Semejante es el
reino de los cielos a un hombre que sembró buena semilla en un campo. Y
mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del
trigo y se fue.
Dice San Juan
Crisóstomo que con esta parábola, Nuestro Señor se refiere a la verdad
adulterada, porque es propio del demonio mezclar el error con la
verdad. Se vale el diablo de un engaño -agrega el santo-
confundiendo su propia semilla y revistiendo sus obras con colores y semejanzas
que sorprenden al que se deja engañar con facilidad. Por eso dice que siembra
cizaña, que es muy parecida a la planta de trigo de la buena semilla del
sembrador.
La cizaña es sembrara
después del trigo. De igual modo, el error -sigue diciendo el santo- viene
después de la verdad, cosa demostrada por la experiencia: después de los
profetas vinieron los falsos profetas; después de los Apóstoles los falsos
apóstoles; y después de Cristo vendrá el Anticristo.
Nosotros agregamos que después de los concilios católicos, vino el Vaticano II, anticatólico en cuanto liberal, y diabólico. De hecho, esa ha sido la peor emboscada, el mayor embuste, la más grande y más desastrosa siembra de cizaña de toda la historia de la Iglesia. Y también decimos esto: que después de ese Obispo resuelto, combativo y de palabras varoniles, claras e inequívocas en defensa la fe; después de Mons. Lefebvre vino Mons. Fellay a sembrar la cizaña entre nosotros con su intento de someternos a los modernistas romanos y con sus actitudes erráticas y sus palabras ambiguas.
Y llegando los
siervos dijeron: Señor, ¿no sembraste buena simiente en tu campo? ¿Pues de
dónde tiene cizaña? Y les dijo: el hombre enemigo ha hecho esto. El
“hombre enemigo” es el demonio y los que hacen las obras del diablo. Pues bien:
el arma de que se ha valido el demonio enemigo para dar el golpe feroz del
Vaticano II es la ambigüedad. El Vaticano II es una obra maestra de
ambigüedad, de palabras confusas, de expresiones equívocas. No obstante eso, el
actual Superior General de la Fraternidad, el líder nominal de los anti
liberales que quedan en la Iglesia, también hace uso habitual de la ambigüedad.
Ambiguo es lo que puede
entenderse de varios modos o admitir distintas interpretaciones, como cuando
Mons. Fellay habló, en su Declaración Doctrinal de abril del año 2012, de“los
Sacramentos legítimamente promulgados por los papas Pablo VI y Juan Pablo II”.
El veneno, la cizaña, está en la frase “legítimamente promulgados”,
porque ésta puede entenderse de modos diversos y opuestos. Así, los
tradicionalistas deben entender que el Superior General afirma que esos
Sacramentos fueron promulgados de modo regular, esto es, con sujeción a las
formalidades legales correspondientes. En este sentido, una ley de aborto puede
estar legítimamente promulgada, aunque en sí sea ilegítima por injusta y
criminal. Los modernistas, por su parte, deben entender que el Superior General
considera legítimos "los sacramentos Novus Ordo" (es decir, el nuevo
rito de los Sacramentos).
Pues bien: este modo de
hablar no es católico sino que es diabólico, por provenir de quien se supone
encabeza la lucha en defensa de la Verdad católica en la peor crisis de fe de
la historia. El velo de oscuridad con que las expresiones ambiguas cubren la
verdad, se opone a la claridad de Quien dijo “Yo soy la Verdad”, “Yo
soy la Luz” y “vosotros sois la luz del mundo”.
Dice el P. Sardá y
Salvany en su obra “El Liberalismo es Pecado, que el lenguaje confuso en la
boca de los Pastores “es escándalo… es inducir al prójimo a error con
palabras ambiguas… es... sembrar dudas, desconfianzas, hacer vacilar en la fe a
las inteligencias sencillas”… “Es preciso ante todo… evitar el
equívoco, que es lo que más favorece al error”. “Es gran maestro el diablo en
artes y embelecos, y lo mejor de su diplomacia se ejerce en introducir en las
ideas la confusión. La mitad de su poderío sobre los hombres perdería el
maldito con que las ideas, buenas o malas, apareciesen francas y deslindadas...
El diablo, pues, en tiempos de cismas y herejías, lo primero que procuró fue
que se barajasen y trastocasen los vocablos; medio seguro para traer desde
luego mareada… la mayor parte de las inteligencias”.
Se podrían dar muchos
otros ejemplos de palabras ambiguas por parte de Mons. Fellay. Su constante
siembra de cizaña ha causado grave inquietud, desconfianza, confusión y
división entre los Sacerdotes y fieles de la FSSPX.
Sin necesidad de ningún
acuerdo con Roma, la cizaña constantemente sembrada por el Superior General es
un veneno que está matando lenta pero inexorablemente a la congregación. En
la carta
que los otros tres Obispos dirigieron a Mons. Fellay el 7 de
abril de 2012, se le dice que se ve en la Fraternidad una "disminución en
la confesión de la fe". Con todo, el responsable del derrumbe de la
congregación ha tenido el atrevimiento de exculparse inculpando a los que se
han opuesto a su traición, diciendo que éstos son los sembradores de
cizaña.
En una entrevista acerca del Capítulo General del 2012, el Obispo ha tenido el descaro de decir lo siguiente: "nos separamos netamente de todos los que quisieron aprovechar la situación para sembrar cizaña, oponiendo unos miembros de la Fraternidad con otros. Este espíritu no es de Dios". Sus mismas palabras lo condenan. Y en un sermón del mismo año 2012, dijo:“Hemos visto hasta en nuestra querida Fraternidad, una confusión, una mala hierba, una cizaña, una turbación.” Pero en la carta que 37 Sacerdotes del Distrito de Francia le dirigieron en febrero del 2013, leemos estas palabras veraces: “¿Puede decir, en conciencia que usted y sus Asistentes han asumido sus responsabilidades? Después de tantas declaraciones contradictorias y nefastas ¿cómo pretenden que pueden gobernar todavía? ¿Quién es el que perjudica a la autoridad del Superior General, sino usted mismo y sus Asistentes? ¿Cómo pretende hablarnos de justicia después de haberla lesionado? ¿Qué verdad puede salir de la boca del mentiroso? (Ecl. 34, 4). ¿Quién sembró la cizaña? ¿Quién ha sido subversivo mediante el uso de la mentira? ¿Quién escandalizó a sacerdotes y fieles? ¿Quién ha mutilado la Fraternidad disminuyendo su fuerza episcopal? ¿Qué es de la caridad sin el honor y la justicia?”
Estimados fieles: lo
que nos une es el amor y la defensa de la Verdad. Nos llamamos y somos la Resistencia
Católica porque combatimos contra todo enemigo de la Verdad, de la Verdad que
es atacada no sólo por medio de la mentira, sino también y más eficazmente
mediante la ambigüedad.
La ambigüedad en la manifestación pública de la fe católica en tiempos de apostasía general, como son los nuestros, es una traición gravísima a Cristo, un pecado en extremo abominable.
Si amamos realmente la Verdad, debemos rechazar a los sembradores de cizaña, a los malos pastores que con palabras confusas hacen la obra del demonio, adulterando la Verdad.