El Padre está a cargo de una comunidad de contemplativos en Brasil que se vinculó a la FSSPX hace unos 10 años.
Esta es una declaración pública en favor de Mons. Williamson, que es igualmente una declaración de guerra a Mons. Fellay y su ala liberal.
Dios quiera que muchos sigan el ejemplo de estos monjes y se resuelvan a empuñar las armas santas.
¡Bendito sea Dios!
PUBLICA PROFESIÓN DE FE Y DE RESISTENCIA CATÓLICA DE LA FAMILIA BEATAE MARIAE VIRGINIS
A los que guardan y, por misericordia de Dios, quieren
continuar guardando la integridad del Sagrado Depósito de la Fe Católica,
Apostólica y Romana, Pax Christi in Regno
Christi:
He aquí que Su Excelencia Reverendísima Monseñor Richard
Williamson, el intrépido y firme guerrero de la Fe, uno de los Obispos dejados
por el heroico Monseñor Marcel Lefebvre para continuar su prolífico trabajo en
defensa de la vitalidad de la Fe y de la Santidad de la Iglesia, digo, este
admirable Monseñor Richard Williamson, fue expulsado de la Fraternidad San Pío X por la todavía reinante Dirección General de esta Fraternidad, esto es, por
Monseñor Fellay y su Consejo.
Luego del citado castigo, tuvimos conocimiento de la
serena, firma, justa y caritativa respuesta que dio el admirable Prelado
agraviado.
Este acontecimiento nos hace recordar otro semejante. Se
dice que al tomar conocimiento del acto declaratorio de su excomunión, llevado
a efecto por las autoridades romanas en tiempos del infeliz reinado de Juan
Pablo II, Su Excelencia Reverendísima Monseñor Marcel Lefebvre declaró, con
toda justicia, que esa declaración no significaba nada, ya que él nunca había
pertenecido a la Iglesia modernista nacida del Vaticano II. Fue expulsado de
una entidad de la cual nunca formó parte.
La misma cosa, con toda propiedad, declaró nuestro
agraviado e ilustre Prelado en una carta abierta que se publicó en respuesta al
infeliz decreto de expulsión que recibió de Monseñor Fellay: “pero esta
expulsión será más aparente que real. Yo soy miembro de la Fraternidad de
Monseñor Lefebvre por mi compromiso a perpetuidad. Yo soy uno de sus sacerdotes
desde hace 36 años. Yo soy uno de sus obispos, como usted, después de casi un
cuarto de siglo. Esto no se puede tachar por un trazo de bolígrafo, y por lo
tanto, me quedo como miembro de la Fraternidad, en espera”.
Si usted hubiera sido fiel a su herencia y yo
hubiera sido notablemente infiel, yo reconocería gustosamente su derecho a
expulsarme. Siendo las cosas como son, espero no faltar al respeto hacia su
oficio si le sugiero que por la gloria de Dios, por la salvación de las almas,
por la paz interior de la Fraternidad, y por su propia salvación eterna, usted
haría mejor renunciando como Superior General que expulsándome a mí. Que Dios
le de la gracia, la luz y las fuerzas necesarias para cumplir con tal acto insigne
de humildad y de devoción al bien común de todos. Como frecuentemente he
terminado las cartas que le he dirigido desde hace años, Dominus tecum.”
Así, de manera conmovedora, repleta de fe y caridad
admirable, Monseñor Williamson, el denigrado, el “marcado”, como otros tienen
la audacia de decir, termina este monumento católico de su admirable carta
abierta en respuesta al infeliz Monseñor Fellay.
Es así que misteriosa, pero evidentemente, el Buen Dios
transfiere el cetro de la Verdad de manos de Monseñor Lefebvre a las de
Monseñor Richard Williamson. Y he aquí que Inglaterra, que en el siglo XVI con
Enrique VIII traicionó a su Madre la Santa Iglesia, por otro inglés desagravia
a la misma Madre, Dios sea bendito.
