LA CUARESMA ES UN LLAMADO AL AMOR
El miércoles de Ceniza comienza la Cuaresma, que
es, según enseña el Catecismo de San Pío X, un tiempo de ayuno y
penitencia instituido en la Iglesia por tradición apostólica. Que sea
de tradición apostólica significa que es algo dispuesto por los Apóstoles.
Hace penitencia el que ofrece actos
penosos (desagradables) a Dios en
reparación de sus pecados (Royo
Marín, Teol. Mor.). Como todos somos pecadores, todos estamos obligados a
hacer penitencia, especialmente en el tiempo de Cuaresma. “Convertíos,
y haced penitencia por todas vuestras iniquidades… deshaceos de todas vuestras
transgresiones… renovad vuestro corazón y vuestro espíritu”, “convertíos
a Mí de todo corazón, con ayuno, llanto y lamento”, dicen los Profetas (Ez
18, 30-31; Jl 2, 12).
Y Nuestro Señor dice: "Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que dan con ella" "Si no hacéis penitencia, todos igualmente pereceréis” (Mt 7, 13-14; Lc 13, 5).
De lo que se trata, entonces, es de detestar de corazón el pecado, de convertirse de verdad a Dios, pues el odio al pecado no es sino la otra cara del amor a Dios. La penitencia hecha sin esa intención de conversión, sin ese amor, sería más bien externa, sería mentirosa, hipócrita, farisaica. Para esta conversión profunda, Dios nos da gracias especiales en cada Cuaresma.
Y Nuestro Señor dice: "Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que dan con ella" "Si no hacéis penitencia, todos igualmente pereceréis” (Mt 7, 13-14; Lc 13, 5).
De lo que se trata, entonces, es de detestar de corazón el pecado, de convertirse de verdad a Dios, pues el odio al pecado no es sino la otra cara del amor a Dios. La penitencia hecha sin esa intención de conversión, sin ese amor, sería más bien externa, sería mentirosa, hipócrita, farisaica. Para esta conversión profunda, Dios nos da gracias especiales en cada Cuaresma.
Enseña el catecismo que la Cuaresma ha sido
instituida, 1° para darnos a entender la obligación que tenemos de
hacer penitencia todo el tiempo de nuestra vida, de la cual la Cuaresma es
figura, según los Santos Padres; 2° para imitar de algún modo el
riguroso ayuno de cuarenta días que Jesucristo practicó en el desierto (del
cual nos habla el Evangelio de hoy; ayuno total de comida, no parcial como el
que practica la Iglesia); 3° para prepararnos por medio de la
penitencia a celebrar santamente la Pascua.
El primer día de Cuaresma es el llamado
Miércoles de Ceniza, porque ese día la Iglesia impone la sagrada Ceniza
con el fin de recordarnos que somos compuestos de polvo y a polvo quedaremos
reducidos con la muerte, y así nos humillemos y hagamos penitencia de nuestros
pecados, mientras tenemos tiempo. Las disposiciones con que debemos
recibir la sagrada Ceniza son dos: 1ª, un corazón contrito y
humillado. 2ª, la santa resolución de pasar la
Cuaresma en obras de penitencia.
Agrega el el catecismo que para
vivir la Cuaresma según la intención de la Iglesia debemos hacer cuatro
cosas: 1ª guardar exactamente los ayunos, la abstinencia y
mortificarnos no sólo en las cosas ilícitas y peligrosas, sino también en
cuanto podamos en las lícitas, como sería moderándonos en las recreaciones; 2ª hacer
oración y limosnas, y otras obras de piedad con el prójimo más que de
ordinario, 3ª oír la palabra de Dios, no por costumbre o
curiosidad, sino con deseo de poner en práctica las verdades que se oyen; 4ª preparar
con cuidado las confesiones para hacer más meritorio el ayuno y disponernos
mejor a la comunión pascual.
Unos comentarios acerca de lo primero y de lo
segundo: guardar los ayunos, la abstinencia y mortificarnos. El
ayuno cuaresmal obligatorio ha quedado reducido, por obra de la Jerarquía modernista, al Miércoles de
Ceniza y al Viernes Santo, que además son días de abstinencia; pero el que quiera vivir como verdadero católico y santificarse, deberá hacer mucho más que eso. Dice el catecismo que debemos mortificarnos
no sólo en las cosas ilícitas y peligrosas, sino también en cuanto podamos en
las lícitas, como sería moderándonos en las recreaciones. Por ejemplo:
ver menos películas y tener más cuidado con la selección de éstas. Lo
mismo con la música. Los católicos no deben ver televisión abierta (gran arma del demonio).
Jugar menos, no asistir a fiestas ni a restaurantes ni a espectáculos, tener
conversaciones más serias, etc. Además del ayuno, nos podemos mortificar
soportando algo de frío o de calor, privándonos de las comidas que
más nos agradan o usando menos azúcar o menos sal; tomando menos alcohol,
suprimiendo o disminuyendo determinadas comodidades, y mil etcéteras. En
la vida cotidiana hay muchísimas ocasiones de mortificación, pero la
mortificación suele no ser parte de la vida de los tradicionalistas, que en
esto suelen ser iguales a los liberales y modernistas.
