Lecciones
de Semana Santa
De
la Cruz de Nuestro Señor brotó Su Preciosísima Sangre,
Y agua, en una inundación divinamente purificadora.
Y agua, en una inundación divinamente purificadora.
Ninguna
lectura del Evangelio puede ser tan rica en lecciones como las de Semana Santa.
He aquí algunas referencias de la Pasión de Nuestro Señor, citadas en orden
cronológico, que tienen una relevancia particular para nuestro tiempo, la de la
Pasión de Su Iglesia.
Lc.
XIX, 40: “Si estos (discípulos) se callan, las mismas piedras se pondrán a
gritar” – Cuando Jesús está a punto de entrar en Jerusalén el Domingo de
Ramos, la multitud lo está alabando en voz alta. Los fariseos se quejan del
ruido. Pero la verdad de Dios será escuchada. Cuando el SSPX se queda en
silencio para gustar a Roma, alguien más debe decir las verdades que solía
decir.
Jn
XVII, 15: “No ruego para que los quites del mundo, sino para que los
preserves del Maligno”. Después de la Última Cena, justo antes de dejar el
Cenáculo, Jesús ora a Su Padre Celestial por Sus Apóstoles, pero no para que la
vida sea más fácil para ellos. Así que, ¿por qué la vida debe ser más fácil
para nosotros católicos hoy en día?
Mt.
XXVI, 31: “Heriré al pastor y las ovejas serán dispersadas”. En el Monte
de los Olivos Jesús le dice a Sus Apóstoles que todos ellos caerán, y cita el
Antiguo Testamento (Zacarías XIII, 7). Hoy, con el Papa paralizado en su fe,
toda la Iglesia Católica está más o menos paralizada.
Mt.
XXVI, 40: “Velad y orad”. En el Huerto de Getsemaní, donde Jesús pronto
será traicionado, advierte a sus apóstoles que se preparen en oración para la
hora de su prueba. No dice sólo “Orar”, ni siquiera “Orar y velar”, sino “Velar
y orar”, porque si no mantienen los ojos abiertos, si dejan de velar, también
dejarán de orar. Hoy una hora suprema de prueba de la Iglesia parece inminente.
Juan
XVIII, 6: “No bien les hubo dicho: “Yo soy”, retrocedieron y cayeron en
tierra”. Mientras la policía del Templo se acerca a Jesús, él se identifica
sin miedo, y por un momento deja escapar una sola chispa de Su poder divino –
todos ellos colapsan. Otra chispa así podría rescatar instantáneamente a la
Iglesia hoy, pero eso no ganaría el corazón de los hombres. La prueba de hoy de
la Iglesia debe cumplirse.
Mt.
XXVI, 52: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que empuñan la
espada, perecerán a espada”. Pedro es viril, ama a su Maestro, quiere
defenderlo absolutamente, pero no lo ha entendido –Jesús será el Rey de
Corazones, no el Truhan de los Palos. Los hombres viriles de hoy buscan
cualquier acciónpara defender a la Iglesia, ya que no se contentan
con “sólo” orar, pero que oren, o de lo contrario ellos huirán, como lo
hicieron los Apóstoles (v. 56).
Lc.
XXII, 53: “Esta es la hora vuestra, y la potestad de las tinieblas”
Jesús está a punto de ser capturado por la policía del Templo. Se queja
dulcemente de que no lo capturaron a la luz del día, cuando estaba predicando
abiertamente en el Templo, sino que tuvieron que capturarlo por la noche,
cuando ya no estaba rodeado de multitudes para protegerlo. Nunca en toda la
historia estuvo tan abandonado, ni los tiempos han sido tan oscuros, como hoy.
Estamos viviendo el mismo misterio di Satana desencadenado.
Mt.
XXVII, 26: “Y todo el pueblo respondió: `Su sangre caiga sobre nosotros y
sobre nuestros hijos’ Entonces Pilato soltó para ellos a Barrabás, y habiendo
azotado a Jesús, lo entregó para que fuese crucificado”. Claramente,
el “pueblo” aquí no son sólo los “sumos sacerdotes y los ancianos” que
“persuadieron al pueblo para que pidiera a Barrabás y matara a Jesús”(v.26),
fue toda la muchedumbre delante de Pilato, a punto de amotinarse (v.24), la
que hizo que Pilato cediera al clamar para ellos y su descendencia, la
responsabilidad del deicidio (la muerte de Dios en su naturaleza humana).
Ahora
bien, esta multitud era abrumadoramente judía, y la multitud se identificó como
tal (“Nosotros y nuestros hijos”). Por lo tanto, la culpa por el deicidio recae
sobre esos descendientes a menos que y hasta que colectivamente reconozcan y
adoren a su propio Mesías verdadero, pero las Escrituras dicen que esto sólo
sucederá al final del mundo (por ejemplo, Romanos XI, 25–27). Como un verdadero
católico, León XIII (1878–1903) pidió que la misma sangre cayera sobre los
judíos no como una maldición sino como una “fuente de regeneración” (Acto de
Consagración del Mundo al Sagrado Corazón de Jesús). Mientras tanto, ellos
sirven a Dios para azotar nuestra apostasía.
Kyrie
eleison.