La voz de la FSSPX se consideraba como el catolicismo
tradicional, es decir el catolicismo auténtico, resistente.
La FSSPX sostenía en alto el estandarte de Cristo
Salvador en el corazón de una modernidad cada vez más huérfana de Dios. Ella levantaba la hostia y el
cáliz para ser adorados humildemente. Ella levaba, más allá de las fronteras,
la voz de su Divino Maestro por el canto gregoriano y la procesión litúrgica.
Predicaba al Verbo de Dios a pesar de los encogimientos de hombros y el sarcasmo
de las conciencias rebeldes. Ella
enfrentaba la verborrea del pensador o del teólogo liberal quien hace del “yo”
el centro de su meditación espiritual. Ella era, en la legión de Cristo y
de su Santa Madre, la caballería en marcha, dispuesta a luchar contra el error
doctrinal y frenar sus metástasis. Las
palabras de la Fe salían de su boca con fuerza; el valor de la Esperanza
animaba su voluntad de combate, y la Caridad de sus obras despertó almas
heridas para aliviarlas. Ella era firme en su aislamiento del mundo, en su deber de permanecer fiel a la Iglesia de
siempre, a la misa de siempre, a los sacramentos de siempre, atacados todos
juntos por la turba irónica y rebelde de los ateos o de los católicos
liberales.
No obstante, al compás del “calentamiento climático”
con el cual nos perforan ideológicamente los oídos, tal parece que el aliento en el interior de esta sociedad se calienta a
su vez. Los jefes, que antaño gritaban “¡presenten armas!”, se ponen a
descansar. Ellos se descargan de su impedimenta para ir a refrescarse a la fuente
de sodas de Santa Marta o retirarse a la sombra de una sombrilla romana.
Por el hastío de estos jefes actuales, y sin duda también por la pusilanimidad
que gana sus espíritus, esta orden de la Iglesia militante se convierte en una
especie de barco ebrio, un foro donde las opiniones se cruzan, un cacareo de
gallinero sobre las ventajas de un nuevo modelo o un estatus canónico para
abrigarse.
La máquina liberal está en marcha: hacerse ver bien para el otro, en Roma o en los cuatro continentes; proferir palabras suaves o tranquilizadoras, susurrar la verdad a regañadientes, reducirla al silencio o descuidarla por omisión.
La máquina liberal está en marcha: hacerse ver bien para el otro, en Roma o en los cuatro continentes; proferir palabras suaves o tranquilizadoras, susurrar la verdad a regañadientes, reducirla al silencio o descuidarla por omisión.
De hecho, en internet la orden de combate es edulcorada para dar lugar a las sirenas
de vivir juntos. El fundador de la FSSPX jamás se
creyó vencido ni se sintió fuera de la Iglesia, jamás consintió con el reproche
que le hacían las autoridades de la Iglesia de creerse ser, él solo, la
Iglesia. Él era un hombre de Iglesia, en el seno de la Iglesia, apoyado en
ella, investido de la misión de defenderla contra los espíritus retorcidos que
la invaden desde hace más de un siglo y que el Vaticano II ha magnificado. La
FSSPX es una obra de la Iglesia, en el mismo corazón de la Iglesia, puesta al margen por el veneno liberal que
dirige Roma y las diócesis del mundo entero. Es de necesidad pública
escribirlo y afirmarlo. Es incluso de necesidad católica atreverse a repetirlo
a sus dirigentes actuales.
Porque este veneno liberal ha penetrado esta obra apostólica, instituida hace casi cincuenta años. La hermosa
casada se puso el coqueto disfraz de “disponible” despreciando todas las reglas
de buena moral. Porque la FSSPX
está “casada”, ¡sí! “casada” con el magisterio perenne. Ella
es la esposa del rito tridentino erigido en cetro de magnificencia en el curso
de los siglos de cristiandad católica; ella es la sierva de un solo Señor para
realizar el orden sacerdotal y debe negarse a toda alteración de este enlace
real. El adulterio es liberal, el divorcio es liberal, el concubinato es
liberal. La mezcla de ideas es liberal, la confusión de géneros y especies es
liberal. Ninguno de estos perjuros liberales podría, sin traicionar, triunfar
sobre la finalidad establecida por el fundador de esta sociedad.
Hoy
en día, cuando leemos el sitio dedicado a la comunicación de la Casa General,
FSSPX.news, no vemos ni el rechazo a los
cortesanos romanos de sonrisas torcidas y de dedos
cruzados por la espalda. Allí leemos breves o notas de actualidad sobre el
Vaticano o la Iglesia en el mundo, sin
el mínimo recordatorio de orden doctrinal, sin la mínima indignación espiritual
ni la mínima interpelación teológica.
Varios
artículos entre otros que actualmente están en línea comprueban esta renuncia del pensamiento frente al error:
Francisco exhorta a la Curia a superar la lógica de los complots, El maestro deceremonias del papa da su definición de Liturgia y Francisco confirma almaestro de ceremonias de Benedicto XVI en sus funciones [Nota de NP: y vean también el artículo totalmente "inofensivo" sobre el esperpéntico Pesebre del Vaticano]. Aquí estamos ante la
cruda, fría, huérfana ausencia de comentarios dirigidos que deja al lector
la tarea de hacerse su propia opinión. El
católico liberal es así: henchido de todas estas independencias de la
verdad y el bien; de la inteligencia y de la voluntad; de la conciencia y del
sentimiento; del cuerpo, del presente, de la razón, del individuo; es la
independencia del hombre en todos sus estados porque se ha vuelto el Protágoras
en quien reside la medida de todas las cosas.
Si
se osa reprocharle este estado de espíritu, saca inmediatamente las garras, lanza decretos soviéticos contra la
pretendida revuelta, sanciona a los autores, se reduce al silencio a uno,
mandan al fin del mundo a otro… Las lecciones del Papa Francisco han sido
aprendidas rápidamente
Que
el sitio Internet de la Casa general -que se pretende del Santo Papa Pío X,
gran luchador en contra de las herejías de nuestro tiempo- sea ahora el retransmisor, sin comentarios, de los errores
liberales y modernistas que socavan el cuerpo doctrinal de la Iglesia; es una farsa. Conviene,
desgraciadamente, señalarlo…
Gilles Colroy