martes, 8 de abril de 2014

LA JURISDICCIÓN DE MONS. FELLAY Y LOS ABUSOS DE LA FRATERNIDAD.


Hace algunos años, Monseñor de Galarreta le pidió a Dom Tomás de Aquino que renunciara como Padre Prior de la Santa Cruz. Poco después, Monseñor Fellay le pidió: “reunir a la Comunidad y presentar ante todos su renuncia” (carta del 12 de enero de 2010). ¿De qué derecho y por qué jurisdicción pueden hacer estas cosas? Para mejor “convencer”, Monseñor de Galarreta le aseguró también que el distrito de América ya no enviaría ninguna vocación a la Santa Cruz. ¿Qué buscaban con estas presiones? ¿El bien común o quitar de en medio a todos los oponentes al acuerdo con la Roma modernista?
El 21 de junio de 2012, el Padre Thouvenot llamó al padre prior de Avrillé para preguntarle: “Padre, si firmamos un acuerdo con Roma, ¿usted nos seguirá?” El Padre Prior confesó ignorar la base doctrinal sobre la cual estaría fundado este acuerdo con Roma. El Padre Thouvenot le contestó: “Efectivamente, usted no conoce este texto, yo no puedo comunicárselo. Es secreto. Debe tenernos confianza”. El Padre Prior le pidió dos días de reflexión. Al día siguiente, antes de terminarse el plazo acordado, los dominicos recibieron un fax de Monseñor Fellay informándole su negativa a ordenar al sacerdocio a los tres hermanos de la comunidad. Enseguida del fax, el Padre Thouvenot escribió:
“Le he dado cuentas de nuestra conversación de ayer a Monseñor Fellay, pero visiblemente, el simple hecho que usted haya hecho escuchar el sermón delirante del Padre Koller a la comunidad, como el hecho de que usted requiera más de 24 horas para responder a una simple pregunta de confianza hacia la autoridad, han sido suficientes para convencerlo que era mejor diferir las ordenaciones. Esta mañana él le ha hecho llegar un fax que se lo informa. Esperando que usted cerrará filas y restablecerá las relaciones normales de armoniosa colaboración, le aseguro mi religiosa devoción”.
Estos dos hechos justifican ampliamente el título de nuestro artículo. Desgraciadamente, otros hechos pueden ilustrar la gravedad de la situación.
¿En nombre de cuál principio un prior o un superior de distrito pueden telefonearle para prohibirle invitar a una reunión, en su propia casa, a Monseñor Williamson o a un sacerdote que ya no forma parte de la FSSPX? ¿En nombre de qué autoridad pueden ellos prohibirle llamar a Monseñor Williamson para dar el sacramento de la confirmación a sus hijos? ¿En nombre de qué derecho ellos pueden pedirle a una orden religiosa amiga que lo excluyan de la Tercera Orden? Etc.
Para responder a estas preguntas, quisiéramos regresar sobre un artículo que pasó demasiado desapercibido: Único capitán a bordo, Monseñor Fellay… este artículo contiene preciosas observaciones. El autor constata allí una praxis revelando una teoría que era subyacente desde hace mucho tiempo pero que hace poco se hizo patente. La FSSPX se toma, si no como la Iglesia, al menos como el “bote salvavidas” y actúa abusivamente como si ella tuviera una jurisdicción sobre los fieles olvidando lo que ella enseñó desde su comienzo: En vista del estado de necesidad, la FSSPX solamente tiene una jurisdicción de suplencia.
Quisiéramos brevemente retomar los pasajes esenciales de este artículo y agregarle algunas observaciones.
Un debilitamiento doctrinal
El año 2012 fue marcado en el seno de la FSSPX por un evidente cambio de óptica. Antes del 2012, la FSSPX excluía oficialmente la posibilidad de un “acercamiento” con Roma antes de verla volver al magisterio Tradicional. Esta posición se fundaba en la experiencia de más de treinta años de relaciones con Roma. Pero en 2012, el Capítulo General admitió explícitamente la posibilidad de un acuerdo práctico con las autoridades romanas actuales, sin acuerdo doctrinal, como lo confirmó la declaración del 27 de junio de 2013 de los cuatro obispos menos uno de la Fraternidad.
