Gaude, Maria Virgo: cunctas hæreses sola
interemisti in universo mundo.
Pero Vos sois, oh Madre santísima, Vos sois y habéis
sido la roca contra la cual se han estrellado todos los errores y Vos lo seréis
siempre. Vos sola habéis triunfado sobre todas las herejías: apenas se ha
levantado una en el mundo cristiano que no os haya atacado; y no hay una sola
que no haya sido confundida por Vos: cunctas
hæreses sola interemisti in universo mundo, reconoce toda la Iglesia con
san Agustín: “la victoria que habéis alcanzado, y que alcanzaréis en todos
tiempos sobre todos vuestros enemigos, completará vuestro triunfo”. (Anuario de María, M.
Menghi - D’Arville)
Si
todas las herejías han atacado a la Santísima Virgen María, ¿qué será el
modernismo que es la cloaca de todas
herejías? ¿Cómo no la va a atacar si Ella es quien aplastará la cabeza de
la serpiente infernal? Pero el modernismo no ataca a Nuestra Madre de manera
abierta como Nestorio, Lutero o Calvino o cualquier otro heresiarca. Poco a
poco, el modernismo ha querido despojarla de sus prerrogativas, de sus glorias,
de la devoción del pueblo cristiano hacia Ella.
Dijo
Sor Lucía de Fátima al P. Fuentes:
“Padre, la Santísima Virgen no me
dijo que nos encontramos en los últimos tiempos del mundo, pero me lo dio a
demostrar por tres motivos: el primero, porque me dijo que el demonio está librando una batalla decisiva con la Virgen y una
batalla decisiva es una batalla final, en donde se va a saber de qué partido es
la victoria, de que partido es la derrota. Así que ahora, o somos de Dios o
somos del demonio; no hay término medio”.
El
Tercer Secreto de Fátima debía revelarse en 1960, pues en esta fecha sería más
claro. En este año, luego de leerlo, el papa Juan XXIII lo desechó diciendo: Esto no concierne a mi pontificado.
Después el papa jamás quiso escuchar hablar de Fátima. El futuro cardenal Oddi
le preguntó por qué no revelaba el secreto. “No
me hable de eso”, respondió el papa. Pero Monseñor Oddi insistió: “Si usted quiere, yo no le hablaré más, pero
no podré impedir a la gente de hablar de ello. Yo mismo tuve que hacer una
centena de sermones para anunciar su revelación”. De nuevo el papa le
respondió: “Ya le dije que no me hable de
él”. (Mystères et vérités
cachés du troisième secret de Fatima pág. 138)
Juan
XXIII inauguró el Concilio, en octubre de 1962, con un discurso que se hizo célebre
por sus poco afortunadas ironías sobre los niños de Fátima: “Nos parece justo disentir de tales profetas
de calamidades, avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si
el fin de los tiempos fuese inminente”. (Antonio Socci, el Cuarto Secreto
de Fátima)
Nuestra
Señora de Fátima pidió al papa y los obispos de todo el mundo la Consagración
de Rusia a su Corazón Inmaculado. Si se realizaba, habría paz, de lo contrario,
Rusia esparcirá sus errores por el mundo promoviendo guerras y persecuciones contra
la Iglesia.
Entonces,
no solo no se publicó el secreto en 1960, tampoco se realizó (hasta hoy) la
Consagración de Rusia. El papa Juan XXIII rechazó el remedio dado por el Cielo
y prefirió el remedio humano diplomático, ecumenista, conciliador.
En
1963, en la segunda sesión del concilio, la Comisión presentó un documento
preparatorio "De la bienaventurada
Virgen María, Madre de Dios y Madre de los hombres" (De beata Virgine
Matre Matre Dei et hominum ), que de acuerdo con el proyecto original, sería un
decreto por separado. Además, 313 padres firmaron un voto para que el Concilio
definiera de manera solemne el dogma de María Mediadora de todas las gracias y
confirmara su título de Corredentora. Al P. Karl Rahner esto no le gustó en
absoluto. En un texto escrito a todos los participantes de la conferencia de
Fulda en agosto de 1963, expresó su gran preocupación respecto al documento. Si
el texto fuese adoptado, “causaría un
daño inimaginable desde el punto de vista ecuménico, tanto para los Orientales
como para los Protestantes”. Rahner sugirió que para reducir su importancia
era necesario presionar, con toda la insistencia posible, para que el esquema se convirtiera en un capítulo, o
el epílogo, del esquema sobre la
Iglesia. Esto, para él, sería “la manera más fácil de suprimir del esquema las afirmaciones que teológicamente
no están suficientemente desarrolladas y sólo ocasionarían un daño incalculable
desde el punto de vista ecuménico”.
