domingo, 29 de abril de 2018

DIVERSOS SENTIDOS DE LA EXPRESIÓN "IGLESIA CONCILIAR", AHORA EXPLICADOS CON LA AYUDA DE GRÁFICOS

Según un primer sentido, la "iglesia conciliar" es la organización de la religión conciliar que coexiste con la Iglesia Católica en el mismo sujeto (explicación de los Dominicos de Avrillé y de Mons. Tissier).  La “iglesia conciliar” es la cizaña organizada en el campo de trigo. En esta acepción, se suele hablar de "secta conciliar" como expresión sinónima de "iglesia conciliar".



Conforme a un segundo sentido, la "Iglesia conciliar" es la Iglesia Católica tal y como es actualmente, esto es, decayendo o corrompiéndose (en sus aspectos humanos) por obra de los modernistas que controlan la Iglesia desde el Concilio Vaticano II. La “Iglesia conciliar” es el sembradío de trigo con cizaña. En esta acepción, lo opuesto a “Iglesia conciliar” no es “Iglesia Católica” sino “Iglesia preconciliar”.


Estos dos primeros sentidos de la expresión "iglesia conciliar" no se excluyen recíprocamente, pero sí excluyen a los dos siguientes.

En un tercer sentido, la "iglesia conciliar" es esa sociedad que el común de la gente identifica erradamente con la Iglesia Católica. La sociedad a cuya cabeza actualmente está Francisco y que es conocida en todas partes como "Iglesia Católica", ya no es católica. Ni la Jerarquía ni los feligreses que, por pertenecer a esta organización, se dicen católicos son tales, sino que son herejes conciliares. La verdadera Iglesia Católica existe reducida a dimensiones domésticas e individuales, al estar compuesta solamente por los grupos tradicionalistas separados de Roma, dispersos por el mundo. La “iglesia conciliar” es la cizaña separada del trigo. En esta acepción, se suele hablar de "secta conciliar" como expresión sinónima de "iglesia conciliar". Este tercer sentido excluye a los otros tres, es sostenido por muchos sedevacantistas, e inclina al sedevacantismo y al cisma.


Según un cuarto sentido, la "iglesia conciliar" es únicamente un mal espíritu (liberal y modernista) existente en la Iglesia Católica. La “iglesia conciliar” es un defecto o enfermedad en el trigo. Esto es lo que sostienen Mons. Fellay, el P. Gleize y los acuerdistas en general. Este cuarto sentido excluye a los otros tres.


Cabe notar que, en las acepciones primera y tercera, a la organización o secta conciliar se le llama “iglesia” impropiamente, como cuando hablamos de “iglesia anglicana”, de “iglesia luterana”, etc. En la cuarta acepción, el término "iglesia" también es aplicado de modo analógico.

Del artículo "Eclesiavacantismo".

COMENTARIO ELEISON N°DLXIII (563) - 28 de abril de 2018

Eleison Comments by His Excellency Bishop Richard Williamson

¿Se Evitó la Guerra? –II

¿Son los judíos el peor problema del mundo? Sí y no.
Para seguir su rumbo, debo consentirlo.
Puesto que el mejor de los comentaristas políticos raramente se acerca a los manantiales religiosos de la historia y, sin embargo, como Dios gobierna al hombre, así las relaciones de un hombre con su Dios (religión) gobiernan sus relaciones con sus semejantes (política), y así la religión gobierna la política, entonces un comentarista religioso debe abrir la dimensión religiosa de las cuestiones políticas, a la cual la mayoría de la gente que no tiene a Dios puede desear positivamente que sus comentaristas políticos dejen en paz. ¡Dios Todopoderoso parece ser tan indeseable en la actual escena mundial tanto como Él es sin embargo su Amo absoluto!
De hecho, el tema de la religión como motor de la política surgió en estos “Comentarios” la semana pasada cuando se afirmó que cierta raza de hombres estaba detrás tanto de las mentiras de los medios de comunicación como de la presión militar para iniciar la Tercera Guerra Mundial. Dado lo mortífera que las últimas armas de los tiempos modernos harán esa guerra, ¿quién en la tierra puede pensar que ganarán más de lo que perderán por el conflicto global? La respuesta es, una raza de hombres que están tan absolutamente seguros de su superioridad sobre todos los demás hombres que están convencidos de que merecen gobernar a toda la humanidad, y que pueden y deben manipular los acontecimientos mundiales hasta que lleguen a ese dominio, por medios justos o sucios, porque el fin es tan sagrado que justifica todos los medios. ¿Sagrado? La destrucción de la humanidad, ¿algo sagrado? Sí, un retorcido sentido de lo sagrado es la clave de la locura: “Nosotros, el Pueblo Elegido, somos tan sagrados que, o gobernamos el mundo o éste debe ser destruido, ¡y nosotros con él!”
El problema es que desde Abraham hasta Cristo, ellos realmente fueron la raza escogida por Dios para ser la cuna y la plataforma de Su propio Hijo Encarn ado. Durante dos mil años debían estar estrictamente separados del resto de los hombres y elevados por encima de ellos, especialmente privilegiados y especialmente castigados cuando fuera necesario, y en todo caso especialmente tratados para hacerlos aptos para dotar al Hijo divino de su naturaleza humana, de su Madre humana y de sus amigos, de su raza y de su entorno, para que como Mesías de ellos pudiera redimir a todos los hombres de sus pecados. Y si el proverbio africano dice que se necesita toda una aldea para hacer un niño, ¿qué se necesitó para hacer una Santísima Virgen María? Digan lo que digan sobre esa raza hoy, cumplieron su misión en este importantisimo aspecto. El drama es que cuando su Mesías se presentó entre ellos y probó que Su misión era conquistar el mundo para el Reino de los Cielos y no para su gloria de ellos, entonces lo crucificaron, y así como lo han repudiado colectivamente desde entonces, así también se erigieron a sí mismos, como la Raza del Mesías que odia al Mesías, en un problema patológico insoluble, a menos y hasta que se vuelvan individualmente al Cristo que tanto han odiado.
De esta patología – o más bien teología – de los judíos a lo largo de dos milenios, se desprende una cascada de consecuencias para la correcta lectura de los acontecimientos mundiales de hoy, pero las conclusiones más importantes a extraer son las siguientes. En primer lugar, si Dios Todopoderoso está deliberadamente permitiendo que un pequeño número de judíos causen la corrupción y el caos de un gran número de gentiles, es sólo para conducir a estos gentiles de regreso hacia Él. Porque de hecho la única cosa que los judíos no pueden manejar es la verdadera Fe de la única y verdadera Iglesia Católica. Dios no ha creado ni el mundo ni la Iglesia Católica para que todas las almas caigan en el Infierno, sino para que cuando las almas asuman la verdadera Fe tengan en sus manos su “victoria sobre el mundo” (I Jn. V, 4). Y nada ni nadie más puede forzarlos a abandonar esa Fe. Si lo hacen, esencialmente no pueden culpar a nadie otro que a sí mismos.
Entonces, que cada uno de nosotros se vuelva con su corazón y su mente hacia el único y verdadero Dios de la única y verdadera Iglesia (no la del Vaticano II), y los enemigos de Dios, judíos o gentiles, no pueden sino perder su poder presente. Sólo aquí está la verdadera solución a nuestra actual corrupción y caos mundial. Si es posible, quince Misterios al día del Santísimo Rosario de la Santísima Madre de Dios, la persona humana más grande que jamás haya existido – y judía.
Kyrie eleison.

