Le
Rocher: Monseñor, en este combate por las almas que lleva a cabo nuestra
Fraternidad desde hace más de cuarenta años, ¿cuál es nuestra relación con esta
Iglesia que ya no parece ¿no "parece"? tomar este combate seriamente, qué
podemos hacer con los progresistas?
Monseñor
Fellay: A decir verdad, no se puede hacer
gran cosa. Súbitamente, Mons. Fellay ha dejado atrás el
discurso de los “brotes primaverales”. ¿Y -a propósito- qué fue del canto de la agonía del cisne
modernista del P. Bouchacourt? Hay un cambio de estrategia comunicacional, por lo visto.
Y Monseñor: sepa que conservar la fe íntegra en tiempos de apostasía general, en la peor crisis de la historia de la Iglesia, en una Iglesia ocupada por herejes modernistas es una grandísima cosa: “ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe” (1 Jn 5, 4).
Y Monseñor: sepa que conservar la fe íntegra en tiempos de apostasía general, en la peor crisis de la historia de la Iglesia, en una Iglesia ocupada por herejes modernistas es una grandísima cosa: “ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe” (1 Jn 5, 4).
Actualmente,
aquí o allá, obtenemos alguna vez una iglesia para celebrar la misa, pero no
más. Nosotros jamás podremos estar de acuerdo con los verdaderos progresistas.
Pero hay solo modernistas. Y si hay cosas que podemos hacer avanzar, debemos
hacer este bien. Hay que tratar, pero con mucha prudencia. Nuestro Señor no
envió a sus apóstoles a un campo de trigo bien hecho, los envió al mundo. ¿Esta respuesta ambigua termina con una invitación implícita
a aceptar un eventual reconocimiento por parte de Roma?
¿Es
por lo tanto el cuidado de las almas –y no solamente las almas que acuden a la
Fraternidad- lo que lo impulsa a actuar?
Monseñor
Fellay: Sí, es necesario que tengamos la
preocupación de las almas. Como si no supiéramos que el
fin de la Iglesia es la “salus animarum”, la salvación de las almas. Y
en nuestras relaciones con Roma, es esta cuestión, la cuestión de la salvación
de las almas la que nos motiva. Nuestra única preocupación es hacerlas regresar
a la Tradición. Es por eso que hablé del “retorno de la tradición en la
Iglesia”. La pregunta y su respuesta obvia sirven para
conducirnos al tema de la segunda intención de la Cruzada de Rosarios.
Le
Rocher: Hay quienes comprendieron esta expresión equivocadamente.
Monseñor
Fellay: Yo hablé según el sentido común.
Hay quienes dicen que la Iglesia no puede estar separada de su “Tradición” pues
es uno de sus fundamentos, con la Sagrada Escritura, la Revelación; decir que
la Iglesia está separada de la Tradición es una herejía. Pero no es esto lo que
dije. Otros dicen que la “Tradición” somos nosotros; entonces decir que hay que
rezar por el retorno de la Tradición en la Iglesia, es pedir que las obras de
la tradición retornen a la Iglesia. Esto tampoco es lo que dije. Pero a causa
de una mala interpretación ¡tenemos sacerdotes que nos han dejado! Y tenemos varias redacciones distintas, autorizadas por el mismo Mons. Fellay según los
países y los distritos. ¿En qué quedamos?
Le
Rocher: ¿Ellos tomaron su expresión al nivel teológico, de manera unívoca?
Monseñor
Fellay: Un superior de distrito me dijo
que esta formulación iba a crear problemas. Yo le respondí: Estimado Padre, si
continuamos así, en poco tiempo se declarará herética la frase “el sol se
pone”, porque según los principios de la física y de la astronomía ¡el sol no
se pone! Entonces si decimos que “el sol se pone”, es un error, es falso.
Entonces ¿hay que dejar de decir que el sol se pone? Esta expresión es del
orden del lenguaje común. Entonces, ¿por qué autorizó usted
diversas redacciones de la frase? Porque ese Superior de Distrito tenía razón.
De nuevo: ¿en qué quedamos, Monseñor? Permanezcamos
con los pies en la tierra, seamos realistas. Es verdad que si queremos hablar a
nivel teológico, de manera estricta, no tiene sentido pedir el retorno de la
Tradición en la Iglesia, yo lo concedo. Pero esto no es lo que quise decir.