El Padre Jean, capuchino, iluminó perfectamente este debilitamiento del combate de la fe:
 “Durante años, Monseñor Lefebvre –hasta las consagraciones- buscó discutir con Roma. (…) Monseñor Lefebvre tuvo declaraciones en el sentido práctico diciendo “dejadnos hacer la experiencia de la Tradición”. (…) Y después se dio cuenta que había ido demasiado lejos, lo dijo, lo reconoció. El 5 de mayo, cuando firmó el protocolo. Fue demasiado lejos porque transigió sobre la cuestión de la doctrina. Hizo pasar lo práctico por delante. (…) en el Fideliter n° 66 de diciembre del 88, en su portada él escribió: “Para retomar los coloquios, yo pondría mis condiciones”. Esto es lo que Monseñor Lefebvre dijo después de las consagraciones y lo mantuvo hasta su muerte y es lo que nos legó. (…) Durante años y años, este principio fue mantenido. (…) desgraciadamente, desde hace algún tiempo, que podemos situar al finalizar las discusiones romanas, es decir en el otoño de 2011, poco a poco nos vimos obligados a constatar que las autoridades de la Fraternidad abandonaron este principio”.
Un endurecimiento pastoral
Frente a los fieles y a los sacerdotes que se atreven a manifestar públicamente su oposición a este debilitamiento, las autoridades desviadas comprueban su endurecimiento, pues como lo señaló Louis Veuillot: “No hay mayor sectario que un liberal”.
Uno de los cuatro obispos consagrados por Monseñor Lefebvre fue expulsado, numerosos sacerdotes han tenido que salir de la Fraternidad, niños han sido expulsados de las escuelas en Estados Unidos, fieles han sido amenazados o privados de sacramentos en Francia, Inglaterra, Polonia, México, Uruguay, Argentina, Italia, etc. En Francia, un prior creyó conveniente decirle a los fieles: “Si me entero que vienen a la misa gentes que critican la Fraternidad toda la semana, no dudaré en privarlos de los sacramentos”.
Por la misma razón, en junio de 2012 las ordenaciones de los Capuchinos y Dominicos fueron anuladas. A un sacerdote que preguntó la razón, Monseñor Fellay respondió: “Es una falta de confianza personal que comprobé respecto a estas comunidades… y es tan grave ordenar a un sacerdote, que yo prefiero esperar…” (9 de noviembre de 2012, París). Para mesurar lo grotesco, arbitrario y monstruoso de esta respuesta, los fieles deben saber que los diáconos capuchinos estaban en retiro con los de la Fraternidad cuando se les informó el rechazo para ordenarlos. Comparemos ahora esta reacción de Monseñor Fellay hacia las comunidades amigas con la reacción de Monseñor Lefebvre frente a la presión romana:
«Ustedes saben que el nuncio vino a pedir que yo no haga las ordenaciones, entonces por supuesto que yo le dije : no es a diez días de las ordenaciones que se puede hacer una cosa semejante, no es posible. Yo diría, incluso hablando humanamente. Estos jóvenes sacerdotes han trabajado durante cinco años para prepararse a la ordenación, y a diez días de su ordenación, mientras que sus padres están listos para venir, mientras que las primeras misas han sido anunciadas en todas partes, es en este momento que me piden no hacer las ordenaciones. Ordenaciones que son legítimas. Estos seminaristas, que hicieron sus estudios de manera regular, tienen un derecho natural a tener el resultado de la preparación que han realizado” (Cospec 32A)
¿Monseñor Fellay tenía el derecho y la moral para actuar de esta forma? Los sacerdotes que privan de sacramentos a los fieles o que inquietan las conciencias, ¿tienen el derecho de hacerlo?
Una jurisdicción de suplencia…
El Compendio de Teología Moral de San Alfonso de Ligorio indica (T II, § 612, p. 362): “La censura no se puede interponer contra los infieles, ni contra las personas sobre las cuales no se tiene jurisdicción”. (Por el padre Joseph Frassinetti, prior de Santa Sabina en Gênes, Tomos I y II traducidos por el Padre P. Fourez, licenciado en teología, 1889)
Sabemos que la iglesia conciliar niega toda jurisdicción a la FSSPX. El poder de jurisdicción de Monseñor Fellay no viene entonces del Vaticano. Monseñor Fellay y sus sacerdotes no disponen de ninguna “jurisdicción ordinaria” sino de una “jurisdicción de suplencia” que es “una jurisdicción de auxilio que se le da por derecho a todo obispo y a todo sacerdote en caso de necesidad, por el bien común, cuando no recibió de las autoridades los poderes necesarios”. (Sel de la Terre n° 87, pp. 139-140)
“Sin embargo, hay que precisar que una autoridad de suplencia no tiene las mismas características que la autoridad existente ordinariamente en la Iglesia: se ejerce caso por caso, por lo que no es habitual, es decir que las personas que se benefician de ella pueden retirarse y la autoridad de suplencia no tiene ningún poder para hacerlos regresar. Ella depende de la necesidad del fiel, habiendo estado de crisis. Es en la medida en que los fieles tengan necesidad de estos obispos o sacerdotes para la salvación de su alma, que la Iglesia creó este lazo de autoridad entre ellos. Todo esto muestra que la jurisdicción de suplencia da una autoridad limitada y muy delicada para ejercer. La autoridad jurisdiccional del obispo, no viniéndole de una nominación romana, sino de la necesidad de salvación de las almas, deberá ejercerse con una delicadeza particular” (Monseñor Lefebvre, nota del 20 de febrero de 1991, citado en Le Sel de la Terre n° 87, p. 142)
En su homilía de la Misa de Lille, en 1976, declaró: “Se dice que soy el líder de la Tradición. Yo no soy el líder en lo absoluto”. Pensar en tener una jurisdicción ordinaria cuando ella es solamente de suplencia, es “fundar nuestro apostolado sobre una base falsa e ilusoria”. (Extracto de una carta de Monseñor Lefebvre, citado por el Padre Pivert en Las Consagraciones de Monseñor Lefebvre… ¿Un cisma? Fideliter, 1988, págs. 55-50)
…convertida en una dominación perversa.
