Tomado de: Un Évêque s'est levé
El Padre Jean es el autor de la
Carta que fue filtrada en el 2009 luego de su oposición a los deseos de
Monseñor Fellay de reunirse con Roma.
Me han comunicado esta
profesión de fe de este mismo Padre Jean que es Capuchino de Morgon. Lo ha
hecho a guisa de sermón el 21 de octubre pasado para inaugurar a su manera “el
año de la fe” promovido por Benedicto XVI.
Aunque somos simples fieles,
deberíamos hacerla también porque nosotros tenemos el mismo combate por la
defensa de la fe católica.
Cita :
Domingo
21 de octubre de 2012.
PROFESION DE FE CATOLICA DEL PADRE JEAN
I PREAMBULO
1) En vista de la presente
situación, en el 50 aniversario de apertura del Concilio Vaticano II en el que
el Papa Benedicto XVI acaba de inaugurar un “año de la fe”, “consagrado a la
profesión de la fe y a su justa interpretación”, y en el cual se incita a los
fieles al estudio indulgenciado de las actas del Concilio y a los artículos del
nuevo catecismo; este concilio del cual el cardenal Ratzinger escribió 30 años
después: “Un abismo corta a la Iglesia entre dos mundos irreconciliables: el
mundo preconciliar y el mundo posconciliar” (“Un canto nuevo para el Señor”,
Desclée-Mame, 1995, pág. 174)
2) Vista la reciente
declaración difundida por el Prefecto de la Congregación de la Fe, Monseñor
Müller, quien no ha abjurado verdaderamente de sus errores (por no decir
herejías) sobre la Transubstanciación, la Virginidad de María y la pertenencia
de los protestantes en la Iglesia, que acusó a los sacerdotes y fieles de la
Tradición de estar afuera de la Fe católica afirmando: “Nosotros no podemos
abandonar la fe católica en estas negociaciones (con la FSSPX)”. (Entrevista a
NDR, 06-10-2012).
3) Vistas las exhortaciones
categóricas de los Apóstoles en materia de intransigencia doctrinal, no
solamente la obligación de conservar integralmente el depósito de la fe transmitida
(1 Ti. 6, 20; 2 Juan, 9), sino también de desconfiar de los falsos doctores
(Hechos 20, 29; 2 Pedro 2,1), de anatemizar a aquellos que enseñan una doctrina
divergente (Gal. 1, 9; 2 Juan 10), hasta resistir a la cara a las altas
autoridades que ya no caminan rectamente en la fe (Gal. 2,11)
4) Vistas las profecías dignas
de fe que nos han anunciado una apostasía general de la fe en los últimos
tiempos de la Iglesia: profecías bíblicas en particular de Nuestro Señor Jesucristo
(Lc 18,8) y de el Apóstol (1 Tim 4,1; 2 Tim 3, 1-8) y las profecías de Nuestra
Señora en sus apariciones que han sido reconocidas como auténticas por la
Iglesia (Quito, La Salette, Fátima); profecías confirmadas por los Papas del
siglo XX deplorando la apostasía oficial de las naciones católicas hasta el
Vaticano II, los cuales las han alentado.
5) Vista la ley constante e
intangible de la Iglesia, que prescribe que « los fieles a Jesucristo
deben profesar abiertamente (aperte profiteri tenentur) la fe en toda
circunstancia en la cual su silencio, su tergiversación o su comportamiento
implicaría la negación implícita de la Fe, el desprecio de la religión, la
injuria hecha a Dios o el escándalo del prójimo” (Código de 1917, canon 1325 §
1).
6) Vistas las exhortaciones
oportunas de nuestros veteranos en el combate actual por la defensa de la fe
contra los neo-modernistas, como Monseñor Lefebvre : « Nosotros
debemos combatir contra las ideas que están actualmente en boga en Roma y que
están en la boca del Papa y de la de Ratzinger…” (Conferencia en Ecône,
06-09-1990; Fideliter N°87 pág.3); como Monseñor De Castro Mayer: “ser fieles a
la misión que Dios nos ha confiado, de resistir al modernismo reinante”
(Declaración en las consagraciones, 30-06-1988; Fideliter n° 64 pág.9) o como
el padre Calmel: “Confesar la fe de cara a las autoridades modernistas, es
rehusarse a cualquier equívoco, tanto en los ritos como en la doctrina” (“Breve
apología”… Itinerarios, N° 316,
pág.76).
