
esta es, ¿la FSSPX debe avanzar con la restauración al nivel práctico o resistirse
por una restauración al nivel doctrinal? [Nótese el uso
tendencioso de los verbos “avanzar” y “resistirse”].
Esto lleva al segundo punto, que es que las etapas prácticas para la restauración de
la Tradición no pueden ser completamente separadas de las etapas doctrinales y
viceversa. Cada etapa práctica dirigiéndose a la regularización y difusión,
necesariamente será un paso que se dirige a la doctrina tradicional; cada paso
doctrinal tomado para la corrección de los errores del Vaticano II causará
necesariamente la difusión de la Tradición en la práctica. La única diferencia
es que algunos pasos serán directamente prácticos e indirectamente doctrinales,
mientras que otros serán directamente doctrinales e indirectamente prácticos.
Al final, es imposible aislar la creencia tradicional de la praxis tradicional;
éstas vienen en paquete completo. Así, cuando una parte del paquete es
favorecido, la otra parte también es favorecida necesariamente. [La realidad, lo que vemos con nuestros propios ojos es exactamente
lo contrario: mientras más concesiones hace Roma a la FSSPX en lo práctico, más
débil se muestra ésta en lo doctrinal. Y Roma es cada vez más liberal y
modernista. Es evidente que estas palabras ya no significan nada para los
acuerdistas: "Han renunciado (los
ralliés) a su posibilidad de oponerse a
Roma. Ellos deben permanecer silenciosos debido a los favores que se les han
otorgado. Entonces, ellos comienzan a deslizarse siempre tan lentamente hasta
que terminan admitiendo los errores del Vaticano II. Es una situación muy
peligrosa. Tales concesiones de Roma tienen como único objetivo conseguir que
los Tradicionalistas (...) se sometan
a Roma" (Mons. Lefebvre, Fideliter N°79, enero 1991, poco antes de su
muerte en marzo de 1991)]
Considere, por ejemplo, la posibilidad de que la
FSSPX reciba una prelatura personal que la mantendrá “tal como es”. [Ya probamos que esto es imposible] El día del
reconocimiento canónico, existirá, dentro de las estructuras canónicas de la
Iglesia, una organización mundial de sacerdotes y religiosos tradicionales cuya
posición oficial es que el Vaticano II contiene errores contra dogmas definidos
de la fe. Por el hecho de que Roma apruebe tal organización y le permita
continuar su muy conocida oposición a aspectos del Concilio [cosa imposible], el Concilio sufriría un terrible
golpe. [El golpe, y mortal, lo recibirá, más bien, la
FSSPX]
Esta es la razón por la que el notable
escritor católico George Weigel considera un posible reconocimiento de la SSPX
'tal cual es' con horror. Para él consagraría, para los católicos de todo el
mundo, un "derecho a disentir": restituir al clero de la SSPX a la
plena comunión con Roma, al tiempo que les permite cruzar los dedos detrás de
sus espaldas sobre la libertad religiosa (y el ecumenismo), cuando hacen la
profesión de fe y prestan el juramento de fidelidad, consagrarían, por una
extraña ruta ultratradicionalista, un “derecho a disentir” dentro de la
Iglesia. 1
Aunque no estamos de acuerdo con él en que esto
consagraría un derecho a disentir de toda la enseñanza Católica, sí estamos de
acuerdo en que consagraría un derecho a disentir del Vaticano II. Como tal, es
imposible que un reconocimiento “tal cual es” de la FSSPX no sea un paso más
cercano a la condenación de los errores del Vaticano II, aunque, en sí mismo,
no es un paso doctrinal hacia la restauración de la Tradición, sino un paso
práctico. Si la FSSPX fuera reconocida “tal cual es”, su posición, o su
profesión de fe, también tendría que ser reconocida como católica. [Sueños…]
Con estos dos puntos establecidos, ahora podemos
regresar a la cuestión principal: ¿Debería la SSPX avanzar con el paso
directamente práctico e indirectamente doctrinal para la restauración de la
Tradición, que es el reconocimiento canónico? ¿O debería la SSPX enfocarse, en
lo inmediato, en conseguir un paso directamente doctrinal e indirectamente
práctico hacia su restauración?
LA POSICIÓN DE ESPERAR LA CONVERSIÓN DE ROMA
Algunos han sostenido que un reconocimiento
canónico, si bien tiene ventajas en algunos aspectos, sería en última instancia
desventajosa para la restauración de la Tradición.
