POLITICA
DE LA RESISTENCIA – I
En el desastroso estado
hoy en día de la Iglesia y del mundo, hay en juego, entre otros, dos principios
centrales: el uno permanente y primario, el otro temporario y secundario, pero
ambos son centrales. Su interacción debería ser decisiva para guiar nuestra
acción.
El principio permanente
es que “Sin Fe es imposible ser grato a Dios” (Hebr.XI,6). Esto es así porque
todos los hombres provienen de Dios dotados de un libre albedrío con el
propósito de que ellos lo usen de tal manera que puedan ser capaces de ir a
Dios cuando mueran, y gozar de la beatífica visión de Dios por toda la
eternidad. Estos términos obligatorios de nuestra existencia terrenal
constituyen una oferta extremadamente generosa por parte de Dios, dado cuan
relativamente poco se requiere de nuestra parte (Is.LXIV, 4). Pero lo menos que
podemos hacer, un incipiente comienzo, es reconocer Su Existencia. Dada la
bondad de Su Creación toda alrededor nuestro, es “inexcusable” no reconocerla
(Rom.I,20), y por consiguiente sin la más elemental Fe en El, es imposible
agradarle.
El principio temporario
es que el Pastor está herido y las ovejas dispersas (Zac.XIII, 7), texto citado
por Nuestro Señor en el camino al Huerto de Getsemaní (Mt.XXVI,31) . Al cabo de
4,000 años de repetida decadencia de los hombres, Dios tomó una naturaleza
humana para fundar una Iglesia que capacitara a los hombres para salvar sus
almas por los últimos 2,000 años de la existencia de los hombres en esta
tierra. Por el primer mil de esos años la decadencia fue seriamente interrumpida,
pero luego de unos pocos siglos más, se recuperó nuevamente al punto que con el
Vaticano II los líderes ellos mismos de la propia Iglesia de Dios, los Papas,
sobre los cuales fue diseñada para depender de ellos, devinieron seriamente
infectados por la decadencia. En base a esto, devino para los hombres mucho más
difícil ver de qué manera Dios tiene el propósito de que ellos salven sus
almas.
Por consiguiente, por
un lado, objetivamente hablando, las verdades permanentes para la salvación no
han sido cambiadas ni un ápice por la caída de los Papas Conciliares y estas
verdades deben ser mantenidas si siquiera algunas almas deben todavía ser
salvadas. Fue la gloria de Monseñor Lefebvre defender esas verdades contra los
hombres de Iglesia y el mundo caídos, mientras que es la desgracia de sus
sucesores estar comprometiéndolas en obsequio de volver a la compañía de esos
hombres de Iglesia y su mundo.
Por otro lado,
subjetivamente hablando, esa desgracia está mitigada por el eclipse temporario
de esas grandes verdades debido a la caída de los Papas. No es fácil, aún para
los obispos, ver derecho cuando el Obispo de Roma está viendo torcido. Se sigue
que aquellos que por la gracia de Dios – y nada más – ven derecho, deben tener
una compasión de 360 grados por las almas atrapadas en una confusión que no es
enteramente por su propia falta. Por consiguiente, me parece que si Santiago
está convencido que para salvar su alma él debe quedarse en la Neo-Iglesia, no
necesito martillarlo para que salga de ella. Y si Clara está persuadida que no
hay problema grave dentro de la Fraternidad San Pío X, no debo atragantarla con
que sí lo hay. Y si Juan no ve otro camino para mantener su Fe que el creer que
la Sede de Roma está vacante, preciso nada más que impelerlo a que esa creencia
no es obligatoria.
Con todo, en toda esta
dispersión de las ovejas, alguien debe mantener y poner a disposición de ellas
la Verdad objetiva si es que no tendrán que hacerlo las pobres piedras
(Lc.XIX,40), porque, si más no fuera, sobre la búsqueda de esa Verdad depende
la salvación de nuestras almas. Sin embargo, que los Católicos la busquen con
toda la debida consideración por la ceguera de sus ovejas compañeras, por al
menos tanto tiempo como el Pastor permanezca herido.
Kyrie eleison.