Carta
abierta a S.E. Monseñor Fellay sobre una "expulsión"
Nota
de Rivarol
Al momento que cerramos este número (24 de octubre)
nos enteramos que Monseñor Williamson acaba de ser expulsado oficialmente de la
FSSPX por Monseñor Fellay. Regresaremos a este acontecimiento en nuestra
próxima edición. Mientras tanto, publicamos el comunicado de la casa general
anunciando la expulsión definitiva de la FSSPX del prelado Británico y, en
exclusiva para Rivarol, la carta abierta que Monseñor WIlliamson le ha dirigido
al superior general de la Fraternidad el 19 de octubre, y la cual fue su
voluntad que apareciera en nuestro semanarios. Los subtítulos son de la
redacción. JB.
Londres,
19 octubre 2012.
Excelencia :
Gracias
por su carta del 4 de octubre en donde usted me comunica de parte suya, del
Consejo General y del Capítulo General, su “constatación”, “declaración” y “decisión”
de que ya no soy miembro de la Fraternidad San Pio X. Las razones que usted da
para su decisión de expulsar a su servidor serían las siguientes: el ha
continuado la publicación de sus “Comentarios Eleison”; el ha atacado a las
autoridades de la Fraternidad; ha hecho un apostolado independiente, él ha causado
confusión entre los fieles; él ha apoyado a los sacerdotes rebeldes; el ha
desobedecido de manera formal, obstinada y “pertinaz”; él se ha separado de la
Fraternidad; él no se somete a ninguna autoridad. ¿Todas estas razones no se
pueden resumir en la desobediencia? Sin duda, en el curso de los doce últimos
años, su servidor ha tenido palabras y acciones que han sido, delante de Dios,
inapropiadas y excesivas, pero creo que le sería suficiente que se los
señalaran en particular para poder excusarse, según la verdad y la justicia.
Pero sin duda nosotros estamos de acuerdo de que el problema esencial no se
sitúa en los detalles, que se resumen en una palabra: la desobediencia.
Entonces,
por principio notemos cuántas órdenes mas o menos desagradables del Superior
General, su servidor ha obedecido sin falta.
En
el 2003, él ha dejado un importante apostolado en los Estados Unidos para ir a
Argentina. En el 2009, el dejó su cargo de director del seminario y dejó la
Argentina para enmohecerse en una buhardilla en Londres, sin palabra ni
ministerio episcopal, porque estaba prohibido. No le quedaba virtualmente mas
que el ministerio de los “Comentarios Eleison” cuya negativa a suspenderlos
constituye la mayoría de esta “desobediencia” que se le reprocha. Y desde 2009,
a los Superiores de la Fraternidad se les ha permitido desacreditarlo e
injuriarlo tanto como quisieran, y en todo el mundo han alentado a todo miembro
de la Fraternidad que deseara hacerlo también.
Vuestro
servidor ha reaccionado muy poco, prefiriendo el silencio a las confrontaciones
escandalosas. Podríamos decir igualmente que se obstinó en no desobedecer. Pero
pasemos, porque el verdadero problema no está allí.
Entonces,
el verdadero problema ¿dónde se sitúa? Para responder, que se le permita al
acusado de hacer un vistazo rápido a la historia de la Fraternidad de la cual
quieren separarle.
En
efecto, el problema central viene de lejos.
CATOLICISMO
Y LIBERALISMO
A partir
de la Revolución Francesa de finales del siglo XVIII, en muchos de los estados anteriormente
cristianos, se comenzó a establecer un nuevo orden mundial, concebido por los
enemigos de la Iglesia para expulsar a Dios de su creación. Se comenzó
reemplazando el Antiguo Régimen, o el Trono que sostenía el Altar, por la
separación de la Iglesia y el Estado. Resultó una estructura de la sociedad que
es radicalmente nueva y difícil para la Iglesia, porque el Estado, a partir de
entonces ateo, terminará por oponerse con todas sus fuerzas a la religión de
Dios.
En
efecto, los masones quieren reemplazar el verdadero culto de Dios por el culto
de la libertad del cual el Estado neutro en religión no es mas que un
instrumento.
Así
comienza en los tiempos modernos una guerra implacable entre la religión de
Dios, defendida por la Iglesia Católica, y la nueva religión del hombre,
liberado de Dios y liberal. Estas dos religiones son tan irreconciliables como
Dios y el demonio.
Hay que
escoger entre el catolicismo y el liberalismo.