sábado, 28 de abril de 2018

VOZ DE FÁTIMA, VOZ DE DIOS Nº 57



VOZ DE FÁTIMA, VOZ DE DIOS Nº 57
10 de abril de 2018
Vox túrturis audita est in terra nostra”       
(Cant. II, 12)

Fundada en 1717, la Masonería fue condenada por Clemente XII en su encíclica In Eminente del 28 de abril de 1738, es decir, 21 años después de su fundación.
Como si no bastara esta condena, los sucesores de Clemente XII volvieron al asunto denunciando sin cesar la secta masónica y sus doctrinas. Esta repetición por la que un Papa retoma lo que sus predecesores dijeron tiene gran importancia. "Cuando un Papa denuncia o afirma algo apoyándose sobre el pasado, esto refuerza su propia palabra. (...) Una doctrina que se enseña de esta manera, una condenación hecha de esta forma parece ser infalible", dice monseñor Lefebvre (C´est moi l´accusé…Editions Clovis, 2014, pag. 142).
Como señala el P. Guy Castelain, de la Fraternidad San Pío X, la simple encíclica In Eminenti ya parece implicar la infalibilidad pontificia, pues en ella el Papa habla como Supremo Pastor, definiendo claramente lo que debe ser observado, en un asunto de fe y de moral, obligando a todos los fieles, sin excepción.
Entre los documentos más significativos que siguieron a los de Clemente XII podemos citar las encíclicas: Providas (de Benedicto XIV, 1751), Ecclesiam (de Pío VII, 1821), Quo Graviora (de León XII, 1826), Qui Pluribus (de Pío IX, 1846), Humanum Genus (de León XII, 1884). No fue, sin embargo, sólo en estas encíclicas que la Iglesia habló y condenó a la Masonería. El "Sommaire de Théologie Tomastique", publicado en 1969 por las "Editions de Bien Public", Canadá, indica el impresionante número de 200 documentos de la Iglesia que mencionaron la Masonería. El libro "Les enseignements originaux des popes sur la Franc-maçonnerie de 1717 ò nos jours”, éditions Téqui Francia, trae el texto de casi 30 de entre ellos.
Pero ¿cuál es la finalidad que se propone la Masonería para ser objeto de tal condenación? Su finalidad, nos dice León XIII, es destruir completamente todo orden religioso y social nacido de las instituciones cristianas. Destruir el reino religioso y social de Cristo Rey, es decir, destruir todo orden sobrenatural y establecer un orden fundado en el naturalismo, por no decir en el satanismo pues ahí es donde se terminará esta empresa que prepara la venida del Anticristo.
San Pío X, desde la primera encíclica de su pontificado describe el plan de estos infelices obstinados: "Verdaderamente, se rebelan las gentes y traman las naciones planes vanos contra su Creador. De ahí el grito casi universal de los enemigos: Apártate lejos de nosotros. Por eso en las costumbres públicas y privadas no se tiene ninguna cuenta de la soberanía de Dios".
¿No es lo que vemos hoy no sólo en la sociedad civil, sino también en la iglesia conciliar?
¿Cuál será el resultado de este combate hecho contra Dios que alcanzará su paroxismo en el advenimiento del Anticristo?
“Efectivamente, nadie en su sano juicio -escribe San Pío X- puede du­darlo. El hombre puede abusar de su libertad, violar el derecho y la autoridad suprema del Creador; sin embargo, la victoria siempre está de la parte de Dios. La ruina está más cerca del hombre, cuanto con mayor osadía se alza esperando el triunfo. Estas advertencias nos hace el mismo Dios en las Escrituras Santas. Dios cierra los ojos ante los pecados de los hombres, pero de pronto, despertando como un hombre a quien la embriaguez aumentara las fuerzas, romperá la cabeza a sus enemigos para que todos reconozcan que el rey de toda la tierra es Dios y comprendan los pueblos que no son más que hombres.” E Supremi Apostolatus, 4-10-1903.
Así se terminará o por el juicio final (o por algo que lo precederá) este reino del Anticristo preparado por las sociedades secretas.
Que María Santísima nos guarde bajo su protección en estos días de aflicción.

jueves, 26 de abril de 2018

P. NITOGLIA: LA REPROBACIÓN DE ISRAEL SEGÚN LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO DE SAN MATEO LEÍDAS A LA LUZ DE LA EPÍSTOLA A LOS ROMANOS






Introducción

En la primera parte del artículo hemos visto que, según el padre Severiano del Páramo, San Pablo en su Epístola a los Romanos (XI, 5 ss.) parece hacer un comentario verdadero y propio sobre estas parábolas de Cristo reportadas por San Mateo (Comentario sobre el Evangelio según Mateo, cit., pp. 324). Ahora veamos lo que revela San Pablo, divinamente inspirado, tratando de entender su significado con la ayuda del Comentario de Santo Tomás de Aquino a la Epístola a los Romanos.

