Fuente: Syllabus
“El clero moderno, para salvar la institución, trata de desembarazarse del mensaje”, escribió Nicolás Gómez Dávila.
Podemos decir hoy esto en otra forma: “El clero de la FSSPX, para salvar la institución, trata de desembarazarse del mensaje”.
Esto es: dejar de lado el mensaje de Mons. Lefebvre de permanecer alejados de la iglesia conciliar para seguir siendo católicos.
Acaba de producirse lo que parece ser el golpe definitivo de los modernistas paraintegrar a la FSSPX a la Roma conciliar, con el fin de desintegrarla.
“Ceder para vencer” es uno de los principios que rigen el Judo. Se trata de utilizar la fuerza del rival para batirlo desequilibrándolo: el rival cree que lleva las de ganar, pero de pronto es vencido por el propio impulso que lleva, utilizado en su contra.
Los modernistas, particularmente Francisco, han usado esa hábil táctica con la FSSPX: ceder para vencer. Y así lograron atraerla hacia sí, hacia su propio terreno, aquel donde los romanos son más fuertes.
Recientemente un artículo de un acuerdista de la FSSPX (el P. Knittel) decía que con Francisco Roma había impuesto “una lógica del apaciguamiento”.
En realidad Francisco aplica esa lógica para la Fraternidad, con el fin de apaciguarla, cosa que ha conseguido.
Pero los modernistas y liberales no se apaciguan y no dejan de estar en guerra con la verdadera fe católica. Por eso, este apaciguamiento unilateral, con disfraz amistoso y diplomático, no ha tenido otro fin que volver inofensiva a la Fraternidad.
Hoy comprobamos plenamente -¡en la misma Roma!- el exitoso resultado.
Así es como el ratón tradicionalista, siguiendo el olor del queso romano, entró finalmente en la casa del gato.
Estos son los hechos recientes: la FSSPX organizó una multitudinaria peregrinación a Fátima, y los dos distritos de América del Sur continuaron la misma hasta Roma. Y en Roma Francisco les cedió varias de las más importantes basílicas para que los sacerdotes de la FSSPX celebrasen misa: San Lorenzo, San Marcos, San Sebastián en las Catacumbas, San Pietro in Montorio, San Salvatore in Lauro, Santa Praxedes, San Giovanni Rotondo (en Pietrelcina).
Así ahora la FSSPX parece haber entrado triunfalmente a Roma con la misa tridentina. Ha comenzado a desmoronarse la Roma conciliar. Ahora puede cantar victoria.
¿Victoria?
Pero, ¿Francisco y los modernistas se están convirtiendo a la Tradición?
No. Francisco detesta la Tradición. Francisco es cien por ciento modernista, ecumenista y judaizante. Francisco es un demoledor blasfemante. Y Francisco acaba de decir que “la reforma litúrgica es irreversible”.
¿Entonces?
Entonces Roma permite que algunos celebren la misa tridentina en sus iglesias y basílicas a cambio de…el silencio.
Roma modernista tolera a la FSSPX mientras la FSSPX tolere a Roma modernista. Esto es: mientras no la cuestione, mientras no la denuncie, mientras no la combata. Mientras la deje seguir con sus desquicios conciliares y su agenda de la ONU. Mientras calle.
Es decir, mientras la FSSPX tolere lo que no sólo no debería tolerar, sino que debería combatir.
Celebrar hoy la misa tradicional en Roma, tiene un precio.
La FSSPX está dispuesta a pagar ese precio. Y lo pagó.
Asistimos a una “lógica del apaciguamiento”. ¿No acaba de deplorar débilmente la Fraternidad, que “El Papa Francisco se distanció visiblemente de una de las intenciones formuladas por el Motu Proprio Summorum Pontificum: “debe servir como un enriquecimiento mutuo entre las dos formas del rito, mejorando, por un lado, la santidad y verticalidad de la forma pre-conciliar, y por otro, resaltando la riqueza de las escrituras y la participación de los fieles en la forma post-conciliar”? (acá)
¿No acaba de decir la Fraternidad que la única diferencia entre la misa verdaderamente católica y la misa bastarda del concilio, tiene que ver con la “seguridad” que una y otra aportan: “Sea como fuere, entre la reforma y la reforma de la reforma, el rito tradicional, o la Misa de San Pío V, sigue siendo la forma más segura de rendir a Dios el culto que le es debido en toda justicia, en un espíritu de adoración y verdad” (acá).
No se trata ya de combatir los errores modernistas, con el riesgo de ser “excomulgados” (eso era en tiempos de Mons. Lefebvre, ¿qué se creen?) sino de aportar una mirada positiva para que haya un enriquecimiento mutuo.
Ya no es tiempo de ser intolerantes.
