Alessandro Gnocchi con Mons. Fellay
Alessandro Gnocchi es un periodista y escritor católico italiano, tradicionalista. Diplomado en filosofía, antiguo periodista de Il Giornale, que denuncia firmemente, a través de sus libros, artículos y conferencias, la revolución del papa Francisco. Ha sido invitado a ciclos de conferencias organizados por la FSSPX, y en las librerías de ésta se encuentran frecuentemente sus libros.
El pasado 16 de enero, en el sitio Ricossa Cristiana, respondió a alguien que le preguntó su opinión
respecto al posible acuerdo de la FSSPX con Roma y sobre la destitución del P.
Petrucci como Superior del Distrito italiano de la Fraternidad. Extracto (el énfasis en negrita es nuestro):
Lunes
16 de enero de 2017
Muy
gentil Alessandro Gnocchi:
Le
escribo para tener su parecer sobre... la remoción del P. Pierpaolo
Petrucci de su cargo como superior del distrito italiano de la FSSPX y de la
entrevista en la cual Mons. Athanasius Schneider llama al acuerdo de la
Fraternidad con Roma dando la impresión de que ya es cosa hecha...
Roberta
Russo
Estimada
Roberta:
A
mi modo de ver, la cuestión es... bastante simple... Se trata sólo de colocar los hechos mencionados en la perspectiva
justa, que en mi opinión es la siguiente: aún reconociendo que la FSSPX
representa, pero sobre todo ha representado, una fase importante en la vida de
la Tradición y por lo tanto de la Iglesia, me importa de veras poco que sus líderes
decidan lanzarse en las manos de Bergoglio y la iglesia anticrística que el
obispo de Roma representa. Ya he escrito lo que significaría si lo hicieran y
no voy a repetirlo (clic aquí).
Sólo me limito a decir que sería un abrazo contra natura entre quien ha hecho
defensa de la fe católica la propia razón de vida y quien, en cambio, ve su
misión en la destrucción de la fe católica. Entrando con gran pompa en la
neo-iglesia bergogliana, los herederos de Mons. Lefebvre llevarían
procesionalmente la integridad de la fe a un lugar donde a nadie le interesa,
entregándola de esta manera a una insignificante ostentación de bordados y
encajes, solo bueno para los tradicionalistas ineficaces.
Entre
más lo pienso, más me convenzo de que, por muy desagradable que sea, este desenlace sería
dramáticamente letal sólo si se carga sobre los hombros del FSSPX un peso que
no es suyo: la salvación de nuestra fe y de nuestra alma. Por eso me importa
poco la decisión que tomarán sus líderes. Incluso si se lanzan en brazos de
Bergoglio, no se cambiarán las condiciones para que todas las almas, también la
suya y la mía, se salven. Debemos continuar haciendo lo que hacíamos antes.
Puedo
sentir ya el coro de los huérfanos y los abandonados a su destino y de tantos
“fieles de la Tradición” dejados en la desorientación. Estimada Roberta, si
estos fieles de la tradición fueran simplemente fieles católicos, sabrían muy
bien qué cosa hacer ante tal situación. Y sobre todo, confiar en la Providencia
que, si un tiempo suscitó a un Mons. Lefebvre, puede muy bien hacerlo ahora. Más
sirve rezar y afianzarse al Señor que perderse en tantos discursos.
En
cuanto a la remoción del P. Petrucci, no conozco las cartas, como se suele decir, y por lo tanto tomo por bueno todo lo que sostiene la autoridad que ha
tomado esta medida. Por lo demás, me
limito a hacer algunas observaciones sobre el comunicado con el cual la
remoción se ha hecho pública. Conozco poco al P. Petrucci y, con este poco, lo
estimo; pero este no es el motivo por el cual se me cayeron los brazos cuando leí el comunicado.
