Tomado de Biblia y Tradición.
Traducción de Alejandro Villarreal.
Como católicos, estamos obligados a creer todo lo que
la Iglesia Única, Santa, Católica y Apostólica cree y enseña, y deseamos
vivir y morir dentro de esta Fe, ya que fuera de la Iglesia no hay salvación. También
profesamos una perfecta comunión con Pedro, y con su legítimo sucesor, y
por nada del mundo nos disociaremos nosotros mismos de Pedro, la Roca sobre la
cual Jesucristo fundó la Iglesia. Creemos firmemente en la infalibilidad papal,
como fue definida en el primer Concilio Vaticano. Reconocemos que el poder
del papa no es absoluto, sino limitado por la Sagrada Escritura y la
Tradición. La obediencia incondicional e ilimitada sólo la debemos a Dios.
Nos resistimos a las autoridades eclesiásticas cuando
éstas se alejan de la Tradición. Seamos claros: no nos referimos a un juicio
privado de “seleccionar y escoger” lo que deseamos seguir en las enseñanzas
del Papa Juan Pablo II, sino por virtud de un criterio objetivo, el cual es la
Tradición. Así, tenemos el derecho de rechazar los documentos oficiales que se
distancian de estos dos mil años de Tradición. Permítanme citar a algunos
teólogos aprobados. Santo Tomás de Aquino enseña que, en situaciones extremas,
es lícito oponerse públicamente a las decisiones papales, como San Pablo
resistió a San Pedro (Gálatas II, 14).
“Debe observarse, sin embargo, si la fe está en
peligro, que un individuo puede reprochar públicamente a un prelado. Ya que
Pablo, quien estaba sujeto a Pedro, le reprochó públicamente por el inminente
peligro de escándalo respecto a la fe, y, como dice la glosa de Agustín sobre
Gálatas II, 11, ‘Pedro dio un ejemplo a los superiores, si en algún momento
ellos se alejan del camino correcto, ellos no deben despreciar la reprobación
de sus súbditos’.” (Summa Theologica II, II, Q. 33, artículo 4, ad2).
San Roberto Belarmino dice:
“Es lícito resistir al Soberano Pontífice si está
procurando la destrucción de la Iglesia. Digo que es lícito resistirle al no
seguir sus órdenes y previniendo la ejecución de su voluntad.” (De Romano
Pontifice, Lib. II, c. 29).
El Papa León XIII dijo:
“Pero cuando el poder que sustenta el mando, o cuando
la legislación está dispuesta contra la razón, o la ley eterna, o contra alguna
ordenanza de Dios, la obediencia es ilegal, no olvidemos que en este caso,
obedecer al hombre es desobedecer a Dios.” (Encíclica Libertas, #13).
El Abad Guéranguer:
“Cuando el pastor se convierte en lobo lo primero que
el rebaño debe hacer es defenderse por sí mismo. Es indudable que la doctrina
normalmente desciende de los obispos al pueblo fiel, y los súbditos, en el
orden de la fe, no están para juzgar a sus líderes. Pero en el tesoro de la
revelación existen puntos esenciales respecto a cada cristiano, por virtud de
este preciso título de cristiano, se tiene la necesaria obligación de custodiar
el conocimiento. El principio no cambia, ya sea respecto a la fe o las
costumbres, moral o dogma. Traiciones como la de Nestorio son raras en la
Iglesia, pero podría suceder que los pastores permanecieran en silencio, por
una razón u otra, en circunstancias donde la religión está en riesgo. Los
verdaderos fieles son aquellos quienes, en circunstancias cuando la religión
está en riesgo, sacan de su propio bautismo la inspiración de la línea de
conducta, no son esas personas pusilánimes quienes, bajo el engañoso pretexto
de sumisión hacia los poderes establecidos, esperan un plan que no es necesario
y que no les será dado para repeler al enemigo y oponerse a sus designios.”