7) Vistas las divergencias
graves e inevitables en materia de fe, constatadas en las últimas discusiones
doctrinales en Roma entre los teólogos conciliares y los de la Tradición
católica, divergencias ya expresadas en substancia por Monseñor Lefebvre en su
Manifiesto episcopal (21-11- 1983) y largamente expuestas en nuestros cursos
del seminarios, congresos teológicos, artículos doctrinales, círculos de
estudio y predicaciones a los fieles.
II PROFESION DE FE
CATOLICA.
En la situación actual, y en
consideración de lo que acabo de exponer arriba, como sacerdote católico, a
pesar de mi indignidad, que me sea permitido en este día, y en presencia de los
fieles que tienen un derecho estricto de conocer exactamente cuál es la Fe íntima
de aquellos quienes les predican, reafirmar públicamente lo que sigue:
1) Yo renuevo, y hasta la
muerte, la profesión pública de fe hecha por mi padrino y mi madrina el día de
mi bautizo, y de mi propia iniciativa doce años después en mi comunión solemne.
2) Yo renuevo, y hasta mi
muerte, la profesión de fe tridentina y el juramento antimodernista que he
jurado públicamente con la mano sobre el Evangelio, y ante el Santísimo
Sacramento antes de recibir la ordenación sacerdotal.
3) Yo profeso hasta mi muerte,
el Símbolo de los Apóstoles recitado cada domingo en la Misa, así como el
Símbolo llamado de San Atanasio que la Iglesia hace recitar a sus consagrados
cada domingo en el breviario antes del Concilio.
4) Yo profeso, hasta mi muerte,
todos y cada uno de los dogmas definidos de la fe católica y romana, así como
todas y cada una de las verdades de la doctrina católica, definidas como tales
por el conjunto de teólogos (cf Denz.2880) antes del último concilio, verdades
cuyas negación implicaría un pecado de temeridad en contra de la fe.
5) Yo profeso para siempre
todas las verdades que han sido atacadas en la historia de la Iglesia, y
rechazo todos los errores opuestos que han sido duramente censurados por el
Magisterio de los Papas, los concilios y las congregaciones romanas.
6) Yo profeso para toda mi
vida, la doctrina segura y tradicional expuesta en los catecismos del concilio
de Trento y de San Pio X, así como todo otro catecismo anterior al Vaticano II,
que la reproduzca fiel e integralmente.
7) Finalmente, yo profeso y
quiero profesar hasta mi último suspiro la fe de los Padres y los Doctores de
la Iglesia, transmitida fielmente por el Magisterio de los Papas y de los
Concilios, como una formulación cierta y fijada de una vez por todas, de la
Verdad absoluta que no evolucionaría con el tiempo en su substancia.
III PROFESION DE FE EN CONTRA DE LOS ERRRORES
ACTUALES.
El deber principal de todo
sacerdote no es solamente el de profesar y enseñar la verdadera fe católica,
sino también de defenderla frente a sus enemigos, cualquiera que ellos sean, en
consecuencia:
1)Yo profeso la definición tradicional y católica
de la fe, es decir, que ella es una virtud sobrenatural, un don gratuito de
Dios por el cual toda mi alma, inteligencia y voluntad, se somete a toda la
verdad revelada por Dios y transmitida por su única Iglesia, que no puede ni
engañarse ni engañarme.