Actualmente, todo sucede como si Menzingen pensara tener que alinear a todos los fieles y todas las instituciones religiosas de la Tradición a sus opciones personales.
El fiel no tiene ninguna obligación de aprobar a Monseñor Fellay en su búsqueda de la prelatura personal.  En Inglaterra, en Italia, a los fieles se les ha pedido (¡algunos por teléfono!) de no poner sus pies en las capillas. Por el motivo de tener sitios de internet que critican la nueva orientación de Monseñor Fellay… Unas religiosas prohibieron a un señor acolitar la misa cuando él lo hacía habitualmente en la capilla del convento: su crimen fue haber asistido a la misa de un sacerdote “resistente”. El ORDO 2014, con su repertorio de lugares de culto tradicional, suprimió de la lista al Monasterio Benedictino de la Santa Cruz (Nova Friburgo, Brasil). Siendo que desde las consagraciones, la posición teológica de este monasterio no ha cambiado. ¿Cuándo terminará esta tiranía?
El bien de las almas ya no es la finalidad de la autoridad. La Fraternidad ha salido de los límites de la jurisdicción de suplencia. Está usurpando un papel que no le corresponde, y esta usurpación no es de la Iglesia: es sectaria.
Una autoridad inmoral
Este cambio de rumbo, hecho público en 2012, pone a la Fraternidad fuera de los límites de su poder legítimo. Es una grave deriva que la moral no tolera. Ella atestigua una mentalidad autovalidante y despótica, completamente desprovista de caridad. En Francia, un prior se dirigió a un Caballero de Nuestra Señora, de 86 años, en una reunión de trabajo en el priorato con estos términos: “¡Lárguese de aquí! Su crimen: estar en contra de un acuerdo con Roma…
“En las cuestiones controvertidas, los predicadores y los confesores deben evitar definir que una cosa es pecado, y sobre todo pecado mortal, sobre la autoridad de los teólogos o incluso de muchos teólogos; una decisión semejante requiere el consentimiento universal de los autores. Igualmente, un confesor no podría, sin injusticia, negar la absolución a un penitente decidido a actuar de manera contraria a una opinión sostenida por uno o varios teólogos, pero cuestionada por otros teólogos católicos ( Frassinetti, Tomo II, pág. 27).