Monseñor Lefebvre, en su sermón de Consagraciones Episcopales de 1988, declaró:
“Cuando la Tradición haya reencontrado en Roma todos sus derechos”. Ahora resulta que la culpa es de Mons. Lefebvre. Es la
misma cosa que decir “la primavera regresó”. Son expresiones de lenguaje común.
Le
Rocher: En el fondo, la vida está llena de analogías, ella no es unívoca, es
decir que se utilizan términos de diversa manera. Nótese esta
afirmación: “la vida no es unívoca” (!!!).
Monseñor
Fellay: La analogía es « in
se, diversa, secundum quid unum »: cuando se habla de analogía, se
habla de dos cosas en sí diferentes, pero que se parecen en un punto.
Evidentemente, hay varios sentidos para la palabra “tradición”. Se puede decir
que “la tradición somos nosotros”, sí, pero se habla también de la Tradición
según un modo mucho más amplio cuando se habla de “la Tradición de la Iglesia”.
Y podemos igualmente hablar de la “Tradición” como la parte no escrita de la
Revelación. Es un término analógico. Si se pierde este sentido de analogía,
estamos perdidos hoy, en esta crisis. La crisis de la
FSSPX se debe en gran medida a su modo habitualmente ambiguo o equívoco de
hablar, Monseñor.
Le
Rocher: Por lo tanto, tengamos cuidado en no dejar entrar este espíritu en
nosotros.
Monseñor
Fellay : Esto es lo que hizo Benedicto XVI
con su “hermenéutica de la continuidad”. Hasta Benedicto XVI, estaba claro:
estaba el pasado –la tradición- y luego el Vaticano II. Para todo el mundo,
había una ruptura y nadie la cuestionaba. Benedicto XVI declaró que la Iglesia
no puede arreglárselas sin el pasado, ella debe conservarlo y que el presente
está “integrado” al pasado. Para Benedicto XVI, el concilio Vaticano II
pertenece a la Tradición. Entonces estamos en el equívoco completo. Cuando el
Vaticano II dice lo contrario de lo que ha sido afirmado hasta entonces, no hay
“hermenéutica de la continuidad”. Pero Benedicto XVI la sostuvo porque quería
salvar el concilio, recuperar el concilio diciendo una verdad, lo que causa la
confusión: “La Iglesia no puede romper con su pasado”. “Lejos
de detener el Magisterio en 1962, deseamos considerar al concilio Vaticano II y
al magisterio posconciliar a la luz de la tradición sin ruptura y en un
desarrollo perfectamente homogéneo.” (Carta de Mons. Fellay a Benedicto XVI del
12 de Marzo de 2009). "Sobre el Concilio, cuando se me hizo la pregunta:
“¿Pertenece el Vaticano II a la Tradición?” Le dije: “Quisiera esperar que así
fuera”" (Mons. Fellay, DICI, 7 de junio de 2012).
Le
Rocher: ¿Cómo explica él esta ruptura?
Monseñor
Fellay: Es por eso que después –en todo
caso dos veces en su pontificado, al principio y al final –él introdujo la idea
de un falso concilio, el “concilio de los medios” o para-concilio que habría
substituido el verdadero concilio, en la recepción que tuvieron los fieles del
concilio. Es extremadamente sutil. Él reconoce que hay errores, que hay cosas
que no van, pero los atribuye a esta falso concilio. Desgraciadamente, no es
más que un artificio para sustraer los errores del concilio, para salvar el
concilio. Entonces se trata más bien de “astucia” que
de “sutileza”.
Le
Rocher: ¿Tenemos la impresión de que con el papa Francisco, este “artificio” ha
sido eliminado?
Monseñor
Fellay: Podríamos decir que el papa
Francisco es el primer defensor de todos estos errores del Vaticano II. Su
definición del concilio por ejemplo: para él, el concilio es una relectura del
Evangelio a la luz de la civilización, de la cultura contemporánea. Para él, la
luz para comprender el Evangelio hoy, es la civilización moderna. Pero es
contrario a la fe, que dice que la luz con la cual hay que leer el evangelio,
es el Buen Dios. Esa es la teología. Y Francisco dice que el mejor fruto del
concilio, la mejor ilustración de la eficacia del concilio, es la nueva misa.
