Fuente (extracto)
Revisando algunas noticias eclesiales en su apóstata maridaje con el mundo, uno tiene varios sentimientos encontrados… Entonces un poco entre lágrimas, espanto y esperanza (pues esta resurge siempre victoriosa precisamente entre cenizas, y si no, no sería ella), dos palabras vienen recurrentemente al corazón y a la cabeza resumiéndolo todo: fariseos hipócritas.
Lamentable espectáculo el de esos pastores que ya no saben qué piruetas dar para acomodarse con el mundo sin importarles el veneno que éste les ofrece a sus ovejas, haciéndose cómplices de la muerte lenta de su grey. Son meros asalariados, pero habrán de dar cuenta de tanta, tanta desidia y cobardía.
Los neofariseos se doctoran sobre todo en Pastoral, y como abominan del Reinado de Cristo (porque las fórmulas dogmáticas no les dicen nada, pues para ellos son flatus vocis), se han hecho devotísimos de la tiranía democrática. Fuera de ella no conciben la historia.
A esos les caben las amonestaciones del santo y valeroso obispo agustino San Ezequiel Moreno Díaz:
“Estad seguros, día llegará en que la misma revolución, sagaz como su jefe, se ría y menosprecie a los que la sirvieron o de alguna manera pidieron favor o gracia. Es un error, y error funesto a la Iglesia y a las almas, transigir con los enemigos de Jesucristo y andar blandos y complacientes con ellos. Mayores estragos ha hecho en la Iglesia de Dios la cobardía velada de prudencia y moderación, que los gritos y golpes furiosos de la impiedad. (…)¿Qué bienes se han conseguido con las blanduras y coqueteos con los enemigos de Jesucristo? ¿Qué males se han evitado, pequeños ni grandes, por esos caminos? No se consigue otra cosa con esa conducta que afianzar el poder de los malos, calmando ¡Oh dolor! el santo odio que se debe tener a la herejía y al error; acostumbrando a los fieles a ver esas situaciones de persecución religiosa con cierta indiferencia” (Cartas Pastorales).
Leemos así que los Obispos venezolanos, marchan después de llamar a Maduro «ilegítimo» sin decir ni pío sobre la confirmada pertenencia de Guaidó a la Masonería, quien le ha manifestado su apoyo incondicional “para gloria del Gran Arquitecto del universo” (¡¡!!). ¿Acaso algún obispo le ha dicho que no puede comulgar, por más que haya asistido a misa? ¿Realmente creen, contra toda lógica, que para desembarazarse de una perversión hay que caer en otra, a costa de sacrilegios y traición a Cristo Rey?
De padres liberales, hijos marxistas, sostenía Berdaiev, y la historia le ha dado la razón repetidas veces. La Masonería le tira aquí y allá a los católicos agobiados por el comunismo un hueso liberal, para que luego de roerlo agitadamente durante unos años, regrese el primero con renovados bríos.
Una y otra vez, la máscara, la impostura, la simulación son las armas predilectas, necesarias para sostener el principado del Padre de la Mentira, y Príncipe de este mundo. Son apelativos que le aplica el propio Jesucristo, y aunque “en ese tiempo no había grabadoras”, que los que se esfuerzan por arrojar agua bendita al mundo vayan a discutirle al mismísimo Señor.
Prosigue San Ezequiel Moreno, citando al Papa Pío IX:
Esos mismos católicos tienen escrúpulo, al parecer, de pedir a los Gobiernos que tapen la boca a los blasfemos y hagan callar a los propagadores de herejías; pero, en cambio, quisieran que Roma impusiera silencio a los más decididos defensores de la verdad. (…) Con razón Pío IX, el grande, decía lleno de amargura el 17 de septiembre de 1861: “En estos tiempos de confusión y desorden no es raro ver a cristianos, a católicos- también los hay en el clero- que tienen siempre en boca las palabras de término medio, conciliación y transacción. Pues bien, yo no titubeo en declararlo: estos hombres están en un error, y no los tengo por los enemigos menos peligrosos de la Iglesia” (Cartas Pastorales)”.
No se ve entonces, por qué hemos de titubear también nosotros en llamarlos enemigos, aunque se encaramen en altos cargos de la Jerarquía.
Las últimas cruces de nuestros hermanos de China, que se sienten traicionados por el Vaticano, son particularmente lacerantes, y en ellos se expone muy bien ese odio y crueldad de los fariseos que se dicen “amigos del pueblo” (sic).
Se nos informa, pues, que Sacerdotes chinos abandonan el ministerio porque se oponen a la Asociación Patriótica manteniendose fieles a lo que la Iglesia siempre ha sostenido sobre el carácter intrísecamente perverso del régimen comunista, ratificado por las advertencias de Ntra. Señora en Fátima. Hace pocos días, también, la diócesis china de Shantou ha despedido de modo ignominioso al obispo que siempre fue fiel a Roma para recibir al que lo ha sido a la tiranía comunista. ¿Quién se compadece de los fieles que han quedado sin sus pastores, entregados a la simiente de Judas?
Aunque con tremendas diferencias de grado, reiteramos, esta suerte no les cabe sólo a los chinos, y ya veremos cómo se van inaugurando nuevas “jaulas” para arrinconar en todas las latitudes al Pequeño Rebaño.
El reciente nombramiento de un marxista como primado del Perú, P. Carlos Castillo Mattasoglio como Arzobispo de Lima está por otra parte en línea con el de de Mons. Vicente Fernández (el verdadero artífice de Amoris Laetitia) en la diócesis de La Plata: hacer “morder el polvo” a los fieles de diócesis más tradicionales parece más propio de un ensañamiento partidista que de un corazón paternal.
Eso sí, todo esto será prolijamente cumplido bajo capa de “misericordia” y piedad, como fruto de un oído atento “al soplo del espíritu” (con minúscula, claro).
Paso a paso, el verdadero Cuerpo debe seguir los pasos de la Cabeza. Dios nos dé la gracia infinita de permanecer lúcidos y fieles.
Porque de Dios nadie se burla, ni siquiera los que Él mismo ha llamado, ni aunque sean purpurados…
Con el p. Castellani suplicamos también nosotros, pues, para seguir adelante en defensa de la fe verdadera:
“Dios mío, dame fuerzas para poder mirar el fariseísmo sin demasiado miedo y sin demasiado asco. Pero dame también gracia como Tú para mirarlo de frente.”
No nos durmamos, no nos dejemos anestesiar.
El Señor de la Historia ha de encontrarnos velando, y que ningún desánimo nos arrebate el esperado momento de su Regreso. ¡Ven, Señor Jesús, no tardes!