Pero
el hombre no quiere tener que elegir entre el oro y el moro. Quiere tener los
dos. En el rastro de la Revolución, encontramos a Felicité de Lamennais que
inventó el catolicismo liberal, y a partir de ese momento, la conciliación de
lo irreconciliable se convierte en moneda corriente en el interior de la
Iglesia.
Durante
120 años, la misericordia de Dios dio a su Iglesia una serie de papas, de
Gregorio XVI a Pio XII, quienes en su mayoría vieron claro y se mantuvieron
firmes, pero un número de fieles siempre creciente se inclinaban hacia la
independencia en relación a Dios y hacia los placeres materiales a los que el
catolicismo liberal les facilita grandemente el acceso. Una corrupción
progresiva llegó a los obispos y sacerdotes, y entonces Dios terminó por
permitirles escoger el género de papas que ellos prefirieron, a saber, los que
parecen ser católicos pero que en realidad son liberales, que hablan a la
derecha pero actúan a la izquierda, que se caracterizan entonces por la
contradicción, la ambigüedad, la dialéctica hegeliana, y en breve, la mentira.
Esta
es la Neo-Iglesia del Vaticano II.
No
podía ser de otra manera.
No
es mas que un sueño el que se pueda reconciliar realidades que son
irreconciliables.
Pero
Dios –palabra de San Agustín- no abandona a las almas que no quieren
abandonarlo, y entonces El viene en la ayuda del pequeño resto de almas
católicas que no quieren seguir la apostasía fofa del Vaticano II. El suscita
un arzobispo que resistirá a la traición de los prelados conciliares.
Respetando la realidad, no buscando conciliar lo irreconciliables, negándose a
soñar, este arzobispo habla con una claridad, coherencia y verdad que hace que
las ovejas reconozcan la voz del divino Maestro. La Fraternidad sacerdotal que
el funda para hacer verdaderos sacerdotes católicos comienza a pequeña escala,
pero rechazando resueltamente los errores conciliares y su fundamento en el
catolicismo liberal, atrae a los verdaderos católicos del mundo entero y ella
constituye la espina dorsal de todo un movimiento en la Iglesia que le llamarán
el Tradicionalismo.
Pero
este movimiento es insoportable a los hombres de la neo-Iglesia que quieren
reemplazar el catolicismo por el catolicismo liberal.
Ayudados
por los medios de comunicación y los gobiernos, ellos hicieron todo para
desacreditar, deshonrar y desterrar al valiente arzobispo. En 1976, Paulo VI lo
suspendió a Divinis, en 1988, Juan Pablo II lo “excomulgó”. Este arzobispo exasperaba
soberanamente a los papas conciliares, porque su voz de verdad arruinaba
efectivamente su sarta de mentiras y pone en peligro su traición. Y bajo su
persecución, y también de su “excomunión”, él se mantiene firme y con él muchos
de los sacerdotes de su Fraternidad.
Esta
fidelidad a la verdad obtiene de Dios para la Fraternidad doce años de paz
interior y de prosperidad exterior. En 1991, el gran arzobispo muere, pero
todavía durante nueve años, su obra continúa en la fidelidad a los principios
antiliberales sobre los cuales él la construyó.
Entonces
¿qué harán los romanos conciliares para superar esta resistencia? Ellos
cambiarán el palo por la zanahoria.
DESDE
EL 2000, LA FRATERNIDAD HA CAMBIADO DE DIRECCION.
En el
año 2000, una gran peregrinación de la Fraternidad para el Año del Jubileo,
muestra en las basílicas y las calles de Roma, la piedad y el poder de la
Fraternidad. Los romanos se impresionan a pesar de ellos. Un cardenal invita a
los obispos a un desayuno suntuoso a su casa, invitación aceptada por tres de
ellos. Inmediatamente después de este desayuno aparentemente fraternal, los
contactos con Roma y la Fraternidad que se habían enfriado bastante después de
doce años, se retoman y con ellos empieza la poderosa seducción por los botones
escarlatas, por así decirlo, y los pisos de mármol.
Los
contactos se encienden tan rápidamente que para el fin de año muchos sacerdotes
y fieles de la Tradición clamaban por una conciliación entre la Tradición
católica y el Concilio liberal. Esta conciliación no tiene éxito por el
momente, pero el lenguaje del Cuartel General de la Fraternidad en Menzingen
empieza a cambier, y en los doce años por venir se mostrará cada vez menos
hostil a Roma y más acogedor hacia las autoridades de la Iglesia conciliar,
hacia los medios y su mundo.
