La iglesia conciliar quiere hacer callar a aquellos que profesan la verdadera fe, comprando sus silencios al precio de un “reconocimiento canónico.”
Los
católicos liberales que se inclinan hacia la unión con Roma son un peligro muy
grande para la fe católica.
La
crisis en la Iglesia no ha terminado: al contrario, entre más dura más se
agrava. Es útil y necesario que los fieles sepan que algunos de sus pastores no
rinden las armas antes del fin del combate.
Una “Carta a los
fieles” redactada el 7 de enero de 2014 por algunos sacerdotes miembros (o
antiguos miembros) de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X o religiosos, ha sido
leída en algunas capillas de la Tradición en Francia el domingo 19 de enero.
Algunos otros sacerdotes –unos cuarenta en total- han dado su nombre a esta
carta.
Los sacerdotes
signatarios de la carta, estimaron que debían presentar a los fieles, no una declaración de ruptura con la Fraternidad Sacerdotal San Pio X, sino
al contrario, el testimonio público de su
apego firme y fiel a los principios que siempre guiaron a Monseñor Lefebvre
en el combate de la fe.
Estos sacerdotes, en
razón de su sacerdocio ordenado a la salvación de las almas, se dirigen a los fieles, y especialmente a aquellos que
están inquietos por la agitación que sufre la Tradición desde hace por lo menos
dos años. Los sacerdotes signatarios quisieron hacer saber que, en lo que a
ellos concierne, ellos se comprometen a continuar la operación supervivencia comenzada
por Monseñor Lefebvre en 1988.
La crisis en la Iglesia
se debe a los esfuerzos de la iglesia conciliar –apoyada por las logias y las
tras-logias- que pretenden modificar la fe católica para transformarla en una
“fe” modernista. Y para esto, la iglesia conciliar quiere hacer callar a
aquellos que profesan la verdadera fe, comprando
sus silencios al precio de un “reconocimiento canónico”[1].
La experiencia de veinticinco años de uniones a Roma –Flavigny, le Barroux, la
Fraternidad San Pedro, Chémeré Le Roi, Campos, los Redentoristas de Papa
Stronsay, el Instituto Buen Pastor, el Oasis de Barcelona (Padre Muñoz), etc-
lo comprueban. Los que se han unido a Roma son preciosos auxiliares de la
iglesia conciliar.
Además de la
falsificación de la fe, también hay dudas que se pueden tener sobre la validez
de los sacerdotes que se han unido a Roma, ordenados por obispos que a su vez
han sido ordenados con el nuevo rito. Monseñor Lefebvre dijo en el sermón de
las consagraciones de 1988: “¿De quién recibirán estos seminaristas el
sacramento del orden: de los obispos
conciliares cuyos sacramentos son todos dudosos porque no se sabe
exactamente cuáles son sus intenciones? Esto no es posible".
Los católicos unidos a
Roma y los católicos liberales que se inclinan hacia la unión con Roma son un
peligro muy grande para la fe católica.
Al Padre Rifán le
gustaba contar que Monseñor de Castro Mayer interrogaba a sus seminaristas:
“¿Qué es más peligroso: una silla de tres patas o una silla de dos patas?” La
respuesta es evidentemente “una silla de tres patas”, de la cual se desconfía
menos. Pues el Padre Rifán se ha convertido ahora en una silla de tres patas,
que celebra ocasionalmente la nueva misa y colabora alegremente con la
destrucción de la Iglesia.
No se trata de
pretender la exclusividad (muchos padres que no firmaron la carta a los fieles
continúan llevando a cabo el buen combate de la fe), ni de crear una
organización que se oponga a otra organización.
Católicos, nosotros no
podemos encerrarnos en una lógica de partido o de secta. “Todo lo que es
católico es nuestro”. Lejos de romper con quien sea, nosotros queremos,
mientras dependa de nosotros, tener buenas relaciones con todos los defensores
de la fe.
En la Iglesia de aquí
abajo, la única autoridad universal es el papa. Si él falta a su deber, nadie
puede, sin arriesgarse al cisma, hacer la unidad en su lugar. La defensa de la
fe debe operarse por lo tanto, como dijo el Padre Calmel, “por pequeñas
unidades, que se conozcan en la medida que ellas puedan, que se presten socorro
ocasionalmente, pero que rechacen entrar en yo no sé cuáles organizaciones
sistemáticas y universales”[2].
En la guerra
contrarrevolucionaria que nosotros llevamos a cabo actualmente, una
multiplicidad de católicos fieles repartidos en “bastiones” o “fortines”, es
más eficaz y tiene menos riesgo de ser infiltrada. Por otra parte, sería bueno
que estos “fortines”, que intuyó[3] el
Padre Calmel, estén unidos por un lazo de caridad, por una “amistad al servicio
de la verdad”[4],
por el verdadero combate de la fe.
La crisis en la Iglesia
no ha terminado: al contrario, entre más dura más se agrava. Es útil y
necesario que los fieles sepan que algunos de sus pastores no rinden las armas
antes del fin del combate.
Le
Sel de la terre.
[1] El
“fin de los fines” sería comprar el silencio de los verdaderos católicos sin
siquiera otorgarles el reconocimiento canónico convenciéndolos de
autocensurarse ellos mismos.
[2]
Ver el hermoso texto del Padre Calmel publicado en Le Sel de la terre 12 bis, págs.. 121-125.
[3]
Ver Le Sel de la terre 12 bis, págs..
124-125
[4]
Expresión utilizada por Jean Ousset para la Cité Catholique.