Trabajo
desde hace treinta años en los periódicos, que es el lugar menos
misericordiosos del mundo. Pues bien, incluso aquí, cuando se expulsa al más
indigno de los directores, el editor publica un comunicado en el cual agradece
por todo el trabajo realizado y le desea un feliz futuro profesional. No es
formalismo Roberta, es civilidad, es respeto hacia una persona a la cual se
evita la vergüenza pública. Pero de todo esto, en el comunicado de la FSSPX
sobre el P. Petrucci no se encuentran ni rastros. Evidentemente, la
misericordia bergogliana es tan virulenta que bastan unas cuantas visitas a la
Casa Santa Marta para ser contagiados. Créeme, me da pena quien lo escribió y
siento lástima por los sacerdotes que han debido leerlo en todas las Misas.
Me
dicen que la declaración fue escrita a toda prisa para evitar agitaciones por
parte de los fieles que, a través de la defensa del Padre Petrucci, tenían la
intención de cuestionar la casa general. Será, pero la cuestión estaba sobre la
mesa desde el 2015, como dice la misma FSSPX, y además resulta que el mandato
del superior del distrito italiano expira en enero. ¿Cómo es posible que nadie,
con casi dos años de preparación, haya tenido la lucidez de escribir algo, no
digo más cristiano, sino por lo menos más civilizado? Si ésta es la tela humana
con la cual se cortan y cosen los defensores de la Tradición, creo ver una
tosca tela clerical de la cual estoy gustosamente a distancia.
Pero
cabe aún otra pregunta, estimada Roberta. Si los líderes de la Fraternidad San
Pío X son capaces de llevar tan desastrosamente una cuestión de menor
importancia, ¿qué cosa harán cuando tengan que dirigir las agitaciones de un
eventual acuerdo con la Roma bergogliana o post-bergogliana, pero ciertamente
no católica? Tal vez por eso el papel de superior del distrito italiano ha sido
asignado de manera interina al P. Nely, segundo asistente del superior general
Mons. Bernard Fellay.
En
cuanto a la entrevista de Mons. Schneider, poco hay que agregar a la crítica ya
publicada en Ricossa Cristiana (acá y acá).
Me limito a decir que no me sorprende porque, desde el primer momento, el
objetivo de las declaraciones de Schneider ha sido el de reconducir a la FSSPX al
redil romano, sin importar quien es el custodio, eliminando de una vez por todas la
anomalía de Mons. Lefebvre erigida en defensa de la fe católica. ¿Qué hay de
extraño, pues, si ahora el emisario de Roma solicita a los que lo han acogido y
le han dado crédito, llegar al final del camino emprendido?
En
lo concerniente a los argumentos de Mons. Schneider, no los comparto del
principio al final. Pero ese no es el punto. Peor que las argumentaciones, considero
censurables y fraudulentos dos pasajes que refuerzan la tesis expuesta. El
primero es el intento explícito de prejuzgar la decisión que Mons. Lefebvre
hubiera hecho hoy. Naturalmente, según Mons. Schneider, Lefebvre habría
aceptado firmemente lo ofrecido por Bergoglio. Pues bien, no hay argumento más
intelectualmente miserable que el de atribuir la propia manera de pensar y la
decisión propia a una persona muerta que ya no puede expresar la suya.
Intelectualmente miserable para quien lo hace y potencialmente destructivo para
quien lo acoge. Si la FSSPX lo hace propio, acabaría fatalmente en el proceso
de ineluctable revisión del pensamiento del fundador que llevará a la descomposición
de todo, pero todo: las órdenes, las instituciones, las asociaciones, los
movimientos fundados por una personalidad de gran carisma. Me
pregunto: ¿ya está en acto este fenómeno de revisión dentro de la FSSPX?
El
otro argumento censurable utilizado por Mons. Schneider es la acusación de
escaso o nulo sentido sobrenatural lanzado contra quien se opone al abrazo con
la Roma modernista. Se cae aquí en el usual vicio
totalitario de desacreditar a quien piensa de manera diferente, el
"disidente", que en cuanto falto de los requisitos fundamentales para
expresarse, tiene que estar callado. Si no tiene sentido sobrenatural, y este
lo establece Mons. Schneider, no puede articular pensamientos, abrir la boca o
decidir qué hacer, so pena de pecar de pensamiento, palabra y obra.