En cuanto a lo segundo: hacer oración y limosnas, y otras obras de piedad con el prójimo más que de ordinario: el que reza una corona del Rosario, rece dos; el que reza dos, rece los 15 misterios; rezar el Vía Crucis, leer la Biblia, leer libros piadosos… Y tengan muy en cuenta que el ayuno da fuerza a la oración. Esto es tan importante como olvidado y poco enseñado. Las limosnas y las obras de piedad tampoco suelen ser parte de la vida de los tradicionalistas, y en eso también suelen ser iguales a los liberales y modernistas, y muchas veces peores. Vean, entonces, el modo de dar más limosnas, de visitar asilos de ancianos o de huérfanos, visitar enfermos, presos, pobres. Visitarlos para servirles por amor a Cristo que está en los crucificados, en los sufrientes. Todo esto debe ser parte de la vida cotidiana del verdadero cristiano e intensificarse en la Cuaresma. Además, estas cosas son de gran importancia para combatir esa tendencia farisaica, típica de los tradicionalistas. Padres y madres: pongan a sus hijos en contacto con la miseria para que aprendan a ser misericordiosos. A veces hay que sacarlos de las burbujas protectoras, de lo contrario serán católicos altaneros, indolentes y egoístas. Serán fariseos. Por amor, Cristo descendió hasta los miserables. Nosotros debemos hacer lo mismo. No basta con rezar por los prójimos: el verdadero amor no se detiene ahí y el que se conforma con eso, en realidad no ama. Cuando Dios le preguntó por Abel, Caín respondió: ¿acaso soy el guardián de mi hermano? Caín es el padre de los egoístas e individualistas faltos de caridad fraterna.
En cuanto a lo segundo: hacer oración y limosnas, y otras obras de piedad con el prójimo más que de ordinario: el que reza una corona del Rosario, rece dos; el que reza dos, rece los 15 misterios; rezar el Vía Crucis, leer la Biblia, leer libros piadosos… Y tengan muy en cuenta que el ayuno da fuerza a la oración. Esto es tan importante como olvidado y poco enseñado. Las limosnas y las obras de piedad tampoco suelen ser parte de la vida de los tradicionalistas, y en eso también suelen ser iguales a los liberales y modernistas, y muchas veces peores. Vean, entonces, el modo de dar más limosnas, de visitar asilos de ancianos o de huérfanos, visitar enfermos, presos, pobres. Visitarlos para servirles por amor a Cristo que está en los crucificados, en los sufrientes. Todo esto debe ser parte de la vida cotidiana del verdadero cristiano e intensificarse en la Cuaresma. Además, estas cosas son de gran importancia para combatir esa tendencia farisaica, típica de los tradicionalistas. Padres y madres: pongan a sus hijos en contacto con la miseria para que aprendan a ser misericordiosos. A veces hay que sacarlos de las burbujas protectoras, de lo contrario serán católicos altaneros, indolentes y egoístas. Serán fariseos. Por amor, Cristo descendió hasta los miserables. Nosotros debemos hacer lo mismo. No basta con rezar por los prójimos: el verdadero amor no se detiene ahí y el que se conforma con eso, en realidad no ama. Cuando Dios le preguntó por Abel, Caín respondió: ¿acaso soy el guardián de mi hermano? Caín es el padre de los egoístas e individualistas faltos de caridad fraterna.
Termino con una cita de la niña Jacinta Marto, una de
las niñas videntes de Fátima. Ella contó que en una de las apariciones la
Virgen había dicho: “Orad, orad mucho y haced sacrificios por
los pecadores… muchas almas van al infierno porque no hay quién ore y se sacrifique por
ellas...”… Los pecados que más llevan almas al infierno son los pecados de la
carne… Los pecados del mundo son muy grandes. Si los hombres supieran qué es la
Eternidad, harían todo por cambiar de vida. Los hombres se pierden
porque no piensan en la muerte de Jesús y no hacen penitencia”. Y
se lee en el relato del Tercer Secreto de Fátima lo siguiente: hemos
visto al lado de Nuestra Señora a un Ángel con una espada de fuego en la mano
izquierda… el Ángel, señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte
voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Pero, con voz
igualmente fuerte, los hombres -también católicos, también tradicionalistas-
responden: “¡libertad, placer, comodidad!”
Estimados fieles: la Cuaresma es un llamado
al Amor, a entregarnos al Amor, a abrir el corazón a Dios, el Amor. Que
por la intercesión de nuestra Madre, Dios nos conceda una Cuaresma santa, esto
es, vivida en espíritu de profunda conversión a Cristo mediante el
arrepentimiento, ayuno, la mortificación, la oración y las obras de
misericordia.
Ave María Purísima
Sin pecado original concebida