Y, a
medida que la conciliación de los irreconciliables se prepara en la cabeza de
la Fraternidad, en su cuerpo de sacerdotes y laicos la actitud deviene poco a
poco más benigna hacia los papas y la Iglesia conciliares, hacia todo lo que es
mundano y liberal. Después de todo, el mundo moderno que nos rodea, ¿es tan
malo como han querido hacernos creer?
Este
avance del liberalismo en el interior de la Fraternidad, percibido por una
minoría de sacerdotes y de fieles pero aparentemente imperceptible para la gran
mayoría, se descubrió a muchos en la primavera de este año cuando, luego del
fracaso de las discusiones doctrinales en la primavera del 2011, la política
católica de “no al acuerdo práctico sin acuerdo doctrinal” se convirtió, de un
día para otro, en la política liberal de “No al acuerdo doctrinal, luego,
acuerdo práctico”. Y a mediados de abril el Superior General le ofreció a Roma,
como base de un acuerdo práctico, un texto ambiguo, abiertamente favorable a
esta “hermenéutica de la continuidad” que es la receta bien amada de Benedicto
XVI para conciliar, precisamente, el Concilio con la Tradición! “Es necesario
un nuevo pensamiento” dirá el Superior General a mediados de mayo a los
sacerdotes del distrito de Austria de la Fraternidad. Dicho de otro modo, el
jefe de la Fraternidad fundada en 1970 para resistir a las novedades del
Concilio, propone conciliarla con el Concilio.
Hoy
en día, ella es conciliante.
Mañana
deberá hacerse plenamente conciliar !
Apenas
puede creerse que la fundación de Monseñor Lefebvre haya sido conducida a poner
entre paréntesis los principios sobre los cuales él la fundó, pero ese es el
poder de seducción de las fantasías de nuestro mundo sin Dios, modernista y
liberal.
No
obstante, la realidad no se deja doblar por las fantasías, y forma parte de la
realidad que no se puedan deshacer los principios de un fundador sin deshacer
su fundación. Un fundador tiene las gracias particulares que ninguno de sus
sucesores tiene. Como escribió el Padre Pio cuando los superiores de su Congregación
se pusieron a “renovarla” según el nuevo pensamiento del Concilio apenas
terminado:
“¿Qué
hacen ustedes del Fundador?”. El Superior General, el Consejo General y el
Capítulo General de la FSSPX han querido retener como mascota a Monseñor
Lefebvre, de todas maneras ellos tienen un nuevo pensamiento que pasa de lado a
las razones gravísimas por las cuales él fundó la Fraternidad. Ellos la llevan
a su ruina por una traición por lo menos objetiva, completamente paralela a la
del Vaticano II. Pero seamos justos y no exageremos. Desde el principio de ésta
lenta caída de la Fraternidad, siempre hubo sacerdotes y fieles que vieron
claro y que hicieron lo que pudieron para resistir. En la primavera de este año,
esta resistencia tomó una cierta consistencia y amplitud, de suerte que el Capítulo
General del mes de julio puso cuando menos un obstáculo al camino del ralliement.
¿Pero éste obstáculo lo hará? Se puede temer que no. Delante de unos cuarenta
sacerdotes de la Fraternidad reunidos en retiro sacerdotal en Ecône en el mes
de septiembre, el Superior General, refiriéndose a la política romana confesó: “Me
equivoqué” ¿De quién es la culpa? “Los romanos me engañaron”. Igualmente, de esta grave crisis de
primavera, resultó “una gran desconfianza en la Fraternidad”, dijo él, que
habría que “reparar con los hechos y no solamente con palabras”, pero ¿de quén
es la culpa? Hasta ahora, sus acciones desde el mes de septiembre,
comprendiendo esta carta del 4 de octubre, indican que la toma en contra de los
sacerdotes y laicos que no han tenido confianza en él, su jefe. Después del
Capítulo, como antes, parece que no soporta ninguna oposición a su política
conciliadora y conciliar.
LA
TRADICION CATOLICA Y EL VATICANO II SON IRRECONCILIABLES.
Y he
aquí la razón por la cual el Superior General a dado varias veces la orden
formal de cerrar los « Comentarios Eleison ». En efecto, este “comentario”
ha criticado en repetidas ocasiones la política conciliadora hacia Roma por
parte de las autoridades de la Fraternidad, y por ese comentario los ha atacado
implícitamente. Pero, si en esta crítica y estos ataques ha habido faltas a la
norma de respeto a su oficio o a sus personas, le pido con mucho gusto perdón a
quien se lo deba, pero creo que es suficiente recorrer los números concernientes
de los “Comentarios” para constatar que la crítica y los ataques han
permanecido normalmente impersonales, porque va mucho más allá que solamente de
personas.
