Inteligencia
Artificial – I
¡Qué
tontos son los seres humanos que quieren volver
Las computadoras en Dios! ¡Humanos, despierten!
Las computadoras en Dios! ¡Humanos, despierten!
Parece
que actualmente se habla cada vez más de IA, o Inteligencia Artificial. En
otras palabras, tanta gente está tan impresionada por el extraordinario
progreso realizado en los últimos años en el desarrollo de las computadoras y
de las máquinas dirigidas por computadoras, que consideran seriamente la
posibilidad de que los robots computarizados se encarguen de cada vez más
tareas normalmente humanas e incluso divinas. Cualquiera con un grano de
sentido común sabe que hay límites estrictos a lo que las máquinas son capaces
de hacer, pero también sabe cómo el sentido común está siendo erosionado hoy
por el Nuevo Orden Mundial, que tiene un gran interés en utilizar sus medios de
comunicación, la política, la educación, etcétera, para separar cada vez más a
la gente de la realidad para que puedan ser más fácilmente controlados. Es hora
de repetir algunos conceptos básicos muy simples.
Todos
los seres, cualesquiera que sean, caen en una de las seis categorías: bajo Dios
el Creador hay cinco rangos ordenados de Sus criaturas: ángeles, seres humanos,
animales, vegetales y minerales. Estos cinco rangos son claramente distintos
entre sí, aunque los programas de televisión hacen todo lo posible por
desdibujar las distinciones, especialmente entre hombres y animales. Pero las
distinciones son claras en la realidad. Empezando desde abajo,
El
mineral simplemente existe, porque no
tiene en su interior ningún principio u origen de vida o movimiento.
El
vegetal existe y vive, porque desde
dentro, ingiere (por ejemplo, agua), crece y se reproduce.
El
animal tiene todas estas tres habilidades dentro de
él, pero también siente, en otras palabras, por algunas o todas de
las cinco facultades sensoriales (vista, oído, olfato, tacto y gusto),
tiene conocimiento sensorial de las cosas fuera de él.
El
hombre tiene todas estas habilidades materiales o
facultades del animal y vegetal, pero también comparte con los ángeles las
facultades espirituales de la mente y de la voluntad, en otras palabras, tiene
sentido y razón, es decir, la habilidad de la mente para
leer, dentro de las sensaciones particulares, sus esencias universales, y la
habilidad de la voluntad para desear de acuerdo con lo que su
mente ha leído. Estas dos facultades ningún animal tiene (cuando un animal se
comporta con inteligencia aparente, como una abeja por ejemplo, eso es gracias
sólo a los instintos animales implantados en él por su Creador supremamente
inteligente).
Los
ángeles tienen mente y voluntad, pero no las
facultades materiales de los animales, porque los ángeles son puramente
espirituales. (Las facultades animales del sentido-conocimiento y del
sentido-deseo involucran a la materia, ausente en los ángeles).
Ahora
bien, lo que es verdaderamente humano, o humano como tal, es lo que los hombres
tienen que ni los animales, ni los vegetales, ni los minerales tienen. Pero
todas las máquinas son puramente minerales y esencialmente, por su esencia,
inanimadas. En su forma más complicada todavía no tienen ningún principio u
origen de vida o movimiento desde su interior. Cualquier movimiento
de ellas por la electricidad, por ejemplo, es desde fuera. De ello se deduce
que las computadoras no tienen ninguna comprensión interna de ninguna actividad
verdaderamente humana, que, como humana, se les escapa por completo. Todo lo
que pueden hacer es registrar desde fuera lo que es observable y computable en
el comportamiento de las personas, y producir estadísticas y hojas de cálculo,
es decir, números, en los que son buenas. Pero Churchill dijo –no era un santo,
sino un político humano – “Hay mentiras, grandes mentiras y estadísticas”. ¿Y
por qué mienten las estadísticas, si no es porque lo esencialmente humano se
les escapa?
He
aquí un ejemplo. En Nueva York, tal vez hace 15 años, un grupo de expertos en
computación creó una computadora, Deep Blue, para jugar ajedrez contra
Kasparov, el campeón mundial de ajedrez. Ahora bien, si hay un juego adecuado
para las computadoras es el ajedrez, porque si sólo una puede procesar miles de
millones de movimientos alternativos en unos pocos minutos, o segundos, puede
llegar a la mejor jugada que no deja nada al azar. ¿Adivinen qué? ¡Después de
unos cuantos juegos, los expertos tuvieron que reiniciar la computadora para
responder a la forma en que Kasparov estaba jugando! Las computadoras no tienen
vida interior ni iniciativa, no pueden pensar fuera de la caja programada en
ellas, no pueden responder a ninguna eventualidad fuera de su caja. ¡Juego, set
y partido a los seres humanos!
Kyrie
eleison.