Primera parte aquí.
II.
SITUACIÓN ANTES DEL PREÁMBULO DEL 15 DE ABRIL DE 2012
Luego de la publicación del Motu Proprio Summorum Pontificum en 2007, del levantamiento de las “excomuniones” de los cuatro obispos de la
Fraternidad en 2009, y a pesar del hecho de que los dos gestos de Benedicto XVI
fueron insuficientes y venenosos,
Monseñor Fellay se afanó en agradecer al papa estos “gestos generosos” y
decidió comprometerse en discusiones
doctrinales con Roma. Estas tuvieron lugar, entre los teólogos de Roma y de
la Fraternidad, del 27 de octubre de
2009 al 11 de abril de 2011. Estas discusiones doctrinales con la Roma
conciliar fueron necesarias para que
ayudaran a comprender a las autoridades la gravedad de sus errores y hacerlas
regresar a la Tradición.
Las discusiones doctrinales que
hubieran estado justificadas para intentar convertir a Roma, si las condiciones
previas planteadas por Monseñor Fellay hubieran sido satisfechas en el 2007 y
el 2009, arrancaron sobre malas bases y
compromisos. El rechazo de Roma de acordarnos de manera aceptable las condiciones
previas que pedíamos, fue el primer signo de que no debimos continuar.
¿Cuál
fue la conclusión de esos coloquios? Sin sorpresa alguna, que era imposible entenderse en el plano
doctrinal.
Monseñor
de Galarreta, el presidente de nuestra Comisión teológica,
claramente afirmó que estas discusiones manifestaron que las autoridades
romanas “No están dispuestas a renunciar al concilio Vaticano II” que ellos quieren “llevarnos hacia él” y que quieren nuestro regreso para que la
Fraternidad sea “útil” y para “garantizar la renovación de la reforma en
la continuidad” (Albano, 7 de octubre de 2011).
El mismo Monseñor Fellay
declaró públicamente lo mismo: “Las
discusiones han manifestado un desacuerdo
profundo sobre casi todos los puntos abordados”. (Cor unum, marzo de
2012)
Por lo que si al final de las
discusiones doctrinales, Roma no aceptó adherirse
a las encíclicas condenando los errores modernos, condición pedida por
Monseñor Lefebvre ¿para qué continuar?
Pero cinco meses después, el Cardenal Levada, prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, invitó a Monseñor Fellay y sus dos
asistentes a una reunión el 14 de
septiembre de 2011, a fin de “hacer un balance de estas discusiones” y
“de considerar perspectivas para el futuro”. (Cor unum 103)
El cardenal les remitió una
carta con :
1.- Un proyecto de Preámbulo Doctrinal, con
la Profesión de fe y el Juramento de fidelidad de 1989;
2.-
elementos para una posible regularización canónica de la
Fraternidad.
El Cardenal les pide entonces “dar
a conocer la posición oficial de esta Fraternidad respecto a esta
documentación” y eso en el plazo de un mes.
Se dijo dispuesto a « tomar en consideración las demandas de precisiones o sugerencias
destinadas a mejorar la calidad de estos textos, quedando a salvo su substancia”. En otras palabras, a
pesar de cambios eventuales en el detalle, la Fraternidad debe aceptar lo esencial de este Preámbulo propuesto
por Roma el 14 de septiembre de 2011.
Aquí podemos preguntar: Si Roma
no deja un « margen de maniobra » para modificar substancialmente el texto del Preámbulo, ¿para qué continuar?
Hay que subrayar también que el
cardenal quiere ir por encima
de las discusiones puramente doctrinales
y quiere comprometerse en la vía de los acuerdos
prácticos, de allí la inclusión de los elementos para una regularización canónica de la Fraternidad,
elementos que los miembros de la Fraternidad no vieron nunca.
En otras palabras, si la
Fraternidad sale bien del “examen
doctrinal” vis a vis de las autoridades romanas, tendrá derecho a una regularización canónica.