Dado el estrago universal con que el catolicismo liberal
viene devastando a la Iglesia, empezando por su Jerarquía, Monseñor Williamson
continúa firmemente fiel al sagrado legado de su Fundador Monseñor Lefebvre.
El señor Obispo continúa siguiendo la última
determinación de Monseñor Lefebvre de no aceptar un acuerdo práctico con las
autoridades romanos mientras ellas no repudien los errores que vienen
profesando y se declaren en perfecta comunión con las condenaciones y
advertencias doctrinales pronunciadas por los papas anteriores a Juan XXIII, de
Gregorio XVI a Pio XII.
La traición constante llevada a cabo por la Dirección
suprema de la Fraternidad San Pío X en los últimos 12 años ahora está
plenamente al descubierto a nivel mundial para sus amigos y enemigos, y que la carta de respuesta de Monseñor Fellay
a los otros tres Obispos que consagró Monseñor Lefebvre, del pasado abril de
este catastrófico año de 2012, en su texto de máxima importancia, revela un
ánimo revolucionario por parte del jefe de la antigua Fraternidad San Pio X. Lo
más trágico de todo esto es la forma en que las cosas están siendo conducidas,
escabulléndose de la inminencia de la firma de un acuerdo práctico el pasado
junio “porque Roma no lo tolera” (Monseñor. Fellay), acuerdo en rebeldía de las
recomendaciones del Capítulo de 2006, celebrado por la Fraternidad, y avanzando
en dirección de una nueva táctica más eficiente de envenenamiento general. Así,
en vez de un acuerdo apresurado que acabaría dividendo a la Fraternidad en dos
porciones distintas y opuestas una a la otra, ahora se hace una muda de
apariencia por parte de la Dirección, un esfuerzo que infelizmente está
teniendo mucho éxito en conseguir calmar a los descontentos, conduciéndoles más suavemente hacia las rutas liberales o semi-liberales.
Contra lo que cabría esperar (¡misterio!), los otros
líderes principales de la Resistencia Católica dentro de la Fraternidad, esos
grandes líderes se muestran tranquilos aceptando la convivencia con los nuevos
enemigos los cuales ya han sido desenmascarados. También aquí y allá grupos de
amigos que tienen un glorioso historial de servicio a favor de la Verdad, tal vez
por causa de intereses menores, aunque no carentes de valor, van dejando las
armas, lo que provoca un incontestable riesgo de envenenamiento, al menos muy
lento, además de la gravedad de la omisión. ¡Proh
dolor! Es casi desesperante ver a Obispos admirables callados o inoperantes
ante el creciente éxito de la invasión interna del enemigo, predicando
obediencia a un jefe traicionero, refinadamente astuto, que debería haber sido
alejado del poder junto con sus auxiliares, en un Capítulo saludable. Y eso
cuando todos ya sabemos que la obediencia tiene como fundamento la Santa
Voluntad de Dios, y esto es tan real que
desde hace muchos años estamos, por causa de los derechos supremos de Dios
manifestados en la Sagrada Tradición, desobedeciendo las órdenes del Papa,
titular del poder supremo en la tierra; y no nos damos cuenta que si podemos
vernos forzados a desobedecer al Papa, el cual es inamovible por nosotros,
¿cómo no se puede desobedecer al superior de una congregación, perfectamente
movible, en caso de verdadera necesidad?
El Capítulo de julio de 2012, tuvo la cobardía de aprobar
la ausencia de Monseñor Williamson y cambiar la dirección del Santo Fundador al
admitir la posibilidad de nuevas condiciones para un acuerdo con la Roma
modernista, en vez de permanecer fiel a la única condición determinada por
Monseñor Lefebvre, que es la conversión de Roma modernista a la integridad
bimilenaria de la fe en plenitud con la ortodoxia católica, esto es, la Sagrada
Tradición.