Del mismo modo, yo condeno y
rechazo la doctrina meo-modernista que presenta a la fe como un sentimiento « nacido
en las profundidades de mi mismo » (Juan Pablo II, « No tengáis miedo”
Laffont, pág. 39) o como una “experiencia” que no puede ser sino “comunitaria”
(Prof. Ratzinger, “La fe cristiana…” pág. 110 y “Principios de teología…”
pág.35)
2) Yo profeso la doctrina
tradicional y católica del Reinado social de Nuestro Señor Jesucristo, con su
consecuencia necesaria de la unión armoniosa de la Iglesia y el Estado, a fin
de que la Ley Divina y eclesiástica presida todas las instituciones humanas,
por la gloria de Dios y la salvación de las almas; doctrina fundada sobre la Escritura
(Is. 55,4; 1 Tim. 6,15) y la Tradición, en particular la encíclica “Quas primas”
de Pio XI
Así mismo, yo condeno y rechazo
la doctrina liberal del Vaticano II en « Gaudium et spes » (Cap. 4)
que proclama la autonomía del Estado en relación a la Iglesia según el falso
principio de la libertad religiosa, doctrina que el papa actual ha calificó de “una
suerte de contra-Syllabus” y más recientemente en una alocución pública a
embajadores, como “un gran progreso de la humanidad” (13-12-2008).
3) Yo profeso la doctrina
tradicional y católica del verdadero ecumenismo, es decir, del regreso de las
almas extraviadas al único aprisco de Cristo, doctrina fundada en la Escritura
(Juan 10, 16; Hechos 2,38) y la tradición constante, en particular la encíclica
“Mortalios animos” de Pio XI:
Así mismo, yo condeno y rechazo
la doctrina contraria de los hombres de la Iglesia conciliar que enseñan que el
ecumenismo de antaño es “obsoleto” (Acuerdos de Balamand, 24-06-1993), que no
hay que tratar de “convertir” a los otros (Card. Kasper, 22-01-2001), “Presión”
que sería una “forma de proselitismo abusivo” (Juan Pablo II, 31-05-1991) y que
“haría renegar a los otros de su propia herencia de fe” (Benedicto XVI,
18-08-2005).
4) Yo profeso la definición
tradicional de la Iglesia Católica y Romana cono siendo el Cuerpo Místico de
Nuestro Señor Jesucristo, la única Arca de Salvación, a la cual no se puede
pertenecer sin el bautismo y la fe; doctrina revelada por Dios (Col. 1,18; Juan
3,5; Mc. 16,16) y transmitida por la Tradición, en particular en la encíclica
de Pio XII “Mystici corporis”.
Asimismo, yo condeno y rechazo
la doctrina divergente del Vaticano II, que enseña que « La Iglesia de
Cristo subsiste en le Iglesia Católica” (L.G. 8) y su explicación hecha por el
nuevo catecismo (§ 836), a saber, que “todos los hombres pertenecen a la unidad
católica del Pueblo de Dios bajo diversas formas donde están ordenados”.
Además, yo condeno y rechazo la
nueva doctrina conciliar (U.R. 3) retomada en el nuevo catecismo (§ 819), según
la cual “el Espíritu de Cristo se sirve de Iglesias y comunidades eclesiales
(separadas) como medios de salvación”. Porque las falsas religiones no son
inspiradas por el Buen Espíritu, sino por el Maligno (Sal. 95,5; 1 Cor. 10,20;
Ap. 2,9)
5) Yo profeso la doctrina
tradicional y católica de la substitución de la nueva Alianza a la antigua
Alianza, esta última siendo por lo mismo revocada, como lo afirma
explícitamente la Palabra de Dios (2 Cor. 3, 14; Heb. 8,13) y la Tradición,
como por ejemplo la bula « Hebraeorum gens » de San Pio V (1569).Esta creencia
tradicional, debe entenderse en el sentido de que la religión judía ha sido
revocada por Dios, pero sin excluir que los israelitas puedan convertirse a Él,
individualmente en el tiempo, y en masa al fin de los tiempos (Rom. 11,
25).
También condeno y rechazo la
doctrina contraria del Vaticano II (Nostra aetate), formulada por Juan Pablo II
(17-09-1980) y el nuevo catecismo (§ 121) en este axioma injurioso a Nuestro
Señor Jesucristo, divino fundador de la Iglesia de la nueva y eterna Alianza: “La
antigua alianza jamás ha sido revocada”.
6) Yo profeso la doctrina
tradicional y católica según la cual el infierno existe, y que todos los que
mueran en estado de pecado mortal e impenitentes son eternamente condenados,
doctrina revelada de Dios (1 Cor. 6,10; Ap. 21,27) y transmitida constantemente
por la Tradición, en particular el 2do Concilio de Lyon (1274). Creo también,
siguiendo a Nuestro Señor que nos ha revelado que muchos toman la vía ancha que
lleva a la perdición (Mt. 7,13 ; Lc. 13,24), revelación confirmada por Nuestra
Señora de Fátima, que muchas almas, sobre todo en nuestra época, se condenan y
que nos hace orar y hacer penitencia para contribuir a su salvación.