El argumento sostiene que la FSSPX debe esperar a
que Roma haga una declaración doctrinal condenando los errores del Vaticano II
y me referiré a éste como el argumento de la “declaración doctrinal”. Se podría
resumir como sigue:
-“el fin perseguido [por la FSSPX] es que todos los
derechos de la Tradición sean restaurados en Roma”. 2
-la restauración de esos derechos consiste en que
“la Santa Sede haga una seria corrección de los errores doctrinales que son la
fuente de la crisis sin precedentes que aún se libra en la Iglesia”.
-Por lo tanto, “esta corrección es el objetivo
buscado, fin en sí mismo y causa final, principio de toda actuación
subsiguiente en el marco de las relaciones con Roma”.
-Pero un reconocimiento canónico pondría en peligro
la causa final de dos formas 3:
1. Haría de la posición doctrinal de la FSSPX ser sólo
una entre muchas opiniones dentro de la Iglesia Conciliar y esto relativizaría
esta posición doctrinal.
2. Introduciría el peligro de que la FSSPX debilite
su postura doctrinal.
-Así, considerando todas las cosas, el
reconocimiento canónico de la FSSPX más dificulta que ayuda a la restauración
de la Tradición, y por lo tanto no debe ser aceptado hasta que Roma firme su
declaración doctrinal condenando los errores del Vaticano II.
Lo más importante a destacar sobre esta posición es
que propone un discernimiento completamente diferente para el reconocimiento
canónico de la FSSPX que el criterio “tal como es” de Mons. Lefebvre [Monseñor Lefebvre, como dijimos arriba y como se ha explicado
muchas veces en este blog, abandonó esa idea al retirar su firma del protocolo
de acuerdo de mayo de 1988, y nunca más retomó esa idea. Los acuerdistas
incurren en una grave deshonestidad intelectual al seleccionar las citas “convenientes” de Mons. Lefebvre, omitiendo
todas las posteriores a mayo de 1988 que les resultan “inconvenientes”].
Hay tres razones por las cuales esta posición rechaza la condición “tal como
es” como aceptable:
1. No considera que el reconocimiento canónico
favorezca la restauración de la doctrina tradicional, sino más bien la
obstaculiza.
2. No cree que la SSPX esté suficientemente
salvaguardada en la fe por un reconocimiento 'tal cual es'.
3. No cree que la FSSPX tendría ninguna obligación
moral para aceptar un reconocimiento “tal como es”.
Veamos más profundamente estas tres razones
1.
El reconocimiento canónico “tal cual es” obstaculizando la doctrina tradicional
Se ha argumentado arriba que el reconocimiento
canónico de la FSSPX daría un serio golpe al estatus doctrinal del Vaticano II.
El argumento de la declaración doctrinal, sin embargo, sostiene que una FSSPX
canónicamente regularizada sería vista solamente como sosteniendo una opinión
acerca del Vaticano II entre muchas otras. Desde este punto de vista, es mejor para la FSSPX aparecer como que
está fuera de la Iglesia, pues de este modo es capaz de sostener más claramente
y atraer más atención a su punto de vista. Además de no reconocer que la
postura de la SSPX ya es vista solamente como otra opinión -viéndose a menudo
como una opinión falsa-, esta posición parece ignorar la progresión normal de
la restauración de la Iglesia en tiempos de crisis. Normalmente hay tres
etapas: persecución, luego tolerancia, luego privilegio. Por ejemplo, el
Catolicismo fue perseguido por el Imperio Romano, luego pasó a ser tolerado
bajo Constantino, luego pasó a ser la religión privilegiada del Estado bajo los
posteriores emperadores cristianos. [El P. Robinson no
ve que lo que vivimos desde el Vaticano II no es un “proceso de restauración progresiva
de la Iglesia”, sino exactamente lo contrario: un “proceso de destrucción
progresiva de la Iglesia”, la apostasía general anunciada en la segunda carta a
los Tesalonicenses. El P. Robinson no ve que sus
tres etapas se aplican hoy, más bien, al modernismo: perseguido desde San Pío X a Pío XII; tolerado, se puede decir, desde el inicio del papado de Juan XXIII
hasta el Vaticano II, privilegiado a
partir del Vaticano II] Para los católicos que estaban siendo condenados
a muerte y que no podían reunirse públicamente para practicar su religión, era
deseable un estado de tolerancia religiosa. No era un bien absoluto, sino un
bien relativo, y un trampolín para una mejor situación, en la que la fe
católica sería la religión privilegiada del Estado, como es su derecho.
A los católicos se les permite pedir protección,
bajo la ley, de un gobierno pluralista, al estilo de la libertad religiosa. [A un gobierno civil, ¡pero no al gobierno de la Iglesia
cuando él es liberal! ¡A ese gobierno eclesiástico traidor a Cristo y enemigo de la verdad hay que combatirlo,
no pedirle protección! ¿Y pedir a la Jerarquía oficial protección contra qué,
si es esa misma Jerarquía liberal y modernista el agresor, el enemigo que está
destruyendo la fe?] Ellos no tienen que insistir en la persecución hasta
que el Estado se convierta a la Fe Católica y establezca el Catolicismo como la
religión de estado.