Francisco tolera a Lutero y a los musulmanes, tolera a judíos y homosexuales. Francisco tolera ahora a los católicos tradicionales. En el poliedro bergogliano entra toda la “diversidad reconciliada”. Porque lo importante es “la cultura del encuentro”…
Mientras tanto arrasa con toda la religión y la moral católicas. Mientras tanto demuele la fe católica.
Porque, como dice Gómez Dávila, “Nadie es más respetuoso de las creencias ajenas que el demonio”, pero tolera todas las creencias que no son con él intolerantes. Y la única verdaderamente intolerante con el mal y el error, es la Religión católica. En su integridad y sinceridad. En su pureza doctrinal. En su santidad. Cuando se corrompe con un poco de liberalismo, empieza a volverse tolerante con el error, empieza a tener una doble cara, empieza a amar el mundo y sus pompas, empieza a amar los primeros lugares en los banquetes, cosas que el diablo sabe procurarle.
Acabamos de asistir a un acto de rendición formal de la FSSPX ante Roma: Roma cede sus templos, y la FSSPX cede su…silencio.
Roma abre sus templos y la Fraternidad cierra su boca.
Esto no es una opinión. Esto es un hecho.
Hemos visto y escuchado los sermones de los Padres Trejo, Montagut, Gomis, Rubio, Conte, Cortés y Jímenez. ¿Son sacerdotes o guías turísticos?
Lógicamente, todos comienzan sus sermones agradeciendo el que les abrieran las puertas para celebrar sus misas. Luego, ¿cómo iban a criticar al Jefe de todos esos vicarios y sacerdotes tan amables que les prestaron tan venerables templos?
No podían decir nada inconveniente, desde luego. Francisco y Mons. Fellay tienen buenas relaciones (el mismo Francisco lo afirmó).
Luego, en sus sermones hacen una recorrida por la historia de esos templos y los santos y mártires allí presentes. Y hablan una y otra vez de la Roma eterna. Hablan del pasado…sin sacar ninguna lección para el presente.
Caramba, pero, ¿de la Roma de hoy, de la que Mons. Lefebvre llamaba la Roma anticristo, o Roma conciliar, dicen alguna cosa? ¿Dicen algo contra los herejes modernistas? ¿Dicen algo contra el Vaticano II? ¿Dicen algo contra la estatua de Lutero en el Vaticano? ¿Contra la masonería sodomítica instalada en Roma? No. Eso no existe. No existe la crisis de la Iglesia, no existe Francisco. Nada. Nada de nada. Sólo existe la Roma eterna. La que ellos reducen a los templos y las estatuas, pues no le dan corajuda continuidad con su combate y sus palabras.
No hay que ser aguafiestas.
En la Basílica de San Marcos, el P. Trejo habla de que “El león Marcos ruge en el desierto”. Y el gato Trejo ronronea en Roma, con su afeminado amaneramiento. Sermón totalmente anodino, pusilánime, embalsamado, emite el Superior de distrito, para finalizar la gran peregrinación “triunfal” de la FSSPX. Sin dudas para ellos es como llegar al Aconcagua. Estos sacerdotes están en el cenit de sus carreras. ¡Gracias a Francisco y a Mons. Fellay!
Como le dijo recientemente el “integrista” colombiano Alejandro Ordoñez a un conocido periodista sodomita: “hablando se entiende la gente”.
Y mientras tanto hablan de los mártires…
Al final de su sermón, dice Trejo: “Nuestro mensaje es humilde y silencioso” (sic).
Sí, no hacía falta que lo dijese, pero hasta él mismo lo hace y lo confiesa: “un mensaje silencioso”…
Se parece mucho al “silencio” de la película de Scorsese, ¿no?
Los mártires murieron por no callar. Y esa muerte les dio la vida. La Fraternidad vive por callar. Y esa vida le trae la muerte.
Los Padres Trejo, Rubio, Gomis y el resto, en el esplendor romano.
Entre signos de la cruz hechos "así nomás" y un seminarista que toma una fotografía. ¿Estarán contentos?
Por su parte, el Padre Gomis volvió a citar interesado a Mons. Lefebvre, ocultando lo que no conviene a sus propósitos acuerdistas. Ya se dio cuenta en este blog de los antecedentes del P. Gomis al respecto (acá).
Menciona el P. Gomis a Mons. Lefebvre en su “Itinerario espiritual”, cuando habla de la Romanidad, de que no se puede ser católico sin ser romano, etc. Muy bien. Pero Gomis se cuida bien de no citar a Mons. Lefebvre cuando hablaba de la Roma conciliar, que es contraria a la Roma eterna. Y de todas aquellas críticas que hacía el Arzobispo en el mismo texto contra las autoridades modernistas. O de aquellas inmortales palabras que han sido borradas de la memoria en la actual Fraternidad: “Es pues un deber estricto para todo sacerdote que quiere permanecer católico el separarse de esta Iglesia conciliar, mientras ella no reencuentre la tradición del magisterio de la Iglesia y de la Fe católica”.
