viernes, 14 de noviembre de 2014

R.P. TRINCADO - SERMÓN DEL 9 DE NOVIEMBRE DE 2014


En el Evangelio del domingo XXII° después de Pentecostés, cuya misa hoy habríamos celebrado de no haber coincidido con la fiesta de la Dedicación de la Basílica del Smo. Salvador, está una de las frases de Nuestro Señor más falseadas por los servidores de demonio: Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.


Es necesario tener muy claro que esa frase de Cristo no significa la separación de la Iglesia y el Estado, como quieren los católicos liberales, los masones, y los demás enemigos de la verdad. Las sociedades viven hoy en esa forma de rebelión contra Dios que es la separación de Iglesia y Estado, y los desastrosos resultados están a la vista. Por medio del veneno liberal esparcido por la Masonería, el demonio ha logrado separar los Estados de la Iglesia para separar a las almas de Dios y llevarlas al infierno.

La falsa, impía y maligna doctrina de la separación de la Iglesia y el Estado ha sido explícitamente reprobada por el Magisterio Infalible. En efecto, en el Syllabus, Pío IX condenó la siguiente proposición: La Iglesia debe estar separada del Estado, y el Estado debe estar separado de la Iglesia. Pero los Papas liberales piensan de muy distinto modo. Por ejemplo, el 13 de diciembre de 2008, Benedicto XVI dijo: es propia de la estructura fundamental del cristianismo la distinción entre lo que es del César y lo que es de Dios, es decir, entre Estado e Iglesia. La Iglesia no sólo reconoce y respeta esa distinción y esa autonomía, sino que además se alegra de ellas, considerándolas un gran progreso de la humanidad… Y el Papa Francisco dijo el 17 de julio del año pasado: la convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad, favoreciendo sus expresiones concretas. El hecho de que desde el concilio Vaticano II la Jerarquía de la Iglesia promueva la separación de la Iglesia y el Estado junto a muchos otros errores liberales, no invalida los principios.

El Estado no puede estar separado de la Iglesia, no puede ser independiente de la Iglesia. Dado que fuera de la Iglesia no hay salvación, ningún hombre ni grupo de hombres tiene derecho a estar separado de la Iglesia. El que no está conmigo está contra Mí: el Estado laico, neutro, multirreligioso o aconfesional, es un Estado en rebelión contra Dios. El Estado debe estar unido y sometido a la Iglesia, como el cuerpo al alma, y lo más bajo a lo más elevado; porque el Estado también es de Dios. ¿Hay algo que no pertenezca a Dios? ¿Hay algo o alguien que pueda reclamar una autonomía respecto de Dios? Todo lo que pertenece al César antes pertenece a Dios y el mismo César pertenece a Dios, que lo creó y lo redimió. Hay que dar a Dios lo que es de Dios: hay que dar todos los hombres y todos los Estados a Dios.


Cuando N. Señor dice dad al César lo que es del César, manda cumplir las exigencias del Estado que no se oponen a la voluntad de Dios. Y cuando dice dad a Dios lo que es de Dios, manda cumplir los deberes para con Dios. Dado que hay que dar al César lo que es del César porque lo manda Dios, el que obedece en eso a Dios, da a Dios lo que es de Dios. No existe el dilema de obedecer lo que justamente manda el Estado u obedecer lo que manda Dios, porque siendo justos ambos mandatos, ambos vienen de Dios. Desobedecer una exigencia justa del Estado sería un pecado, sería no dar a Dios lo que es de Dios por no dar al César lo que es del César. Pero si lo que manda el Estado o cualquier otra autoridad humana es injusto, se aplican aquellas otras palabras de Cristo: se debe obedecer a Dios antes que a los hombres. En tal caso el César exige lo que no es del César, aquello a lo que no tiene derecho. Y cuando el César se opone a Dios, lo que se le debe dar es resistencia y combate. Nadie puede ser neutral en la confrontación entre un Gobierno y Dios. En tal caso el Gobierno debe ser combatido y Dios debe ser defendido, incluso por las armas, como en la muy gloriosa guerra de los Cristeros. Tal combate en contra del César es en defensa de Cristo, de su supremo derecho de dominio, y también en defensa de la Patria, porque ella no debe estar sometida al tiránico yugo diabólico, sino al yugo suave de Cristo Rey.