Nosotros estamos de acuerdo: la nueva misa es el fruto del concilio. Pero él
dice que está bien y nosotros decimos que está mal. He aquí la diferencia.
Le Rocher : ¿No se sabe verdaderamente a dónde
vamos con este papa?
Monseñor
Fellay: Hay que tener mucho cuidado
cuando tratamos de emitir juicios sobre él porque él no entra en nuestras
categorías. ¿Tampoco en las categorías “modernista” o
“liberal”? ¿No se puede calificar de modernista
o de liberal al “primer defensor de todos los errores del Vaticano II”? Él
está fuera de norma. Es un papa de praxis: lo que cuenta para él es la acción y
él quiere tener las manos libres en la acción. Es por eso que cuando habla de
doctrina, se expresa de manera imprecisa, muy imprecisa. Lo cual es típicamente modernista y liberal. Ya no hay
esta coherencia entre la doctrina y la acción. Hay de todo en sus sermones. Lo
que cuenta para él, en la acción, son los hombres. Si él siente simpatía por
alguien, todo está permitido. Él recibió a sus amigos rabinos de Argentina,
incluso compartió una comida “kasher” (sic) con ellos en la casa Santa Marta.
La foto fue puesta en el sitio del Congreso judío mundial, el ambiente es simpático,
se diría de una pandilla de amigos. Poco importa lo que la gente pensará, ellos
son sus amigos. Pero los hermanos son más cercanos que
los amigos: "Los judíos son nuestros hermanos mayores en el sentido que
tenemos algo en común, esto es, el Antiguo Testamento" (Mons. Fellay,
http://rorate-caeli.blogspot.com/2009/02/fellay-jews-are.html)
Le
Rocher: ¿Su elección ha cambiado el estado de la Iglesia?
Monseñor
Fellay: No ha cambiado en nada. Todas las
prácticas que nosotros denunciábamos continúan. La única cosa que cambió, es
que las invitaciones, los apoyos discretos hacia los que querían un poco más de
tradición se terminaron (cf. Los Franciscanos de la Inmaculada), y que hay
mucha más confusión. Hasta aquí, el papa Francisco no ha tomado ninguna medida
para aminorar la situación desastrosa de la Iglesia. Que se trate de
religiosos, de seminarios, se constata una interrupción de las facilidades a la
antigua liturgia, siempre dejando un status quo. “¡Es tal vez en Roma en
donde estas cosas son más manifiestas! Tenemos ahora contactos amigables en los
dicasterios más importantes, ¡también entre los más allegados al Papa! Nuestra
percepción de esta situación es tal que creemos que los esfuerzos de la
jerarquía que envejece no podrán detener más este movimiento que nació y que
quiere y espera, aunque vagamente, la restauración de la Iglesia (...) Si esto
es cierto, y de eso estoy seguro, eso exige de nosotros una nueva posición en
relación con la Iglesia oficial. Es evidente que tenemos que apoyar con todas
nuestras fuerzas a este movimiento, posiblemente guiarlo, iluminarlo. Esto es
precisamente lo que muchos esperan de la Fraternidad” (Mons. Fellay, Cor Unum
101, marzo de 2012). Otra vez: ¿en qué quedamos, Monseñor?
Le
Rocher: ¿Ha comprendido él la situación de la Iglesia, el cuidado de las almas?
Monseñor
Fellay: Él es moderno, ¿“moderno” o “modernista”? pero todavía tiene todo su
catecismo de niño. Él cree que la juventud de hoy conoce su catecismo. Pudo ser
tal vez el caso en Argentina, ¡y aún! Él aplica, traspone a toda la Iglesia lo
que se hizo tal vez un poco en América latina.
Le
Rocher: Con este papa ¿no podemos esperar una mejora?
Monseñor
Fellay: Ustedes conocen
la definición que dio de sí mismo al jesuita que lo entrevistó: “¿Quién es el
papa Francisco?” –“Yo soy un pecador, sí, creo que es la respuesta más profunda
que puedo dar, y soy un poco bribón (la expresión francesa fourbe (bribón) que
significa más bien astuto) y manipulador”. Al nivel de la doctrina, será
todavía menos claro que antes porque ciertas frases son claras y otras son de
una nubosidad increíble.
