Don Max Barret nos presenta algunos
comentarios que ha suscitado la inicua sentencia del Padre Pinaud.
“Ninguna autoridad tiene el poder de transformar
en justicia su propio querer (independientemente del contenido), simplemente
porque es tal. La autoridad tiene el deber de conformarse a la justicia –al «suum
quique tribuere »- de su ejercicio deriva objetivamente su legitimidad. Ninguna
autoridad puede reivindicar el poder de ejercer una jurisdicción sin
subordinarse a la justicia. Ninguna autoridad –de la más alta a la más modesta-
puede objetivamente pretender identificar su querer con su poder. Si ella lo
hiciera, ejercería una dominación, más que una dirección. La autoridad se
reduciría a un puro poder. El ejercicio de la fuerza se transformaría
lógicamente en violencia”. (Giovanni Turco - « Courrier de Rome » –
octubre 2013).
« Fouquier-Tinville y su
tribunal revolucionario eran ilegítimos, ciertamente. Pero en la parodia de sus
juicios, verdaderos asesinatos políticos de la naturaleza del genocidio,
respetaban ciertas “formas”. Ellos habían constituido un tribunal con jueces,
un procurador o acusador público, había justiciables, acusados. Éstos tenían
abogados para defenderlos, de los cuales ninguno fue recusado y conservaban el
derecho de defenderse. Finalmente, había un verdugo y su guillotina.
Monseñor Fellay ha suprimido estas
formas jurídicas. Felizmente, ya no hay guillotina. Pero él se ha instaurado a
sí mismo como juez de su propia causa, encargándose de la aplicación de las
penas. El recusó sin motivos a los abogados de aquellos que acusa de haber
desafiado su autoridad. Y para fundar sus poderes, se refiere al derecho
canónico que profesa, y del cual niega sea herético y modernista.
Entramos ahora en una parodia de
justicia que se vuelve tragicómico, donde la arbitrariedad rivaliza con lo
ilógico, y la arrogancia con lo ridículo.
Es por semejantes palinodias que son actualmente perseguidos, cambiados,
aprisionados o expulsados de la FSSPX un obispo consagrado por Monseñor
Lefebvre y los más antiliberales, si no los mejores, de nuestros sacerdotes, a
causa de su fidelidad a su fundador Monseñor Lefebvre. Al salir de la
legitimidad de su poder, Menzingen ha entrado en la tiranía” (Adrien Loubier – «
Sous la Bannière » n° 169 – octubre 2013 – p.12)