El que la Fraternidad acepte en
ese momento continuar los diálogos con Roma, cambió totalmente la situación entre las dos partes:
-Las discusiones doctrinales de
2009-2011, aunque las condiciones previas no fueron cumplidas convenientemente,
fueron establecidas sobre un cierto pie de igualdad
entre la Fraternidad y Roma, ya que se discutió “de igual a igual” entre los
teólogos;
-Por el contrario, en la nueva
situación, ¡es Roma quien toma la
delantera, quien propone los
documentos a firmar, y sobre todo, quien decide,
en última instancia, si la Fraternidad tiene o no razón!
Monseñor Fellay debió haber
visto una segunda señal fuerte en
las exigencias inaceptables de Roma del 14 de septiembre de 2011 y detener allí toda negociación,
pero él comete aquí dos errores graves
de juicio que le serán fatales después:
-
A pesar del hecho de que las discusiones
doctrinales del 2009-2011 llegaron a la conclusión de que no podíamos entendernos con la Roma modernista, él va a tratar de
llegar a una apariencia de acuerdo
doctrinal, acuerdo fatalmente destinado a ser ambiguo, ya que Roma pidió que la substancia del texto inaceptable
del 14 de septiembre se conservara intacta.
-
Él acepta entonces desde ese momento
comprometerse en el dominio práctico
con la perspectiva de una regularización
canónica, sin acuerdo doctrinal claro y seguro sobre la base de un texto
que él mismo declaró malo.
Como prueba de su ceguera, Monseñor Fellay aceptó las nuevas
proposiciones de Roma y así decidió ignorar la opinión de Monseñor Lefebvre (1), del Capítulo general
de 2006 (2), de los otros tres obispos de la Fraternidad (3) y, para colmo, se
contradijo a sí mismo (4).
1.- Monseñor Fellay comenzó por
ignorar lo que Monseñor Lefebvre
dijo claramente después de las consagraciones:
« Yo no aceptaría estar en
la situación en la
que nos encontramos durante los coloquios (de 1988). Se acabó. Yo plantearía la cuestión (a Roma) en
el plano doctrinal. "¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los Papas
que les han precedido? ¿Están de acuerdo con la Quanta Cura de Pío IX,
Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de San Pío X, Quas Primas de Pío
XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están
ustedes en plena comunión con estos Papas y sus afirmaciones? ¿Aceptan
todavía el juramento antimodernista?
¿Están a favor del reinado social de
Nuestro Señor Jesucristo?
Si no aceptan la doctrina
de sus predecesores, entonces es inútil hablar. Mientras no acepten una
reforma del Concilio teniendo en cuenta la doctrina de estos Papas que les han
precedido, no hay diálogo posible. Es inútil”.
(Monseñor
Lefebvre, Fideliter n°66, noviembre de 1988)
¿Cuál
es la situación de los coloquios de 1988 en la cual Monseñor Lefebvre no
quería encontrarse? ¿Por qué habla de plantear a Roma en lo sucesivo la
cuestión en el plano doctrinal, siendo que el Protocolo de
acuerdo de 1988 constaba de una Declaración Doctrinal?
Esto
significa que Monseñor Lefebvre fijó en 1988 el principio siguiente: somos
nosotros quienes comprobarán la fidelidad doctrinal de las
autoridades romanas y no al contrario cuando nos piden adherirnos, al
menos implícitamente, a los errores y a las reformas conciliares.
Por lo tanto, sin la aceptación
clara y nítida por parte de la Roma actual de las encíclicas mencionadas por
Monseñor Lefebvre, “no hay diálogo
posible, es inútil”.
La razón profunda es que, si
Monseñor Lefebvre después de haber tratado de llegar a un acuerdo práctico en 1988 sin haber resuelto el
problema doctrinal, decidió detener
todo, es que nuestras diferencias con
Roma eran sobre todo de orden doctrinal, no podíamos comprometernos
a un acuerdo práctico si el problema
doctrinal no estaba resuelto.
Pues es evidente que las
autoridades romanas actuales no aceptan
las encíclicas que condenan los errores modernos. Y peor aún, alardean de ello.