El
29 de octubre de 1963, se puso la siguiente pregunta para votación: “¿Les place a los Padres conciliares que el
esquema respecto a la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, sea revisado
para convertirse en el capítulo VI del esquema sobre la Iglesia?” Los
resultados de la votación fueron de 1114 a favor y 1074 en contra. (Fuente)
En este día por la noche, el P. Congar, a quien Juan
Pablo II nombrará cardenal, anotó en su diario: “La mariología, por lo menos la que siempre quieren agregar, es un
verdadero cáncer”. (Mystères et vérités cachés du troisième secret de Fatima pág. 365)
Por su parte el
P. Berto, teólogo de Mons. Lefebvre durante el concilio, escribió después de
esta votación: “El trabajo fue
formidable, esto no es nada; fue sobre todo doloroso. ¡Cuántas veces, después
de los votos del 29 y 30 de octubre, yo lloré, estallé en sollozos sobre estas
pobres hojas que cubría de escritura! El castigo de Dios vino sobre estos
votos. […] El funesto voto de la
víspera, apostatando del Evangelio de las bodas de Caná, lejos de invitar a la
Santísima Virgen, le significó su despido. ¡Ella estorbaba! La Virgen estorbaba
el Concilio que la invitó a salir. ¡Oh! Ella no se lo hizo decir dos veces. La
tierra no tembló, el rayo no cayó en San Pedro. La Virgen María salió discretamente
en un profundo silencio; tan discretamente, en un silencio tan profundo, que
ella no dijo Vinum non habent, y los
destinos de la segunda sesión fueron sellados”.
Y
no solo esto. Todos los puntos mencionados por la Nuestra Señora en Fátima
fueron ignorados en el Vaticano II: La devoción a su Corazón Inmaculado no fue
ni siquiera mencionado, en cambio, su fiesta, de fiesta doble de segunda clase,
fue rebajada a una simple memoria facultativa. El infierno, que tanto terror
causó a los niños videntes, ni siquiera fue mencionado en las actas del
concilio. ¡El Rosario, el cual Nuestra Señora pidió en todas sus apariciones
que se rezara, no tuvo el derecho ni de una sola mención! Y no solamente fue
ignorado, peor que eso: el concilio rechazó claramente reconocer el rosario
como oración litúrgica de la Iglesia. Durante la tercera sesión, el Cardenal
Cerejeira, apoyándose en la petición de ciento trece obispos, pidió modificar
el n° 67 de Lumen Gentium de la
siguiente manera: “Que a las “prácticas y
ejercicios de piedad” sea agregado: “entre las cuales se distingue el rosario”.
Pero la comisión encargada de preparar el capítulo sobre la Virgen María
juzgó que “el concilio no debía designar
una devoción particular”. (Mystères et vérités cachés du troisième secret de Fatima pág. 362)
Debido
al ecumenismo, el concilio ignoró absolutamente el pedido de Nuestra Señora de
rezar por la conversión de los pecadores. El concilio asimismo se negó a tener
en cuenta la condenación del comunismo por la Santísima Virgen en su mensaje
del 13 de julio de 1917 y permaneció mudo sobre el flagelo del siglo XX.
De
este modo el concilio se pronunció contra el mensaje de Fátima. Todos los temas
abordados en el secreto de Fátima fueron descartados de los debates del
concilio, incluso podemos decir que fue en una dirección diametralmente
opuesta. Se puede decir que el concilio Vaticano II fue un contra-Fátima así
como fue un contra-Syllabus.
Luego
del concilio, un tal “Grupo ecuménico de Dombes” tomó un gran impulso. Fundado en 1937 por el P. Couturier y el
pastor protestante suizo Baümlin, reúne unos cuarenta teólogos; durante mucho
tiempo se ha reunido en la abadía cistercense de Nuestra Señora de Dombes que
le dio su nombre. Se ha dado por tarea, entre otras cosas, durante más de diez
años, “el reflexionar de manera constructiva sobre las “piedras de tropiezo”
marianas entre católicos y protestantes”.
Para
ellos, “La figura de María está marcada
por la historia de nuestras divisiones, pero Ella ha sido iluminada con una
nueva luz por el concilio Vaticano II. Al rechazar un texto separado sobre la
Virgen María, los Padres conciliares reemplazaron la reflexión teológica a su
respecto en el conjunto de la teología cristiana y la han reconducido a sus
fuentes en la Escritura y la Tradición de la Iglesia”. Es así que presentan
una conclusión en su escrito “La
bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de su
Iglesia”.
Allí
se afirma también:
“La auténtica doctrina católica
debió evitar los excesos de la devoción Mariana”.
