Hace
algunos años, Monseñor de Galarreta le pidió a Dom Tomás de Aquino que
renunciara como Padre Prior de la Santa Cruz. Poco después, Monseñor Fellay le
pidió: “reunir a la Comunidad y presentar ante todos su renuncia” (carta del 12
de enero de 2010). ¿De qué derecho y por qué jurisdicción pueden hacer estas
cosas? Para mejor “convencer”, Monseñor de Galarreta le aseguró también que el
distrito de América ya no enviaría ninguna vocación a la Santa Cruz. ¿Qué
buscaban con estas presiones? ¿El bien común o quitar de en medio a todos los
oponentes al acuerdo con la Roma modernista?
El
21 de junio de 2012, el Padre Thouvenot llamó al padre prior de Avrillé para
preguntarle: “Padre, si firmamos un
acuerdo con Roma, ¿usted nos seguirá?” El Padre Prior confesó ignorar la
base doctrinal sobre la cual estaría fundado este acuerdo con Roma. El Padre
Thouvenot le contestó: “Efectivamente,
usted no conoce este texto, yo no puedo comunicárselo. Es secreto. Debe
tenernos confianza”. El Padre Prior le pidió dos días de reflexión. Al día
siguiente, antes de terminarse el plazo acordado, los dominicos recibieron un
fax de Monseñor Fellay informándole su negativa a ordenar al sacerdocio a los
tres hermanos de la comunidad. Enseguida del fax, el Padre Thouvenot escribió:
“Le
he dado cuentas de nuestra conversación de ayer a Monseñor Fellay, pero
visiblemente, el simple hecho que usted haya hecho escuchar el sermón delirante
del Padre Koller a la comunidad, como el hecho de que usted requiera más de 24
horas para responder a una simple
pregunta de confianza hacia la autoridad, han sido suficientes para
convencerlo que era mejor diferir las ordenaciones. Esta mañana él le ha hecho
llegar un fax que se lo informa. Esperando que usted cerrará filas y restablecerá las relaciones normales de
armoniosa colaboración, le aseguro mi religiosa devoción”.
Estos
dos hechos justifican ampliamente el título de nuestro artículo.
Desgraciadamente, otros hechos pueden ilustrar la gravedad de la situación.
¿En
nombre de cuál principio un prior o un superior de distrito pueden telefonearle
para prohibirle invitar a una reunión, en su propia casa, a Monseñor Williamson
o a un sacerdote que ya no forma parte de la FSSPX? ¿En nombre de qué autoridad
pueden ellos prohibirle llamar a Monseñor Williamson para dar el sacramento de
la confirmación a sus hijos? ¿En nombre de qué derecho ellos pueden pedirle a
una orden religiosa amiga que lo excluyan de la Tercera Orden? Etc.
Para
responder a estas preguntas, quisiéramos regresar sobre un artículo que pasó
demasiado desapercibido: Único
capitán a bordo, Monseñor Fellay… este artículo contiene preciosas
observaciones. El autor constata allí una
praxis revelando una teoría que era subyacente desde hace mucho tiempo pero que
hace poco se hizo patente. La FSSPX se toma, si no como la Iglesia, al
menos como el “bote salvavidas” y actúa abusivamente como si ella tuviera una
jurisdicción sobre los fieles olvidando lo que ella enseñó desde su comienzo: En
vista del estado de necesidad, la FSSPX solamente tiene una jurisdicción de
suplencia.
Quisiéramos
brevemente retomar los pasajes esenciales de este artículo y agregarle algunas
observaciones.
Un debilitamiento doctrinal
El
año 2012 fue marcado en el seno de la FSSPX por un evidente cambio de óptica. Antes
del 2012, la FSSPX excluía oficialmente la posibilidad de un “acercamiento” con
Roma antes de verla volver al magisterio Tradicional. Esta posición se fundaba
en la experiencia de más de treinta años de relaciones con Roma. Pero en 2012,
el Capítulo General admitió explícitamente la posibilidad de un acuerdo
práctico con las autoridades romanas actuales, sin acuerdo doctrinal, como lo
confirmó la declaración del 27 de junio de 2013 de los cuatro obispos menos uno
de la Fraternidad.