Pero
la falta de sentido sobrenatural es justo lo que se le imputó en su tiempo a
Mons. Lefebvre, el cual fue bastante claro con la Roma modernista. ¿Cómo ahora
Monseñor es rehabilitado anexándole además la aceptación del acuerdo? Y, de
nuevo, si este es el principal argumento, ¿porque nadie podría pensar que
carecen de sentido sobrenatural las mismas personas que quieren el abrazo con
Bergoglio? Abrazo del cual, hay que recordarlo, Mons. Schneider nunca se ha dispensado, de hecho.
Alessandro
Gnocchi
El 21 de enero, pocos días después de la publicación de este artículo, la FSSPX publicó
una respuesta al mismo, firmada por el P. Angelo Citati. Extracto:
Alessandro Gnocchi,
célebre periodista y apologeta católico, expresa unas consideraciones muy
críticas respecto a la Fraternidad.
Declaramos que tenemos una gran estima por Alessandro Gnocchi, cuyas numerosas publicaciones están en venta en nuestros Prioratos y nuestras capillas. Pero es justamente la estima que le profesamos a este valiente periodista -y auténtico católico en esta época de crisis de la fe- que hoy se vuelve la lectura de su pluma inspirada tanto más dolorosa, y nos parece más un celo amargo fuera de lugar que un profundo sentido eclesial del cual él siempre ha hecho prueba, es decir, un celo impulsado sin duda por las mejores intenciones y por un amor sincero por la Iglesia de Jesucristo, pero que degenera en derrotismo y acritud, un poco como el celo que impulsó al Apóstol Pedro a cortar la oreja del servidor de Caifas, Malco (Juan 18, 10-11) para defender, pero de manera intempestiva, a Nuestro Señor.
Declaramos que tenemos una gran estima por Alessandro Gnocchi, cuyas numerosas publicaciones están en venta en nuestros Prioratos y nuestras capillas. Pero es justamente la estima que le profesamos a este valiente periodista -y auténtico católico en esta época de crisis de la fe- que hoy se vuelve la lectura de su pluma inspirada tanto más dolorosa, y nos parece más un celo amargo fuera de lugar que un profundo sentido eclesial del cual él siempre ha hecho prueba, es decir, un celo impulsado sin duda por las mejores intenciones y por un amor sincero por la Iglesia de Jesucristo, pero que degenera en derrotismo y acritud, un poco como el celo que impulsó al Apóstol Pedro a cortar la oreja del servidor de Caifas, Malco (Juan 18, 10-11) para defender, pero de manera intempestiva, a Nuestro Señor.
Enseguida el P. Citati proporciona una enorme cantidad de citas
bastante escogidas de Mons. Lefebvre, todas anteriores a las Consagraciones
Episcopales. Luego emprende la defensa de Mons. Schneider en estos
términos:
Entre
las voces que se han levantado contra esta revolución en la Iglesia, además, se
cuenta igualmente la de un obispo, Mons. Athanasius Schneider, quien desde hace meses no pierde la ocasión de
manifestar su desacuerdo -tanto en público como en privado- con la
revolución de la Iglesia en curso, y además desde hace algunos años adopta
también un cierto discurso crítico sobre el concilio Vaticano II, lo que
debería suscitar todo nuestro interés y nuestro apoyo. Gnocchi desgraciadamente
no ahorra sus ingratos ataques incluso a este valiente sucesor de los apóstoles.
La argumentación de este “emisario de Roma” (sic) es, según él ,“intelectualmente
pobre”, “potencialmente destructiva”, así como “censurable y fraudulenta”, y
esto únicamente porque, expresando el deseo de que el reconocimiento oficial de
la Fraternidad llegue a buen puerto, Mons. Schneider afirma que según él, Mons.
Lefebvre hubiera aprobado este proyecto de regularización canónica, e invita a
que no falte el sentido sobrenatural en esta cuestión.
Lo que, en nuestra opinión, Gnocchi no ha comprendido en estas palabras, es que a quien le falta sentido sobrenatural no es el que no comparte la posición de Mons. Schneider (no parece que este hombre tan humilde se haya atribuido jamás una presunta infalibilidad de sus propias opiniones), sino el que asume, respecto a esto, una posición con tendencia cismática y sectaria.