“Sobre el plan dogmático, la
proclamación de los dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción
concierne solo a la Iglesia romana que las formuló. En la medida que esta
Iglesia se estime comprometida por sus propias declaraciones sobre la
“jerarquía de verdades”, ella debería reconocer que estos dos dogmas, puesto
que no pertenecen a la expresión común de la fe al momento de la separación, no
pueden obligar a otros cristianos. En efecto, la afirmación de la “jerarquía de
verdades” en el Vaticano II ya no permite sostener, sin poner muchos matices,
ciertas afirmaciones anteriores. Sin duda que la fe es siempre la misma en
tanto que ella responde a la autoridad de Dios revelándose. Pero además de la
dimensión histórica y humana de su transmisión, ciertas declaraciones son tan
fundamentales que se sostienen en el símbolo mismo de la fe; las otras son
subordinadas a las primeras”. (Fuente)
En
2001, la Pontificia academia mariana concedió su premio al grupo de los Dombes
por su trabajo sobre la Virgen María. (Fuente)
Ya
en 1996 el papa Juan Pablo II invitó a esta misma Pontificia Academia Mariana
que en ese año iba a celebrar su XII Congreso Mariológico Internacional en
Polonia, a estudiar la posibilidad de la definición de los títulos marianos de
Mediadora, Corredentora y Abogada. Tras varias reuniones de trabajo, la
Comisión publicó una declaración donde se hacen las siguientes afirmaciones:
“Los títulos propuestos –Corredentora,
Mediadora y Abogada- resultan ambiguos ya que pueden entenderse de diversos
modos. Nos ha parecido además que no es conveniente abandonar la línea
teológica seguida en el concilio Vaticano II, el cual no ha querido definir ninguno de ellos: no
utilizó en su magisterio el título de Corredentora; y de los títulos Mediadora
y Abogada ha hecho un uso muy sobrio (Lumen Gentium 62) Aunque se atribuyeran a
esos títulos unos contenidos por los que se pudiera aceptar su pertenencia al depósito
de la Fe, su definición, en la actual situación, no resultaría, sin embargo,
teológicamente conveniente, en cuanto que tales títulos y las doctrinas
inherentes a ellos, necesitan todavía una ulterior profundización y una
renovada perspectiva trinitaria, eclesiológica y antropológica. Finalmente, los
teólogos, especialmente los no católicos, se han mostrado sensibles a las
dificultades ecuménicas que implicaría una definición de los susodichos títulos”.
(Osservatore Romano, 4 de junio de 1997, 10)
Vemos
entonces que en primer lugar los dogmas de la Inmaculada Concepción y de la
Asunción son el estorbo para la “reconciliación” entre católicos y
protestantes. Se “resuelve” el punto invocando la “jerarquía de verdades”
establecida en el concilio Vaticano II. En segundo lugar, se impide la
definición del dogma de la Mediación de la Santísima Virgen y su título de
Corredentora y Abogada. En tercer lugar se insiste en volver a las “fuentes en la Escritura”, remarcar que
Lutero y demás heresiarcas creían en la Virginidad y Maternidad de Nuestra
Señora (ver acá), olvidando que Lutero entre otras herejías dijo:
“Que la Virgen María haya sido
concebida sin pecado original, de esto no hay una sola palabra ni en el
evangelio ni en otras partes de las Escrituras” (Sermón
sobre Lc. 11.27-28)
La Madre María es, en verdad, digna
de alabanza; pero al alabarla debemos tener mucho cuidado de no perder de vista
al Hijo que Ella os dio”. (Sermón sobre Is. 9: 1-7)
“Cuanto más méritos y dignidad se
atribuyen a María, tanto más mengua la gracia divina y se reduce la verdad del
Magníficat” (Obras de M. Lutero, Tomo VI, pág.
402).
El papa quiere que se ore en el
nombre de la Virgen María; esto no significa alabar a María, sino deshonrarle
de la peor manera y convertirla en un ídolo (Segundo sermón
sobre el Magníficat).
María, la amada y santa Virgen y
Madre de Dios, fue convertida en el papado en execrable ídolo
(Comentario de Gén. Cap. 6: 1-5).
El cántico Salve Regina es una gran
blasfemia contra Dios pues allí se la llama a María “madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra”. Y no mucho mejor es el cántico Regina
Coeli, donde llaman a María “Reina del Cielo” (Sermón
sobre Mat. I: 1-16).