También condeno y rechazo la
teoría contraria, según la cual el infierno existe pero que está vacío (Urs Von
Balthazar, citado por Juan Pablo II en “Entrando al umbral de la esperanza”
pág. 200), o que el juicio y la condenación evocadas por el Evangelio no
conciernen mas que a Satanás y sus ángeles caídos (Juan Pablo II, Encíclica
Dominum vivificantem, 18-05-1986, n° 27-28), o que el infierno no alberga mas
que a “ciertos personajes de nuestra historia” (Benedicto XVI, Encíclica Spe
salvi, 30-11-2007, n°45).
7) En fin, como sería muy
fastidioso enumerar todos los graves errores posconciliares perpetrados,
alentados o avalados por los hombres de Iglesia en el poder, siguiendo a
Monseñor Lefebvre y otros obispos y sacerdotes que permanecieron fieles a la
Iglesia de siempre, yo condeno y rechazo todas y cada una de las teorías y
prácticas que demuelen poco a poco la fe en las almas, en el dominio no
solamente doctrinal sino también moral (La inversión de los fines del
matrimonio para legitimar las decenas de miles de anulaciones de matrimonio por
año), litúrgico (la nueva misa urdida junto a seis pastores protestantes),
canónico (Monseñor Lefebvre dijo que ellos destruyen la Iglesia con las leyes
fundamentales inspiradas por el modernismo del nuevo Código canónico de 1983 ;
Fideliter n° 55 p. 9), ecuménico (Asís, Juan Pablo II besando el Corán el
14-05-1999, Benedicto XVI haciéndose bendecir por un rabino el 11-05-2007),
bíblico (exégesis hipercrítica, nueva biblia de traducción ecuménica),
sacramental (ya no hay genuflexión delante del Santísimo Sacramento, lo que
disminuye la fe hacia la presencia real), etc.… teorías y prácticas que condeno
y por lo tanto rechazo, en toda la medida en que son contrarias al espíritu de
la Iglesia Católica, injuriosas a Dios y escandalosas a las almas.
EN CONCLUSIÓN
Debo precisar que si condeno
todas estas novedades malsanas y más o menos heréticas, no tengo intención de
poner en causa la función, la autoridad y el respeto de los Pastores
incriminados, no teniendo ninguna competencia para juzgar sus personas, y rezo
también por ellos, el Papa y los obispos, como responsables delante de Dios de
nuestras almas sobre las cuales tienen jurisdicción ordinaria. Pero con San
Pablo, Santo Tomás de Aquino y San Roberto Belarmino, yo estimo en conciencia
que si estas autoridades llevan daño a la Iglesia en la Fe; no solamente está
permitido, sino que es un deber el resistirles a la cara diciéndoles
públicamente que ellas no caminan más según el Evangelio, y desobedecerlas en
todo lo que ellas quieran imponernos de contrario a Dios.
Considerando que esta Fe, de la
cual estoy orgulloso, es un puro don de Dios recibido sin mérito de mi parte;
considerando la historia de la Iglesia y las lamentables caídas de numerosos
clérigos más sabios, más fervientes y más prudentes que yo; considerando en fin
mis debilidades pasadas, la apostasía actual y las persecuciones futuras, yo no
puedo mas que pedirles e implorarles, muy queridos fieles, de rezar también por
mí, a fin de que no solamente yo persevere en esta fe católica y romana que
acabo de profesar de nuevo, sino también, y aún más, en la caridad, porque “si
yo tuviera la plenitud de la fe hasta mover montañas, si no tengo la caridad,
no soy nada” (1 Cor. 13,2); pidan también para que yo pueda cumplir lo mejor
posible mi deber sacerdotal hacia Dios y las almas, cooperando aunque sea poco
al Reinado de Dios aquí abajo, esperando el triunfo final de los Santísimos
Corazones de Jesús y de María.