Le
Rocher: Los papas Juan XXIII y Juan Pablo II serán “canonizados” el 27 de
abril. ¿Hay que asombrarse de tal decisión? ¿Qué podemos hacer nosotros?
Monseñor
Fellay: No hay que
asombrarse, lo que ellos quieren es canonizar el concilio, y no hay nada más
fácil para este fin que el canonizar a los papas que hicieron el concilio. ¿Qué
podemos hacer? –Yo diría que ya lo hemos intentado todo, desde el punto de
vista de la acción que nosotros podríamos tener sobre Roma, la cual de todas
maneras no nos escucha y no quiere escuchar nada. No nos queda más que rezar,
recordar los argumentos que ya hemos publicado. Hemos enviado un importante
expediente para protestar contra la beatificación de Juan XXII, e hicimos lo
mismo para Juan Pablo II. Ellos recibieron nuestro texto, pero el que estuvo a
cargo de hacer el informe descartó nuestros argumentos los descartó de plano
diciendo que de todas maneras nosotros estábamos en contra del concilio… No
hubo ningún esfuerzo serio de tomarse el trabajo de considerar nuestros
argumentos. Esta es una ligereza increíble. Por parte
de la FSSPX falta una enérgica, clara e inequívoca manifestación pública de
rechazo de estas "canonizaciones". Seguimos esperando.
Le
Rocher: Estos estudios –y las publicaciones que fueron hechas- ¿son todavía de
actualidad?
Monseñor
Fellay: Saquemos de nuevo todos nuestros
trabajos para mostrar que esas canonizaciones no son serias, incluso si todavía
está el famoso problema de la infalibilidad que estaría implicada para una
canonización. Hay que saber que este es un punto sobre el cual todavía se puede
trabajar. Sobre las cuestiones de fe, de la infalibilidad de los dogmas, no hay
discusión. Por el contrario, sobre la cuestión de la infalibilidad de las
canonizaciones, como ellas no son el objeto primario de la infalibilidad sino más
bien secundario, todavía hay un dominio de discusión posible.
Le
Rocher: Los documentos que están todavía en los archivos secretos, ¿no han sido
examinados?
Monseñor
Fellay: Eso es una total imprudencia.
Pues el elemento material de la canonización es el acto prudencial de la
Iglesia. Si no se siguen las reglas elementales de prudencia y se eliminan
ciertos documentos, entonces la posibilidad de equivocarse es real. Pero de
todas maneras, ellos cambiaron, al parecer, la noción de santidad. Todo esto
nos entristece, pero hablando humanamente, no se ve lo que se podría hacer para
impedirlo. Ellos han llegado incluso a dispensar los milagros.
Le
Rocher: Hay gente que afirma que Monseñor Fellay quiere a cualquier costo un
acuerdo con Roma.
Monseñor
Fellay: ¡Eso no tiene sentido! Yo nunca lo
he buscado por mí mismo, pero creí un deber examinar la proposición romana en
2011/2012. Nuevamente su acostumbrada respuesta con reserva o restricción mental: el que luego de recibida una propuesta formula una contra
propuesta, no se limita a examinar o estudiar esa propuesta u oferta, sino que deja la pasividad para tomar una iniciativa. La
Declaración Doctrinal que Mons. Fellay redactó y entregó en abril de 2012 a
Roma era una verdadera y propia contra oferta o contra propuesta, y eso es
mucho más que limitarse a “examinar” la oferta que se le hizo. Ahora eso sería locura. “Ahora”: a contrario sensu: el 2012 no le parecía
locura y suicidio someter la FSSPX al poder de los destructores de la Iglesia. ¿A
dónde van a buscar esas ideas? Yo mantengo al contrario que hay que tratar de
hacer todo el bien que podamos para salvar el máximo de almas. Todo lo que
podamos hacer de bien a Roma, podrá descender enseguida sobre toda la Iglesia,
y hacer el bien a miles de almas. Hay que tratar. Es normal, es evidente. Justifica el hecho de seguir abierto a la posibilidad de
someter la Tradición a los herejes romanos. Está limitado por el
momento, pero está en las manos del Buen Dios. Hagamos lo mejor posible y
todavía hay gente en Roma que dicen que es con y por la Tradición que la
Iglesia será restaurada. Pero no por medio de un
acuerdo traidor ni por medio de la rendición que implicaría aceptar el quedar
sometidos a Roma apóstata en virtud de un reconocimiento unilateral de ésta
hacia la FSSPX.