Otro ejemplo es la crisis arriana, y este ejemplo es
más apto que el primero, porque concierne a una situación donde mucha de la
persecución venía desde dentro de la Iglesia [pero no
desde la cabeza, no desde el papa]. Por un cierto período, los obispos
católicos que profesaban la Fe Católica en lugar de la fe arriana, fueron
exiliados por el emperador y los obispos arrianos. Entonces llegó al poder
Juliano el Apóstata quien trajo a todos los obispos católicos de regreso del
exilio en un intento de introducir más caos en la Iglesia. Esta estrategia
falló, porque creó un ambiente de tolerancia para la doctrina de la Divinidad
de Nuestro Señor, la cual fue más tarde restaurada a su posición legítima
privilegiada de ser reconocida por el mundo católico como enseñanza católica. [La falta de realismo del PR es tragicómica]
La posición de la declaración doctrinal quiere una transición
directa de la Tradición, de perseguida a privilegiada. Quiere que Roma se mueva
de perseguir la Tradición a privilegiarla, sin pasar por la etapa intermedia de
tolerarla. Lo que es más, ve la etapa de tolerancia como injuriosa para la
Tradición en lugar de verla como útil para ella. [¡La
Verdad debe celebrar ser “tolerada” en la Iglesia católica!] En resumen,
lo mejor aquí es enemigo de lo bueno. Porque como el mejor resultado (el
privilegio) brilla tan intensamente, la bondad del resultado menor (tolerancia)
ya no puede ser reconocido. [Es realmente increíble que
un sacerdote de la FSSPX sea capaz de escribir tantos disparates, y más
increíble todavía, que este texto repleto de sofismas y dislates sea difundido
en todo el mundo por la FSSPX]
También podría mencionarse, de pasada, que, si bien
la marginación de la FSSPX por los últimos 40 años la ha protegido hasta cierto
punto, parece bastante difícil argumentar que ha sido beneficiosa para difundir
la posición de la FSSPX. Por
el contrario, la SSPX ha sido en gran medida guettizada por sus enemigos para
que su posición no se propague, y esa estrategia ha sido bastante exitosa. [Comparen los lectores estas ideas de los acuerdistas de la
Neo-FSSPX con estas otras, de la antigua FSSPX: “nosotros jamás quisimos pertenecer a ese sistema que se califica a sí mismo de Iglesia Conciliar y se define por el Novus Ordo Missae, el ecumenismo indiferentista, y la laicización de toda la sociedad. Sí, nosotros no formamos parte, nullam partem habemus, del panteón de las religiones de Asís; nuestra propia excomunión por un decreto de Vuestra Eminencia o de otro discasterio no sería más que la prueba irrefutable. No pedimos nada mejor que el ser declarados ex communione, fuera de la comunión, del espíritu adúltero que sopla en la Iglesia desde hace veinticinco años, excluidos de la comunión impía con los infieles.” (Carta de los superiores mayores de la FSSPX, 6-7-88).
2.
El reconocimiento canónico “tal como es” pone en peligro la fe de la FSSPX
Una segunda postura de la posición de la declaración
doctrinal es que la FSSPX, cuando sea incorporada a la Iglesia Conciliar que
favorece la herejía, encontraría difícil aferrarse a su oposición a los errores
del Vaticano II. Un aspecto preocupante de la manera en que se toma esta
postura, es que se apoya en una cita del Arzobispo 4, donde dice:
Lo que nos preocupa más que todo es mantener la Fe Católica. Ese es
nuestro combate. La cuestión puramente canónica, tener un estatus público en la
Iglesia, es secundario. Lo que es
importante es permanecer en la Iglesia… en la Iglesia, es decir, en la Fe
Católica perenne, con el verdadero sacerdocio, la verdadera Misa, los
verdaderos sacramentos, el catecismo de siempre, la Biblia de siempre. 5
La razón de por qué esta cita es preocupante, es que
el Arzobispo estaba claramente en favor de un reconocimiento “tal cual es” [porque la cita es de antes de mayo de 1988].
