CARTA A LOS AMIGOS Y BENEFACTORES N° 63 (2003)
Es absolutamente sorprendente leer esta
carta de Mons. Fellay, porque las palabras que en ella expresa son diametralmente opuestas a lo que él mismo dice y hace hoy.
El
énfasis mediante negrita y subrayado, ha sido puesto por NP.
Estimados
amigos y benefactores,
NUESTRAS RELACIONES CON ROMA
De nuevo les llega la carta a los amigos
y benefactores con un cierto retraso. De nuevo, dudamos en escribirles antes
por temor de que faltara un elemento importante en el desarrollo de nuestras
relaciones con Roma, sobre todo después de los acuerdos de Campos. Es evidente que a los ojos de
Roma, lo que lo sucedido en Campos debería ser el preámbulo de nuestra
“regularización”. Por nuestro lado, consideramos que lo que sucede a nuestros
antiguos amigos, debe servirnos de lección.
En general, las intenciones de Roma
respecto a la Fraternidad son más bien las de un acuerdo. Por todas partes
escuchamos que el Soberano Pontífice quisiera arreglar este asunto antes de su
muerte. Pero por otra parte, nuestros
temores respecto a los acuerdos de Campos han demostrado estar fundados, y los
acontecimientos que constatamos en la Administración apostólica, contrariamente
a las expectativas romanas, nos dejan en desconfianza.
Se trata desde luego de matices bastante
volátiles y susceptibles de cambios, de sorpresas y de situaciones nuevas un
poco parecidas a las que se pueden encontrar en tiempos de inestabilidad
política. Es casi imposible presagiar las evoluciones futuras en tal situación.
Nosotros
constatamos en las oficinas vaticanas un cierto cuestionamiento de la manera en
que han ido las cosas estos últimos decenios, una voluntad en algunos de
corregir esta deriva, pero sigue
siendo evidente que los principios que gobiernan la Roma actual siguen siendo
los de actualización del concilio tal como lo hemos experimentado durante los
últimos cuarenta años.
En los documentos oficiales y la línea
general, no vemos un cuestionamiento de fondo de estos principios; por el
contrario, nos repiten que el movimiento iniciado por el Vaticano II sería
irreversible, lo que nos obliga a preguntarnos de dónde proviene el cambio de
actitud respecto a nosotros. La respuesta se encuentra en primer lugar, sin
excluir otras explicaciones, en la visión
pluralista y ecuménica que prevalecen ahora en el mundo de la catolicidad.
Esta visión ha terminado por mezclar a todo el mundo sin requerirles ninguna
conversión, como lo dijo el Card. Kasper respecto a los ortodoxos e incluso de
los judíos. Es cada vez más
evidente que en esta perspectiva, habrá también un pequeño lugar para la
Tradición, pero… esta visión no podemos aceptarla, así como el maestro de
escuela no podría aceptar el pluralismo en matemáticas.
Un día llegará, estamos absolutamente
seguros, en que Roma regresará a SU Tradición, restaurándola en su lugar de
honor, y nosotros anhelamos con todo nuestro corazón ese día bendito. Pero por
el momento no estamos tan avanzados, y toda
ilusión sería mortal para nuestra sociedad. Podemos constatarlo al examinar la evolución de los acontecimientos en
Campos. Para esto, quisiéramos subrayar dos elementos de la evolución de
Campos: la evolución en su actitud respecto a las autoridades romanas desde que
se llevó a cabo su acuerdo. Y en consecuencia, la distancia que nos aleja cada
vez más de Campos, con todos los conflictos que ello implica.
CAMBIOS EN CAMPOS
Campos, por medio de su líder Mons.
Rifán, afirma a los cuatro vientos que nada
ha cambiado, que los sacerdotes de la Administración apostólica siguen
siendo tan tradicionales como antes, que es la esencia de lo que les fue
acordado, y la razón de su adhesión a la proposición romana: la ratificación de
la posición tradicional.