“Os perseguirán en mi Nombre”, recuerda por su parte el afectado y ampuloso P. Cortés, defendiendo a una congregación que prefirió dejar de ser perseguida (que ya no es perseguida por quienes perseguían a la Fraternidad de Mons. Lefebvre, lo dice Menzingen mismo, ver acá) para buscar los favores de los enemigos de la Fe católica. Palabras huecas que retumban entre las paredes de la basílica de San Sebastián y salen por la puerta para perderse entre los calores romanos, mientras la gente “chic” de la ciudad entra luego al mismo templo para celebrar sus casamientos debidamente producidos, entre la lujuria y el fasto romanos.
“Cuiden a sus sacerdotes, estimen a sus prioratos”, pide este sacerdote. Sería mejor que ocurriera al revés, y estos sacerdotes cuidasen a sus fieles y los estimasen al punto de ser capaces de dar la vida por ellos, o aunque más no sea, abrir la boca para predicar con valor en continuidad con Cristo, los Apóstoles y su gran Fundador. Porque Cristo vino a servir, y acá parece que la Fraternidad desea ser servida.
Y luego está el P. Conte (otro amanerado) que sale diciendo que “La fe está acá en el corazón”. Desde luego, ya no en la cabeza, lo que nos recuerda aquella otra sentencia de Gómez Dávila: “Cuando el católico se defiende mejor contra los vicios que contra la herejía, ya es poco el cristianismo que queda en su cabeza”.
Y así se puede seguir de recorrida por cada uno de estos sermones turísticamente elaborados.
Mientras los católicos fieles gimen y ruegan porque Dios ponga fin a este calamitoso papado, y venga de una vez a librarnos de esta especie de Nerón que ocupa la silla petrina, mientras se esfuerzan por resistir los asaltos del mundo moderno contra la fe, la moral y la familia, los sacerdotes de la Fraternidad, en vez de llamar al combate, al coraje, a la resistencia viril, transmiten la insulsez y la tibieza propios de una congregación que ya ha bajado los brazos, y para disimular organiza programas de visitas que, además, podrían estar preparando el ánimo de los fieles para un acuerdo con Roma que aparecerá como inevitable.
Y uno podría preguntarse: ¿para qué fueron a Roma? ¿No fueron para dar gloria a Dios? ¿No son celosos de su gloria? ¿No aman a Cristo? Y si aman a Cristo, ¿no odian todo lo que odia a Cristo? ¿No están allí para combatir por Cristo Rey? ¿No es Roma el mejor lugar para proclamar la verdad entera y con toda la voz? ¿No es allí, donde fueron martirizados los primeros cristianos, el lugar ideal para gritar a los modernistas que ocupan Roma lo que decía Mons. Lefebvre: “Nos adherimos de todo corazón, con toda nuestra alma a la Roma Católica, guardiana de la fe católica y a las tradiciones necesarias para mantener esta fe, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad. Al contrario, nosotros rechazamos seguir a la Roma de tendencia neo-modernista y neo-protestante que se manifiesta claramente en el concilio Vaticano II y después del concilio en todas las reformas que de él provienen”? ¿Alguien habrá recordado allí estas otras palabras del Fundador de la Fraternidad?:
“Que nosotros tengamos que combatir contra las ideas actualmente en boga en Roma, las que el Papa expresa, es claro. Combatimos [contra ellos] porque no hacen más que repetir lo contrario de lo que los Papas han dicho y afirmado solemnemente durante un siglo y medio. Debemos elegir. Es lo que yo le decía al Papa Pablo VI. Estamos forzados a elegir entre usted y el Concilio por una parte, y sus predecesores por otra parte. ¿A quién debemos seguir? ¿A los predecesores que han afirmado la doctrina de la Iglesia o bien seguir las novedades del Concilio Vaticano II afirmadas por usted?
No debemos dudar ni un minuto. Los que nos están traicionando… dicen que hay que ser caritativos, tener buenos sentimientos, que hay que evitar las divisiones. Dan la mano a los que destruyen la Iglesia, a los que tienen ideas modernistas y liberales, aunque están condenadas por la Iglesia. Hacen el trabajo del diablo. Se encuentran en una vía sin salida porque no se puede dar la mano a los modernistas y al mismo tiempo guardar la Tradición. Fue eso lo que mató a la Cristiandad de Europa. Son los liberales los que han permitido que se instale la Revolución, precisamente porque ellos han tendido la mano a los que no tenían sus principios.