Además, en su carta al Papa Juan Pablo II, Monseñor
Lefebvre planteaba la misma condición:
“Los coloquios y conversaciones (…) nos han
convencido que aún no había llegado el
momento de una colaboración franca y eficaz. (…) Dado el rechazo de considerar nuestros pedidos, y siendo evidente
que el objetivo de esta reconciliación no es en absoluto el mismo para la Santa
Sede que para nosotros, creemos preferible esperar
momentos más propicios cuando Roma vuelva a la Tradición. (…) Continuaremos
rezando para que la Roma moderna,
infestada de modernismo, vuelva a ser la Roma católica y reencuentre su
Tradición dos veces milenaria. Entonces, el problema de la reconciliación
ya no tendrá razón de ser y la Iglesia reencontrará una nueva juventud”. (2 de
junio de 1988)
Antes de contemplar una « colaboración franca y eficaz »
con Roma, hay que esperar el “regreso
de Roma a la Tradición”. La Roma modernista debe volver a ser católica al adherirse a la Tradición dos veces
milenaria de la Iglesia.
En la carta del Cardenal Levada
del 14 de septiembre de 2011 hay dos partes; una parte doctrinal con el Preámbulo para firmar, y una parte práctica con la regularización canónica. Monseñor
Fellay sabe perfectamente que si logra
pasar la primera etapa, él tendrá la otra. El no podrá separarlas.
Aquí no se trata de plantear
las cuestiones en el plano doctrinal
del que habló Monseñor Lefebvre. Al contrario, se trata ni más ni menos que de saltar esta condición, pues la
conclusión de los coloquios doctrinales de 2009-2011 mostraron que Roma no cambia ni una iota de sus errores
doctrinales.
Si Roma se niega a cambiar,
¿para qué continuar?
Pero Monseñor Fellay prefirió continuar, comprometiéndose en
una perspectiva de los acuerdos
prácticos, aceptando considerar las proposiciones de la carta del Cardenal
Levada.
¿No es una imprudencia grave por parte de Monseñor Fellay el no tener
en cuenta los consejos de Monseñor
Lefebvre? Él actúa contra la virtud de la prudencia,
parte de la cual consiste en seguir el
consejo de gente prudente. Pero desgraciadamente ésta no será la única vez
que Monseñor Fellay ignorará los
consejos de otros…
2) Luego Monseñor Fellay
decidió ignorar lo que el Capítulo
general de 2006 decidió claramente. El capítulo desaconsejó todo acuerdo práctico con Roma sin resolver
primero el problema doctrinal:
“Los contactos que la FSSPX mantiene
episódicamente con las autoridades romanas tienen por único objetivo ayudarlas a recuperar la Tradición, que la Iglesia no puede renegar sin perder
su identidad, y no la búsqueda de una
ventaja para ella misma, o de llegar a un imposible “acuerdo” puramente práctico.
El día que la Tradición recupere todos
sus derechos, “el problema de la reconciliación no tendrá razón de ser y la
Iglesia reencontrará una nueva juventud” (Carta de Monseñor
Lefebvre a Juan Pablo II, 2 de junio de 1988). (Cor unum n° 85, octubre de
2006.
En esto, el Capítulo de 2006 no
hizo más que seguir precisamente las
recomendaciones de Monseñor Lefebvre al cual citó, cita de la cual acabamos
de hablar.
Pero Monseñor Fellay, en una
conferencia a los sacerdotes del distrito de América del Sur en octubre de 2012, rechaza
desdeñosamente esta condición del
Capítulo calificándola de “impracticable”.
Dijo que no se puede esperar resolver el problema doctrinal por parte de Roma y lo que nosotros
debemos obtener de ellos es solamente el “poder
de criticar las reformas”. El afirmó que su posición es más “concreta” y “más fácil de verificar”, y que en definitiva, ella es “la misma” que la del Capítulo de 2006.
¿Qué es eso ?
Es evidente que eso no es de lo que el Capítulo
hablaba, porque los dos métodos se
oponen.
