Momento Delicado
Desde el Capítulo de julio de
2012, un principio contradictorio fue presentado en el seno de la FSSPX: el poder
conservar y transmitir la fe en su
integridad, sometiéndose al mismo tiempo a Roma conciliar. La palabra mágica
que fascina y oscurece la realidad de la trampa es "garantías": Roma
dan garantías, la tradición católica se mantiene y se desenvuelve mientras Roma
continúa tal como es [1].
Pero si es así, ¿para qué ese
tan comentado y ocultado "preámbulo doctrinal"? Roma conciliar continúa
como ella es, cada quien con su doctrina, y las garantías lo resuelven todo. Y,
sin embargo, sabemos a qué excesos se llegó con la declaración doctrinal de
abril de 2012. La "comprensión común de la fe" [2], que
sólo se resuelve utilizando gafas constantemente cambiantes, es una piedra de
escándalo que ocasionó el derrumbe de la confianza de las autoridades de la
FSSPX.
Además, los términos como
"acuerdo", "reconocimiento" o "normalización
canónica" no deben hacernos olvidar que se trata de una sumisión a la
autoridad. No son dos potencias que realizan un acuerdo diplomático donde cada
una de las potencias asume derechos y deberes conservando integralmente su
soberanía. Aquí se trata de una congregación religiosa frente al poder supremo
de la Iglesia. Aquí se trata del Vicario de Jesucristo ante sus súbditos. ¿Son
los súbditos que juzgarán el cumplimiento o no de las garantías? [3]
Esta novedad es una bomba de
tiempo que desarmará la pequeña cristiandad resistente, haciéndola vulnerable a
las otras bombas más terribles, las del Vaticano II. Debido a su importancia
estratégica, ella es guardada con gran
celo por todos aquellos que quieren la desastrosa sumisión a un pontífice que
está a leguas de ser completamente católico [4].Las
circunstancias adversas pueden forzarlos a todo, con tal que no se renuncie a
la conquista sutilmente subversiva del capítulo de julio.
La reciente declaración del
pasado 27 de junio es un ejemplo representativo de esas retiradas estratégicas
que pueden predominar en ciertas circunstancias [5]. El
texto contiene muchas consideraciones pertinentes respecto al Vaticano II y la
crisis en la Iglesia que es consecuencia de éste, retomando un lenguaje al cual
estábamos un tanto desacostumbrados, tratándose de pronunciamientos oficiales
de la FSSPX. Pero llegando al punto 11, leemos esto:
“Este amor por la Iglesia explica la regla que
Mons. Lefebvre siempre observó: seguir a la Providencia en todo momento, sin
jamás pretender anticiparla. Entendemos que así lo hacemos, sea que Roma
regrese de modo rápido a la Tradición y a la fe de siempre – lo que restablecerá
el orden en la Iglesia –, sea que se nos reconozca explícitamente el derecho de
profesar de manera íntegra la fe y de rechazar los errores que le son
contrarios, con el derecho y el deber de oponernos públicamente a los errores y
a sus fautores, sean quienes fueren – lo que permitirá un comienzo de
restablecimiento del orden” .
Como bien observó Monseñor
Williamson: “Tenga cuidado. Como dicen los latinos, “el veneno está en la
cola”. La sutileza fue intensificada junto con una preparación doctrinal bien
cuidada[6], pero
continuamos en el atolladero. En vez de la simplicidad divina de la conversión,
base necesaria para la confianza en la autoridad, que conduce necesariamente a
la obediencia, tenemos la alternativa de “un
comienzo de restablecimiento del orden”, por medio de un reconocimiento
explícito del derecho de profesar integralmente la fe y rechazar los errores
contrarios, junto con el derecho y el deber de oponerse públicamente a los
errores y a sus fautores, cualesquiera que estos sean.