El
Padre Jean, capuchino, iluminó perfectamente este debilitamiento del combate de
la fe:
“Durante años, Monseñor Lefebvre –hasta las
consagraciones- buscó discutir con Roma. (…) Monseñor Lefebvre tuvo
declaraciones en el sentido práctico diciendo “dejadnos hacer la experiencia de
la Tradición”. (…) Y después se dio cuenta que había ido demasiado lejos, lo
dijo, lo reconoció. El 5 de mayo, cuando firmó el protocolo. Fue demasiado
lejos porque transigió sobre la cuestión de la doctrina. Hizo pasar lo práctico
por delante. (…) en el Fideliter n° 66 de diciembre del 88, en su portada él
escribió: “Para retomar los coloquios, yo pondría mis condiciones”. Esto es lo
que Monseñor Lefebvre dijo después de las consagraciones y lo mantuvo hasta su
muerte y es lo que nos legó. (…) Durante años y años, este principio fue
mantenido. (…) desgraciadamente, desde hace algún tiempo, que podemos situar al
finalizar las discusiones romanas, es decir en el otoño de 2011, poco a poco
nos vimos obligados a constatar que las autoridades de la Fraternidad
abandonaron este principio”.
Un endurecimiento pastoral
Frente
a los fieles y a los sacerdotes que se atreven a manifestar públicamente su
oposición a este debilitamiento, las autoridades desviadas comprueban su
endurecimiento, pues como lo señaló Louis Veuillot: “No hay mayor sectario que un liberal”.
Uno
de los cuatro obispos consagrados por Monseñor Lefebvre fue expulsado,
numerosos sacerdotes han tenido que salir de la Fraternidad, niños han sido expulsados
de las escuelas en Estados Unidos, fieles han sido amenazados o privados de
sacramentos en Francia, Inglaterra, Polonia, México, Uruguay, Argentina,
Italia, etc. En Francia, un prior creyó conveniente decirle a los fieles: “Si
me entero que vienen a la misa gentes que critican la Fraternidad toda la
semana, no dudaré en privarlos de los sacramentos”.
Por
la misma razón, en junio de 2012 las ordenaciones de los Capuchinos y Dominicos
fueron anuladas. A un sacerdote que preguntó la razón, Monseñor Fellay
respondió: “Es una falta de confianza
personal que comprobé respecto a estas comunidades… y es tan grave ordenar a un
sacerdote, que yo prefiero esperar…” (9 de noviembre de 2012, París). Para
mesurar lo grotesco, arbitrario y monstruoso de esta respuesta, los fieles
deben saber que los diáconos capuchinos estaban en retiro con los de la
Fraternidad cuando se les informó el rechazo para ordenarlos. Comparemos ahora
esta reacción de Monseñor Fellay hacia las comunidades amigas con la reacción
de Monseñor Lefebvre frente a la presión romana:
«Ustedes saben que el nuncio vino a pedir que yo no
haga las ordenaciones, entonces por supuesto que yo le dije : no es a diez
días de las ordenaciones que se puede hacer una cosa semejante, no es posible.
Yo diría, incluso hablando humanamente.
Estos jóvenes sacerdotes han trabajado durante cinco años para prepararse a la
ordenación, y a diez días de su ordenación, mientras que sus padres están
listos para venir, mientras que las primeras misas han sido anunciadas en todas
partes, es en este momento que me piden no hacer las ordenaciones. Ordenaciones
que son legítimas. Estos seminaristas, que hicieron sus estudios de manera
regular, tienen un derecho natural a
tener el resultado de la preparación que han realizado” (Cospec 32A)
¿Monseñor
Fellay tenía el derecho y la moral para actuar de esta forma? Los sacerdotes
que privan de sacramentos a los fieles o que inquietan las conciencias, ¿tienen
el derecho de hacerlo?
Una jurisdicción de suplencia…
El
Compendio de Teología Moral de San Alfonso de Ligorio indica (T II, § 612, p.
362): “La censura no se puede interponer contra los infieles, ni contra las
personas sobre las cuales no se tiene jurisdicción”. (Por el padre Joseph
Frassinetti, prior de Santa Sabina en Gênes, Tomos I y II traducidos por el
Padre P. Fourez, licenciado en teología, 1889)
Sabemos
que la iglesia conciliar niega toda jurisdicción a la FSSPX. El poder de
jurisdicción de Monseñor Fellay no viene entonces del Vaticano. Monseñor Fellay
y sus sacerdotes no disponen de ninguna “jurisdicción ordinaria” sino de una
“jurisdicción de suplencia” que es “una jurisdicción de auxilio que se le da
por derecho a todo obispo y a todo sacerdote en caso de necesidad, por el bien
común, cuando no recibió de las autoridades los poderes necesarios”. (Sel de la
Terre n° 87, pp. 139-140)
“Sin
embargo, hay que precisar que una autoridad de suplencia no tiene las mismas
características que la autoridad existente ordinariamente en la Iglesia: se
ejerce caso por caso, por lo que no es habitual, es decir que las personas que se benefician de ella pueden retirarse y
la autoridad de suplencia no tiene ningún poder para hacerlos regresar. Ella
depende de la necesidad del fiel, habiendo estado de crisis. Es en la medida en
que los fieles tengan necesidad de estos obispos o sacerdotes para la salvación
de su alma, que la Iglesia creó este lazo de autoridad entre ellos. Todo
esto muestra que la jurisdicción de suplencia da una autoridad limitada y muy delicada para ejercer. La autoridad jurisdiccional del obispo,
no viniéndole de una nominación romana, sino de la necesidad de salvación de
las almas, deberá ejercerse con una delicadeza particular” (Monseñor
Lefebvre, nota del 20 de febrero de 1991, citado en Le Sel de la Terre n° 87,
p. 142)
En
su homilía de la Misa de Lille, en 1976, declaró: “Se dice que soy el
líder de la Tradición. Yo no soy el líder en lo absoluto”. Pensar en tener una jurisdicción ordinaria
cuando ella es solamente de suplencia, es “fundar nuestro apostolado sobre
una base falsa e ilusoria”. (Extracto de una carta de Monseñor Lefebvre,
citado por el Padre Pivert en Las Consagraciones de Monseñor Lefebvre… ¿Un
cisma? Fideliter, 1988, págs. 55-50)
…convertida en una dominación
perversa.
