GREC – I
Hace algo más de un año, un
pequeño libro de unas 150 páginas fue publicado en Francia. Eso debe ser muy
embarazoso para los dirigentes de una cierta Fraternidad religiosa pues él
demuestra que los esfuerzos de ellos apuntando a la unión con la Nueva Iglesia
se remontan de hecho a muchos años, al menos a los años 1990. Por supuesto, si
esos dirigentes están orgullosos de sus esfuerzos, no sentirán ningún tipo de
remordimiento, pero si ellos durante años han ocultado estos esfuerzos, hay que
desear que, por lo menos a los lectores de este librito, se les abran los ojos.
“Para la Necesaria
Reconciliación” fue escrito por un sacerdote de la Nueva Iglesia, el Padre
Michel Lelong, sin duda porque él, por lo menos, se muestra abiertamente
orgulloso del papel de primer plano que él ha tenido en la tentativa del GREC
para llevar a buen término la “necesaria reconciliación” del Vaticano II con la
Tradición, o sea de las autoridades Romanas con la Fraternidad San Pío X.
Ordenado en 1948 y profundamente implicado en las relaciones interreligiosas
incluso aún antes del Concilio Vaticano II, en particular con el Islam, saludó
“con alegría y esperanza” (¿suena familiar? –¿Gaudium et Spes?) el Concilio que
se esforzaría en adaptar la Iglesia a los tiempos modernos. Uno de sus
colaboradores laicos en esta tarea fue un distinguido diplomático francés y
alto funcionario gubernamental, Gilbert Pé rol, Embajador de Francia en el
Vaticano de 1988 a 1992.
Como diplomático profesional y
católico practicante, Pérol creía profundamente en la necesidad de reconciliar
la FSPX, verdaderamente católica, con el Vaticano, sin duda católico. ¿Cómo
pues podría darse la menor oposición entre los dos? ¡Los dos eran Católicos! La
oposición no tenía pues por que existir. Por ello en 1995 redactó el esquema de
una solución en un texto corto que serviría de carta magna para lo que sería el
GREC, un laboratorio parisino de ideas que recibió su nombre a partir de las
iniciales del Grupo de Reflexión Entre Católicos. Haciéndose eco del drama de
millones de Católicos desgarrados desde los años 1960 entre el Concilio y la
Tradición, el texto de Pérol merece un momento de atención.
No siendo él un teólogo, según
dice él mismo, él piensa que la situación actual de la Iglesia y del mundo
requiere que el problema de las divisiones entre Católicos, después del
Concilio, tendría que ser reformulado “en términos totalmente nuevos”. Es más
bien como diplomático que él propone que, por un lado, Roma tiene que admitir
que ha gravemente maltratado el rito Tridentino de la Misa y tiene que levantar
las excomuniones de 1988, mientras que por el otro lado, la FSPX no tiene que
rechazar totalmente el Concilio y debe reconocer que Roma es siempre la mas
alta autoridad en la Iglesia.
En otras palabras, como
diplomático, Pérol proponía que con sólo algunas pequeñas concesiones mutuas,
de una parte y de otra, entonces la lucha encarnizada vería esfumarse su
aspereza al desaparecer la oposición entre el Concilio y la Tradición, y todos
los Católicos podrían de nuevo vivir felices para siempre. De tal manera que él
mismo, como millones de otros Católicos, no se verían en la obligación de
elegir entre abandonar Roma para salvar a la Tradición o abandonar la Tradición
para salvar a Roma. ¡Maravilloso! ¡De vuelta a la zona confortable de los años
1950! Pero los años 1950 se han ido para siempre. Entonces, ¿Dónde está el
error en su razonamiento?
Se encuentra justo en el
principio cuando él dice que no es teólogo. Es cierto, puede no haber sido un
teólogo profesional, pero todo Católico debe ser un teólogo amateur, o, mejor
dicho, debe conocer su catecismo, porque es solamente a la luz de su doctrina
que él puede juzgar cuestiones de Fe. Cuando Nuestro Señor nos advirtió que hay
que discernir entre los corderos y los lobos (Mt.VII,15-20) ¡no se dirigía
solamente a los teólogos profesionales! Así, Pérol renunciando a la “teología”
en favor de la diplomacia, constituye un ejemplo más de la incapacidad del
hombre moderno de aprehender la importancia de la doctrina. Esta incapacidad es
la lección más importante que hay que sacar de este librito sobre el GREC.
Kyrie eleison.