Le
Rocher: ¿Ha habido un acercamiento oficial de Roma para retomar contacto con
nosotros desde la elección del papa Francisco?
Monseñor
Fellay: Hubo un
acercamiento “no oficial” de Roma para retomar contacto con nosotros, pero nada
más, y yo no solicité audiencia como pude hacerlo después de la elección de
Benedicto XVI. Para mí actualmente las cosas son muy simples: permanecemos como
somos. No permanecemos como somos, sino que estamos hundiéndonos, sin necesidad de algún
acuerdo, por causa de la línea errática, ambigua, doble, diplomática y débil que ha impuesto a la
FSSPX el Superior General. Algunos concluyeron de los contactos de 2012
que yo planteaba como principio supremo la necesidad de un reconocimiento
canónico. La conservación de la fe y de nuestra identidad católica tradicional
es primordial y sigue siendo nuestro primer principio. “Desgraciadamente, en el contexto actual de la Fraternidad, la nueva
declaración no pasará (...) yo me comprometí en esta perspectiva a pesar de la
oposición bastante fuerte en las filas de la Fraternidad y al precio de
trastornos importantes.” (Carta de Mons. Fellay al Papa, 17-6-12).
Le
Rocher: ¿Hay sin embargo cada vez más voces discordantes en la Iglesia?
Monseñor
Fellay: Ciertamente,
pero como no tenemos un papa que ponga orden, vamos hacia una situación todavía
más confusa. El gran peligro, es que esta situación provoca en nosotros
impaciencias: que algunos han tenido suficiente y concluyen que el papa actual
ya no es papa. Esto ya ha comenzado. Los sacerdotes que nos han dejado
declararon, al momento de la elección del papa Francisco, que ellos no
reconocían esta elección. ¿Cuáles sacerdotes?
Le
Rocher: ¿Lo que sucede actualmente, es una mezcla de impaciencia e inquietud?
Monseñor
Fellay: Cuando hay desconfianza, se tiene
la tendencia a tomar todas las cosas equivocadamente, lo más equivocadamente
posible. Se caricaturiza, se miente, y a fuerza de mentir, la gente termina por
creerlo. Hay además una verdadera campaña de intoxicación. Pero una cosa es clara e indesmentible: usted, Monseñor, redactó y entregó esa traidora y nunca retractada Declaración Doctrinal del
abril de 2012. Eso lo hace ser, objetivamente (sin juzgar intenciones), un
traidor.
Le
Rocher: ¿Usted preferiría indudablemente que se dirigieran a usted?
Monseñor
Fellay: Yo jamás he reprochado a nadie de
haberme escrito y de pedirme precisiones, explicaciones. Pero acusar y
dialectizar en público, es grave. Se hace público el juicio de una causa. Es un
proceso revolucionario. Se dicen antiliberales y utilizan los principios de la
revolución. Según eso, lo mismo habría que decir de Mons.
Lefebvre, que “acusaba y dialectizaba en público.” No todo el que se rebela es
un revolucionario: hay una rebelión justa y una rebelión injusta. Si hay acá algo revolucionario,en cuento al fin y a los medios, es ese intento de Mons. Fellay por lograr el acuerdo con Roma liberal, Roma hereje, Roma Anticristo. El que estuvo a punto de someter la FSSPX a autoridades revolucionarias, ahora tacha de revolucionarios a los que resisten a esa traición.
Le
Rocher: ¿Qué uso se puede hacer de los textos de Monseñor Lefebvre? ¿Qué
autoridad tienen?