Hay que elegir. Nosotros hemos elegido ser contra-revolucionarios, [estar] en contra de los errores modernos, estar en la Verdad Católica y defenderla. Este combate entre la Iglesia y los liberales modernistas es el combate en el cual nos encontramos a raíz del Concilio Vaticano II. Cuanto más se analizan los documentos del Vaticano II y la interpretación que le dieron las autoridades de la Iglesia, más uno se da cuenta que no se trata sólo de algunos errores… sino, en realidad, de una perversión del espíritu. Es una concepción totalmente diferente de la Revelación, de la Fe y de la Filosofía, es una perversión total.
No tenemos nada que hacer con estas gentes, pues no tenemos nada en común con ellos. El combate que libramos es el de Nuestro Señor, continuado por la Iglesia. No lo podemos dudar: o estamos con la Iglesia o estamos contra Ella; no estamos con esta Iglesia conciliar que cada vez tiene menos en común con la Iglesia Católica”.
(Mons. Lefebvre, Conferencia al final del retiro sacerdotal en Econe en septiembre de 1990).
Amanerados, petulantes, necios, falsos, serviles, soberbios, fatuos, cobardes, obsecuentes, farisaicos. Esos son los sacerdotes que quiere Mons. Fellay y los que está formando la Neo-FSSPX.
Decía también Mons. Lefebvre, sobre el liberal Pablo VI, que “por esta debilidad psicológica este Papa ofreció una ocasión soñada y una oportunidad considerable a los enemigos de la Iglesia de servirse de él. Guardando siempre una cara (o media cara, como se quiera) católica, no dudó en contradecir la tradición, se mostró favorable al cambio, bautizando mutación y progreso y yendo así en el mismo sentido de los enemigos de la Iglesia que lo alentaron” (“Le destronaron”, Cap. XXXI).
Esto también puede decirse de Mons. Fellay, de quien se sirven los enemigos de la Tradición católica para destruir la FSSPX. "Lo que hago ahora es decir a Roma: la única, la condición sine qua non para aceptar un reconocimiento, es que nos acepten como somos" dijo Mons. Fellay en una conferencia a los fieles en Brasil, en noviembre de 2015. Y ¿cómo son? Lo acaban de demostrar públicamente en Roma. Lo están demostrando en sus publicaciones y sitios web. Lo demuestran en los principios liberales y aberrantes que han invadido sus escuelas. Lo demuestran con su silencio ante Francisco.
"Vivir y dejar vivir" es el primero de los principios del decálogo de Francisco para ser feliz. En eso se entiende perfectamente con Mons. Fellay.
“Estamos llamados a respetar la religión del otro, sus enseñanzas, símbolos y valores” dijo Francisco en ocasión de felicitar a los musulmanes por el Ramadán. Con su silencio, la Neo-Fraternidad está dando el mismo mensaje: “Respetamos la religión, las enseñanzas, los símbolos y valores de los modernistas romanos, porque ellos nos dejan este rincón de una gloriosa basílica para rezar nuestra misa.”
Pero este acomodo sólo puede producir católicos tibios y acobardados. “Este desánimo,-decía Mons. Lefebvre- este hastío del combate no es el espíritu de la Iglesia, de aquellos que han combatido por la fe, que han derramado su sangre para conservar la fe: los mártires se han rehusado a ofrecer incienso al ídolo del momento. Los liberales, al contrario, quieren entenderse con los enemigos de la Iglesia, quieren estar en buen término con el mundo, prefieren abandonar la fe para estar bien con el mundo más que ser mártires. Hay que conservar el espíritu de los mártires: sufrir con la Iglesia y para la Iglesia” (Conferencia en Ecône, 3 diciembre 1982)
Recordamos lo que decía Chesterton: “Una cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo algo vivo puede ir contra ella”.
La FSSPX fue arrastrada por la corriente hacia Roma, porque está moribunda y sin fuerzas. No se queda en Roma porque todavía no está muerta. Pero la correntada volverá a arrastrarla, y la próxima vez será con más fuerza. Y entonces se quedará allí donde reside la Anti-Iglesia, donde va a parar la red cloacal de todas las herejías, como dijera San Pío X. No en la Roma eterna por supuesto, sino en la Roma modernista.
Uno de estos sacerdotes informa, en la iglesia de las Catacumbas de San Sebastián, que allí están impresas en roca las huellas de los pies de Nuestro Señor Jesucristo, recordando cómo San Pedro, saliendo de la Vía Appia, cuando arreciaba en Roma la persecución, vio en sentido contrario por la misma vía que venía N.S. con la cruz. Entonces se produjo este diálogo:
«Quo vadis Domine?» (“¿Adónde vas, Señor?”) a lo que Cristo contesta: «Romam vado iterum crucifigi» (“Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo”).
Hoy podría darse este otro diálogo, siendo esta vez Nuestro Señor quien preguntase:
Quo vadis Fraternidad San Pío X?
Voy hacia Roma, huyendo de la persecución y buscando ser reconocida por tus enemigos, Señor.
Ignacio Kilmot
Del Evangelio según San Marcos.