Considere, por ejemplo, las palabras en su sermón del 40 aniversario de su
consagración episcopal en octubre de 1987 [antes de
mayo de 1988]:
Si Roma verdaderamente quiere darnos verdadera autonomía, la que nosotros
tenemos ahora, pero con sumisión, nosotros la querríamos, siempre hemos deseado
estar sujetos al Santo Padre. 6
Por justicia al Arzobispo, la primera cita debe conciliarse
con la segunda. [Por justicia al Arzobispo, las citas
posteriores a mayo de 1988 no debe omitirse sistemáticamente, como esta, que
expresa su último y definitivo pensamiento acerca de las relaciones entre la
FSSPX y Roma: “Los sacerdotes que quieren
permanecer católicos, tienen el estricto deber de separarse de la iglesia
conciliar, hasta que ella redescubra la Tradición de la Iglesia y la Fe
católica” (“Itinerario Espiritual”,
1990)] Si él está diciendo, en la primera cita, que la fe
es más importante que un reconocimiento canónico, ciertamente él se refiere a
una situación donde la FSSPX tendría que aceptar la Nueva Misa o la libertad
religiosa o algo así para recibir el reconocimiento canónico. Él no dice que,
si se le concediera a la FSSPX un reconocimiento “tal como es”, entonces
estaría en peligro de perder la doctrina tradicional, y así sería preferible
permanecer en un estado de segura marginalización en lugar de aceptar un
reconocimiento canónico en el cual la FSSPX podría conservar todas sus
posiciones doctrinales.
En la primera cita, el Arzobispo dice que la FSSPX
debe mantener la Fe Católica sobre un reconocimiento canónico, si ésta debe
escoger entre los dos. En la segunda cita, dice que SI ésta puede mantener la
fe, el verdadero sacerdocio, la verdadera Misa, los verdaderos sacramentos, el
verdadero catecismo, etc., ASÍ COMO TAMBIÉN tener el estatus canónico, entonces
debe tomar ambos.
Otro problema con la postura de la declaración
doctrinal es que no parece reconocer los peligros para la fe que corre la FSSPX
por estar décadas sin reconocimiento canónico. Si pudiéramos dividir a los
sacerdotes que han dejado la FSSPX en dos campos, por un lado aquellos yendo a
la Resistencia y al sedevacantismo y por otro lado, aquellos que se van hacia
el Novus Ordo, los primeros sobrepasarían vastamente en número a los segundos.
El número desproporcionado de exsacerdotes de la FSSPX que han perdido la fe en
la visibilidad y autoridad de la Iglesia [¡Vaya! Nos
enteramos de que los sacerdotes de la Resistencia han pedido la fe en la visibilidad
y autoridad de la Iglesia] debería ser un claro indicativo de que la
situación anormal de la FSSPX, en sí misma, plantea un peligro de perder la fe
en la Iglesia. [Es exactamente al revés: la Iglesia
está en una situación anormal a los ojos de Dios, no la FSSPX] La
supuesta seguridad para la fe en irregularidad canónica, entonces, parecería
ser, por el contrario, bastante insegura.
Para un caso particular sobre esto, vayamos al
tercer punto.
3.
El reconocimiento canónico “tal cual es” es moralmente indiferente
La postura de la declaración doctrinal ve el
reconocimiento canónico “tal cual es” como moralmente indiferente. 7 [Es lo que afirma el P. Gleize, profesor de Ecône, porque él
quizá juzga el reconocimiento canónico en abstracto, es decir, como si Roma
pudiera expresar algo como esto: “a
partir de ahora, la FSSPX queda reconocida como una congregación católica en plena comunión con el resto de la Iglesia. No obstante, la FSSPX conservará íntegramente sus estatutos, no estará obligada a acatar el código de
derecho canónico de 1983, y seguirá siendo autónoma en su gobierno”. Pero
la verdad es que es imposible que Roma haga algo semejante. Es imposible que “reconozca”
a la FSSPX sin que, a la vez y en el mismo acto, la “regularice”. Por eso todo
el mundo usa como sinónimos estas dos expresiones: “reconocimiento” y “regularización”.
No puede haber, entonces, “reconocimiento” de la FSSPX sin una “regularización”
de la FSSPX. Que la FSSPX sea “regularizada” implica, necesariamente, que adopte
una forma asociativa según el CIC de 1983 (seguramente una prelatura personal),
quede sometida exclusivamente al CIC 1983, y pase a depender, en lo gubernativo,
de la Jerarquía Oficial. Nosotros no decimos, como el P. Gleize, que la aceptación, por parte de la Fraternidad, del reconocimiento sea algo “moralmente indiferente”, sino que sostenemos:
1° que el reconocimiento canónico de la
FSSPX “tal cual ella es” es algo imposible (y hemos justificado suficientemente
este juicio); 2° que la aceptación del reconocimiento canónico tal como sí se puede dar en la
realidad, es algo gravemente ilícito desde el punto de vista moral] Lo
que esto significa es que la FSSPX no tiene particulares deberes morales en
relación a la aceptación o rechazo del reconocimiento canónico, tomado en sí
mismo. Así, la Fraternidad es libre de rechazarlo por motivos accidentales,
motivos que no conciernen al reconocimiento canónico, sino a las circunstancias
que lo rodean. Es igualmente libre de poner cualquier precio por su
reconocimiento canónico, como el precio de condenación de los errores del
Vaticano II.