[40]
El Arzobispo Marcel Lefebvre:
“Ninguna autoridad, incluso de la más alta jerarquía,
nos puede obligar a abandonar o devaluar nuestra fe católica, esto es lo que ha
sido claramente expresado y profesado por el Magisterio de la Iglesia durante
diecinueve siglos. ‘Pero aunque nosotros, o un ángel del cielo, les prediquen
otro evangelio del que les hemos predicado, sea anatema.’ (Gal. I, 8) ¿No es lo
que el Santo Padre nos repite hoy? Y si cierta contradicción resulta aparente
en sus palabras y acciones, así como los actos de varias Congregaciones
Romanas, entonces debemos elegir lo que siempre ha sido enseñado, y tendremos
oídos sordos a las innovaciones que están destruyendo a la Iglesia.” [41]
¿Podríamos decir que, debido a las enseñanzas heréticas
del Papa Juan Pablo II, los católicos tradicionales no están obligados a orar
por él? Primero que todo, diría que el negarse a orar por el papa no es un
comportamiento católico. Cuando San Pedro fue encarcelado por el Rey Herodes,
toda la Iglesia estuvo rezando por él:
“pero la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él”.
(Hechos XII, 5)
Nos encontramos hoy en una situación diferente, aunque podemos
decir que los papas del Vaticano II son como prisioneros de sus falsas ideas.
Su liberalismo está evitando que ellos lleven a cabo plenamente su misión de
confirmar a sus hermanos en la Fe:
“y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos”.
(Lucas XXII, 32)
Necesitamos rezar por el papa, para que tenga la
fortaleza de llevar a cabo su misión como sucesor de San Pedro, como lo definió
el I Concilio Vaticano:
“Porque el Espíritu Santo no sólo prometió que los
sucesores de Pedro pudiesen, por su revelación, hacer saber alguna nueva
doctrina, sino que con su asistencia, ellos la pudiesen guardar religiosa y
fielmente, y exponer la revelación o el depósito de la fe trasmitido por los
apóstoles.” [42]
También, si deseamos ganar indulgencias, necesitamos
rezar por las intenciones del papa. Si nos negamos a rezar por las intenciones
del papa, no seremos capaces de ganar indulgencias y tendremos que permanecer
más tiempo en el fuego del Purgatorio por esta razón. Canon 934 §1:
“Para ganar indulgencias puede prescribirse una
oración general por la intención del Supremo Pontífice, la sola oración mental
no es suficiente, debe realizarse una oración vocal y es aceptable que sea a
opción del fiel, a menos que se le asigne alguna en particular.”
[Nota de B&T: Fr. Nicholas Mary, C.SS.R., en su
artículo de marzo de 2002 en la revista Catholic dice lo siguiente sobre las
intenciones del Santo Padre, respondiendo a su vez a una objeción
sedevacantista: “Cuando rezamos por las intenciones de nuestro Santo
Padre estamos rezando por algo objetivo, algo determinado por la Iglesia y
establecido hace mucho tiempo: 1. La exaltación de la Iglesia; 2. la
propagación de la Fe; 3. la extirpación de la herejía; 4. la conversión de los
pecadores; 5. la concordia entre los príncipes o gobernantes cristianos y 6. El
bienestar de la Cristiandad. Estas son las intenciones del Soberano Pontífice
por las cuales rezamos y como condición necesaria para ganar indulgencias.”]
“Aquí también, debemos continuar con el espíritu de
la Iglesia. Debemos rechazar el Liberalismo de cualquier fuente porque la
Iglesia siempre lo ha condenado. Ella lo ha hecho debido a que es contrario,
especialmente en el aspecto social, al Reinado de Nuestro Señor. Y en cuanto a
la cuestión de la invalidez del Novus Ordo, aquellos quienes afirman que ya no
hay Papa, están simplificando de más el problema. La realidad es más compleja,
si uno comienza a estudiar la cuestión de si el Papa podría ser hereje, uno
rápidamente descubre que el problema no es tan simple como se había pensado. El
muy objetivo estudio de Xavier de Silveira sobre este tema demuestra que un
buen número de teólogos enseñan que el Papa puede ser hereje como doctor
privado o teólogo, pero no como maestro de la Iglesia Universal. Uno debe
examinar en qué medida el Papa Pablo VI deseó comprometer su infalibilidad en
las diversas causas donde él firmó textos cercanos a la herejía si no es que
son formalmente heréticos.” [43]