Monseñor
Fellay: Monseñor Lefebvre es nuestro
fundador, y en nuestra sociedad, es él quien da los principios, el espíritu. Es
de una importancia capital, él tenía las gracias de fundador. Tiene por lo
tanto una autoridad eminente para nuestra sociedad. Por otra parte, se podría
decir que actualmente, nuestra sociedad
está un poco en las mismas circunstancias que en tiempo de su fundación. Los
acontecimientos a nuestro entorno son los mismos, es decir, esta crisis en la
Iglesia, esta puesta en duda de la fe y la moral, de la disciplina. Hay
ciertamente variaciones: está el nuevo derecho canónico, hubo reuniones
interreligiosas en Asís, pero fundamentalmente, es la misma crisis que hiere a
la Iglesia a muerte, que mata a las almas, asfixia las sociedades religiosas,
las diócesis. El sacerdocio está en el mismo peligro. Además la misma Roma nos
considera de manera particular en razón de este fundador. Es la realidad. Roma
ignora por el contrario los movimientos sedevacantistas.
Le
Rocher: ¿No se puede decir que ya que Monseñor Lefebvre dijo una cosa en una
ocasión, lo afirmó para todo el tiempo?
Monseñor
Fellay: Podemos ver
cómo él actuó en una situación semejante, pero no se trata de hacer un
“copiar-pegar”. Monseñor Lefebvre tuvo por ejemplo palabras muy duras en 1976,
con la ocasión del “verano caluroso”, las cuales sólo utilizó en ese momento.
Así él habló de “misa bastarda”, de sacerdotes “bastardos”. Pero después ya no
utilizó estas expresiones. ¿Es decir que la misa se hizo menos “bastarda” en
adelante? Por supuesto que no, pero él utilizó estas expresiones con ocasión
del “verano caluroso” en toda la acepción del término, pero ya no en adelante. Pero hay una última voluntad en las personas que es
irrevocable, y contra esa última y definitiva voluntad de nuestro Fundador, usted ha intentado
hacer un acuerdo sin previa conversión de Roma. Eso tiene un calificativo: traición.
Le
Rocher:¿Podemos preguntarnos: Qué hubiera hecho Monseñor Lefebvre hoy?
Monseñor
Fellay: Cuando se
quiere aplicar hoy alguna cosa del pasado, no hay que olvidar que las
circunstancias actuales no son necesariamente absolutamente idénticas a las que
conoció nuestro fundador. Podemos inspirarnos por su espíritu, pero no podemos
hacer absolutamente la misma cosa. Y de hecho, podemos hacer decir a Monseñor
Lefebvre lo que queramos. Incluso podemos encontrar en uno de sus sermones lo
que podría parecer una contradicción. Así por ejemplo en su famoso sermón por
su jubileo de 1987 (40 años de episcopado), él cuenta en una primera parte su
encuentro con el cardenal Ratzinger al que le dijo: “Incluso si usted nos diera
obispos, no podemos trabajar con usted”. Pero después en su sermón, él explica
a sus fieles que una cosa extraordinaria tuvo lugar en Roma, que le hicieron
una interesante proposición y les pidió rezar para que llegara a buen término. “No puedo
hablar mucho del futuro, ya que el mío está detrás de mí. Pero si vivo un poco
aún y suponiendo que de aquí a un determinado tiempo Roma haga un llamado, que
quiera volver a vernos, reanudar el diálogo, en ese momento sería yo quien
impondría las condiciones. No aceptaré más estar en la situación en la que nos
encontramos durante los coloquios. Esto se terminó. Plantearía la cuestión a
nivel doctrinal: ¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los
papas que los precedieron? ¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX,
Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI,
Humani Generis de Pío XII? ¿Están en plena comunión con estos papas y con sus
afirmaciones? ¿Aceptan aún el juramento antimodernista? ¿Están a favor del
reinado social de Nuestro Señor Jesucristo? Si no aceptan la doctrina de sus
antecesores, es inútil hablar. Mientras no hayan aceptado reformar el Concilio
considerando la doctrina de estos papas que los precedieron, no hay diálogo
posible. Es inútil.” (Mons. Lefebvre, entrevista concedida a Fideliter Nº 66,
1988)
Le
Rocher: Por lo tanto ¿podemos hacer decir a Monseñor Lefebvre casi todo lo que
queramos?
Monseñor
Fellay: Podemos hacerlo
decir casi todo lo que queramos pues se encontró en situaciones diferentes
donde tuvo que tomar posición. La única solución es poner las cosas en su
contexto. No nos damos suficientemente cuenta de la importancia del contexto.
Es una de las desgracias actuales, se absolutiza todo, cada frase es
absolutizada, es decir, sacada de su contexto y erigida en principio absoluto.