La desmoralización en que cayó la Fraternidad, sobre todo
por el vergonzozo pacifismo que han adoptado grandes figuras de la hasta
entonces respetada Fraternidad, ante las maniobras, muchas de las cuales no son
ocultas, del jefe y de sus más íntimos colaboradores, llevó la situación a tal
estado, que a menos que sustituyan a Monseñor Fellay por cualquier otro de
confianza, ese bello vaso de cristal fisurado no se recuperará. Solamente el surgimiento
de una Reforma como en el pasado lo hizo Santa Teresa con el Carmelo, podrá
comenzar a levantar a la desmoronada obra de Monseñor Lefebvre.
No puedo terminar sin cumplir la grave obligación de
hacer un llamado a los padres fieles pero medrosos que hablan o han estado
hablando anónimamente, muchas veces con admirable acierto, en contra de la
realización de la tragedia que cayó sobre los católicos tradicionalistas,
particularmente sobre la Fraternidad San Pio X. Perdónenme, reverendísimos
señores Sacerdotes, pero ustedes darán severas cuantas a Dios de su cobardía y
omisión. ¿Esperar a los jefes retardatarios? Pero ¿cómo no tomar la iniciativa
si el incendio se propaga, sobre todo con el actual proceso de erosión que ha
conseguido destruir e inmovilizar las resistencias y energías? ¿miedo del
castigo? Pero señores, ¡ustedes son hijos de los mártires! ¡despierten!
¡levántense! Incluso si es a morir por la Fe.
De cualquier forma quiero cumplir aquí un grave deber de
gratitud. En el nombre de nuestra pequeña comunidad de almas fieles a la
Sagrada Tradición Católica, en nombre de la Iglesia, quiero proclamar lo más
alto que pueda, la profunda gratitud a Monseñor Lefebvre, a sus sabios, castos,
virtuosos y celosos sacerdotes, por su preciosa contribución en favor del
Reinado de Nuestro Señor Jesucristo, en favor de la verdad. ¿Cómo olvidar las
visitas episcopales, las ordenaciones, las confirmaciones, el bien que hacían,
las figuras admirables de los verdaderos Obispos católicos, los Seminarios, los
preciosos libros y revistas, y para nosotros particularmente, la obtención
fácil de intenciones de misas que los generosos fieles nos encomendaban, en
fin, todo el inmenso bien que la obra tan grande del Arzobispo esparcía.
Monseñor Williamson, que evidentemente se quiere salvar,
no va a poder hacer caso omiso ante la señal de que el Señor le dio la Fe
con su expulsión.
Y espero fervientemente que todos aquellos que no han
doblado su rodilla ante Baal, se adhieran firmemente a él porque es un OBISPO.
¿Puede haber Iglesia sin OBISPO? Nuestros tiempos son duros, pero el buen Dios
suscita un Obispo para conservar la Iglesia. Y cuando, algunas decenas de años
después, su obra se desmorone, el Buen Dios tendrá a bien, en su admirable
Providencia, suscitar otra para el incansable trabajo de recomenzar, del mismo
modo que lo hace cualquier individuo que lucha contra sus propias miserias.
Nunca desanimarse. Recomenzar, recomenzar, recomenzar.
Que el Inmaculado Corazón reciba de nosotros, cada vez
más, los 15 misterios del Santo Rosario para conducirnos con seguridad al
Corazón de Su Hijo.
Declaro delante de Dios que me ha de juzgar, que esta
pública profesión de fe, de resistencia católica y de repudio a la Revolución,
la hago en mi nombre y de cada uno de los miembros de la Familia Beatae Mariae
Virginis, nuestra pequeña comunidad.
En el Monsaterio de Nuestra Señora de la Fe y del
Rosario, Candeias, Brasil, el 14 de noviembre de 2012, memoria del martirio de
San Serapio, religioso mercedario, glorioso mártir inglés de la Fe Católica.