I El texto de San Pablo


1.     Epístola a los Romanos (IX, 1-33)


Digo verdad en Cristo, dando testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo, de que no miento: 2 siento tristeza grande y continuo dolor en mi corazón. 3 Porque desearía ser yo mismo anatema de Cristo por mis hermanos, deudos míos según la carne, 4 los israelitas, de quienes es la filiación, la gloria, las alianzas, la entrega de la Ley, el culto y las promesas; 5 cuyos son los padres, y de quienes, según la carne, desciende Cristo, que es sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén. 6 No es que la palabra de Dios haya quedado sin efecto; porque no todos los que descienden de Israel, son Israel7 ni por el hecho de ser del linaje de Abrahám, son todos hijos; sino que "en Isaac será llamada tu descendencia". 8 Esto es, no que los hijos de la carne son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son los considerados como descendencia. 9 Porque ésta fue la palabra de la promesa: "Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo." 10 y así sucedió no solamente con Sara, sino también con Rebeca, que concibió de uno solo, de Isaac nuestro Padre. 11 Pues, no siendo aún nacidos (los hijos de ella), ni habiendo hecho aún cosa buena o mala -para que el designio de Dios se cumpliese, conforme a su elección, no en virtud de obras sino de Aquél que llama- 12 le fue dicho a ella: "El mayor servirá al menor"; 13 según está escrito: "A Jacob amé, mas aborrecí a Esaú." 14 ¿Qué diremos, pues? ¿Qué hay injusticia por parte de Dios? De ninguna manera. 15 Pues Él dice a Moisés: "Tendré misericordia de quien Yo quiera tener misericordia, y me apiadaré de quien Yo quiera apiadarme." 16 Así que no es obra del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. 17 Porque la Escritura dice al Faraón: "Para esto mismo Yo te levanté: para ostentar en ti mi poder y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra." 18 De modo que tiene misericordia de quien Él quiere; y a quien quiere, lo endurece. 19 Pero me dirás: ¿Y por qué entonces reprende? Pues ¿quién puede resistir a la voluntad de Él? 20 Oh, hombre, ¿quién eres tú que pides cuentas a Dios? Acaso el vaso dirá al que lo modeló: "¿Por qué me has hecho así?" 21 ¿O es que el alfarero no tiene derecho sobre el barro para hacer de la misma masa un vaso para honor y otro para uso vil? 22 ¿Qué, pues, si Dios, queriendo manifestar su ira y dar a conocer su poder, sufrió con mucha longanimidad los vasos de ira, destinados a perdición, 23 a fin de manifestar las riquezas de su gloria en los vasos de misericordia, que Él preparó de antemano para gloria, 24 a saber, nosotros, a los cuales Él llamó, no sólo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles? 25 Como también dice en Oseas: "Llamaré pueblo mío al que no es mi pueblo, y amada a la no amada”. 26 Y sucederá que en el lugar donde se les dijo: No sois mi pueblo, allí mismo serán llamados hijos del Dios vivo. 27 También Isaías clama sobre Israel: "Aun cuando el número de los hijos de Israel fuere como las arenas del mar, sólo un resto será salvo; 28 porque el Señor hará su obra sobre la tierra rematando y cercenando." 29 El mismo Isaías ya antes había dicho: "Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado una semilla, habríamos venido a ser como Sodoma y asemejados a Gomorra." 30 ¿Qué diremos en conclusión? Que los gentiles, los cuales no andaban tras la justicia, llegaron a la justicia, a la justicia que nace de la fe; 31 mas Israel, que andaba tras la Ley de la justicia, no llegó a la Ley. 32 ¿Por qué? Porque no la buscó por la fe, sino por las obras, han tropezado en la piedra del escándalo, 33 como está escrito: He aquí que pongo en Sión una piedra de tropiezo, y piedra de escándalo: y todo aquél que cree en Él no será confundido.

2.     Epístola a los Romanos (XI, 1-32)


1 Pregunto entonces: ¿Ha desechado Dios a su puebloNo, ciertamente, puesto que yo también soy israelita, del linaje de Abrahám, de la tribu de Benjamín. 2 No ha desechado Dios a su pueblo, al cual preconoció. ¿Acaso no sabéis lo que la Escritura dice de Elías?, cómo él arguye con Dios contra Israel: 3 "Señor, ellos han dado muerte a tus profetas, han destruido tus altares; y yo he quedado solo, y ellos buscan mi vida." 4 Mas ¿qué le dice la respuesta divina?: "Me he reservado me he siete mil hombres, que no han doblado la rodilla ante Baal." 5 Así también en el tiempo presente ha quedado un resto según elección gratuita. 6 Y si es por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia dejaría de ser gracia. 7 ¿Qué, pues? Que lo que Israel busca, eso no lo alcanzó; pero los escogidos lo alcanzaron, mientras que los demás fueron endurecidos, 8 según está escrito: "Dióles Dios un espíritu de aturdimiento, ojos para no ver, y oídos para no oír, hasta el día de hoy." 9 Y David dice: "Conviértase su mesa en lazo y trampa, en tropiezo y en justo pago; 10 oscurézcanseles sus ojos para que no vean, y doblégales, tú, siempre la espalda." 11 Ahora digo: ¿Acaso tropezaron para que cayesenEso no; sino que por la caída de ellos vino la salud a los gentiles para excitarlos (a los judíos) a emulación. 12 Y si la caída de ellos ha venido a ser la riqueza del mundo, y su disminución la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plenitud? 13A vosotros, pues, los gentiles, lo digo -en tanto que soy yo apóstol de los gentiles, honro mi ministerio- 14 por si acaso puedo provocar a celos a los de mi carne y salvar a algunos de ellos. 15 Pues si su repudio es reconciliación del mundo, ¿qué será su readmisión sino vida de entre muertos? 16 Que si las primicias son santas, también lo es la masa; y si la raíz es santa, también lo son las ramas. 17 Y si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú siendo acebuche, has sido ingerido en ellas, y hecho partícipe con ellas de la raíz y de la grosura del olivo, l8 no te engrías contra las ramas; que si te engríes (sábete que), no eres tú quien sostienes la raíz, sino la raíz a ti19Pero dirás: Tales ramas fueron desgajadas para que yo fuese injertado. 20 Bien, fueron desgajadas a causa de su incredulidad, y tú, por la fe, estás en pie. Más no te engrías, antes teme. 21 Que si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco a ti perdonará. 22 Considera, pues, la bondad y la severidad de Dios: para con los que cayeron, la severidad; mas para contigo, la bondad de Dios, si es que permaneces en esa bondad; de lo contrario, tú también serás cortado. 23 Y en cuanto a ellos, si no permanecen en la incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para injertarlos de nuevo. 24 Porque si tú fuiste cortado de lo que por naturaleza era acebuche, y contra naturaleza injertado en el olivo bueno, ¿cuánto más ellos, que son las ramas naturales, serán injertados en el propio olivo? 25 No quiero que ignoréis, hermanos, este misterio -para que no seáis sabios a vuestros ojos: el endurecimiento ha venido sobre una parte de Israel hasta que la plenitud de los gentiles haya entrado; 26 y de esta manera todo Israel será salvo; según está escrito: "De Sion vendrá el Libertador; Él apartará de Jacob las iniquidades; 27 y ésta será mi alianza con ellos, cuando Yo quitare sus pecados." 28 Respecto del Evangelio, ellos son enemigos para vuestro bien, más respecto de la elección, son amados a causa de los Padres. 29 Porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables. 30 De la misma manera que vosotros en un tiempo erais desobedientes a Dios, mas ahora habéis alcanzado misericordia, a causa de la desobediencia de ellos, 31 así también ellos ahora han sido desobedientes, para que con motivo de la misericordia (concedida) a vosotros, a su vez alcancen misericordia. 32 Porque a todos los ha encerrado Dios dentro de la desobediencia, para poder usar con todos de misericordia.