Monseñor
Fellay se burla verdaderamente del
Capítulo que dijo explícitamente que el
único objetivo de los contactos con Roma era “ayudarlos a recuperar la Tradición”, es decir,
ayudarlos a adherirse a la Tradición.
Ahora
hay otro objetivo :
Monseñor
Fellay habla de obtener solamente un
derecho a “criticar” las reformas, nada más. En esto hay un retroceso
considerable, porque el objeto de la
demanda ha cambiado completamente: Para el Capítulo de 2006 es Roma quien debe cambiar, para Monseñor
Fellay ya no es necesario que Roma cambie (al menos, todavía no… hay que
esperar nuevas discusiones para
esperar que ella cambie). Monseñor Fellay demanda para la Fraternidad el
permiso de criticar los errores; es la Fraternidad quien se pone en situación de
inferioridad, mientras que anteriormente el Capítulo no reclamaba nada de Roma
sino su conversión. Por lo tanto no se trata absolutamente de la misma cosa para el Capítulo y para
Monseñor Fellay.
Además, suponiendo que la Roma
liberal nos acuerde este « derecho » de crítica, debemos recordar que
ninguna comunidad Ecclesia Dei nunca
pudo poner en práctica este “derecho de crítica” desde 1988, aunque les fue
prometido por Roma en sus documentos de fundación.
Por lo tanto, está claro:
Monseñor Fellay no tuvo en cuenta esta condición votada por el Capítulo a quien
debe obediencia, pues está por encima de
él. Nosotros vemos aquí también una desobediencia
y una imprudencia graves.
3) Y esto no es todo. Los otros
tres obispos de la Fraternidad, en
una carta común, le advirtieron a Monseñor Fellay del mismo peligro:
« Las discusiones
doctrinales de 2009 a 2011, probaron que un acuerdo doctrinal es imposible
con la Roma actual”. Es por eso que quisieron hacerle saber “su oposición
formal a todo acuerdo (práctico) semejante”. (7 de abril de 2012)
Está claro que sus tres
cofrades en el espiscopado, sin querer imponerle una decisión, intentan
caritativamente de advertir a Monseñor Fellay de las consecuencias graves de un acuerdo práctico con Roma, porque el acuerdo doctrinal, en sus conversaciones doctrinales, se comprobó imposible.
¿Cuál es la respuesta de
Monseñor Fellay ? Una carta que donde encontramos estas frases
aterradoras:
« Nosotros no hemos
buscado el acuerdo práctico. Esto es falso. No hemos rechazado a priori, como
ustedes lo piden, el considerar la oferta del papa. Por el bien común de la
Fraternidad, nosotros preferiríamos de lejos la solución actual de status
quo intermediario, pero manifiestamente, Roma ya no lo tolera”.
Y después:
« Pretender esperar a que
todo se arregle para llegar a lo que ustedes llaman un acuerdo práctico, no
es realista”.
Aquí Monseñor Fellay no
solamente rechaza las advertencias de los tres
obispos, sino que también los de
Monseñor Lefebvre en 1988 y los del Capítulo general de 2006, siendo que
estas advertencias siguen la misma línea prudencial.
En el primer párrafo citado,
Monseñor Fellay sacrifica claramente el
bien común de la Fraternidad para
seguir las órdenes de Roma.
El hecho que « Roma ya no
lo tolere » no es un argumento válido, porque no tenemos la obligación de
obedecer al papa en órdenes que perjudicarían a la Fraternidad, mientras Roma
no se convierta.
Por ejemplo, en la cita de Fideliter
66, Monseñor Lefebvre dijo que él
rechazará discutir con Roma mientras que
ella no acepte las encíclicas que condenen los errores modernos. Ya que el
papa y la curia son de mala voluntad,
no estamos obligados a obedecer sus conminaciones de discutir y menos aún
obligados a obedecer la conminación de hacer un acuerdo práctico, acuerdo que
Monseñor Lefebvre hizo depender de la conversión
de las autoridades romanas.
