"Fuentes muy autorizadas han afirmado en privado que Francisco estaría dispuesto a acordar una prelatura personal, beneficiando a la FSSPX de la exención episcopal".
La Carta del
Santo Padre acordando la indulgencia con ocasión del Jubileo extraordinario de
la Misericordia del 1° de septiembre, ha sorprendido a varios observadores
atentos a las relaciones que sostienen el Vaticano y la FSSPX. Este documento
coloca el año de la Misericordia querido por el Papa Francisco bajo tres planteamientos: la misericordia para los prisioneros, el grave problema del aborto, y
la reconciliación con los hijos de Mons. Lefebvre. Es obvio que estos tres “ejes”
no se pueden poner en el mismo plano, pues el tercero fue verdaderamente
inesperado. El Soberano Pontífice ha dado uno de sus golpes maestros mantenido
en secreto y que tanto sus detractores como sus admiradores no se esperaban.
Por el contrario, los medios no han hablado del último párrafo, que no es el menos
importante. En este texto, el papa alaba primero la buena fe y práctica sacramental de los sacerdotes de la FSSPX. Una
observación interesante pues el leitmotiv
era hasta entonces el recordar sistemáticamente que los sacramentos proveídos
por la FSSPX eran por lo menos ilícitos, y a veces sospechosos de invalidez, de
acuerdo a algunos (confesiones y matrimonio). Afirmando su deseo de encontrar en el futuro próximo […] las soluciones para recuperar la plena comunión
con los sacerdotes y los superiores de la Fraternidad, el Papa declara
válidas y lícitas todas las absoluciones dadas por los sacerdotes de la FSSPX
en el curso del Jubileo de la Misericordia: “por una disposición
mía establezco que quienes durante el Año Santo de la
Misericordia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para
celebrar el Sacramento de la Reconciliación, recibirán válida y lícitamente la
absolución de sus pecados”.
Esta noticia es sorprendente. Detengámonos un momento
sobre estas disposiciones jubilares respecto a los sacerdotes de la
Fraternidad. Si nos atenemos al punto de vista oficial de Roma hasta Benedicto
XVI, habría que deducir que la decisión del Papa que confiere a los sacerdotes
que siguen aparentemente suspendidos, el derecho de conferir lícitamente un
sacramento, excluyendo otros[1].
No se puede ser más contradictorio. Habría entonces que deducir que las
absoluciones otorgadas por estos sacerdotes antes y después del año de la
Misericordia no son o no serán válidas en ausencia de un acuerdo durante este
tiempo. Esta manera de ver las cosas es evidentemente incoherente.
El Papa no es ni canonista ni teólogo. Por este acto,
el Papa da testimonio del poco caso que hace al formalismo jurídico. Parece
claro que, en su espíritu, si hay un problema por resolver, se trata menos de
resolver un cisma que de lograr darle un estatus aceptable a la FSSPX en el
seno de la Iglesia. En breve, como buen jesuita, Francisco arregla las cosas
bajo un ángulo pastoral… por no decir político.
La iniciativa del Papa Francisco tiene por lo menos
tres consecuencias:
- asocia de una manera bastante inédita a la FSSPX con un acontecimiento
importante de la Iglesia “conciliar” y manifiesta que el Papa considera a
la Fraternidad como plenamente católica;
- conforta en su posición a los que reciben regularmente los
sacramentos de los sacerdotes y obispos de la FSSPX, abriendo una brecha
en la argumentación de los que tienen a estos sacramentos como ilícitos o
inválidos;
- manifiesta claramente la voluntad del Santo Padre de finalizar el
gran objetivo de reconciliación querido por Benedicto XVI.
Este es un nuevo signo de que el Papa estaría
dispuesto a ir más lejos y más rápido que su predecesor. Benedicto XVI exigía
realizar esta plena reunión de la FSSPX a la Iglesia sin economizar las
discusiones y sin malbaratar el concilio Vaticano II. En cuanto a Francisco, él
no desea molestarse con querellas teológicas porque le parecen pasadas de moda.
A pesar de tener un perfil menos clásico, Francisco parece hacerle menos caso
al Vaticano II que su predecesor.
Fuentes muy autorizadas han afirmado en privado que
Francisco estaría dispuesto a acordar una prelatura personal, beneficiando a la
FSSPX de la exención episcopal. Concretamente, la FSSPX, contrariamente a los
otros institutos Ecclesia Dei, no
tendría que pedir la autorización de un obispo para abrir una casa en su
diócesis y proporcionar los sacramentos.
Esta concesión jamás fue contemplada por Benedicto
XVI. Pero la contraparte para la FSSPX –entre la cual está la libertad de
palabra, comprendido el Vaticano II, que no parece darle temor al Papa[2]- sería aceptar entrar en el caos que reina en
la Iglesia, cohabitar con un clero y unos fieles para quienes la referencia
conciliar es central y cuyas posiciones son frecuentemente más heterodoxas que
las de los sacerdotes y los fieles de la Fraternidad. El mismo Mons. Fellay
afirmó que la FSSPX aceptaba el 95% de las enseñanzas del concilio Vaticano II[3].
Está claro que en muchos temas, como la liturgia, la práctica común de los
sacerdotes diocesanos está en las antípodas de lo que pedía el concilio. ¿Qué
decir de la clara fidelidad al magisterio de los sacerdotes y de los fieles de
la FSSPX tratándose del aborto, la eutanasia, matrimonio de los homosexuales,
ordenación de mujeres o de la moral sexual? Sobre todos estos temas, es fácil
encontrar en el seno de la Iglesia considerada en comunión con Roma, sacerdotes
y fieles en total contradicción con la enseñanza del Papa.
Esta situación difícil puede legítimamente hacer dudar
a la FSSPX, de la oportunidad de amarrarse definitivamente a la barca de Pedro,
en lugar de continuar siguiéndola a la distancia. Sin embargo, no está desechado
que una reconciliación se produzca en el curso de este pontificado.
[1] Hay que subrayar que el
derecho canónico permite a un sacerdote suspendido el conferir válida y
lícitamente un sacramento en caso de peligro de muerte. Pero por supuesto que
esta situación está muy alejada de nuestro caso.
[2] Ciertos progresistas,
incluidos canónicamente en la Iglesia, no se privan de denunciar con toda
tranquilidad el Magisterio.
[3][3] Es por lo menos lo que se lee
en un artículo de Sandro Magister, comentando y citando a un teólogo
australiano, John R.T. Lamont: “La FSSPX
no rechaza el Vaticano II en su totalidad: muy por el contrario, el obispo
Fellay afirmó que el 95% de las enseñanzas de éste son aceptadas por la
Fraternidad. Lo que quiere decir que la FSSPX es más fiel a las enseñanzas del
Vaticano II que una buena parte del clero y de la jerarquía de la Iglesia
católica”.