Il Comentario de Santo Tomás de Aquino


El Doctor Común u Oficial de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino, en su Comentario a la Carta a los Romanos (Roma, Cittá Nuova, 1994, 2° vol., cap. IX, vv. 1-33, pp. 17-55) escribe:


“El Apóstol de los Gentiles tomando la ocasión de que creyéndose seguros los Judíos de las divinas complacencias, eran excluidos de la gracia, y en cambio los Gentiles eran admitidos a ella, habiendo sido primero ajenos a Dios […] muestra el Apóstol su afecto al pueblo Judío, no sea que parezca que es por odio lo que ya dijo. […] Habiendo mostrado el Apóstol la dignidad de los Judíos, ahora enseña que tal dignidad no les pertenece a quienes descienden carnalmente de los antiguos Padres, sino a la descendencia espiritual que ha sido escogida por Dios, que creía en el Mesías ya venido. […] los Judíos se gloriaban principalmente: por causa de Abraham, que fue el primero en recibir el pacto de la circuncisión por el Señor (Gén. 17, 10), y por causa de Jacob o Israel, cuya posteridad entera se cuenta dentro del pueblo de Dios. Mas no fue así con Isaac, porque la posteridad de su hijo Esaú no pertenecía al pueblo de Dios. Por lo cual el Apóstol explica que no todos los que son Israel por la circuncisión, o sea engendrados de Jacob según la carne, no todos ellos son israelitas, a quienes pertenecen las promesas de Dios, sino los que son rectos en Dios mediante la fe (Is., XLIV, 2). Lo segundo es mostrar lo mismo por parangón con Abraham, diciendo: Ni todos los que son del linaje carnal de Abraham vienen a ser hijos espirituales de Abraham, a quienes Dios les reiterara su bendición, sino tan sólo aquellos que su fe y sus obras imitan. Si fuerais hijos de Abraham haríais las obras de Abraham (Jn 8,39). […]No todos los que nacen carnalmente de Abraham pertenecen a su linaje, al que se le hizo la reiteración de la promesa (Gál. 3,16) sino a aquellos que son semejantes a Isaac y no a Esaú. […] De lo cual el Apóstol deduce aquí que no son adoptados como hijos de Dios los que son hijos de la carne, o sea, por el hecho de que según la carne sean de la descendencia de Abraham, sino que son considerados como descendencia aquellos a quienes se les hiciera la promesa, los hijos de la promesa, esto es, aquellos que permanecen hijos de Abraham en el orden de la semejanza de la fe del Mesías, Jesucristo. […] Y es de notar que esto lo endereza el Apóstol contra los Judíos, que pensaban obtener para sí la justicia de Dios por los méritos de los padres; por lo cual también Juan les decía a los Judíos: Y no creáis que podéis decir dentro de vosotros: Tenemos por padre a Abraham. Así es que contra la opinión de ellos primero argumentaba que de los hijos de Abraham, uno era elegido y el otro reprobado. […] La gracia de Dios se da a los hombres por la divina elección, gratuitamente y dicha elección o vocación no sólo pertenece a los Judíos según pudieran ellos mismos gloriarse (Deuteronomio 4,37), sino también a los Gentiles. […] Digo que los Gentiles han abrazado, esto es, han conseguido, la justicia por la que son llamados hijos de Dios (I Co VI, 11; Efes. II, 12). […] Mas Israel, esto es, el pueblo de los Judíos, no llegó a la ley de la justicia. Se llama ley de justicia la ley del Espíritu Santo, por la cual son justificados los hombres, a la cual no llega el pueblo de los Judíos… porque no andaban por el camino debido. Y esto lo expresa así: Porque no por la fe de Cristo trataban de ser justificados, sino como por las obras de la Ley."

En segundo lugar, escribe Santo Tomás de Aquino al comentar el capítulo once de la Epístola a los Romanos:

“El Apóstol dice ser digna de compasión la caída de los Judíos, mas no totalmente excusable. Aquí enseña que la caída de los Judíos no es universal. Dios no ha rechazado totalmente al pueblo de los Judíos y lo prueba escribiendo: Puesto que yo también, que vivo en la fe de Cristo, soy israelita por estirpe carnal (2Co XI ,22). […] En segundo lugar muestra que aquel pueblo no ha sido desechado por Dios debido a sus elegidos, como sucedió en tiempos del profeta Elías, cuando Dios se reservó para Sí siete mil elegidos no permitiendo que perdieran la fe y cayeran en pecado. […]: Así también en el tiempo presente, en el que se ve desviarse a la multitud del pueblo, una reserva, un resto, han sido salvos, conforme a la elección de la gracia de Dios, o sea, según la gratuita elección de Dios. […] Habiendo mostrado el Apóstol que la caída de los Judíos no es universal, aquí empieza por enseñar que tal caída no es tampoco inútil ni irreparable. […]De hecho, Dios no les permitió tropezar solo para hacerlos caer y para ningún otro beneficio derivado de su pecado. Dios permite el mal solo por un bien mayor que brota de ese mal permitido. Así, Dios permite que algunos caigan para que su caída sea una oportunidad de salvación para otros. De hecho, debido al crimen de deicidio de los judíos, tuvo lugar la salvación de los gentiles. […] Además, Dios ha permitido esto para otros dos propósitos que se entrecruzan: 1°) para que los gentiles imiten a los judíos en la fe en el Dios Único y 2°) para que luego los judíos imiten a los gentiles cuando al final todo Israel sea salvo (Rom., XI, 26). Por lo tanto, la caída de los judíos es reparable. […] Pues si el mal de los Judíos trajo una gran utilidad a los Gentiles, entonces su propio bien, o sea su conversión en el fin del mundo, traerá al mundo una utilidad mucho mayor y de este modo, si Dios permitió que los Judíos errasen para la conversión de los Paganos, tanto más hará su conversión en el fin del mundo para utilidad del mundo entero. Si ciertamente la pérdida de los Judíos es ocasión para la reconciliación del mundo, ¿qué será su readmisión sino la vida de entre los muertos? Porque los Gentiles se volverán tibios (Mt 24,12) y engañados por el Anticristo devolverán a los judíos a su fervor inicial mediante su conversión, así que después de la conversión de los judíos, cuando el fin del mundo esté cerca, será la Resurrección universal, a través de la cual todos los hombres regresarán a la vida inmortal. […] Pero si los patriarcas, que se comparan con los judíos, que proceden de ellos como las ramas de la raíz, son santos, no se sigue infaliblemente que también las ramas, o sea los judíos, sean santos. Si la primicia es santa, no se sigue que lo sea toda la masa. Ciertamente que los Judíos incrédulos en Cristo no son santos, pero nada impide que sean restaurados a la santidad aquellos cuyos Padres fueron santos. […] Además, San Pablo muestra que los gentiles no deben jactarse contra los judíos por la caída de estos últimos. De hecho, no todas las ramas han sido cortadas, es decir, separadas de la fe de los Patriarcas, que son su raíz. Sin embargo la promoción de los Gentiles, que han tomado el lugar de los Judíos, comporta un peligro. De hecho, cuanto más se eleva el hombre a la vanagloria, más vil es el estado del que ha sido elevado. Ahora, el apóstol compara a los Gentiles con un acebuche silvestre o sin fruto. Por lo que corre el peligro de ensalzarse a una gran vanagloria.  […] Por lo tanto, los gentiles deben considerar que no son ellos quienes portan la raíz, sino que es la raíz, es decir, los patriarcas de los judíos, quienes los portan a ellos. Y es también por esta razón que San Juan (IV, 22) dice: La salvación proviene de los judíos. […] Luego el apóstol dice: Quien piensa estar de pie, tema de no caer, o sea, Gentil no te engrías, no presumas de ti mismo sino que teme que también tú seas cortado de la raíz a causa de tu incredulidad. […] Finalmente, San Pablo revela la conversión futura de los judíos en masa porque si no permanecen en su incredulidad, serán injertados en la raíz, es decir, serán devueltos a su estado (Rom., XI, 26). […] Además, nunca debemos olvidar que no todo Israel ha prevaricado, sino que una pequeña parte se ha mantenido fiel y junto con los Gentiles forma la Iglesia de Cristo. [...] Pero esto no debe distraer a los judíos de pensar en su culpa. Si son queridos por Dios por sus Padres, esto se debe a la gracia y elección con que Dios escogió a sus Patriarcas y no debe entenderse como si los méritos de los Padres fueran la causa de la eterna elección de sus hijos. De hecho, los méritos de los Padres no son suficientes para la salvación de sus hijos. [...]. Enseguida, el Apóstol explica que si los dones de Dios son sin arrepentimiento por parte de Dios, sin embargo, pueden ser perdidos por aquellos que los recibieron por un movimiento del hombre infiel hacia la gracia de Dios y no por un cambio de Dios, quien no está sujeto a vicisitudes y cambios" (Comentario sobre la Carta a los Romanos, cit., capítulo XI, versículos 1-32, pp. 78-112).