Una imagen -que ciertamente cojea en muchos
aspectos- puede hacerse para ilustración. Digamos que un niño tiene un padre
bebedor y este padre habitualmente ordena al niño que haga cosas malas.
Entonces, un buen día, el padre le ordena al niño que haga algo que pone algo
de orden en la casa. Sería incorrecto, en esta ocasión, que el niño diga,
“debido a tu embriaguez habitual, la orden que me diste es moralmente
indiferente. Mientras usted no corrija su mal hábito, es más ventajoso para mí
no aceptar sus actos de autoridad -incluso los buenos que rectifican las cosas
en esta casa- porque yo soy más capaz de dar testimonio de la bondad de la
sobriedad y presionarlo para que se vuelva sobrio si yo estoy en un estado de
no aceptación”.
Por el contrario, el padre todavía tiene el derecho
de ordenar obediencia en todo lo que es bueno. El reconocimiento canónico de la
FSSPX no es algo indiferente, sino que es algo bueno, puesto que rectifica una
injusta anormalidad en la Iglesia. [Otra premisa falsa,
según lo antes dicho] Mons. Fellay declaró lo mismo en el Cor Unum de
abril de 2014, “En sí mismo, el reconocimiento canónico es un gran bien” [Un reconocimiento canónico en abstracto, imaginario,
ilusorio, imposible: un reconocimiento “a cambio de nada”]. El hecho de
que es un bien moral pone a la FSSPX bajo la obligación moral de aceptarlo
cuando no plantea peligro para la fe. El deber de mantener la fe es un deber
superior, pero el deber de tener relaciones apropiadas con el sucesor de Pedro
no es opcional. [¿Y entonces qué hace usted, P. Robinson,
en la FSSPX? ¿Por qué no se pasa de inmediato al clero oficial para que usted
pueda cumplir con la obligación de “tener relaciones apropiadas con el sucesor
de Pedro”?]
Esto está implícito en las siguientes palabras del
Arzobispo:
El principio fundamental del pensamiento y de la acción de la Fraternidad
en la dolorosa crisis que atraviesa la Iglesia es el principio enseñado por
Santo Tomás de Aquino en la Summa Theologica: no oponerse a la autoridad de la
Iglesia, salvo el caso de peligro para la Fe. 8 [Lea bien lo que usted mismo escribe, P.
Robinson: salvo el caso de peligro para
la Fe]
En resumen, la posición de declaración doctrinal
yerra cuando cambia el criterio de reconocimiento canónico desde “la FSSPX
siendo capaz de mantener la fe tradicional” por “Roma profesando la fe
tradicional”. Las razones que aduce para mostrar que el reconocimiento canónico
“tal como es” dificultaría la restauración de la Tradición caen a tierra cuando
son sujetas a escrutinio y, por ese hecho, el argumento pierde su fuerza.
LA POSICIÓN DEL ARZOBISPO
Nos queda considerar el
hecho de la postura del Arzobispo a favor del reconocimiento canónico “tal como
es”. Lo que debe evitarse en esta consideración es aislar unas pocas citas del
Arzobispo y luego armar un caso teniendo como base estas citas. Es mucho mejor
descubrir los principios que motivaron al Arzobispo y cómo los siguió estos
principios durante toda su vida. [Como el P. Robinson
no pudo escabullir, en esta parte de su texto, el problema de la selección de
citas, da un giro hacia “los principios de Mons. Lefebvre”, que más bien son “los
principios de Mons. Lefebvre reinterpretados por los acuerdistas”]
Específicamente, debemos
mirar la visión del Arzobispo sobre el papel de la FSSPX y cómo esa visión
conformó las negociaciones que tuvo con Roma respecto al estatus de la FSSPX
dentro de la Iglesia.
