Padre Célier. |
La implosión de la FSSPX…
Que algunos sufren atrozmente por ello, que otros se
regocijan, que otros se refugien en una total indiferencia, el hecho ya no
puede ser ocultado.
Sin embargo, esta no es la opinión de su Superior
General, que escribió en Le Rocher”
(Boletín suizo de la FSSPX de abril de 2014):
El desarrollo de nuestra Fraternidad que vemos
realizarse bajo nuestros ojos es una causa de alegría, de acción de gracias.
Nosotros indudablemente no tenemos los mismos
anteojos…
¡Monseñor Fellay está, pues, eufórico!...
Actualmente, los desarrollos de la Fraternidad son -para él- ¡una causa de
alegría y de acción de gracias!... Cuando los sacerdotes fieles no son
expulsados, ellos mismos dejan la Fraternidad o planean hacerlo tan pronto como
se aseguren una morada y un ministerio… ¡Y Mons. Fellay ve allí "una causa
de alegría y de acción de gracias"!... ¡asqueados por la inflexión
indudable del objetivo que se había fijado Mons. Lefebvre, viven el mismo
desconcierto que sus predecesores 50 años antes!... ¡Mi esposa y yo mismo los
conocimos, los albergamos! El mismo guion se produce de nuevo hoy.
¡Los turiferarios del concilio siempre se alegraron,
ellos también, del éxito del Vaticano II!...
Pues no nos hagamos ilusiones. ¡El Padre Pivert está
en camino de ser expulsado! El Padre Thouvenot (Menzingen) le reprocha haber
publicado su libro “Nuestras relaciones
con Roma” –sin autorización. Se entiende entonces que ningún padre de la
Fraternidad puede –ni debe- publicar nada sin la autorización de la Casa
general. ¡Por lo tanto, las “preciosas” obras del Padre Célier se beneficiaron
de esta autorización!... Es bueno darse cuenta, pues fue gracias a este
imprimatur que sus libros fueron recomendados, presentados, vendidos, alabados
en todos los prioratos y todas las capillas de la FSSPX (menos una)… Y no
solamente sucedió esto en nuestras esferas: “Le
Figaro”, “La Croix”, “L’Homme Nouveau”, “Présent”, “Monde et Vie” y “La Nef” hicieron
publicidad para Benedicto XVI y los
Tradicionalistas”!... Veamos esto más de cerca…
¡Las obras y editoriales del Padre Célier, que
tratan de las relaciones con Roma, todas fueron favorables al acuerdo!... Por
supuesto, el talento del autor le permitió una cierta prudencia. ¡Pero el
lector poco habituado a las disputas políticas no salía ileso! ¡Qué se relea
"Benedicto XVI y los
tradicionalistas"! ¡Es verdad que el “buen” Padre tenía sus relaciones!
¡Es su amigo Jean-Luc Maxence, un Francmasón de la Gran Logia de Francia, qué
editó y prologó su libro! ¡Desde las negociaciones ocultas qué se tramaban en
el GREC, ya no descuidaban las relaciones, incluso las más imprudentes, a
fortiori cuando eran amistosas!...
Estos hechos son lo suficientemente graves como para
temer la implosión de una sociedad que, por una parte, no supo controlar sus
efervescencias internas y, por otra parte, se desvió de sus objetivos. Y los
eventos que salen a la luz en Yvelines o en Lille, no nos insuflan una bocanada
de oxígeno.
Una vigilancia de medida variable…
Hubiéramos esperado que el comité de vigilancia
literaria de la Fraternidad hubiera sido tan escrupulosa con el contenido de la
obra del Padre Célier, en razón de sus amistades; como lo hicieron con la obra
del Padre Pivert. ¡Había materia! Regresemos atrás a fin de refrescar las
memorias.
En 1977, el señor Jean-Luc Maxence publicó una obra
contra aquellos que él llamaba los integristas: “Viva el cisma” (Ed. J.C. Lattès). Allí calificó a Monseñor
Lefebvre como “Savonarola de pacotilla”.
Tomo el riesgo de escandalizar a mis lectores al
publicar dos pasajes tomados de este libro:
“La religión de
obligación de nuestros padres es para ponerla en el armario de las reliquias
piadosas, en el museo, entre el prepucio hipotético de Jesús y la túnica de la Santa Virgen. Nosotros ya no queremos las supersticiones histéricas de nuestras
abuelas, las indulgencias que se ganaban a fuerza del rosarios, las
absoluciones que se obtenían al recitar dos Padre Nuestro y tres Ave ante el
altar de su Santo Miedo del infierno”.
(Viva el Cisma”, pág. 62)
El segundo:
“En la vida
de la Iglesia, los antiguos carceleros del pecado mortal hacen mucho ruido y
mucho mal, y ya no hay compromiso posible, ni siquiera deseable, con los maníacos del Satanás justiciero y Príncipe de este mundo, los viejos sapos
devotos que recitan los rosarios mecánicamente, los heraldos de estas formulas Latinas
adormecedoras que arrullaban las misas de mi infancia, los obsesos del peligro
rojo Escondido en la sacristía, los chochos de la Doctrina, los coleccionistas
fanáticos de hipotéticas visiones mariales, los anunciadores de una edad de
tinieblas, los cobardes de lo temporal, los inmovilistas de la genuflexión, los
cortadores en cuatro de los dogmas desgastados, los ritualistas exacerbados, en
breve, con todos aquellos que Jacques Maritain nombró en su obra “Le Paysan de
la Garonne”, los “rumiantes de la Santa Alianza”. (op. cit. págs. 7 y 8)
¡Este es, amigo mío, el presentador y editor del
Padre Célier!
Lea el artículo completo en Le Courrier de Tychique