Es particularmente grave por
parte de Monseñor Fellay, pues su primera
obligación como superior de la Fraternidad es de preservar y velar por el bien común de ésta. (*)
(*) No hay obligación de
obediencia al papa en estas materias de gobierno práctico, obligación que sería
superior al bien común de la Fraternidad, porque no es un buen jefe de la
Iglesia, es decir, en tanto que no defiende la verdadera fe. Sería una locura
comprometer el bien común, la seguridad y la estabilidad de aquellos que tienen
la fe para satisfacer las órdenes de un papa que se comporta como un enemigo de
la Iglesia, haciendo perder la fe a sus miembros.
En el segundo párrafo, Monseñor
Fellay contradice abiertamente a
Monseñor Lefebvre quien, por el contrario, a causa del fracaso de los
acuerdos prácticos en 1988, comprendió la lección y no quería repetir los mismos errores…
Monseñor Fellay se cree más « realista » y más prudente
que Monseñor Lefebvre, que el Capítulo de 2006 y que sus cofrades obispos? ¿Por
qué Monseñor Fellay no escuchó a estas personas que no querían mas que el bien
de la Fraternidad?
No podemos evitar el constatar
en qué estado lamentable la puso Monseñor Fellay. ¿Quién pecó de “irrealismo”, o más bien de “idealismo”, por no decir de “irresponsabilidad”?
4) Y finalmente, ¡Monseñor Fellay se contradice a sí
mismo! Justo antes del Capítulo
de 2006, el se oponía a todo acuerdo práctico sin que se resolviera
previamente el problema doctrinal:
« En todo caso, es imposible e inconcebible
de pasar a la tercera etapa, es decir, de contemplar los acuerdos
antes que las discusiones no hayan logrado aclarar y corregir los principios
de la crisis”
« Está claro que no firmaremos un acuerdo si las cosas no se resuelven al nivel de los principios
(…) No podemos permitirnos ambigüedades (…) Será necesario, para resolver el
problema, que las autoridades romanas
manifiesten y expresen de manera clara,
de manera que todo el mundo comprenda, que para Roma no hay treinta y seis
caminos para salir de la crisis, no hay
mas que uno solo: que la Iglesia reencuentre plenamente su propia Tradición
bimilenaria. El día que esta convicción esté clara en las autoridades
romanas, (..) los acuerdos serán fáciles de realizar”. (Fideliter n° 171, mayo-junio de 2006, págs. 40-41)
Pero una vez más "Fellay 2" venció "Fellay 1" y prefirió seguir el programa establecido por el
cardenal Levada ...
¿No dijo en su carta a los tres
obispos que la Roma actual « ya no
tolera” nuestra situación? ¿Debemos plegarnos a agradar a la Roma
modernista, a nuestros enemigos,
porque ellos ya no toleran nuestra
situación?
Para aquellos que conocieron a
Monseñor Lefebvre, esta manera de razonar no
era para nada la suya. Es lo que hace la gran diferencia entre nuestro
Fundador y Monseñor Fellay.
Si la Roma actual ya no tolera nuestra situación, es
porque nosotros somos los últimos en
oponerse a sus designios. Ya han sometido a otras congregaciones, nosotros
somos los últimos irreductibles.
Monseñor Fellay pagará cara
esta decisión, porque al final no
obtendrá ganancia de causa ni en el dominio doctrinal ni en el dominio
práctico…
En el dominio doctrinal : en lugar de hacer
retroceder a Roma, fue él quien
retrocedió, haciendo concesiones
graves con su vergonzosa Declaración Doctrinal.
En el dominio práctico, terminó por dividir la Fraternidad, alienándose una
parte importante de la Fraternidad, de comunidades amigas, así como numerosos
fieles.
Le queda la frustración de no haber obtenido el acuerdo práctico, tan deseado por él
y los suyos, y daría todo hoy en día por regresarlo
a la mesa de negociaciones. (Cf. respuesta a las objeciones)
Examinemos ahora el preámbulo
del 14 de septiembre de 2011 que Monseñor Fellay aceptó no modificar en
sustancia.
Continuará...
Continuará...