Lo que, en nuestra opinión, Gnocchi no ha comprendido en estas palabras, es que a quien le falta sentido sobrenatural no es el que no comparte la posición de Mons. Schneider (no parece que este hombre tan humilde se haya atribuido jamás una presunta infalibilidad de sus propias opiniones), sino el que asume, respecto a esto, una posición con tendencia cismática y sectaria.
Así
que, ¿quién y a quién le falta sentido sobrenatural? En nuestra opinión, Mons.
Schneider quería simplemente decir que quien no compartiera el primero de los
dos juicios (el especulativo), es decir, aquel que dijera: “Incluso si el Papa
le concede explícitamente el derecho de profesar integralmente la fe y de
rechazar los errores que le son contrarios, sin modificar en nada sus
posiciones teóricas y su práctica, la Fraternidad debe rechazar este
reconocimiento oficial pues, en todos los casos, es mejor para ella mantenerse
lejos de la neo-iglesia bergogliana”, es a este a quien faltaría el sentido
sobrenatural. Y tiene perfectamente razón. Por nuestra parte, podemos agregar
únicamente que quien razone en estos términos expresaría no solamente una
posición desprovista de sentido sobrenatural, sino por lo mismo incompatible
con la posición de la FSSPX, posición, aquélla, con tendencia cismática y sectaria de
la cual Mons. Lefebvre siempre veló ardientemente para preservar su entorno.
El
segundo juicio, por el contrario, el práctico, no tiene carácter apodíctico. Atañe
al orden prudencial y admite por lo mismo una pluralidad de posiciones. Dicho
de otro modo, a la pregunta: “Lo que el papa actual propone a la FSSPX,
¿corresponde realmente a lo que Mons. Lefebvre exigiría para su reconocimiento
canónico?” Incluso personas compartiendo el mismo juicio especulativo sobre
esta cuestión, podrían responder (y de hecho responden) de manera diferente. Y
es justamente es esta legítima pluralidad que se inscriben, en nuestra opinión,
las afirmaciones de Mons. Schneider. Todo lo que dice, con extrema cortesía, es
que para él lo que la Congregación para la doctrina de la fe propone en este
momento a Mons. Fellay, corresponde de hecho a los deseos de Mons. Lefebvre. Se
puede, si se prefiere, no estar de acuerdo con el (la pluralidad vale en los
dos sentidos), pero entonces sería necesario argumentar con elementos
concretos, por ejemplo citando algunos puntos de esta proposición no corresponden a las condiciones
planteadas por Mons. Lefebvre, y ciertamente no insultando a este valiente
obispo que, poniendo en peligro de manera manifiesta toda posibilidad de
carrera, declaró varias veces (tanto en privado a las autoridades romanas, como
públicamente en los medios de comunicación) que la Fraternidad es una obra católica,
que su supresión fue injusta, que sus posiciones son perfectamente católicas,
que Mons. Fellay es un obispo católico ejemplar y que, por todas estas razones,
un estatus canónico oficial es derecho de la Fraternidad. He aquí lo que
significa, según nosotros, hablar con sentido sobrenatural.
Estimado
Alessandro, las numerosas publicaciones de tu carrera de periodista y apologeta
muestran que tú tienes el sentido sobrenatural. Es por eso que te
perdonamos de buena gana estos últimos artículos intempestivos, en los cuales,
como dijimos al principio, tu nos recuerdas al apóstol San Pedro que, en su
celo por la defensa de Nuestro Señor Jesucristo, sobrepasó los límites y tuvo
que ser corregido. Pero la comparación es feliz: tú sabes bien cómo el apóstol
supo corregir esta intemperancia y continuó el buen combate.