Actualmente,
todo sucede como si Menzingen pensara tener que alinear a todos los fieles y
todas las instituciones religiosas de la Tradición a sus opciones personales.
El
fiel no tiene ninguna obligación de aprobar a Monseñor Fellay en su búsqueda de
la prelatura personal. En Inglaterra, en Italia, a los fieles se les ha
pedido (¡algunos por teléfono!) de no poner sus pies en las capillas. Por el
motivo de tener sitios de internet que critican la nueva orientación de
Monseñor Fellay… Unas religiosas prohibieron a un señor acolitar la misa cuando
él lo hacía habitualmente en la capilla del convento: su crimen fue haber
asistido a la misa de un sacerdote “resistente”. El ORDO 2014, con su
repertorio de lugares de culto tradicional, suprimió de la lista al Monasterio
Benedictino de la Santa Cruz (Nova Friburgo, Brasil). Siendo que desde las
consagraciones, la posición teológica de este monasterio no ha cambiado.
¿Cuándo terminará esta tiranía?
El
bien de las almas ya no es la finalidad de la autoridad. La Fraternidad ha salido de los límites de la jurisdicción de
suplencia. Está usurpando un papel que no le corresponde, y esta usurpación
no es de la Iglesia: es sectaria.
Una autoridad inmoral
Este
cambio de rumbo, hecho público en 2012, pone a la Fraternidad fuera de los
límites de su poder legítimo. Es una grave deriva que la moral no tolera. Ella
atestigua una mentalidad autovalidante y despótica, completamente desprovista
de caridad. En Francia, un prior se dirigió a un Caballero de Nuestra
Señora, de 86 años, en una reunión de trabajo en el priorato con estos
términos: “¡Lárguese de aquí! Su
crimen: estar en contra de un acuerdo con Roma…
“En las cuestiones
controvertidas, los predicadores y los confesores deben evitar definir que una
cosa es pecado, y sobre
todo pecado mortal, sobre la autoridad de los teólogos o incluso de muchos
teólogos; una decisión semejante requiere el consentimiento universal de los
autores. Igualmente, un confesor no podría, sin injusticia, negar la absolución
a un penitente decidido a actuar de manera contraria a una opinión sostenida
por uno o varios teólogos, pero cuestionada por otros teólogos católicos ( Frassinetti, Tomo II, pág. 27).
Como los confesores no tienen ninguna autoridad para
decidir de cuestiones teológicas, encuentro como De Lugo y otros autores citados
por San Alfonso, que el penitente tiene evidentemente el poder de poner su
opinión en práctica, desde el momento que esta opinión es sostenida por buenos
teólogos y que tiene por consecuencia una sólida probabilidad, al menos
extrínseca; y esto, aunque el penitente sea el hombre más ignorante del mundo y
aunque la opinión le parezca absolutamente falsa al confesor.