Conclusión

Porque a todos [Judíos y Gentiles, ndr] los ha encerrado Dios dentro de la desobediencia, para poder usar con todos de misericordia”. (Rom., XI, 32). Esta me parece la conclusión obvia de cuanto sucede en nuestros días de apostasía universal.


Hoy las Naciones otrora cristianas se han enfriado en la Caridad, han apostatado públicamente. Así que incluso nosotros, los Cristianos que venimos del paganismo, estamos separados, en cierto sentido, de nuestra raíz: Cristo, los Patriarcas del Antiguo Testamento y de los Apóstoles del Nuevo y Eterno Testamento.


Es necesario -a la luz de lo que nos ha enseñado San Mateo, sus comentadores y San Pablo comentado por Santo Tomás- evitar los errores por exceso y por defecto, que se yerguen como dos abismos alrededor de la cumbre de la Verdad Revelada, contenida en la S. Escritura y en la Tradición.


El error por exceso es reputar el antiguo Testamento y el Judaísmo mosaico como intrínsecamente malvado, cayendo en un tipo de marcionismo y neopaganismo anticristiano, que odiando a Israel (el “verdadero Israel”) odia también a Cristo. El error por defecto está, lamentablemente, muy difundido hoy, también en el entorno eclesial. Este considera que Israel no tiene ninguna responsabilidad colectiva en el rechazo de Jesús y que la Antigua Alianza con el pueblo judío todavía está en pie. En cambio, como nos muestran San Mateo y San Pablo más los Padres y Doctores escolásticos (la Verdad que se yergue como cumbre entre los dos errores opuestos), Israel ha rechazado la Divinidad de Cristo y continúa haciéndolo hasta hoy, ha traicionado el Mosaísmo y ha fundado una nueva religiosidad o una secta llamada Judaísmo posbíblico, talmúdico o rabínico. Pues bien, ellos fueron repudiados por Dios, que rompió el Pacto con ellos, porque ellos fueron los primeros en romper la Alianza con Él. En su lugar están los verdaderos israelitas que, descendiendo de Abraham en cuanto a la carne, mantuvieron su fe en el Mesías Cristo, y los paganos que se convirtieron al cristianismo. Sin embargo, al final de los tiempos, Israel se convertirá a Cristo (Romanos XI, 26), los Cristianos se enfriarán en la caridad y también necesitarán la misericordia de Dios. Estos son los tiempos que estamos viviendo en cuanto a la apostasía de los Cristianos, pero falta todavía la conversión de Israel, que persevera en la ceguera y el rechazo de Cristo.

En cuanto a los que han permanecido fieles a Dios hasta el día de hoy, la frase del Apóstol es siempre válida: "Quien piensa estar de pie, tema de no caer". Por lo tanto, no debemos enorgullecernos y despreciar a los que han caído para no ser cortados de la "raíz" santa (que es Cristo) también nosotros.


Pero no debemos tener miedo. La Virgen nos prometió: "al final mi Corazón Inmaculado triunfará", y Jesús juró solemnemente: "las puertas del infierno no prevalecerán".


Por eso nosotros también tenemos un gran dolor por nuestro pecado de apostasía hacia Cristo, pero unido a una gran confianza en su triunfo, cuando paganos y judíos (Romanos XI, 26) serán los dos muros levantados sobre la "piedra angular", que es Jesucristo, para formar la Iglesia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.


                                  P. Curzio Nitoglia

10/02/2018 

lunes, 23 de abril de 2018

P. NITOGLIA: JUDAS APÓSTOL Y DIABLO ~ ¿BERGOGLIO PAPA Y DIABLO?


En este excelente artículo, el P. Nitoglia se pregunta si con los papas liberales -en especial, con Francisco- puede suceder como con Judas, que fue Apóstol y "demonio" a la vez. ¿Pueden ser Obispos y Papas (sucesores de los Apóstoles y Pedro) a pesar de ser, Deo permittente, "demonios" en cuanto a la forma de actuar? ¿Es Bergoglio el sucesor de San Pedro? 