Muchas palabras transmiten una
seguridad que sólo es aparente. Todo depende del término
"reconocimiento". En realidad, se tiene la jurisdicción de
suplencia en virtud del estado de necesidad que asola a la Santa Iglesia de
Dios desde que su autoridades están envueltas en los errores modernistas. Ésta
se cambia por el reconocimiento de Roma conciliar, lo que supone la
desaparición del motivo que nos daba la misma. Sin embargo, el estado de
necesidad sólo puede desaparecer, al menos, por la conversión explícita del
Papa a la integridad de la religión católica, en cuyo caso las cosas pasarían fácilmente,
con toda confianza, y serían los modernistas quienes pedirían garantías. Y
este Papa católico, por supuesto, no las concedería.
Pero ellos quieren las
garantías de un papa modernista, siervo de la Roma conciliar, quieren garantías
de oponerse públicamente a los errores y a sus autores, sean quienes fueren.
¿Entonces quieren que el Papa les conceda el derecho de oponerse públicamente a
los errores del propio Papa? Sería la normalización canónica más ridícula de la
historia de la Iglesia.
Lo más triste es que todas
estas tergiversaciones, todas estas ambigüedades compulsivas, todo esto
concurre para prolongar la sedación de muchos descontentos que, desde hace más
de un año, parecen encontrar algún consuelo repitiendo la frase calmante: “No
hubo acuerdo”. Pero esto no es suficiente, una declaración de este tipo podría
ofrecer como complemento necesario: "Al final, nada ha cambiado, todo es
igual que antes." Y entonces podría sobrevenir un coma profundo.
Es en este momento que debemos
recordar las palabras de nuestro primer Papa: “Sed sobrios y vigilad (…)
resistid firmes en la fe”, la fe viva e inamovible que afina el discernimiento
e inspira la acción.
Discernir: primero veo el
reconocimiento de la Misa de siempre. Y al mismo tiempo, sus limitaciones y su
rebajamiento. Después, el levantamiento de las excomuniones, que no fue el
retiro del decreto [sino] “acto de misericordia” de las autoridades romanas, y
los que querían justicia acabaron agradeciendo y cantando el Te Deum. ¿No sería ahora el caso de una
FSSPX reconocida y limitada a una reserva “sui generis”, a la espera de una
solución “clarificadora”? En todos estos
pasos de descenso se discierne la marca de la contradicción, la contradicción
que está en el código genético de todos los liberales.
Y una vez que se dio cuenta del
engaño, por el amor de Dios, que no se espere a que llegue al fondo del pozo. Grande
o no, la resistencia tiene las bendiciones del Dios de la Verdad. Los que
están organizados, animar a los que se quieren organizar y ayude a aquellos que
se están organizando, y todos, particularmente aquellos que son sacerdotes, busquen en la confesión de la fe la gracia de
actuar exactamente conforme a los designios de la Providencia.
Padre Joaquim Daniel Maria de
Sant’ana, FBMV.
[1] Monseñor
de Galarreta, un antiguo resistente, entrevistado en Polonia (abril de 2013),
declaró: Por supuesto que lo mejor
sería que Roma renunciara a los errores conciliares, regresara a la Tradición y
únicamente después, sobre esta base, la Fraternidad obtuviera automáticamente
un estatus canónico regularizado en la Iglesia. Sin embargo, la realidad nos
incita a no hacer depender un eventual acuerdo de una gran autocrítica de Roma, sino de una atribución de
garantías reales que Roma, tal cual ella es, permitiera a la Fraternidad
permanecer tal como es” (…).
[2] P.
Pfluger, en entrevista a Kirkliche Umschau.
[3] El
propio Capítulo de julio responde que no, al establecer entre las condiciones
apenas “deseables”, la de poseer tribunales, y solamente de 1ª instancia. Una
vez que se quiere el acuerdo, es inevitable…
[4] Lo
que va directamente en contra de la exhortación de Monseñor Marcel Lefebvre a
los 4 obispos consagrados en 1988.
[5] En
un
artículo del año pasado, dijimos: Estas (las autoridades de la FSSPX), con
toda probabilidad, sabrán sacar provecho de los resultados del Capítulo, con
movimientos calculados y alternados de retirada táctica para retomar
credibilidad, seguidos de una nueva ofensiva formadora de opinión.
[6] Donde
ciertamente participaron las cabezas que pensaban bien en la Fraternidad, como
Monseñor Tissier o el padre de Cacqueray. A veces la buena fe de gente buena
hace un gran mal…