(Frassinetti,
Tomo II, nota 141 del n° 448)
Pues
numerosos sacerdotes manifiestan públicamente un punto de vista teológico
legítimo y argumentado contrario al de Monseñor Fellay: Monseñor Williamson,
antiguo Director de Seminario y antiguo profesor del padre Bernard Fellay, los
Padres Chazal, Pfeiffer, Girouard, el Padre Jean, el Padre Pierre Marie…
El
pretexto del bien común, la calificación de “subversivos” impuesta a los que
sostienen opiniones contrarias a Menzingen no tienen ningún valor en este
caso, pues el verdadero bien común jamás va en contra de la moral y
cuando quieren cambiar de manera disimulada la finalidad de un organismo, es absurdo
calificar de subversivos a los que resisten esta subversión
insidiosa. La verdad es que la
Fraternidad quiere extender su poder. Ella ya no tiene en cuenta la
particularidad de su jurisdicción. Ella se cree con derecho de decidir todo en
el interior del pequeño mundo que constituyen los fieles y las congregaciones
unidas a la Tradición. Perpetuar el sacerdocio, conservar la santa Misa y
la doctrina de la Fe, asegurar el apostolado a los fieles, llevarles los
sacramentos de Nuestro Señor Jesucristo, son objetivos que ya no satisfacen a
algunos. Sueñan en constituir una especie de mini-iglesia beneficiándose de la
protección papal…
He
aquí un último hecho para comprender hasta dónde puede ir el vértigo de la
dominación. El 13 de noviembre de 2013, Monseñor Fellay decidió, después de
renegar de su compromiso, que los 5 religiosos profesos perpetuos de la
comunidad dominica de Avrillé que se encontraban fuera del convento, debían
reagruparse en una casa para convertirse en una “segunda rama” en Steffeshausen.
Monseñor Fellay nombró a Monseñor de Galarreta como superior de esta casa. Las
cartas escritas a Monseñor Fellay y a Monseñor de Galarreta preguntándoles “cómo tal proceder puede ser conforme a la
Tradición y al derecho de los religiosos y e incluso al derecho natural”
permanecieron sin respuesta.
La
actitud de estos dos obispos difiere de la de Monseñor Lefebvre. El Padre
Schmidberger en una carta del 27 de mayo de 1991, dirigida a los religiosos de
la Tradición, reconoció que Monseñor Lefebvre “fue más Padre, consejero y amigo que autoridad en sentido jurídico”
y que “recurrían a Monseñor Lefebvre como
a una autoridad de suplencia”. En 1991, era evidente que “cada comunidad es absolutamente libre de
dirigirse, o no, a (monseñor Fellay). Ni
él, ni la Fraternidad tienen la mínima intención de meter la mano en otras
comunidades de la manera que sea. También será necesario ver en su acción el
ejercicio de una jurisdicción extraordinaria y no ordinaria…”
En
1981, Monseñor Lefebvre protestó solemnemente que él no quería ser “el Jefe
General” de la Orden. Pero en octubre de 2012, en Bellaigue, Monseñor de
Galarreta le dijo al padre prior de Avrillé que él debía considerar a Monseñor
Fellay como teniendo el lugar de Jefe General de la Orden.
Monseñor
Fellay y Monseñor de Galarreta creen tener el derecho de intervenir
directamente en la vida religiosa de una comunidad. Ellos pueden hacer salir de
ellas a los sujetos, acordarles una exclaustración sin límite de tiempo –sin preocuparse
del derecho canónico ni de las constituciones del instituto- o autorizarlos a
pasar una temporada fuera del convento y a hacer apostolado sin ningún control
e incluso sin prevenir a sus superiores legítimos. Ellos pueden autorizarlos a
fundar una “nueva rama”. Ellos pueden aún tener correspondencia secreta con los
religiosos y alentarlos a proporcionar informes secretos y a desconfiar de sus
superiores legítimos.
En consecuencia…
¿Cómo
tener confianza en esos obispos? ¿Qué quiere la Fraternidad Sacerdotal San Pio
X? ¿Una obediencia sin murmuración y una confianza ciega? ¿Pero cómo exigir tal
cosa cuando sabemos que el Superior de esta Fraternidad aprueba como una cosa
buena su declaración del 15 de abril de 2012 que reconoce el magisterio actual,
la legitimidad de la misa de Paulo VI y el nuevo código de derecho canónico?
No
solamente la nueva orientación de la FSSPX no es obligatoria, es peligrosa y
suicida. Por lo tanto ella puede ser criticada con toda libertad tanto en público
como en privado. Todas las censuras impuestas contra los que quieren continuar
el buen combate de la fe resistiendo a las maniobras de unión con Roma son
nulas y constituyen un abuso de poder. Las censuras de Monseñor Fellay para
hacer callar a sus oponentes de su política son además pecados que causan un
escándalo para la fe. A fuerza de frecuentar a los modernos, la Casa General
atrapó el vicio romano de la subversión.
“Es del modernismo hacer que los fieles se sometan por el chantaje de la virtud y del amor de Dios, y la abolición, en nombre de la virtud, de los medios indispensables de formación y de conservación. El modernismo hace caminar a las víctimas en nombre de la obediencia, gracias a la suspicacia de orgullo sobre toda crítica de las reformas, en nombre del respeto al papa, en nombre del celo misionero, de la caridad y de la unidad” (Padre Calmel, Carta del 8 de agosto de 1973)