Noten los lectores que con esta declaración del superior general de la SAJM, la Resistencia, al revés de la FSSPX y su "prudente" silencio sobre el papa, cumple con el deber de señalar que León XIV también es responsable de la nota antimariana "Mater populi fidelis", y no sólo el Card. Fernández (nota de NP).
El pasado 4 de noviembre, el mundo entero descubrió con estupor e
indignación el texto que Su Eminencia, el cardenal Víctor Manuel Fernández,
prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, acababa de publicar con la
aprobación del Papa.
El documento, titulado Mater Populi fidelis, es una «Nota doctrinal
sobre algunos títulos marianos que se refieren a la cooperación de María en la
obra de la salvación».
Este texto, con el falso pretexto de no menoscabar la función de Salvador
de Nuestro Señor Jesucristo, enseña que «el uso del título de “Corredentora”
para definir la cooperación de María es siempre inoportuno» y que «se impone
una especial prudencia en la aplicación de la expresión “Mediadora” a María».
«El Sumo
Pontífice León XIV, el 7 de octubre de 2025, fiesta del Santísimo Rosario,
aprobó la presente Nota, deliberada durante la sesión ordinaria de este
Dicasterio, de fecha 26 de marzo de 2025, y ordenó su publicación».
El escándalo es enorme. Recordemos que el prefecto del Dicasterio para la
Doctrina de la Fe es uno de los cargos más importantes del Vaticano después del
cardenal secretario de Estado. Así pues, tenemos a las dos máximas autoridades
de la Iglesia católica en materia doctrinal que, ante los ojos del mundo,
abofetean a nuestra santa Madre con el falso pretexto del respeto a su Hijo y
con el objetivo claramente confeso del ecumenismo.
Si bien los títulos de Corredentora y Mediadora de todas las gracias aún no
han sido definidos dogmáticamente, esta declaración va en contra de la
Tradición: numerosos teólogos (y entre los más serios, como el padre
Garrigou-Lagrange, O.P.) han establecido teológicamente estos atributos de
Nuestra Señora, e incluso algunos papas han empleado este término en sus
enseñanzas.
• El papa Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, del 8 de diciembre
de 1854, que define el dogma de la Inmaculada Concepción:
«Del mismo modo, como todos los fieles cristianos deben saber y comprender
plenamente, la Santísima Virgen María, desde el primer instante de su
concepción, fue preservada intacta de toda mancha del pecado original, por una
gracia y un privilegio singulares de Dios Todopoderoso, en vista de los méritos
de Jesucristo, Salvador del género humano; así queda claro para todos que ha
sido honrada por Nuestro Señor Jesucristo, su Hijo Unigénito, con un amor tan
grande y elevada a una dignidad tan eminente que, unida a él por un vínculo muy
íntimo e indisoluble, intercede poderosamente ante él, y es la mediadora y
abogada de todo el mundo; pues muy grande es la gracia de que goza ante
Dios, y muy eficaces son sus intercesiones».
• El papa León XIII, encíclica Magnae Dei Matris, del 8 de septiembre de
1892, la quinta de las once encíclicas escritas por el papa León XIII sobre el
rosario:
«... A su intercesión atribuimos los numerosos y notables dones que hemos
recibido de Dios...».
· El papa San Pío X
(1903-1914), en la encíclica Ad diem illum del 2 de febrero de 1904:
«La consecuencia de esta comunión de sentimientos y
sufrimientos entre María y Jesús es que María «mereció legítimamente
convertirse en la reparadora de la humanidad caída» (Eadmeri mon., De
Excellentia Virg. Mariæ, c. IX) y, por lo tanto, la dispensadora de todos los
tesoros que Jesús nos ha adquirido por su muerte y por su sangre (...) debido a
esta sociedad de dolores y angustias, ya mencionada, entre la Madre y el Hijo,
se le ha concedido a esta augusta Virgen «estar junto a su Hijo único como la
poderosa mediadora y abogada de todo el mundo» (Pío IX, en Bula Ineffabilis)».
«Sin embargo, debido a que María supera a todos en
santidad y unión con Jesucristo, y debido a que Jesucristo la asoció a la obra
de la redención, ella merece para nosotros de congruo, en lenguaje teológico,
lo que Jesucristo merece para nosotros de condigno; y ella es la ministra
suprema de la dispensación de las gracias» desde el principio hasta el final de la historia de
la salvación.
Finalmente, cabe señalar que el papa Benedicto XV concedió en 1921 permiso
a todas las diócesis de Bélgica, así como a todas las diócesis que lo
solicitaran, para celebrar una misa y un oficio propios en honor a María Mediadora de todas las gracias, el 31 de mayo.
No está de más recordar aquí que Dios quiso la devoción al Inmaculado
Corazón de María precisamente para reparar las blasfemias contra Nuestra
Señora...
En su carta dirigida al padre Gonçalves, el 4 de enero de 1936, sor Lucía
escribía sobre la devoción al Inmaculado Corazón de María: «Se trata (...)
de implorar el perdón y la misericordia en favor de las almas que blasfeman
contra Nuestra Señora, porque a esas almas la divina misericordia no las
perdona sin reparación... »
Y, en su conversación con el padre Agustín Fuentes, el 26 de diciembre de
1957, sor Lucía añadió: «Recordemos que Jesucristo es un buen hijo y que no
permite que ofendamos y despreciemos a su santísima Madre».
Aquí los ataques provienen de los dos más altos dignatarios de la Santa
Iglesia, los que están ante todo encargados de defender la ortodoxia de la
doctrina y el honor de Nuestro Señor y Nuestra Señora.
Todo el mundo sabe que la erupción del monte Pelée en 1902 se produjo tras
un vía crucis blasfemo; lo que se sabe menos es que los primeros signos graves
de la erupción aparecieron tras una procesión blasfema contra la Santísima
Virgen... De Dios no se burla nadie, y menos aún de su santísima Madre.
Miserere nobis Domine !
Oremos y hagamos penitencia, como nos ha recordado insistentemente la
Virgen de Fátima.
Que, por su poderosa mediación, la Virgen Corredentora reavive la fe de sus
hijos y nos dé el valor para protestar y reparar.
« Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la
luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.
Apocalipsis XII, 1
«Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya:
ella te aplastará la cabeza y tú le herirás el calcañar». Génesis III, 15.
Mons. Jean-Michel FAURE