He
aquí lo que, por nuestra parte, hemos podido observar. Subrayemos primero que
sabemos que en una disputa el hombre tiene tendencia a tomar por verdad lo que
es en detrimento de su prójimo. Hay ciertamente falsos rumores que circulan
respecto a nuestros antiguos amigos como: “Mons. Rifán concelebró la nueva
misa” [ese rumor se convirtió luego en información
veraz. Nota de NP] o bien: “Campos ha abandonado todo”. Es importante para
la historia y para nuestra manera de conducirnos, apoyarse en una verdad lo
mejor establecida posible. He aquí entonces un cierto número de elementos de
esta naturaleza:
1. En el sitio de internet de Campos
encontramos expuesta la posición de Campos sobre la cuestión candente del
ecumenismo. Sobre esta cuestión se afirma la adhesión tanto al magisterio del
pasado como del presente. Encontramos allí citas de Mortalium Animos de Pio XI,
mezcladas con Redemptoris Missio de Juan Pablo II. Se constata que ha operado
un cambio: se citan pasajes tradicionales, pero no aquellos que presentan
perspectivas diferentes sobre la cuestión. Leemos allí:
“Como
somos católicos, no tenemos doctrina propia y especial. Nuestra doctrina es
exclusivamente el Magisterio de la Iglesia del cual publicamos extractos de
algunos documentos antiguos y nuevos que se refieren sobre todo a algunos
puntos de la doctrina católica que corren actualmente un peligro más grande”.
2. Esta actitud de duplicidad implícita
se ha vuelto la norma en la nueva situación en la que se encuentran: se
subrayan los puntos del pontificado actual que parecen favorables, se omiten
bajo un silencio reverencial lo que está mal… Se
podrá decir todo lo que se quiera: el 18 de enero de 2002 en Campos no hubo solamente un reconocimiento
unilateral de Campos por Roma, como algunos pretenden, sino que hubo una
contraparte: la complicidad del silencio. Y
por otra parte, ¿cómo puede ser de otra manera?
Es
evidente que ahora Campos tiene algo que perder y que temen perder ese algo, y
que para no perderlo, es el
camino del compromiso el que eligieron. “Nosotros los brasileños somos hombres
de paz. Ustedes los franceses siempre pelean”. Para tener paz con Roma, hay que
dejar de combatir. Ya no se
mira la situación global de la Iglesia, se sienten satisfechos con el gesto
romano hacia un pequeño grupo de 25 sacerdotes para decir que la situación de
necesidad ya no existe en la Iglesia, pues con el otorgamiento de un obispo
tradicional, una nueva situación de derecho ha sido creada… Por un árbol se
olvidan del bosque.
3. Mons. Rifán, durante una breve
estancia en Europa, fue a visitar a Dom Gérard para disculparse por haberlo
criticado anteriormente. En una conferencia que dio a los monjes de la abadía,
expuso la existencia de dos fases en la vida de Mons. de Castro Mayer: la
primera sería la de un obispo dócil y respetuoso de la jerarquía, la segunda,
después de 1981, la de un hombre de Iglesia mucho más duro… “Nosotros elegimos
el primero”, dirá a los monjes entre los cuales algunos se sorprendieron de
tales palabras; uno de ellos abandonará el monasterio para unirse a nosotros.