Por
otra parte, los tiempos amargos en los que vivimos, en la sociedad como en la
Iglesia, vuelven humanamente comprensible un cierto endurecimiento en el tono e
invitan por lo tanto a un ejercicio copioso de misericordia (la verdadera, por
supuesto: no la de Amoris Laetitia). Pero no excluyen tampoco la corrección
fraterna. Ciertamente estamos conscientes de no llevar sobre nuestras espaldas,
como tu lo escribiste, “un peso que no es nuestro: la salvación de tu fe y de
tu alma”. Cada uno de nosotros, en efecto, será responsable de esto ante el
Juez eterno. Pero el hecho de que, como sacerdotes, nos esforcemos por lo menos
en dar algunos consejos sobre la conducta a tener en la crisis que aflige a la
Iglesia, no te parecerá sin duda temerario. Y el consejo que te daríamos es
simplemente el mismo que Nuestro Señor dio justamente a su impetuoso discípulo:
“Guarda tu espada en su lugar; pues todos los que tomen la espada perecerán por
la espada” (Mat. 26,52).
Don
Angelo Citati, FSSPX
Alessandro Gnocchi respondió al P. Citati el martes 24 de
enero en un artículo
titulado “Los profesionales de la Tradición”. Extracto:
He
leído el artículo con el cual Don Angelo Citati responde a mis recientes consideraciones sobre el instituto del cual se ha convertido
recientemente en sacerdote. Les confieso que si no me hubiera enterado de lo que
sucede tras bambalinas respecto a la publicación de este artículo no hubiera
respondido. Las condiciones necesarias no hubieran sido reunidas, porque la simpatía
natural que tengo por el celo de los jóvenes brotes tiernos como Don Citati es
inversamente proporcional a la consideración que tengo por sus escritos. ¿Cómo se puede no encontrar simpático a un joven sacerdote que, en nombre de la FSSPX,
llega incluso a perdonar de buena gana mi vehemencia de sexagenario incipiente?
“Es por eso que le perdonamos de buena gana estos últimos artículos
intempestivos”, me dice el joven Don Angelo Citati. Muchachito: ¿por quién se
toma usted, usted y los que lo mandan? ¿Sabe usted cómo me preocupa su perdón y
el de la FSSPX respecto a mis artículos intempestivos?
Raramente he visto el ridículo llegar tan alto y con
tanta facilidad. Para hacer otro tanto, Bergoglio tendría que ponerse su nariz de payaso y hacer dos volteretas en la
plaza de San Pedro, pero Don Citati y los que están con él lograrían permanecer
serios. Este no es un buen signo.
Veo
ya a las habituales bellas almas ofendidas por la manera en que trato a un
sacerdote, sin respeto por la sotana. Pero el sacerdote, si quiere conservar su
sacerdocio fuera de estos peligros, debería tener la prudencia de no mezclarse
en diatribas públicas. Desde el momento en que lo hace, debe tener la virilidad
de quitarse la sotana y entrar en la refriega. He aquí el por qué los escritos
de un religioso no deberían llevar en su firma más que el nombre y el apellido,
sin su título de religioso. Hay que tomar nota, estimado reverendo, y no poner
en peligro el “Don” en las cuestiones demasiado espinosas y dejar el simple
Angelo Citati. Primer error.
Pero
volvamos al perdón que usted me concede “de buena gana” en nombre de la FSSPX.
Tal vez el pobre Don Citati no se da cuenta de la monstruosidad que enunció con
estilo: los que piensan diferente a él y a la Fraternidad San Pio X, necesitan
ser perdonados. Pero usted y la FSSPX, Don Citati, ¿quién se creen que son? ¿La
cuarta persona de la Cuaternidad? Tome nota de que, como todos los hombres, yo
también debo ser perdonado solamente si pienso diferente a Nuestro Señor: no si
estoy en desacuerdo con usted, con el Padre Marc Nely, con Mons. Fellay y mucho
menos con Bergoglio que los espera con los brazos abiertos. Tal vez no se ha
dado cuenta, pero usted transformó en pecado legítimas diferencias de opinión con
la suya. Me apena, y no estoy para nada contento porque ya no nos encontramos
en el umbral de la actitud totalitario, sino que estamos completamente adentro
y con los dos pies. Evidentemente, la enfermedad de la misericordia
bergogliana, como usted lo dice en su artículo, ya hizo el trabajo que debía
hacer.
