miércoles, 19 de febrero de 2014

HABLA EL P. PINAUD - PARTE 7


Desgraciadamente las medidas conservatorias que Monseñor Fellay tomó en contra mía: ocho meses de aislamiento y soledad no parecen haber obtenido los efectos deseados: que deje de pensar que Monseñor Fellay cometió no imprecisiones (como él mismo lo reconoció en el Cor Unum de verano 2012, o ambigüedades, como afirmó el Padre de Cacqueray después de haber puesto demasiada agua en su vino estos últimos tiempos) sino errores graves que todavía no son reparados y que se encuentran expresados esencialmente en la funesta declaración del 15 de abril de 2012.

Digo esto “sin abandonarme a las pasiones, a las emociones, sino buscando como católico, como hombre, la mayor objetividad con sangre fría y calma” por retomar los términos empleados por el Superior de Distrito de Francia el pasado 26 de enero.
Mi defensa me dio la ocasión de expresar esto claramente, pero también, desgraciadamente, agravó mi caso a tal punto que ahora soy digno de muerte.
Este es el verdadero motivo de mi castigo:
6.- Además, el Padre PINAUD no mostró ningún remordimiento en este asunto, es más, no ha dejado de formular críticas en contra de sus Superiores; en su última defensa, llegó a decir“en razón de las numerosas concesiones que hizo al concilio y a las reformas conciliares inaceptables, por sí misma la Declaración doctrinal del 15 de abril de 2012 constituye un peligro para la fe que legitima la rebelión, pues esta Declaración doctrinal no es “un texto minimalista”, como escribió Monseñor Fellay en el editorial de Cor Unum N° 102”;

Este es el pecado mortal –que no consiste en las correcciones ortográficas de la carta de los 37- el Padre Wuilloud además no le dio mucha importancia a su ortografía en la redacción de sus correos… pero por el contrario, rechazar el reconocimiento de la legitimidad de la promulgación de la nueva misa, eso cuesta muy caro.

Yo no lo lamento, pues las preguntas que debían ser públicamente planteadas, mi proceso me dio ocasión de hacerlo:
-Monseñor, ¿mantiene usted su aceptación de la nueva fórmula de la Profesión de fe y del Juramento de fidelidad para asumir un cargo ejercido a nombre de la Iglesia? (DD II, nota 1) [*]
-Monseñor, ¿mantiene usted que la nueva misa y los nuevos sacramentos han sido promulgados legítimamente por los papas Paulo VI y Juan Pablo II? (DD III, § 7)

-Monseñor, ¿mantiene usted que Monseñor Lefebvre aceptó en 1988 “la legitimidad o legalidad de la promulgación del NOM? (su nota de presentación de la DD publicada en Cor unum 104)

-Monseñor, ¿mantiene usted su aceptación del nuevo código de 1983? (DD III, § 8)
Hasta este día, una única respuesta me ha sido comunicada: ¡Mi suspensión a divinis!
Monseñor Tissier me escribió:
“Si las primeras páginas de su défensio fueron excelentes, lo que siguió fue superfluo: usted hace el proceso de SER Monseñor Fellay, saliendo de su calidad de acusado y agravando su caso por los ataques que debió callar in Tribunali”.

¡Pues no! Excelencia Reverendísima Monseñor Tissier, yo no pasé ocho meses en Jaidhof y no me presenté voluntariamente ante mis jueces en Schlieren el 19 de octubre de 2012 a las 13:30 horas, para hablar de ortografía, sino para hablar seriamente de cosas graves que son un ataque mortal a la FSSPX. Eso aunque me costara la vida. Era una cuestión de honor.

Fingir o buscar un arreglo como me incitaba el Padre Petrucci, que deseaba terminar esta comedia lo más rápido posible, era un compromiso con graves consecuencias para mí.
De cobardía en cobardía, puedo constatar que uno puede convertirse en un bandido.

Yo preferí la sanción por la que doy gracias a Dios, pues considero esta suspens a divinis como un honor –Que Dios me otorgue un poco más de fidelidad en su servicio, pues no se trata solamente de ser fiel hoy, sino llegar hasta el final. Y solamente quienes lo logren se salvarán.


Monseñor Williamson escogió “Fideles inveniamur” como divisa episcopal: es todo un programa: para ser hallado fiel.

Continúa...

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PROFESIÓN DE FE

Yo, N., creo con fe firme y profeso todas y cada una de las cosas contenidas en el Símbolo de la fe, a saber:


Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.


Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.


Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.


Creo, también, con fe firme, todo aquello que se contiene en la Palabra de Dios escrita o transmitida por la Tradición, y que la Iglesia propone para ser creído, como divinamente revelado, mediante un juicio solemne o mediante el Magisterio ordinario y universal.


Acepto y retengo firmemente, asimismo, todas y cada una de las cosas sobre la doctrina de la fe y las costumbres propuestas por la Iglesia de modo definitivo.


Me adhiero, además, con religioso obsequio de voluntad y entendimiento a las doctrinas enunciadas por el Romano Pontífice o por el Colegio de los Obispos cuando ejercen el Magisterio auténtico, aunque no tengan la intención de proclamarlas con un acto definitivo.



JURAMENTO DE FIDELIDAD AL ASUMIR UN OFICIO QUE SE HA DE EJERCER EN NOMBRE DE LA IGLESIA


Yo, N., al asumir el oficio..., prometo mantenerme siempre en comunión con la Iglesia católica, tanto en lo que exprese de palabra como en mi manera de obrar.


Cumpliré con gran diligencia y fidelidad las obligaciones a las que estoy comprometido con la Iglesia tanto universal como particular, en la que he sido llamado a ejercer mi servicio, según lo establecido por el derecho.


En el ejercicio del ministerio que me ha sido confiado en nombre de la Iglesia, conservaré íntegro el depósito de la fe y lo transmitiré y explicaré fielmente; evitando, por tanto, cualquier doctrina que le sea contraria.


Seguiré y promoveré la disciplina común a toda la Iglesia, y observaré todas las leyes eclesiásticas, ante todo aquellas contenidas en el Código de Derecho Canónico.


Con obediencia cristiana acataré lo que enseñen los sagrados pastores, como doctores y maestros auténticos de la fe, y lo que establezcan como guías de la Iglesia, y ayudaré fielmente a los obispos diocesanos para que la acción apostólica que he de ejercer en nombre y por mandato de la Iglesia, se realice siempre en comunión con ella.


Que así Dios me ayude y estos santos evangelios que toco con mis manos.


(Variaciones a los párrafos cuarto y quinto de la fórmula de juramento,

que han de utilizar los fieles cristianos a los que se refiere el canon 833, n. 8)

Promoveré la disciplina común a toda la Iglesia y urgiré la observancia de todas las leyes eclesiásticas, ante todo aquellas contenidas en el Código de Derecho Canónico.


Con obediencia cristiana acataré lo que enseñen los sagrados pastores, como doctores y maestros auténticos de la fe, y lo que establezcan como guías de la Iglesia, y ayudaré fielmente a los obispos diocesanos para que la acción apostólica que he de ejercer en nombre y por mandato de la Iglesia, quedando a salvo la índole y el fin de mi instituto, se realice siempre en comunión con la misma Iglesia.


Fuente: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_1998_professio-fidei_sp.html#PROFESIÓN_DE_FE