Pero la realidad no es así. Hay diferencias de géneros: un sermón, una
conferencia, una explicación, una ilustración. Se termina por perder el sentido
de los matices y la honestidad intelectual. Honestidad…
fue deshonesto intentar el acuerdo con Roma violando la resolución del capítulo
del 2006, que descartaba absolutamente un acuerdo sin previa conversión de
Roma. Acá está el sofisma forjado por Mons. Fellay para transformar en letra muerta ese
principio y la resolución del capítulo del 2006 que lo explicitaba y
promulgaba: "El Capítulo General de 2006 emitió una línea
de acción muy clara en lo que atañe a nuestra situación con Roma. Damos
prioridad a la fe, sin buscar de nuestro lado una solución práctica ANTES de
resolver la cuestión doctrinal. No se trata aquí de un principio, sino de una
línea de conducta que debe regular nuestras acciones concretas. Estamos aquí
frente a un razonamiento en el que la premisa mayor es la afirmación del
principio de la primacía de la fe para permanecer católicos. La premisa menor
es una constatación histórica sobre la situación actual de la Iglesia; y la
conclusión PRÁCTICA se inspira en la virtud de la prudencia que regula el
actuar humano; nada de buscar un acuerdo en detrimento de la fe. En 2006, las
herejías siguen surgiendo, las mismas autoridades propagan el espíritu moderno
y modernista del Vaticano II y lo imponen a todos como una aplanadora (es la
premisa menor). Es imposible llegar a un acuerdo práctico a menos que las
autoridades se conviertan; de lo contrario seriamos aplastados, despedazados,
destruidos o sometidos a presiones tan fuertes que no podríamos resistir (es la
conclusión). Si la premisa menor cambiase, es decir, si hubiese un cambio en la
situación de la Iglesia en relación con la Tradición, esto podría llevar a un
cambio correspondiente de la conclusión, ¡sin que nuestros principios hubieran
cambiado en nada! Como la Providencia se expresa a través de la realidad de los
hechos, para conocer Su voluntad, debemos seguir con atención la realidad de la
Iglesia, observar, examinar lo que sucede. Ahora bien, no hay ninguna duda que
desde 2006, estamos asistiendo a un desarrollo en la Iglesia, a un cambio
importante y muy interesante, aunque poco visible..." (Mons. Fellay, Cor Unum 101, Marzo de 2012).
Una
parte de los problemas que vemos hoy, es que ya no se mira si lo que dijo está
en el orden de la opinión o del dogma. Todo es dogmatizado, absolutizado. Hay
muchas cosas que son del orden de la opinión, es decir que al decirlas, hay que
aceptar como posible el pensamiento contrario. Demos algunos ejemplos. Esta
famosa cuestión de la iglesia conciliar: ¿cuál es la naturaleza de la iglesia
conciliar? –Está al nivel de la opinión, y las opiniones pueden ser diferentes,
incluso en la Fraternidad San Pio X. Pero no hay que hacer un dogma y
condenarse los unos a los otros pues solamente se trata de una opinión
diferente. Es lo mismo para lo que se llama la “autoridad magisterial del
concilio”. Es una cuestión abierta. Roma declara que es del magisterio
ordinario, pero no pide, a nombre de la fe, el aceptarlo como tal. Monseñor
Lefebvre era de la opinión de que estaba en el orden de una predicación, por lo
tanto, susceptible de error.
Le
Rocher: En conclusión ¿Qué consejos le da a sus fieles?
Monseñor
Fellay: En medio de estas preocupaciones,
el bien de la Iglesia toda entera debe permanecer querida para todo corazón
católico. El desarrollo de nuestra Fraternidad que vemos realizarse bajo
nuestros ojos es una causa de alegría, de acción de gracias y la prueba en los
hechos de que la fidelidad a la fe y a la disciplina tradicionales procuran
siempre los frutos benditos de la gracia. En un mundo cada vez más hostil al
cumplimiento de los mandamientos de Dios, debemos tener la verdadera
preocupación de formar las almas bien empapadas que tomen en serio su propia
santificación y la salvación de todas las almas. Lo
cual es imposible con autoridades liberales, esto es, dispuestas a pactar paces
con los liberales y someterse al poder de la Jerarquía liberal.