Pero,
por el beneficio de los lectores, regresemos al principio, mostrando brevemente
el camino incierto del artículo de Don Citati: primero publicado en el sitio
web de la FSSPX, luego retirado del sitio de la FSSPX debido a que hizo rabiar
a ciertos miembros de la FSSPX, luego vuelto a poner en el sitio de la FSSPX después
del imprimatur explícito de Don Marc Nely, procónsul de Mons. Fellay en el
distrito italiano hasta que el acuerdo sea ratificado. Por consecuencia, si
bien fue escrito por un joven arbolillo tan ingenuo y por lo tanto tan
simpático, la opinión de Don Citati es la de la Fraternidad. Y por eso, merece
algunas aclaraciones, de las cuales me habría abstenido si no fuera así.
Como
complemento de información, yo no violo ningún secreto si digo que a las 16:47
el sábado 21 de enero, recibí un correo en el cual Don Citati me previno que
había publicado el artículo en cuestión asegurándome toda su estima, la
ausencia total de intención polémica, etc. Segundo error.
No
hay actitud capaz de darme arcadas en mi estómago de viejo profesional, como la
de quien te lanza una piedra y luego te alerta. La tan frecuente y mala
práctica del ataque público y de la excusa en privado. Al iniciar una
controversia, la gente honesta tiene una doble posibilidad: llamar a la persona
a quien le concierne antes de escribir contra ella con el objetivo de
explicarse, o bien no decir nada, pase lo que pase después. El que escribe para
justificarse después de haber lanzado la piedra, puede hacerlo por dos razones:
O bien está poco dotado de virilidad e intenta de alguna forma ponerse al
abrigo de una eventual reacción, o se trata del chico listo del barrio, en este
caso el chico listo del distrito, que piensa haberse salido con la suya con un
cheque posdatado, esperando que nadie se percate que fue descubierto.
Y
ahora algunas consideraciones sobre el artículo de Don Citati, que refleja la
manera de pensar oficial de la FSSPX. Pero no antes de precisar que yo no tengo
nada que corregir en los pasajes de mi escrito precedente, tan desagradable a
tantos paladares delicados: no, yo no me expresé mal, no, yo no fui mal
comprendido, no, yo no quise decir otra cosa. En un mundo en donde todos están
prontos a retractarse, por lo menos apreciarán esta franqueza.
Entonces,
según Don Citati y según la FSSPX, lo que estamos a punto de asistir no sería
un “acuerdo”, sino un reconocimiento canónico unilateral, sin contrapartida
doctrinal. Varias veces he explicado que es precisamente esto de “sin
contrapartida doctrinal” lo que establece definitivamente que la doctrina no vale
nada, y esto con la complicidad de la FSSPX.
Pero
esta no es la cuestión: ¿se burlan del mundo, Don Citati? Tercer error. ¿Desde
cuándo un acto “unilateral” de esta amplitud se hace sin el acuerdo del
destinatario sobre la medida tomada? Bergoglio, despiadado y de poder muy
eficaz, y la máquina curial modelada a su imagen y semejanza, ¿se arriesgarían
a escuchar decir a Mons. Fellay “gracias, prefiero que no, yo no estoy de acuerdo”
y de quedarse con el saco vacío? Tan es verdad que nunca como en este tiempo
las salas profanas de Santa Marta han sido frecuentadas, de manera visible y
oculta, por los dirigentes y los emisarios de la FSSPX. Dígame usted Don Citati:
¿Lo hacen para tomarse un Fernandito en buena compañía o para coordinar las próximas
acciones a tomar?
Llegamos
enseguida a la larga lista de declaraciones gentiles de Mons. Lefebvre acerca
de Roma, compiladas por el diligente Don Citati a nombre y por cuenta de la
FSSPX. Cuarto error. Como muchos lo han subrayado, nuestro audaz escritor se
revela estar mal formado o tener un inquietante espíritu selectivo para un
joven de su edad. Este sacerdote tal vez conoce mal la historia del instituto
del cual forma parte, pues respecto a las relaciones de la Fraternidad de Mons.