Responde afirmativamente, apoyado en el Evangelio y en la autoridad de Santo Tomás y San Agustín: Se puede, pues, ser Papa aunque no se tenga la voluntad objetiva de hacer el bien de la Iglesia, es decir, teniendo la voluntad de traicionar a Cristo, entregarlo a la muerte, e incluso ser incrédulos o infieles. Luego no repugna poder decir que Francisco I es Papa y es "un demonio" en su manera de actuar, porque es enemigo de la Doctrina y de la Iglesia de Cristo.

Cabe hacer notar que un caso similiar al de Judas es el de Caifás, que era Sumo Sacerdote de Dios y deicida al mismo tiempo. En efecto, el Viernes Santo, el Pontífice Supremo era Caifás y no Pedro. Nuestro Señor, antes de la Pasión, promete el papado a San Pedro, pero no lo constituye Sumo Pontífice sino hasta después de la Resurrección. 
Cita de la obra "Sacra Theologiae Summa" (BAC, 1955, vol 1, p. 552, 569): Jesucristo prometió [Mt 16,16-19] inmediata y directamente a San Pedro el Primado de jurisdicción o potestad suprema sobre la Iglesia universal. (...) Después de su resurrección de entre los muertos, Nuestro Señor Jesucristo confirió directa e inmediatamente a San Pedro el Primado de jurisdicción sobre toda la Iglesia. 
Cita del "Manual de Teología Dogmática" de L. Ott (Herder, 1966, p. 425-426): A San Pedro se le prometió el primado después que hubo confesado solemnemente, en Cesarea de Filipo, la mesianidad de Cristo (Mt 16, 17-19) (...) El primado se lo concedió el Señor a Pedro cuando, después de la resurrección, le preguntó tres veces si le amaba y le hizo el siguiente encargo: «Apacienta mis corderos, apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas» (Ioh 21, 15-17)." 
Una cita más: "Melchor Cano... puso entre los “Lugares teológicos” la Sagrada Escritura, la Tradición apostólica y patrística, los Doctores eclesiásticos y la Liturgia, todos los cuales concuerdan en considerar a Caifás como Sumo Sacerdote y a Judas como Apóstol, aunque deicidas y diablos, por lo que la tesis del sedevacantismo aun mitigado (Papado material pero no formal) no está teológicamente fundada." (fuente).



Prólogo

¿Puede una misma persona (por ejemplo, Judas Iscariote) ser a la vez Apóstol de Jesucristo y diablo?
En San Pablo se revela divinamente que los Apóstoles son "ministros de Dios y dispensadores de los misterios de Dios" (2 Cor., V, 20), mientras que -siempre en la Sagrada Escritura (Gen, III, 1; Apocalipsis, XII, 9; XX, 2)- el diablo es el ángel que se rebeló contra Dios y, por tanto, se precipitó al infierno (cf. Concilio Lateranense IV, DB 428; Santo Tomás de Aquino, San Juan de Dios). S. Th., I,  q. 63 y ss.). ¿Cómo conciliar estos dos conceptos? Busquemos una respuesta recurriendo a la Revelación divina (Escritura y Tradición, interpretadas por el Magisterio de la Iglesia).

El Evangelio
En el Evangelio de San Juan (VI, 71-72) leemos: "Jesús les dijo: ¿No fui Yo acaso quien os elegí a vosotros los doce? ¡Y uno de vosotros es diablo!" Lo decía por Judas lscariote, hijo de Simón, pues él había de entregarlo, él, uno de los Doce. Su "sede" como apóstol no estaba, por lo tanto, vacante.
Escribe el P. Ferdinando Prat: "Después de la desobediencia de Adán y Eva en el Edén y de la rebelión de los Ángeles en el Cielo, no hay –quizás- espectáculo más terrible que la presencia de un traidor en el Colegio Apostólico, en la intimidad de Jesús. Sin embargo, Judas no era de una naturaleza diferente a la nuestra. Decir que era un demonio encarnado son grandes palabras que no explican nada. Judas era, como nosotros, capaz de hacer el bien y el mal, hasta el punto de que Jesús, agregándolo a los Doce, había visto en él el potencial de un Apóstol. Y si fue el odioso ser que la historia conoce, lo fue, singularmente, porque se convirtió en él, por su propia culpa" (Jesucristo, Florencia, Librería Editrice Fiorentina, 1945, vol. II, p. 271 y 272).

El Comentario de Santo Tomás de Aquino
El Doctor Común de la Iglesia comenta: "Diablo no por naturaleza, sino por la imitación de la malicia diabólica" (Santo Tomás de Aquino, Comentario al Evangelio de San Juan, Roma, Ciudad Nueva, 1990, vol. II, pág. 2). I, pág. 537). De hecho, Judas por naturaleza era un hombre y no un diablo, pero, imitando la maldad del diablo al odiar y traicionar a Jesús hasta la muerte, era similar al diablo en la forma en que actuaba.
Entonces el Angélico plantea una objeción: "Si Cristo eligió a Judas y se volvió malo, parecería que tomó la decisión equivocada" (ibid., p. 538).
Santo Tomás de Aquino responde a la objeción de la siguiente manera: "Se trata de la elección a un cargo [apostólico, ndlr]. Ahora bien, esta elección no quita ni la libertad ni la posibilidad del pecado [al sujeto elegido, ndlr]" (ibíd.). En este caso, por tanto, Jesús habría escogido a Judas "cuando aún no se había vuelto malo", pero "su elección no le quitó la libertad de pecar" (ibid.).

La opinión de San Agustín de Hipona
Sin embargo, Aquino también da una segunda respuesta, citando la opinión de San Agustín (In Joann. Evang., Tract. XXVII, 10; NBA 24, 628): "El Señor escogió a Judas, que ya era malo, y eso está dentro de la capacidad del Bien: usar a los malvados para obtener un buen fin, pese a conocer esa maldad. Ahora bien, Dios se ha servido para bien de Judas, tolerando ser traicionado por él para redimir a la humanidad” (ibid.)
Si leemos íntegramente el Comentario de San Agustín sobre el pasaje anterior del Evangelio de San Juan, vemos que explica cómo no sólo Dios usó a Judas, sacando el bien del mal, esto es, la Redención de la humanidad de una traición; sino también cómo "muchos mártires fueron perseguidos por el diablo". Ahora bien, si Satanás no los hubiera perseguido, hoy no celebraríamos su glorioso martirio. Por lo tanto, el que hace el mal se hace daño a sí mismo y no afecta a la bondad divina, porque Dios dirige al bien las mismas obras perversas del diablo". (Comentario al Evangelio de San Juan, Roma, Ciudad Nueva, III ed., 1973, vol. I, p. 418).
Por lo tanto, queda probado que uno puede ser apóstol y diablo en cuanto al modo de actuar.