Restauración de la Iglesia por medio de los
sacerdotes
Es importante entender que
la visión del Arzobispo para la FSSPX data desde antes del estallido de la
crisis en la Iglesia. Ya en los años 1950, él soñaba con trabajar por la
restauración de la Iglesia. Los grandes medios para esta restauración e incluso
el único medio, en su mente, era el sacerdocio. El sacerdocio, conferido por el
Sacramento de la Orden Sagrada, es la máxima fuente de orden en la Iglesia, y
está esencialmente atado al acto supremo de reordenación del mundo caído, el
Santo Sacrificio de la Misa. Fue esta visión que estuvo detrás del famoso sueño
del Arzobispo en la catedral de Dakar en los años 1950:
El sueño fue transmitir, antes de la
progresiva degradación del ideal sacerdotal, en toda su pureza doctrinal y en
toda su caridad misionera, el Sacerdocio Católico de Nuestro Señor Jesucristo…
¿Cómo debo llevar a cabo lo que me pareció entonces como la única solución para
revivir la Iglesia y el cristianismo? Fue solo un sueño, pero allí ya me
apareció la necesidad, no solo de conferir el auténtico sacerdocio, enseñar no
solamente la sana doctrina aprobada por la Iglesia, sino también transmitir el
profundo e inmutable espíritu del sacerdocio católico esencialmente ligado a la
gran oración de Nuestro Señor, la cual expresa eternamente Su Sacrificio en la
Cruz. 9
Fue por esta visión que,
cuando el Arzobispo fundó la FSSPX, puso como su fin primero “el sacerdocio y todo lo que le concierne y nada más
que lo que le concierne”. 10 “Somos una fraternidad sacerdotal, el carácter
esencial de nuestra Fraternidad es su naturaleza sacerdotal. Ese es su fin”. 11
Era importante, en la mente del Arzobispo, que la
FSSPX no fuera fundada en una base negativa, sino en una positiva. La FSSPX no
fue fundada para impugnar a Roma y al Concilio. Para el Arzobispo, esto hubiera
sido más bien anormal. Fue fundada más bien para llevar a cabo una obra
positiva, la formación de buenos sacerdotes:
[La FSSPX] no
nació de una idea de impugnación, una idea de oposición. ¡Para nada! Nació de
la manera en que creo que pueden nacer las obras de la Iglesia, es decir, de
una necesidad que ha surgido: la necesidad de asegurar la buena formación de
los sacerdotes. 12
El Arzobispo no fundó la FSSPX para resolver la
crisis en la Iglesia. Él quería que la FSSPX contribuyera en la restauración de
la Iglesia, por supuesto, pero con el carácter de Sociedad Sacerdotal. La
Iglesia no le confió a la FSSPX la obra de arreglar la Iglesia cuando aprobó
sus estatutos; la FSSPX no tiene los medios de arreglar la Iglesia pues esto depende
de Roma; y su fundador no la estableció con el objetivo inmediato de arreglar
la Iglesia. Como tal, contribuir a la restauración de la Iglesia es solo el fin
remoto, mientras que la formación de buenos sacerdotes es su fin próximo. [Pero los sacerdotes que no son antiliberales y
antimodernistas, no pueden ser calificados como “buenos sacerdotes”. Luego, la
separación que hace el P. Robinson es del todo artificial y amañada]
Esta distinción es importante. Si el propósito
inmediato de la FSSPX fuera la restauración de la Iglesia, entonces debería
elegir cualquier medio y todos los medios para el cumplimiento de ese fin, sin
enfocarse en la formación de buenos sacerdotes. Pero desde que su propósito
inmediato es la formación de buenos sacerdotes, entonces los medios para
contribuir a la restauración de la Iglesia son definitivos y no pueden cambiar si
la FSSPX debe ser fiel a su identidad.
Cómo
una Sociedad Sacerdotal restaura la Iglesia
Podemos preguntar, cómo, concretamente, una sociedad
sacerdotal trabaja para la restauración de la Iglesia. Hemos considerado hasta
ahora la visión del Arzobispo en general: formar sacerdotes con pureza
doctrinal y caridad misionera. ¿Pero cómo estos sacerdotes derrotan una crisis
en la Iglesia que es la más grande que el mundo haya conocido?
Las claras declaraciones del Arzobispo sobre esta
cuestión se encuentran en la primera conferencia que dio en un retiro en Pascua
justo antes de las consagraciones. Podríamos preguntarnos si esta conferencia
de abril de 1988 [como de costumbre, el autor elige
citas anteriores a mayo de 1988] podría ser considerada la segunda mitad
del sueño en Dakar. Debido a su importancia, una larga cita de ella sigue a
este artículo.
En la segunda parte del sueño, el fundador de la
FSSPX contempla cómo su sociedad sacerdotal sería colocada en posición de
impulsar eficazmente la restauración de la Tradición. Todo comenzaría con un
reconocimiento canónico “tal como es”. Entonces, por ese reconocimiento, se le
concedería a la FSSPX un puesto en Roma. Después de que esto pase, en algún
punto, [contar con] una iglesia de la FSSPX en Roma, elegida entre muchas
iglesias romanas que no están en uso. Luego, un seminario romano de la FSSPX,
el cual atraería muchas vocaciones de todo el mundo. Y ya que la mayoría de los
obispos del mundo son tomados de los sacerdotes formados en los seminarios
romanos, muchos de los ordenados del seminario romano de la FSSPX se
convertirían en obispos y ocuparían diócesis alrededor del mundo.