Lefebvre con Roma, muestra numerosas lagunas. Por lo tanto, para evitar pasar
como un imbécil es suficiente consultar Wikipedia que dice: “A pesar de la
reprimenda oficial (17 de junio), el 30 de junio de 1988 Mons. Lefebvre ordenó
cuatro obispos (uno más de los anunciados con anterioridad), realizando así un
acto cismático (de conformidad con el canon 751 del Código de Derecho
Canónico), habiendo así rechazado abiertamente la sumisión al papa y la
comunión con los miembros de la Iglesia sometidos a él. En consecuencia, tanto
Mons. Lefebvre como los obispos consagrados por él, incurrieron en excomunión
latae sententiae (“juicio ya dado” que será imputado por el hecho mismo de haber
realizado el acto) ipso facto, cuya disolución está reservada a la Sede
Apostólica".
¡No está mal como un acto de respeto
a la Roma apóstata y modernista! Y, créanme, ¡no creo que sea una acción para
reprocharle! En efecto, creo que fue una de las elecciones que, a través de la
historia, han contribuido a salvar la Iglesia y por la cual Mons. Lefebvre será
honrado. Pero todo esto, Don Citati no lo sabe. O, si lo sabe, parece haber
aceptado la actitud totalitaria de cambiar el pasado con el fin de deformar a
voluntad el presente y el futuro, tan bien descrito por George Orwell en su
1984. Esto me conduce a pensar que el trabajo de reinterpretación del
pensamiento del fundador ya está en su lugar, incluso en la FSSPX y es por lo
tanto urgente reeducar a todos los eventuales disidentes. Está claro que al
pobre Don Citati no le ordenaron convencerme, pues yo no puedo reírme más de lo
que dice, sino convencer a sus cofrades poco convencidos del giro tomado por el
Instituto estos últimos tiempos. ¿Con qué resultado? Lo veremos.
Finalmente,
una consideración sobre la estafa que consiste en hacer coincidir la Tradición
con le FSSPX, alimentada con una fuerza cada vez más fuerte en la misma
Fraternidad. Quinto error. En este caso, una breve pero intensa lección de
periodismo, que podría servir de lección al temerario Don Citati si se llega a
aventurar a retomar la pluma, aunque como veterano de la profesión, no se lo
aconsejaría...
La
FSSPX... se
auto identifica con la Tradición y, como consecuencia, toda persona que la
critica es acusada de ser un hereje anti-tradicional. Es verdad que esta
identificación viene en parte en razón de un mérito histórico objetivo, pero el
hecho es que la equivalencia es falsa y siempre ha sido falsa. El que critica a
la FSSPX critica solamente a la FSSPX y no ataca la Tradición o a la Iglesia
Católica. Por eso no hay que escandalizarse si alguien dice que no le interesa
el camino que tome la institución. También debería decirse lo mismo para
quitarle a la FSSPX el monopolio que se arrogó de manera indebida, transformándola
en un instrumento de poder.
Ahora,
presentándose como los únicos depositarios de la marca tradicional,
Fellay & Co. encontraron en Bergoglio el interlocutor ideal para hacer
fructificar tal renta. Ellos rinden homenaje al soberano, le reconocen la soberanía
pérfida y él les concede un feudo estrafalario para los nostálgicos de la misa
en latín con la capacidad de hacer lo que quieran. Basta que le garanticen el
buen orden, la disciplina y reconozcan su supremacía. Por su parte, los
nostálgicos estrafalarios de la misa en latín utilizan el objetivo alcanzado
como una prueba de que la Iglesia comienza a sanar, o más bien que está curada
pues los ha acogido también a ellos.
Entonces
hay que relajarse porque el dirigente los ha dejado en paz. Ellos dirán que
pueden relajarse, que ya no es necesario poner centinelas para conservar la fe
y, en algunos años, terminaran celebrando la misa nueva para reemplazar a los
curas vacacionando en las Maldivas: es mejor que seamos nosotros, le explicarán
a los escépticos, que los ministros extraordinarios de la Eucaristía...
Algunos
observadores sostienen que, en el espacio de tres meses luego del acuerdo, o del
reconocimiento unilateral si así lo prefieren, incluso la FSSPX deberá recibir
un comisario, como le sucedió a otros institutos. Pero se equivocan: La FSSPX
ya tiene su comisario y el más inflexible de los comisarios: su superior
general, quienquiera que sea, si no se invierte la ruta.
Alessandro Gnocchi
¡Alabado sea Jesucristo!