En
cuanto al gran problema que sobrepasa con creces las personas, consideremos la
gran confusión que reina actualmente en la Iglesia y en el mundo, y que pone en
peligro la salvación eterna de un sinnúmero de almas. ¿No es el deber de un
obispo identificar las verdaderas raíces de esta confusión y denunciarlas en
público?
¿Cuántos
obispos en todo el mundo ven claro como Monseñor Lefebvre lo hacía, y dan una
enseñanza que corresponde a esta claridad? ¿Cuántos de entre ellos enseñan
todavía la doctrina católica tal cual?
¿No
son muy pocos ? Entonces ¿Es éste el momento de buscar el reducir al
silencio a un obispo que lo hace, como lo prueban el número de almas que
reciben el “Comentario” como una tabla de salvación? ¿Y cómo otro obispo en particular
puede querer cerrarlos, él que admitió frente a sus sacerdotes que sobre las
mismas grandes cuestiones se dejó embaucar, y eso durante largos años?
Igualmente,
si el obispo refractario se ha dado en efecto –por primera vez en casi cuatro
años- un apostolado independiente, ¿cómo le pueden reprochar haber aceptado una
invitación, independiente de la Fraternidad, para confirmar y para predicar una
palabra de verdad? ¿No es la función de un obispo? Su palabra en Brasil no
fueron de “confusión” sino para aquellos que siguen el error reconocido y mas
arriba evocado.
Y si
parece que después de años se separa de la Fraternidad, es justo, pero se
separa de la Fraternidad conciliadora y no de aquella fundada por Monseñor
Lefebvre. Y si parece que se muestra insumiso a todo ejercicio de autoridad de
parte de los jefes de la Fraternidad, es también justo, pero solamente por las
órdenes que van al encuentro de los objetivos por los cuales ella ha sido
fundada. De hecho, ¿a qué otras órdenes fuera de la de cerrar los “Comentarios”
puede afirmarse que ha sido culpable de una desobediencia “formal, obstinada y
pertinaz”? ¿Hay alguna otra? La desobediencia de Monseñor Lefebvre, no fue sino
para los actos de autoridad de los jefes de la Iglesia que eran capaces de
destruir la Iglesia, su desobediencia era más aparente que real. Igualmente, la
“desobediencia” de aquél que no ha querido cerrar los “Comentarios” es más
aparente que real.
Porque
la historia se repite, y el diablo siempre regresa a la carga. Igual que ayer
cuando el Concilio conciliar la Iglesia Católica con el mundo moderno, así hoy
se diría que Benedicto XVI y el Superior General quieren, los dos, conciliar a
la Tradición católica con el Concilio; así mañana, si Dios no interviene de
aquí a entonces, los jefes de la Resistencia católica buscarán reconciliarla
con la Tradición ya conciliar.
¡ES
MONSEÑOR FELLAY QUIEN DEBE RENUNCIAR !
En
breve, Señor Superior Genera, usted puede ahora proceder a expulsarme, porque
mis argumentos seguramente no lo persuadirán, pero esta expulsión será más
aparente que real. Yo soy miembro de la Fraternidad de Monseñor Lefebvre por mi
compromiso a perpetuidad. Yo soy uno de sus sacerdotes desde hace 36 años. Yo
soy uno de sus obispos, como usted, después de casi un cuarto de siglo. Esto no
se puede tachar por un trazo de bolígrafo, y por lo tanto, me quedo como miembro
de la Fraternidad, en espera.
Si
usted hubiera sido fiel a su herencia y yo hubiera sido notablemente infiel, yo
reconocería gustosamente su derecho a expulsarme.
Siendo
las cosas como son, espero no faltar al respeto hacia su oficio si le sugiero
que por la gloria de Dios, por la salvación de las almas, por la paz interior
de la Fraternidad, y por su propia salvación eterna, usted haría mejor
renunciando como Superior General que expulsándome a mí. Que Dios le de la
gracia, la luz y las fuerzas necesarias para cumplir con tal acto insigne de
humildad y de devoción al bien común de todos.
Como
frecuentemente he terminado las cartas que le he dirigido desde hace años,
Dominus tecum,
+Richard WILLIAMSON.