En
2015, el P. Raniero Cantalamessa predicó el retiro de Adviento al papa
Francisco y a la curia romana. Allí afirmó:
La novedad más grande del trato
conciliar sobre la Virgen consiste, como se sabe, precisamente en el lugar en
el que se inserta, y es eso en la constitución sobre la Iglesia. Con eso el
Concilio – no sin sufrimientos y laceraciones- realizaba una profunda renovación de la mariología,
respecto a la de los últimos siglos. El discurso de María ya no es en sí mismo,
como si ella ocupara una posición
intermedia entre Cristo y la Iglesia, sino reconducido, como había sido en
la época de los Padres, en el ámbito de esta última. María es vista, como decía
san Agustín, como miembro más excelente de la Iglesia, pero un miembro de ella,
no fuera, o encima. […]
Lo que quisiera hacer es poner de
relieve la importancia ecuménica de esta
mariología del Concilio, es decir, cómo podría contribuir – y está
contribuyendo- a acercar a católicos y protestantes sobre este delicado terreno
y controvertido que es la devoción a la Virgen. […]
No es este el lugar para hacer una
revisión histórica, quiero solamente decir cuál camino me parece la salida de
esta triste situación sobre María. Tal camino pasa por un sincero
reconocimiento por parte de nosotros los católicos por el hecho de que muchas
veces, en los últimos siglos, hemos
contribuido a volver a María inaceptable a los hermanos protestantes,
honrándola a veces de manera exagerada y desconsiderada, y sobre todo no
colocando tal devoción dentro de un cuadro bíblico bien claro que dejara
ver su rol subordinado respecto a la Palabra de Dios, al Espíritu Santo y al
mismo Jesús. La mariología en los últimos siglos se había vuelto una fábrica continua de nuevos títulos,
nuevas devociones, muchas veces en polémica con los protestantes usando a
veces a María -¡nuestra madre común!- como un arma contra ellos.
El
colmo: el día 13 de octubre, 99 aniversario del Milagro del Sol en Fátima y
comienzo del centenario, el papa Francisco recibió a un grupo de luteranos en
el aula Paulo VI, donde se colocó una estatua de Lutero en el lugar de honor y
le fue regalado un libro de lujo con las 95 tesis del heresiarca. La Santísima
Virgen fue de nuevo abofeteada, al igual que en el escandaloso viaje de
Francisco a Suecia.
Y
entre paréntesis, ¿qué podemos pensar cuando Mons. Fellay fue recibido el mismo
13 de octubre por Francisco? Sin olvidar, por supuesto, las dos extrañas imágenes de la capilla de
la FSSPX de Madrid, que pretenden representar a la Virgen María.
Así
que, siendo el concilio Vaticano II el origen de esta tremenda Revolución en
contra de la Virgen María y contra Fátima, este mismo concilio, como dice Mons.
Williamson, es el obstáculo para la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón
de María. No debemos aceptar este concilio ni siquiera a la “luz de la
Tradición”.
Como
dijo Mons. Lefebvre: Nosotros hemos
querido conservar la fe y abandonar ese medio que quería convertirnos en protestantes,
que quería hacernos abandonar nuestra santa Religión. Entonces huyamos para
conservar nuestra fe, y reunámonos donde podamos, allí donde el Buen Dios o la
Providencia nos indique, un lugar donde podamos reunirnos para conservar la fe. (Sermón del 22 de diciembre de 1990)
No
debemos rendirnos: “la Santísima Virgen,
en estos últimos tiempos en que estamos viviendo, ha dado una nueva eficacia al
rezo del Santo Rosario. De tal manera que ahora no hay problema, por más
difícil que sea, sea temporal o sobre todo espiritual, que se refiera a la vida
personal de cada uno de nosotros; o a la vida de nuestras familias, sean
familias del mundo o Comunidades Religiosas; o la vida de los pueblos y
naciones. No hay problema, repito, por más difícil que sea, que no podamos
resolver ahora con el rezo del Santo Rosario”. (Entrevista a Sor Lucía por
el P. Alonso).
Y
no lo olvidemos, el decreto ya ha sido firmado por el Altísimo: “Al fin mi Corazón Inmaculado triunfará”.
Pidamos
como San Pio X: Oh, Virgen Santísima, que habéis sido agradable al Señor y os
convertisteis en su Madre; Virgen Inmaculada en vuestro cuerpo, en vuestra
alma, en vuestra fe y en vuestro amor, mirad con ojos benévolos a los infelices
que imploran vuestra poderosa protección. La serpiente infernal, contra quien
fue lanzada la maldición primera, continúa combatiendo y tentando a los pobres
hijos de Eva. Vos, Madre nuestra bendita, nuestra Reina y Abogada, vos que
habéis aplastado la cabeza del enemigo desde el primer instante de vuestra
concepción, acoged las plegarias que, unidos a vos en un solo corazón, os
rogamos presentéis ante el trono de Dios, para que jamás nos dejemos arrastrar
a las emboscadas que nos son preparadas, sino que alcancemos el puerto de
salvación y que, en medio de tantos peligros, la Iglesia y la sociedad
cristiana canten una vez más el himno de la liberación, de la victoria y de la
paz. Amén.