¿Y la restauración de la Tradición? En algún
momento, por la difusión de la influencia de la Tradición por medio de la
presencia romana de la FSSPX, el seminario romano de la FSSPX, los sacerdotes y
obispos romanos de la FSSPX, Roma volvería a tomar otra vez su propia
tradición.
“Es un hermoso sueño”, dice el Arzobispo. “¿Pero
quién sabe?” Este es un sueño que encaja perfectamente en la línea de la
concepción del Arzobispo de la sociedad sacerdotal que él fundó: formar buenos
sacerdotes que profesen la integridad de la fe y, por ese hecho, se ayudará a
restaurar la Iglesia. [Pero los sueños suelen chocar
con la realidad: «Dios suscitó la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X para el
mantenimiento y la perpetuidad de su Sacrificio glorioso y expiatorio en la
Iglesia. El eligió verdaderos sacerdotes instruidos y convencidos de estos
divinos misterios. Dios me hizo la gracia de preparar estos levitas y de
conferirles la gracia sacerdotal para la perseverancia del verdadero
Sacrificio, según la definición del Concilio de Trento. Eso nos costó la
persecución de la Roma anticristo. Ante esta Roma, modernista y liberal, que
prosigue su obra destructora del Reino
de Nuestro Señor como lo prueben Asís y confirmación de las tesis
liberales del Vaticano II sobre la libertad religiosa, yo me veo constreñido
por la Divina Providencia a transmitir la gracia del Episcopado católico que he
recibido, con el fin de que la Iglesia y el Sacerdocio católico continúen
subsistiendo por la gracia de Dios y la salvación de las almas.» (Carta a los
futuros obispos, Fideliter 29-30 de junio de 1988). Y una vez más la cita que
expresa sintéticamente el pensamiento definitivo de Mons. Lefebvre sobre las relaciones
de la FSSPX con Roma: “Los sacerdotes que quieren
permanecer católicos, tienen el estricto deber de separarse de la iglesia
conciliar, hasta que ella redescubra la Tradición de la Iglesia y la Fe
católica” (Mons. Lefebvre en “Itinerario
Espiritual”, 1990, a pocos meses de su muerte)]
CONCLUSIÓN
Mons. Lefebvre creía en el poder de los sacerdotes
bien formados para restaurar la Iglesia. Por esto, él fundó una sociedad
sacerdotal que busca formar sacerdotes que son conocidos por su pureza
doctrinal y caridad misionera. La misma Iglesia, al aprobar los estatutos de la
FSSPX, asignó esta misión de formar buenos sacerdotes a la FSSPX, y la FSSPX
tiene todos los medios necesarios para llevar a cabo esta obra. Pero desde la
supresión ilegal de la FSSPX en 1975, la FSSPX ha sido puesta en una situación
irregular, se le han opuesto las autoridades de la Iglesia, y se le ha impedido
extenderse tanto como es capaz de hacerlo. Porque el Arzobispo fundó la FSSPX
para la formación de buenos sacerdotes y porque un reconocimiento canónico “tal
como es” le permitirá extender su obra de formar buenos sacerdotes, el
Arzobispo favoreció el reconocimiento canónico “tal como es”. [Palabras de Mons. Lefebvre sobre los efectos
desastrosos de un acuerdo práctico con Roma, dichas a los futuros cuatro
obispos antes de la consagración: “un
gran campo de apostolado puede ser, pero en la ambigüedad y siguiendo dos
direcciones opuestas a la vez, lo que habría terminado pudriéndonos”]
Aquellos con la posición de la declaración
doctrinal, por otro lado, ven como la finalidad inmediata de la FSSPX la
restauración de la Iglesia y por eso no consideran el reconocimiento canónico
“tal como es” favorable a esa restauración. A ellos les gustaría utilizar el
estado de supresión canónica de la FSSPX como un medio para presionar a Roma
para que condene los errores del Vaticano II. [¿Medio
para presionar a Roma o “deber estricto para permanecer católicos”? Por tercera
vez: “Los sacerdotes que quieren permanecer
católicos, tienen el estricto deber de separarse de la iglesia conciliar, hasta
que ella redescubra la Tradición de la Iglesia y la Fe católica”] Al tomar esta posición, ellos tienen una visión que
es diferente a la del Arzobispo, una visión en la que la FSSPX no busca
contribuir a la restauración de la Iglesia principalmente por la formación de
sacerdotes que profesan la fe, sino principalmente por presionar a Roma a que
profese la fe.
_____________________
2.