¿Quiénes son los apóstoles del Nuevo Testamento?
Si se estudia –desde el punto de vista de la teología dogmática- lo que es el Apóstol y cuáles son sus prerrogativas, uno se maravilla de lo que se ha dicho. De hecho, "el significado de la palabra Apóstol en el Nuevo Testamento es 'enviado' por Cristo para predicar el Evangelio" (F. Spadafora, Diccionario Bíblico, Roma, Studium, III ed., 1963, p. 50, voz de los Apóstoles). Los Doce Apóstoles fueron elegidos por Jesús [1] (Mt., X, 5; XX, 17; Mc, VI, 7) para continuar Su misión, es decir, para difundir el Evangelio y la Iglesia por todo el mundo. De hecho, Cristo fundó la Iglesia para continuar Su obra redentora hasta el fin del mundo (Concilio Vaticano I, DB 1821).
Los Apóstoles fueron enviados ("missi") por Cristo como Él fue enviado ("missus") por Dios Padre (Jn XVII, 18; XX, 21). La misión de los Apóstoles es dar testimonio de Cristo, contando a los demás lo que han visto y oído de Él y profesando su fe en Él, si es necesario hasta el derramamiento de sangre. Los Apóstoles recibieron el encargo misionero de Jesús para continuarlo. Jesús mismo es llamado "Apóstol" o "enviado" por el Padre (Heb., III, 1). Ahora bien, Jesús fue enviado por el Padre para enseñar la Verdad (Magisterio), para conducir a las almas al Cielo (Imperio o Jurisdicción) y para santificarlas (Sacerdocio). Por lo tanto, lo que más cuenta en el Apóstol no es su persona, sino la Persona que lo envió (Dios Padre) y la Persona que representa, es decir, Cristo, aunque personalmente el Apóstol en sí mismo sea "un demonio", en cuanto al modo malvado de actuar. Los Apóstoles y sus sucesores (Obispos/Papa) son enviados por Cristo para continuar su misión (Concilio de Trento, DB 960; Concilio Vaticano I, DB 1821-1828). Los Doce fueron instruidos, formados personalmente por Jesús y debían instruir y formar a los que enviaran para continuar su misión (Obispos/Papas) y perpetuar la Iglesia hasta el fin del mundo.
La Iglesia tiene cuatro notas, la última de las cuales es la Apostolicidad (cfr. Credo Niceno-Constantinopolitano: "Creo en la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica"), en el sentido de que toma su origen de Cristo y de los Doce Apóstoles (Origen Apostólico) y también porque debe tener una sucesión ininterrumpida de Apóstoles (Obispos/Papas) hasta el fin del mundo (Sucesión Apostólica). Así, gracias a la Apostolicidad, se salvaguarda la existencia ininterrumpida de la Iglesia militante hasta el fin del mundo.

La naturaleza del pecado de Judas
La traición de Judas también fue inspirada por el hecho de que era un ladrón (Jn. XII: 6), pero no únicamente. De hecho, cuando Judas comprendió que Jesús se presentaba como un Mesías espiritual que vino para la salvación de todas las almas de todos los pueblos a través del sufrimiento y la muerte, en clara oposición a sus ambiciosas esperanzas (extraídas del Mesianismo Apocalíptico y Judío [2]) de un Mesías militante, glorioso y triunfante para sí mismo y para los judíos sin tener en cuenta a los gojim y portador de toda la prosperidad material sólo para Israel, concibió en su corazón una profunda decepción mezclada con una gran aversión al Mesías sufriente y entró, por lo tanto, en su corazón la idea de la traición. Se ve que la razón principal del pecado de Judas fue su falsa fe en el Mesías triunfante y su falta de fe en el Mesías sufriente. No se trata sólo de vicios privados que casi siempre acompañan a la fe desviada, sino que el corazón de la revuelta de Judas fue la falta de fe o la fe desviada, en suma, la "perfidia judaica" [3].
El profesor Fedele Pasquero escribe: "La crisis de Judas comenzó en la sinagoga de Cafarnaum, donde la respuesta de Jesús a Pedro (Jn. VI, 70 ss.) nos permite comprender que Judas no compartía la Fe de la cabeza de los Apóstoles. Judas tuvo que escandalizarse por las repetidas predicciones de la Pasión de Jesús. […]. Después de la gloriosa entrada de Jesús en Jerusalén, cuando el Maestro mencionó su crucifixión (Jn. XII: 32), estalló la crisis y Judas fue a los sacerdotes para preguntarles cuánto le darían para que les entregara al Maestro" (en Enciclopedia Católica, Ciudad del Vaticano, 1951, vol. VI, col. 689, entrada Judas Iscariote).

¿Es Bergoglio el sucesor de San Pedro?
Ahora surge una pregunta que concierne a nuestros días, si Judas pudo haber sido Apóstol y Diablo, incrédulo y traidor de Cristo; los sucesores de los Apóstoles (los Obispos) y la cabeza de los Apóstoles (el Papa) ¿pueden ser Obispos y Papas (sucesores de los Apóstoles y Pedro) a pesar de ser, Deo permittente, "demonios" en cuanto a la forma de actuar?
A partir de la lección del Evangelio de Juan, parecería que sí.
Se puede, pues, ser Papa aunque no se tenga la voluntad objetiva de hacer el bien de la Iglesia, es decir, teniendo la voluntad de traicionar a Cristo, entregarlo a la muerte, e incluso ser incrédulos o infieles.
Luego no repugna poder decir que Francisco I es Papa y es "un demonio" en su manera de actuar, porque es enemigo de la Doctrina y de la Iglesia de Cristo.