Como los confesores no tienen ninguna autoridad para decidir de cuestiones teológicas, encuentro como De Lugo y otros autores citados por San Alfonso, que el penitente tiene evidentemente el poder de poner su opinión en práctica, desde el momento que esta opinión es sostenida por buenos teólogos y que tiene por consecuencia una sólida probabilidad, al menos extrínseca; y esto, aunque el penitente sea el hombre más ignorante del mundo y aunque la opinión le parezca absolutamente falsa al confesor. (Frassinetti, Tomo II, nota 141 del n° 448)
Pues numerosos sacerdotes manifiestan públicamente un punto de vista teológico legítimo y argumentado contrario al de Monseñor Fellay: Monseñor Williamson, antiguo Director de Seminario y antiguo profesor del padre Bernard Fellay, los Padres Chazal, Pfeiffer, Girouard, el Padre Jean, el Padre Pierre Marie…
El pretexto del bien común, la calificación de “subversivos” impuesta a los que sostienen opiniones contrarias a Menzingen no tienen ningún valor en este caso,  pues el verdadero bien común jamás va en contra de la moral y cuando quieren cambiar de manera disimulada la finalidad de un organismo, es absurdo calificar de subversivos a los que resisten esta subversión insidiosa. La verdad es que la Fraternidad quiere extender su poder. Ella ya no tiene en cuenta la particularidad de su jurisdicción. Ella se cree con derecho de decidir todo en el interior del pequeño mundo que constituyen los fieles y las congregaciones unidas a la Tradición. Perpetuar el sacerdocio, conservar la santa Misa y la doctrina de la Fe, asegurar el apostolado a los fieles, llevarles los sacramentos de Nuestro Señor Jesucristo, son objetivos que ya no satisfacen a algunos. Sueñan en constituir una especie de mini-iglesia beneficiándose de la protección papal…
He aquí un último hecho para comprender hasta dónde puede ir el vértigo de la dominación. El 13 de noviembre de 2013, Monseñor Fellay decidió, después de renegar de su compromiso, que los 5 religiosos profesos perpetuos de la comunidad dominica de Avrillé que se encontraban fuera del convento, debían reagruparse en una casa para convertirse en una “segunda rama” en Steffeshausen. Monseñor Fellay nombró a Monseñor de Galarreta como superior de esta casa. Las cartas escritas a Monseñor Fellay y a Monseñor de Galarreta preguntándoles “cómo tal proceder puede ser conforme a la Tradición y al derecho de los religiosos y e incluso al derecho natural” permanecieron sin respuesta.
La actitud de estos dos obispos difiere de la de Monseñor Lefebvre. El Padre Schmidberger en una carta del 27 de mayo de 1991, dirigida a los religiosos de la Tradición, reconoció que Monseñor Lefebvre “fue más Padre, consejero y amigo que autoridad en sentido jurídico” y que “recurrían a Monseñor Lefebvre como a una autoridad de suplencia”. En 1991, era evidente que “cada comunidad es absolutamente libre de dirigirse, o no, a (monseñor Fellay). Ni él, ni la Fraternidad tienen la mínima intención de meter la mano en otras comunidades de la manera que sea. También será necesario ver en su acción el ejercicio de una jurisdicción extraordinaria y no ordinaria…”
En 1981, Monseñor Lefebvre protestó solemnemente que él no quería ser “el Jefe General” de la Orden. Pero en octubre de 2012, en Bellaigue, Monseñor de Galarreta le dijo al padre prior de Avrillé que él debía considerar a Monseñor Fellay como teniendo el lugar de Jefe General de la Orden.
Monseñor Fellay y Monseñor de Galarreta creen tener el derecho de intervenir directamente en la vida religiosa de una comunidad. Ellos pueden hacer salir de ellas a los sujetos, acordarles una exclaustración sin límite de tiempo –sin preocuparse del derecho canónico ni de las constituciones del instituto- o autorizarlos a pasar una temporada fuera del convento y a hacer apostolado sin ningún control e incluso sin prevenir a sus superiores legítimos. Ellos pueden autorizarlos a fundar una “nueva rama”. Ellos pueden aún tener correspondencia secreta con los religiosos y alentarlos a proporcionar informes secretos y a desconfiar de sus superiores legítimos.
En consecuencia…
¿Cómo tener confianza en esos obispos? ¿Qué quiere la Fraternidad Sacerdotal San Pio X? ¿Una obediencia sin murmuración y una confianza ciega? ¿Pero cómo exigir tal cosa cuando sabemos que el Superior de esta Fraternidad aprueba como una cosa buena su declaración del 15 de abril de 2012 que reconoce el magisterio actual, la legitimidad de la misa de Paulo VI y el nuevo código de derecho canónico?
No solamente la nueva orientación de la FSSPX no es obligatoria, es peligrosa y suicida. Por lo tanto ella puede ser criticada con toda libertad tanto en público como en privado. Todas las censuras impuestas contra los que quieren continuar el buen combate de la fe resistiendo a las maniobras de unión con Roma son nulas y constituyen un abuso de poder. Las censuras de Monseñor Fellay para hacer callar a sus oponentes de su política son además pecados que causan un escándalo para la fe. A fuerza de frecuentar a los modernos, la Casa General atrapó el vicio romano de la subversión.

 “Es del modernismo hacer que los fieles se sometan por el chantaje de la virtud y del amor de Dios, y la abolición, en nombre de la virtud, de los medios indispensables de formación y de conservación. El modernismo hace caminar a las víctimas en nombre de la obediencia, gracias a la suspicacia de orgullo sobre toda crítica de las reformas, en nombre del respeto al papa, en nombre del celo misionero, de la caridad y de la unidad” (Padre Calmel, Carta del 8 de agosto de 1973)