4. En este contexto, la misma nueva misa
encuentra su lugar. Se abandonaron las 62 razones que rechazan la nueva misa,
ahora encontramos que si ésta es bien celebrada, es válida… (lo que nadie niega
con nosotros, pero ese no es el problema). Ya no se dice que no se debe asistir
a ella porque es mala, peligrosa… Mons. Rifán dirá, justificando su posición
sobre la misa: “De este modo rechazamos a aquellos que quieren usar la Misa
Tradicional como una bandera para desafiar o insultar a la autoridad jerárquica
de la Iglesia legítimamente constituida. Nosotros nos adherimos a la misa
tradicional, no con un espíritu de contradicción, sino como una clara y
legítima expresión de nuestra fe católica (…)”. Esto nos lleva a pensar en unas
palabras cardenalicias: “Ustedes están A FAVOR de la misa antigua, la
Fraternidad San Pedro está CONTRA la nueva. No es lo mismo”. Este argumento
justificaba la acción de Roma contra el P. Bisig al mismo tiempo que a los acercamientos
favorables hacia la FSSPX. Esta curiosa distinción se vuelve realidad y en este
camino se encuentra Campo: por la antigua, pero no contra la nueva. Por la
Tradición pero no en contra de la Roma moderna. “Nosotros sostenemos que el
concilio no puede estar en contradicción con la Tradición”, acaba de declarar
Mons. Rifán a una revista francesa, Famille chrétienne. Y sin embargo, de este
concilio un famoso cardenal dijo que fue el 89 en la Iglesia. Y Mons. de Castro
Mayer…
Así, poco a poco, el combate se atenúa y
se termina por acomodarse a la situación. En Campos todo lo que es positivamente
tradicional es conservado, ciertamente, por lo que los fieles no ven el cambio,
salvo los más sagaces, que observan la tendencia a hablar más y más respetuosamente
de las declaraciones y acontecimientos romanos actuales, omitiendo las
advertencias de antes y las desviaciones de hoy; el gran peligro es entonces el
terminar por acomodarse a la situación y ya no tratar de remediarla. Para nosotros, antes de lanzarnos, queremos la certeza de la voluntad
de Roma de sostener la Tradición, las señales
de una conversión.
ALEJAMIENTO
DE LA FRATERNIDAD
Junto a esta evolución psicológica
desgraciadamente previsible, que hace que los Padres de Campos, a pesar de lo
que dicen, se han puesto fuera de combate, hay que notar otro fenómeno, el de
la hostilidad creciente entre nosotros. Mons.
Rifán dice todavía que quiere ser nuestro amigo, mientras que los sacerdotes de
Campos nos acusan ya de ser cismáticos, pues nosotros no aceptamos su acuerdo… Un poco como el barco llega a mitad
del río, toma la corriente y se aleja de la orilla, así, poco a poco, vemos
indicaciones de una separación cada vez más grande entre nosotros. Le advertimos a Campos de este gran
peligro, pero no quisieron escuchar. Como no quieren remar a contra-corriente,
y conservan en el interior del barco una actitud semejante a lo que hacían
antes, les da la impresión de no haber cambiado nada, sin embargo, ellos se
alejan de nosotros, manifiestan cada vez más un apego al magisterio actual
contrariamente a la actitud que tenían hasta ahora y que nosotros, al
contrario, mantenemos, es decir una sana crítica del presente bajo la mirada
del pasado.
Para resumir, debemos afirmar que
Campos, a pesar de que digan lo contrario, lentamente bajo la conducción de su
nuevo obispo están siendo moldeados al espíritu conciliar. Roma no pide más por
el momento.
Se objetará tal vez que nuestros
argumentos son muy débiles, sutiles y no tienen peso ante la oferta romana de
regularizar nuestra situación. Respondemos que la consideración abstracta, in
abstracto, de la proposición de la Administración apostólica es tan magnífica
como el plano de una hermosa mansión propuesta por un arquitecto. La verdadera
cuestión y el verdadero problema no se sitúan en lo concreto: ¿En qué
terreno será construida la mansión? ¿Sobre las arenas movedizas del Vaticano II
o sobre esta piedra de la Tradición que se remonta al primero de los
Apóstoles? Para asegurar
nuestro porvenir, estamos obligados a pedir a la Roma de hoy la claridad sobre
su adhesión a la Roma de ayer. Cuando las autoridades hayan claramente
reafirmado en los hechos y hayan vuelto efectivamente al "Nihil novi nisi
quod traditum est", entonces “nosotros” no constituiremos un problema. Y le suplicamos a Dios que apresure ese
día donde toda la Iglesia florecerá, habiendo redescubierto el secreto de su
fuerza pasada,
liberada de este pensamiento de cual Paulo VI dijo “que es de naturaleza no
católica. Puede que prevalezca. Ella no será jamás la Iglesia. Es necesario que
quede un pequeño rebaño, por más ínfimo que sea”.
(…)
Epifanía
2003
†
Bernard Fellay