Conclusión
Cómo se ve, la enseñanza del Evangelio (Jn, VI, 71-72) nos ayuda en la crisis de hoy a evitar el callejón sin salida 1) de aquellos que, observando la "diabolicidad" objetiva de Bergoglio en su modo de actuar, niegan que sea Papa en cuanto al ser o 2) de aquellos que, observando su elección canónica -aceptada  por el Colegio Cardenalicio, por el Episcopado y por los fieles- no se atreven a afirmar que es "un demonio" en cuanto a su actuar.
Ciertamente se trata de una situación excepcional (como fue el caso de Judas: uno de doce) y debemos pedir a Dios que la haga pasar lo más pronto posible, pero a pesar de ello no debemos cerrar los ojos a la realidad de las cosas y podamos constatar que, como Judas era "un demonio" aunque fuera un apóstol elegido y formado por Jesús, así, desde Juan XXIII hasta hoy, nos encontramos ante una serie de Papas y "demonios" que obran objetivamente el mal en la Iglesia de Cristo; pero si Dios lo permite se debe a que es capaz de producir de este mal un bien mayor, como sucedió con la traición de Judas, de la que vino nuestra Redención.
Por ahora estamos inmersos en la oscuridad de la traición ("Esta es la hora del poder de las tinieblas", Lc., XXII, 53), pero ciertamente veremos la luz de la Resurrección. Cuándo, exactamente, no lo sabemos, pero oremos a Dios para que apresure el momento como ese en el que Jesús, por intercesión de María, anticipó el comienzo de su vida pública en Caná.
"María en nuestros tiempo: la Sociedad moderna es afligida por una fiebre de innovación que da miedo y está infestada por hombres que se aprovechan de nuestro sufrimiento para construir el imperio de sus arbitrios, la tiranía de sus vicios, el nido de las lujurias y de la rapiña. Nunca el mal ha adquirido características tan vastas y apocalípticas, nunca hemos conocido tal peligro. De una hora a otra podemos perder no sólo nuestras vidas, sino toda la civilización y toda la esperanza. Parece que el Señor también nos dice "todavía no ha llegado mi hora", pero la Inmaculada, la Madre de Dios, la Virgen que es la imagen y protección de la Iglesia, nos dio, ya en Caná, la prueba de conocer y poder obtener el adelanto de la hora de Dios. Y nosotros necesitamos que esta hora llegue pronto, que sea anticipada, que se haga inmediata, porque casi podríamos decir: ¡Oh Madre, ya no podemos más! Por nuestros pecados merecemos las últimas masacres, las ejecuciones más despiadadas. Hemos expulsado a su Hijo de las escuelas y de las oficinas, de los campos y de las ciudades, de las calles y de las casas. Lo echamos de las mismas iglesias, hemos preferido a Barrabás. […]. Con todo esto, confiados en María, sentimos que es la hora de Jesús, la hora de la redención [...]. Di María, como en Caná: "Ya no tienen vino"; y dilo con el mismo poder de intercesión y, si vacila, si se niega, vence sus vacilaciones como vences, por piedad materna, nuestra indignidad. Sé para nosotros una Madre piadosa, una Madre imperiosa para Él. Acelera su tiempo, que es nuestro tiempo. Ya no podemos, oh María. La generación humana perece si no te mueves. Habla por nosotros, oh silenciosa, habla por nosotros, oh María!” [4].
                                                     Don Curzio Nitoglia
                                                                         21 de febrero de 2018


1 – Antes de elegir a los Doce Apóstoles, Jesús se apartó a la montaña, pasando la noche en oración. Cuando llegó el día llamó a sus discípulos y entre ellos eligió a doce, a quienes llamó también Apóstoles (Lc. VI, 12-13).
2 – Monseñor Antonino Romeo explica: "La Apocalíptica falsificó el Antiguo Testamento y, rebajando el ideal mesiánico de los Profetas, obstruyó los caminos del Evangelio, preparó a los judíos para rechazar a Jesús. Al presentar a un Mesías que restaura la independencia política de Israel y procura el dominio universal, la Apocalíptica acentuó el particularismo nacionalista y empujó a Israel a rebelarse contra Cristo" (en Enciclopedia Cattolica, Ciudad del Vaticano, 1948, vol. I, col. 1615).
3 - Cfr. F. Spadafora, Diccionario Bíblico, cit., pp. 299-301, entrada Judas; M. J. Lagrange, El Evangelio de Jesucristo, Brescia, II ed., 1935, pp. 417 y ss, 483 ss. 494-499, 525 ss. 538 ss.; F. Spadafora, Jesús y la Institución de la Eucaristía, Rovigo, 1953, pp. 383-391; S. Tommaso d'Aquino, S. Th., II-II, q. 33, a. 7; q. 118, a. 8; G. Ricciotti, Vita di Cristo, Milán, 1941,II vol., págs. 613-619; F. Prat, Gesù Cristo, Firenze, 1945, II vol, pp. 270-273; D. Bergamaschi, Judas Iscariote en la leyenda, la tradición y la Biblia, en "Catholic School", n. 15, 1909, pp. 292-580.
4 – A. Ottaviani, Il baluardo, Ares, Roma, 1961, pagg. 279-283.

domingo, 22 de abril de 2018

VOZ DE FÁTIMA, VOZ DE DIOS N° 56



VOZ DE FÁTIMA, VOZ DE DIOS N° 56

Vox túrturis audita est in terra nostra”
(Cant. II, 12)

3 de abril de 2018

Estamos, en este artículo, continuando las consideraciones que hicimos en nuestro número anterior sobre la Santa Iglesia.

La Iglesia Católica se define con más propiedad como el Cuerpo Místico de Cristo. Y en ese cuerpo, Nuestro Señor Jesucristo es la cabeza y todos los que pertenecen a ese mismo cuerpo (incluso el Papa) son sus miembros.

De esa Cabeza divina desciende la gracia santificante a sus miembros. Y esa gracia es para todos los hombres (aunque no todos la reciban), desde Adán hasta el último hombre que exista. Por lo tanto, incluso los hombres del Antiguo Testamento que tuvieron la dicha de recibirla, la recibieron por Nuestro Señor Jesucristo, y pertenecían a la Iglesia Católica. Si acaso alguien se salva con un bautismo de deseo perteneciendo externamente a una falsa religión, en verdad pertenece a la Iglesia Católica, incluso sin saberlo.

Veamos una primera distinción, que se puede hacer en la Iglesia, en cuanto a sus partes: una parte es la Cabeza, y la otra los miembros. Pero la Iglesia es una realidad compleja, acerca de la cual necesitamos hacer varias distinciones para poder comprenderla. En efecto, bajo otro aspecto, el del lugar donde se encuentran sus miembros, podemos distinguir a la Iglesia triunfante (compuesta por aquellos que están en el cielo), la Iglesia purgante (compuesta por aquellos que están en el Purgatorio) y la Iglesia militante compuesta por aquellos que están en la Tierra). En el aspecto de la guarda y de la transmisión de la Revelación, se hace la distinción entre la Iglesia docente (la que enseña: el Papa y los Obispos) y la Iglesia discente (la que es enseñada: los demás miembros). Y en otro aspecto: la Iglesia, que es comparada a un hombre, tiene un cuerpo y un alma. Y en ese cuerpo podemos distinguir a sus miembros vivos y a sus miembros muertos. Los vivos son los que están recibiendo de la Cabeza la vida sobrenatural de la gracia santificante. Los muertos son los que no están recibiendo esa vida. Son como los miembros gangrenados de una persona: esos miembros pertenecen al cuerpo aparentemente, materialmente, pero no formalmente, pues la sangre no los riega más; en ellos ya no está la vida del cuerpo.

En una próxima vez, si Dios quiere, continuaremos nuestras consideraciones sobre este tema.

Arsenius