Ésta y las siguientes dos citas son tomadas del Courrier de Rome, mayo de 2017,
“¿Por un acuerdo doctrinal?”, §2.
3.
Ibíd., §§28-29.
4.
Citado en Ibíd., §29.
5.
Conferencia espiritual en Ecône, 21 de diciembre de 1984.
6.
Angelus magazine, Noviembre 1987, p. 8.
7.
Courrier de Rome, mayo de 2017, “¿Por un acuerdo doctrinal?”, §28.
8.
Carta a los amigos y benefactores americanos, abril 28, 1983.
9.
Itinerario Espiritual, p. iii, énfasis añadido.
10.
Norma de la FSSPX.
11.
La Santidad Sacerdotal, pág. 444; las páginas 437-481 son lectura esencial para
esta discusión.
12.
La Santidad Sacerdotal, pág. 439
________________________________
A fin de comparar el nuevo espíritu de la
FSSPX con el antiguo y auténtico espíritu de la FSSPX, conviene volver a leer
este importante documento:
CARTA ABIERTA
A SU EMINENCIA EL CARDENAL GANTIN, PREFECTO DE LA CONGREGACIÓN DE OBISPOS.
EMINENCIA:
Reunidos alrededor de su Superior
General, los Superiores de distritos, seminarios, y casas autónomas de la
Fraternidad sacerdotal San Pío X juzgan conveniente expresarle respetuosamente
las siguientes reflexiones.
Por medio de su carta del 1º de julio
pasado Ud. se creyó obligado a informar a S. E. Monseñor Marcel LEFEBVRE, a S.
E. Monseñor Antonio de CASTRO MAYER y a los cuatro obispos que fueron
consagrados el último 30 de junio en Econe, su excomunión latae sententiae.
Juzgue Ud. mismo sobre el valor de una tal declaración que viene de una
autoridad que rompe en su ejercicio con aquella de todos sus predecesores hasta
Pío XII, en el culto, la enseñanza y el gobierno de la Iglesia.
En cuanto a nosotros, estamos en plena
comunión con todos los Papas, y todos los Obispos que han precedido al Concilio
Vaticano II, celebrando exactamente la Misa que ellos codificaron y celebraron,
enseñando el Catecismo que ellos compusieron, oponiéndonos contra los errores
que ellos condenaron muchas veces en sus encíclicas y cartas pastorales. Quiera
Ud. entonces juzgar de qué lado se encuentra la ruptura. Estamos extremadamente
apenados por el enceguecimiento de espíritu y el endurecimiento de corazón de
las autoridades romanas.
En cambio, nosotros jamás quisimos
pertenecer a ese sistema que se califica a sí mismo de Iglesia Conciliar y se
define por el Novus Ordo Missae, el ecumenismo indiferentista, y la laicización
de toda la sociedad. Sí, nosotros no formamos parte, nullam partem habemus, del
panteón de las religiones de Asís; nuestra propia excomunión por un decreto de
Vuestra Eminencia o de otro discasterio no sería más que la prueba irrefutable.
No pedimos nada mejor que el ser declarados ex communione, fuera de la
comunión, del espíritu adúltero que sopla en la Iglesia desde hace veinticinco
años, excluidos de la comunión impía con los infieles. Creemos en el Único
Dios, Nuestro Señor Jesucristo, con el Padre y el Espíritu Santo, y seremos
siempre fieles a su Única Esposa, la Iglesia, UNA, SANTA, CATÓLICA, APOSTÓLICA
y ROMANA.
El ser asociados públicamente a la
sanción que fulmina a los seis obispos católicos, defensores de la fe en su
integridad y en su totalidad, sería para nosotros una distinción de honor y un
signo de ortodoxia delante de los fieles. Estos, en efecto, tienen absoluto
derecho de saber que los sacerdotes a los cuales se dirigen no están en
comunión con una iglesia falsificada, evolutiva, pentecostal, y sincretista.
Unidos a esos fieles, hacemos nuestras
las palabras del Profeta: (1 Reyes, 7/3) "Praeparate corda vestra Domino
et servite illi Soli: et liberabit vos de manibus inimicorum vestrorum
Convertimini ad Eum in toto corde vestro, et auferte deos alienos de medio
vestri. " "Dirigid vuestros corazones hacia el Señor y servid a Él
Solo: y El os librará de las manos de vuestros enemigos. Convertíos a El de
todo corazón y quitad de en medio vuestro a los dioses ajenos. "
Confiados en la protección de Aquélla
que ha aplastado todas las herejías del mundo entero, le rogamos Eminencia,
crea Ud. en nuestra devoción hacia Aquel que es el Único Camino de la
salvación.
Econe, julio 6
de 1988